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septiembre 12, 2015

Aylan y Cecil

Ni los grandes avances como la exploración de Plutón o los retrocesos como la destrucción terrorista de los monumentos históricos de Palmira, tuvieron la fuerza suficiente para sacudir al mundo como dos pequeñas instantáneas tomadas en el lugar y momento oportunos.

Las fotografías de Aylan Kurdi, el niño sirio encontrado ahogado en las costas de Turquía y las del abatido león Cecil junto a sus cazadores en Zimbabue, demuestran que la humanidad se estremece y reacciona cuando tocan sus fibras más íntimas.

Aylan no es el primer niño sirio refugiado que muere, también falleció su hermanito dos años mayor que él y su madre; muchos otros perecieron ahogados cerca de Lampedusa en 2013 y decenas entre los 800 náufragos del Mediterráneo este año. 
Cecil tampoco fue el único león cazado, hay miles más en el mercado negro de trofeos de caza que mueve billones y que potencia la extinción de muchas especies.

¿Por qué entonces unas historias del montón de repente cobran vida, aceleran los tiempos, impactan la conciencia colectiva y se transforman en puntos de inflexión? Porque se trata de relatos simples y de comprensión rápida, de historias individuales que transmiten valores universales, que posicionan a la gente frente a su propio yo y a ponerse en los zapatos del otro, de ahí la invasión en las redes sociales de carteles indignados: “Yo soy Aylan” y “Yo soy Cecil”.

Las historias con nombre y apellido permiten a la gente identificarse con las víctimas y los débiles, con el sufrimiento y la indefensión. Fotografías como las de Aylan apelan a las emociones, crean movimiento y acción; otras, tal vez más dramáticas como las del desastre nuclear en Fukushima, solo afectan el raciocinio, creando algo de empatía y un poco de indignación.

De ahí se entiende que los europeos y sus gobiernos hayan reaccionado ahora por la foto de Aylan y no antes con las historias de 4 millones de sirios que vienen buscando refugio desde 2011. Aylan abrió el corazón de los burócratas o avergonzó a quienes debieron actuar para calmar la indignación. Por una u otra causa, Alemania anunció asilos masivos, y en las calles de Austria, Suiza o Italia, las caravanas de refugiados encontraron compasión y ayuda samaritana.

Aylan apeló a la Europa más empática, caritativa y generosa que ni siquiera había podido mover el papa Francisco desde que pronunció aquel discurso desgarrador a favor de los refugiados en su visita a Lampedusa. Aylan, de golpe y porrazo, destrozó los mensajes xenofóbicos de nacionalistas y proteccionistas.

Cecil conmovió de igual manera. Un solo león fue capaz de contar una historia mucho más fuerte que la quema de millones de toneladas de marfil que se le confisca anualmente a los contrabandistas o que la del rey Juan Carlos durante su caza furtiva en las praderas de Botsuana. Cecil dejó de ser león, convirtiéndose en un mensaje que desnudó la capacidad destructora del hombre frente a la Creación. Más que eso, sirvió para achacar el uso del dinero para comprar, explotar o destruir cualquier cosa que le viene en gana, desde vida silvestre, a esclavitud laboral o prostitución infantil. Cecil gritó contra la arrogancia y la corrupción.

La irrupción de los teléfonos inteligentes y sus potentes cámaras fotográficas facilitan que las historias exploten por doquier y que se cuenten cada vez más en imágenes y no en palabras, potenciando que las emociones se sobrepongan a la racionalización. Esto conlleva ciertos riesgos cuando las fotografías no son debidamente filtradas o cuando las historias son manipuladas. Sucedió en junio del año pasado con otro niño sirio, Marwan, cuando cruzaba en solitario la frontera con Jordania, levantando una ola de indignación tan fuerte como la de Aylan. Días después se supo que la foto fue tomada fuera de contexto, ya que Marwan caminaba solo, pero a decenas de metros de sus padres.


Así como sucedió esta semana con la rabia que despertó la zancadilla de la periodista húngara Petra Lászlo contra un par de refugiados o las selfies pornográficas que algunos políticos estadounidenses enviaron a sus víctimas, las fotografías de Aylan y Cecil muestran que los mensajes pueden ser muy poderosos siempre y cuando sean reales y verdaderos. Esto siempre fue máxima tanto para las palabras como para las imágenes. trottiart@gmail.com

junio 09, 2014

Felipe como Francisco

Juan Carlos I renunció al trono como Benedicto XVI, débil física y políticamente. Cansado y rendido. Con una corona pesada como elefante de Botsuana y una capa ultrajada por corrupción familiar. Abdicó invocando a la renovación, juventud y liderazgo de Felipe, traspasándole un futuro todavía espinoso pero esperanzador.

Que España deje la monarquía para abrazar la república será una decisión futura a referéndum. En gran parte no dependerá de la voluntad de Felipe, sino de su liderazgo. Son tiempos complicados para él, pero no tan difíciles como los que experimentó su padre en 1975 al suceder al dictador Francisco Franco y en 1981 al neutralizar el último intento de golpe de Estado. En aquella época no se negociaba monarquía por república, sino dictadura por democracia.

Pese a todo su peso político, al rey Juan Carlos hace rato que se le adelgazó el teflón que lo impermeabilizaba de las críticas y que protegía a la monarquía de protestas públicas como las que explotaron tras su renuncia. Su férrea popularidad de entonces se derrumbó en el último lustro por su timidez para no tomar el toro por las astas al principio del caso Noos, por su ingenuidad sobre la honestidad de su yerno Iñaki Urdangarín, por sobreproteger a su hija la infanta Cristina y, entre otros errores, por sus safaris de elefantes y faldas, actitudes monárquicas que antes respetaba y silenciaba el periodismo, pero que ya no resisten en esta época de fiscalía pública que se ejerce en internet y redes sociales.

La monarquía, encarnada ahora por Felipe y la plebeya Letizia, quien le dio a la familia real aires de gente como uno, aún parece a salvo porque ni las críticas ni las manifestaciones tienen por destinatario al todavía príncipe de Asturias. Felipe, su madre Sofía y Letizia son quienes mantienen en alto la popularidad de los Borbones, muy por arriba de otras instituciones democráticas depreciadas, léase partidos políticos y parlamento.

Ni los cambios ni las transiciones son fáciles, máxime cuando el tema de esta época no pasa por la política, sino por la economía, la falta de trabajo y la escasez de bolsillo. Sin embargo, hay confianza de que Felipe está bien preparado para asumir su papel y aunque no se le conocen sus dotes de estadista, seguramente con cada gesto y cada decisión, estimulará cambios y renovación de una clase política que perdió el timón.

En esos cambios seguramente estará incluida Latinoamérica, donde Felipe tejió alianzas y respeto. Una región que conoce bien desde que representó a su padre en todas las toma de posesión presidencial en los últimos 20 años, y cuyo potencial económico puede ayudar al despegue de su país.

Felipe tiene mucho crédito en su banco de confianza. Se le estima por su austeridad, sobriedad, prudencia, por despegarse de los problemas familiares y no haber seguido los pasos alocados de otras dotes monárquicas de Europa, conocidas por salir en tapa de revistas del corazón con amoríos, rebeldías y excentricidades.

Así como por la similitud en las renuncias sorpresivas de los líderes de España y el Vaticano, Felipe debería poder verse en el espejo de Francisco. El Papa, a fuerza de gestos y decisiones, está ayudando a una renovación profunda de la Iglesia, limpiándola de décadas de roña, vicios y corrupción. Reflejándose en Francisco, Felipe tiene la oportunidad y el carácter no solo de transformar a la monarquía, haciéndola más práctica y menos protocolaria, sino de exigir al gobierno, y a toda la clase política, una nueva cultura basada en la transparencia, eficiencia y en la rendición de cuentas.

El destino de la monarquía parlamentaria ya no depende de la reputación democrática y constitucional del rey Juan Carlos I - características que se dan por sentada en cualquier sociedad moderna - sino de las decisiones que a partir del 19 de junio empiece a tomar Felipe VI.

La subsistencia del actual régimen está depositada en los gestos y acciones del nuevo rey. En la unidad que consiga de una España siempre tironeada por su gran diversidad. En el crédito que le extiendan los connacionales de su generación y más de la mitad de los españoles que, habiendo nacido después de 1975, no tienen apego ni se desviven por la Corona, sino que quieren vivir con más y mejor. 

febrero 22, 2013

Escándalos reales y papales


Finalmente el New York Times publicó en su portada el escándalo de Iñaki Urdangarin, el yerno del Rey Juan Carlos, que también ahora salpica al monarca y a su familia. El Rey, que hasta hace poco se vio involucrado en otro escándalo personal que involucró polleras en su viaje de caza de elefantes por África, habría estado presionando a los medios españoles para que le bajen los decibeles a la investigación judicial contra su yerno.

Los medios españoles siempre han tratado de no hacer de su monarquía, lo que los medios ingleses hacen de la suya, habiéndole dado al Rey y a su familia un período de muchas décadas de gracia en la que inexplicablemente se respetó la privacidad. Pero para todos es sabido que el  Rey no solo ama los deportes, la velocidad, navegar, sino a otras mujeres más allá de la reina Sofía.

Pero este escándalo de Urdangarin llega en momentos que los españoles han descubierto que España también es una republiqueta bananera, llena de corrupción por doquier, lo que aumenta aún más la presión sobre el monarca y por lo que muchos pensarán si el Rey y la monarquía - que han construido y vivido por su reputación de haber resguardado la democracia - es todavía viable.

Pero la gravedad del escándalo real de beneficiar a Urdangarin con las conexiones de sangre azul, parece una nimiedad al lado de la bataola en el Vaticano y la renuncia de Benedicto XVI, que obedecería, no solo a la salud frágil del Pontífice, sino a un informe interno que fue filtrado el año pasado. En ese reporte que luego fue parte de VatiLeaks o mails filtrados a la prensa, no solo se habla de la corrupción económica de la jerarquía, de encubrimiento de curas pederastas en todas partes del mundo, sino también de una red de prostitución de hombres jóvenes, entre ellos seminaristas e inmigrantes indocumentados, para saciar los apetitos de algunos obispos en Roma.

Cuando uno mira en perspectiva aquellas intrigas palaciegas, corrupción y asesinatos dentro del Vaticano caracterizadas en la película Ángeles y Demonios o el Código da Vinci, se da cuenta que la realidad ha superado ampliamente a la ficción y merece que toda esa basura sea limpiada como alguna vez dijo Benedicto XVI. Es de esperar, tal como sus promesas, que esto no quede en escándalos morales y haya solo penitencias para los involucrados, sino que los responsables terminen en manos de la justicia ordinaria y en la eventual cárcel.  

abril 16, 2012

El Rey cazador de elefantes

Si algo le faltaba a la crisis española es que su monarquía - una de las más comedidas de las de Europa que siempre fue superada por los escándalos de la Casa Real Británica y los accidentes del Principado de Montecarlo – saltara a la palestra con el Rey Juan Carlos quebrándose la cadera en Botsuana mientras cazaba elefantes, su nieto Felipe se disparara en un pie y que su yerno, estuviera involucrado en un caso de fraude y corrupción.

Toda la prensa española tomó partido en contra y a favor del Rey y, obviamente, se fueron por criticar o alabar la legitimidad de la monarquía, un tema de sangre azul que cada vez más preocupa a quienes creen que una democracia no necesita de una clase dirigente parásita para sostenerse.

Pero más allá de esas disquisiciones, lo importante de este caso es la falta de estándares éticos de la monarquía española. Los españoles, incluyendo el gobierno, supieron de este viaje del rey Juan Carlos porque tuvo un accidente, de lo contrario el viaje hubiera pasado desapercibido. El tema de que fue una invitación no esconde el deber del Rey de dar a conocer detalles sobre sus viajes, especialmente cuando los ciudadanos de su país están soportando una crisis mayúscula y cuando se debate en toda España el tema de la crueldad animal por las corridas de toro, algo que parece importar cuando se trata de un toro de lidia, pero no de un elefante de Botsuana.

Esta nueva acción antiética del Rey deslegitima a la monarquía. La acción del Rey es reprobable, especialmente cuando en una foto de un viaje anterior a África, se lo observa posando con un fusil delante de un elefante muerto.   

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...