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julio 18, 2013

Rolling Stone y el tirabombas

La misión del periodismo y de los medios de comunicación no solo es buscar datos e investigar hechos para informar y entretener al público o darle lo que este necesita para que tome decisiones más acertadas, sino también desafiarlo y hacerlo pensar.

También es su deber, tener un alto grado de sensibilidad para no ofender, evitar la apología del delito y el sensacionalismo con el que solo se pretenda el éxito cuantitativo de una publicación. Es, sobretodo, un deber ético “ponerse en los zapatos del otro”, una forma de pensar y actuar que permite limitarse a producir ofensas sin ton ni son.

En este dicotomía, entre desafiar al público y no haberse puesto en los zapatos del otro, se debería ubicar a la revista Rolling Stone, una de las más tradicionales e influyentes de la cultura pop, que en su edición de agosto que empezará a circular esta semana, lleva como portada una foto de Dzhokhar Tsarnaev, uno de los hermanos que actualmente está procesado por el atentado terrorista en el maratón de Boston en el que murieron tres personas y más de dos centenares resultaron heridas.

Apenas la revista dio a conocer su portada este martes en su página de Facebook, con una foto de Tsarnaev con carita angelical semejante al de pelo revuelto de Bob Dylan en sus años más mozos, las críticas de los usuarios fueron tajantes: no se puede glorificar a los terroristas. Pese a que la portada estaba acompañada con un titular de “El Tirabombas” y una bajada en la que cuestiona que Tsarnaev pasó de ser un buen alumno, a ser olvidado por su familia y convertirse al radicalismo islámico y en un monstruo, las reacciones de la gente no se hicieron esperar.

De nada sirvieron las explicaciones de la revista para dar a conocer varios párrafos de la nota de investigación en el interior sobre el perfil escalofriante de Tsarnaev que acaba de declararse inocente de 30 cargos que se le formularon y que podrían llevarlo a la pena de muerte cuando empiece el nuevo proceso judicial en setiembre. Varias cadenas de comercios como CVS y Walgreens ya anunciaron que no venderán los ejemplares de Rolling Stone en sus establecimientos y una página especial de Facebook en contra de la revista ya lleva más de 50 mil “likes”. 

Sin dudas la revista logró llamar la atención y desafiar al público, sin embargo creo que no supo medir las consecuencias de unas heridas que todavía están muy abiertas en el país. Rolling Stone tiene una larga tradición de desafiar al público y no es la primera vez que tiene a un criminal en su portada, como en 1970 cuando se la dedicó al tarado y serial asesino Charles Mason. Pero aunque esta vez se haya defendido con que  el trabajo periodístico “se inscribe en la tradición del periodismo y el compromiso de larga data de Rolling Stone con la cobertura seria y reflexiva de las cuestiones políticas y culturales más importantes de nuestro tiempo”, la revista se equivocó, ya que no se objeta el contenido sino la apariencia, no se objeta el escrito sino la foto y el contexto en la que ha sido usada.
La misma fotografía fue utilizada en mayo pasado por el influyente diario The New York Times y en el pliego superior debajo de la marca del periódico, pero dentro de un contexto noticioso diferente, acompañado de decenas de titulares y otros temas que competían con la fotografía, la que tenía una referencia sobre cómo la fotografía de un joven aparentemente inocente enmascaraba una personalidad violenta, casi la misma comparación que denota Rolling Stone entre la fotografía angelical y el titular de tirabombas.
La diferencia mayor radica en la expectativa que la gente tiene de una publicación y como sacada de contexto, su significado puede ser totalmente diferente. El público espera lo usual, que Rolling Stone, publique una portada de un ícono de la música, por más controversial que pudiera ser, pero jamás esperaría que un supuesto terrorista tuviera el tratamiento de una estrella de rock. La gente no tiene porqué asociar la fotografía con el título, justamente la imagen es la que trató de utilizar para impresionar.
Las revistas, por su periodicidad y muchas veces alejadas de la conversación pública cotidiana de temas noticiosos, necesitan gritar más de la cuenta para ser escuchadas y consumidas, de ahí que una portada como esta, y su debida promoción puede alcanzar esos objetivos y hasta convertirse en artículo de colección.
Sin embargo, en el mundo de la ética periodística, donde como en toda cuestión moral no existe nada blanco o negro, sino todo es grisáceo, dependiendo del contexto y de la experiencia particular que cada usuario, Rolling Stone puede estar pagando un precio muy alto por gritar en forma descontextualizada, perdiendo circulación y venta, pero, sobre todo, confianza del público, el patrimonio más preciado que puede tener un medio de comunicación.
Sin dudas Rolling Stone obtuvo el beneficio del factor sorpresa, en especial porque revuelve las cicatrices del terrorismo en territorio local, cuando la conversación pública estaba más dedicada a las heridas sangrantes y siempre abiertas del racismo en el país. Es que la agenda periodística de esta semana está casi reservada a la decisión de un jurado que el domingo absolvió de culpas a George Zimmerman, un hispano estadounidense, procesado por la muerte de Trayvor Martin, un jovencito negro de 17 años, caso que creo polémica entre el derecho a la defensa propia y cuestiones de violencia racial.
Rolling Stone tiene que hacer un examen de conciencia esta vez. Tiene que tener en cuenta lo que el público le dice – se podría sintetizar así ese pedido: no se debe glorificar a los terroristas y sí a las víctimas, quienes merecen estar en portada – y que por más valioso que un contenido sea, debe considerar que la apariencia también influye y ofende.
Seguramente, con una foto diferente o la misma, pero más difusa y con un titular más fuerte o cuestionador que no de la apariencia que se glorifica el hecho de tirar bombas, el efecto periodístico hubiera sido más tenue pero de mayor calidad.

Con esta portada gritona, Rolling Stone está caminando sobre esa línea muy delgada que no permite dividir muy bien al periodismo de calidad del periodismo sensacionalista.

enero 21, 2011

Vogue y las lamentables fotos de niñas



La edición francesa de la revista Vogue se equivocó al publicar un suplemento de 15 páginas mostrando como modelos a tres niñas de entre 5 y 7 años, en poses algo provocativas. El incidente generó dos cosas, la salida de su editora jefa, Carine Roitfeld y que la edición se agotara rápidamente.
Más allá de estas dos consecuencias, la primera esperada y la segunda escandalosa, la decisión de Vogue de buscar el éxito cuantitativo o la sorpresa de mercadotecnia, no es más que una grave transgresión de las normas éticas del periodismo, que indican límites y responsabilidades en el uso de fotografías de niños y menores.
Se trata de una mala decisión, de mal gusto, un abuso de privilegios en el arte de publicar, que debe ser condenada por el posible riesgo de incentivar conductas inhumanas y morbosas contra los menores que están más arraigadas de lo que creíamos en nuestra sociedad. De ahí que cada vez nos enteremos más, y que pareciera común, el desmantelamiento de bandas dedicadas a la pornografía infantil a través del internet y al comercio sexual infantil.
Por lo general, la decisión de publicar este tipo de materiales suele tomarse después de discusiones profundas y tras un proceso de reflexión, situación que parece no haber existido en Vogue. Y si lo hubo, no solo la editora jefa debería quedar en la calle.

octubre 31, 2009

Correa y la ética obligada

Quien ambiciona el poder absoluto, primero tiene que adueñarse de la verdad. Para ello, su necesidad indispensable es mantener la divergencia a niveles mínimos, limitar la información y castigar la crítica. Cuba es maestra en el uso de esta metodología. Venezuela está a medio camino. Mientras que Ecuador ya mostró sus primeras armas para silenciar al periodismo y, así, restringir el disenso.

La fórmula es fácil y perversa. Casi todos los gobiernos de tinte autoritario se justifican detrás de constituciones hechas a su medida y semejanza en las que incluyen normas de apariencia inocente que, en el futuro, les sirve para dictar leyes reguladoras y controladoras contra los medios y sus contenidos.

Así como la cláusula de “información veraz” de la constitución venezolana sirvió para dar forma a la ley de Responsabilidad Social con la que se cerraron televisoras, radios y se persigue a periodistas; el artículo de la nueva carta magna ecuatoriana, que exige que la información debe ser “veraz, verificada, oportuna, contextualizada…”, ofrece al presidente Rafael Correa la posibilidad de sancionar a todo aquel que se aparte de la verdad oficial.

Ante ese peligro, en República Dominicana, se logró hace semanas derribar la norma de “información veraz” que se incluía en la reforma constitucional, mientras que en Bolivia habrá que ver si Evo Morales, después de ganar las elecciones de diciembre, dictará leyes de control inspirándose en su Constitución, que ordena a la información ser “veraz y responsable”.

Valiéndose de las debilidades de alguna prensa éticamente cuestionable, y rechazando a la investigativa por sus denuncias sobre corrupción, Correa ha creado un clima general de hostilidad y desprestigio contra todos los informadores, a los que alecciona con llamados públicos a la responsabilidad por ser “mentirosos, corruptos, desestabilizadores y enemigos de la revolución”.

De esta forma, con la ficción creada – mandato constitucional y clima hostil - muchos desprevenidos compran la idea de que todos los males se resuelven maniatando a la prensa “perversa y ventajista que solo busca defender sus intereses”. En ese juego maquiavélico, Correa mandó redactar una Ley de Comunicación, instrumento perfecto que aparenta proteger al público, cuando en realidad servirá para blindar a su gobierno de las críticas.

La semana pasada, tras una visita de una delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa que expresó su criticismo en Quito, Correa calificó su propuesta legislativa como “proyecto estrella del gobierno”. Junto con otros dos anteproyectos de la oposición, la ley, que podría sancionarse antes de fin de año, hace de la ética periodística un deber legal. Exige a los medios la adopción de códigos de ética y contratación de ombudsman, creando organismos cuasi judiciales que vigilarán la aplicación de los estándares éticos en la información, pudiendo cerrar a medios que reiteren fallas informativas; tan simples como la publicación de un titular desacertado y una foto grotesca o tan complejas como la denuncia en contra de un funcionario corrupto.

Aunque Correa prometa que no habrá intromisión en los contenidos, dada la experiencia de gobernantes que pagan a seguidores para engrosar marchas políticas así como urnas electorales, no es descabellado pensar que éste o gobiernos futuros, motivarán a batallones de gente para que denuncien fallas morales en los medios, provocándose autocensura, silencio y un declive considerable del periodismo investigativo. Además, la reglamentación de la ley tendrá que conciliar un código de ética universal, enajenándose así el derecho a una línea editorial propia e independiente, como estipulan principios básicos de la libertad de prensa.

En aras de la igualdad, la nueva ley divide en 33 por ciento la propiedad creando medios públicos, comunitarios y privados. Pero en un país, donde el gobierno ya controla el 70 por ciento de la televisión por aire después de expropiaciones a privados y donde no existe conciencia sobre el papel de los medios públicos, usados solo para hacer propaganda, no es difícil advertir que se busca consolidar una plataforma mediática gubernamental, monopolizar la verdad oficial y minimizar a la prensa privada e independiente.

Esta ley miente. Confunde. Dice proteger a los ciudadanos de los abusos de los periodistas, cuando lo que busca es evitar que haya reflectores iluminando las acciones del gobierno. Quiere silencio. Todos los ecuatorianos perderán.

septiembre 09, 2009

Los medios y la "ética obligada"

Todas las organizaciones periodísticas argentinas se están pronunciando en contra de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que el 27 de agosto envió al Congreso la presidenta Cristina de Kirchner, especialmente pidiendo que haya un procedimiento transparente y un debate alejado de la politización.

Las críticas más frecuentes es que el gobierno está cercenando la libertad de empresa, la competencia y la pluralidad y diversidad que se dice busca la ley, generando un Estado más fuerte como presencia mayor en las licitaciones, más o menos como haciendo ver que las empresas privadas son el mal y las estatales son las que ofrecen una real democracia participativa.

De todas las críticas y propuestas que leí, hay una, la del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), un grupo de 270 profesionales argentinos muy respetados y de buena reputación en el periodismo nacional, que me sorprendió negativamente.

Primero vale aclarar que la mayoría de los 16 puntos que presentaron me parecieron muy válidos, excepto el referente a la ética periodística. En el punto 2 de la carta dicen lo siguiente: “Proponemos que a los licenciatarios se les exija, al presentarse a una licitación, un código de ética, lineamientos de estándares profesionales y un código de conducta empresaria. Asimismo, deben comprometerse a la financiación y organización de la capacitación permanente de sus periodistas. Todas estas pautas para garantizar la calidad periodística deben poder ser demostrables. El incumplimiento de estos compromisos debe ser considerado una falta grave. Sugerimos que la ley disponga que cada medio designe un Defensor del oyente o del televidente, de acuerdo al modelo de la Asociación Internacional de Ombudsman, considerando las categorías de medios que disponga la norma”.

Considero este punto un grave error. Primero, porque la ética periodística o la que deben albergar los medios es un ideal, es un objetivo a alcanzar o no, ya que justamente la ética, a diferencia de la ley, que es obligatoria, depende del libre albedrío de la persona o, en este caso, del medio. La ética no se puede imponer. La autorregulación de por sí misma se define, depende de la elección que la persona o le medio haga. Hay medios que prefieren guiarse por conductas que se han logrado por la práctica, en forma consuetudinaria, y otros que prefieren tener códigos de ética muy pormenorizados y otros solo declaraciones orientativas muy generales. La ley obliga, la ética se escoge.

Mucho peor aún, es obligar a los medios a que tengan ombudsman, una práctica que en muchos casos y países no ha resultado para nada exitoso.

Ambas prácticas, la de tener o no Código de ética o ombudsman deben ser cuestiones estrictamente voluntarias que no deben estar regidas por ley.

agosto 20, 2009

Chávez sigue sin entender

El presidente Hugo Chávez sigue sin entender lo que significa la democracia, especialmente cuando este martes justificó el grosero ataque físico a patadas y golpes contra un grupo de periodistas que se manifestaba en contra de la aprobada Ley de Educación la semana pasada.

Chávez con su sarcasmo habitual dijo que los periodistas propiciaron los ataques en su contra porque no “andaban haciendo labor de periodistas, andaban en una marcha... repartiendo unos volantes, haciendo actividad proselitista contra la ley de educación". En sus declaraciones a la estación oficial Venezolana de Televisión, Chávez justificó el ataque contra periodistas de la cadena Capriles que publica el diario últimas Noticias con línea editorial favorable a su gobierno, porque “según tengo entendido, y hay hasta pruebas, (estaban) provocando a gente del pueblo que estaba por aquí y que estaba por allá".

Hay tres aspectos sobre esta situación que Chávez no entiende o trata de no entender:

Primero, los periodistas repartían volantes contra la proscripción de la Ley de Educación a los medios de comunicación y eso no es hacer actividad proselitista, sino defender la actividad de los medios, actividad muy necesaria en una democracia.

Segundo, más allá del debate si es ético o no para un periodista manifestarse públicamente sobre algún aspecto político, ello no justifica que se les pueda agredir y maltratar físicamente, ni a ellos ni a nadie, menos si esas agresiones son provocadas por el propio Estado, como en este caso.

Tercero, como siempre, Chávez incentiva la violencia para crear pánico (dividir para reinar) con tal de que todo el mundo se autocensure y él pueda seguir con su autocracia, lo que quedó en evidencia con lo dicho al final de sus declaraciones, pidiendo a sus seguidores: “no caer en provocaciones, denunciar los provocadores más bien", y pidió a sus seguidores "fortaleza, coraje y nosotros listos para enfrentarlos en cualquier terreno. No queremos violencia, pero tenemos que estar preparados para cualquier cosa".

Por último, y en todo caso, si en realidad se trató de una actividad política brutalmente censurada, lo que no cuadra es ¿porqué ningún gobierno u organización internacional protestó públicamente?

agosto 11, 2009

Correa, Chávez y la ética periodística

Si hay dos presidentes que tienen un historial tétrico en materia de ética son justamente los que aparecen en este título y ni hablar de la performance que han tenido y mantienen en contra de la prensa independiente y en contra de los periodistas de toda clase.

La única ética periodística que les interesa es la de aquella prensa que se presta a ser sumisa, dependiente y halagadora de sus méritos como políticos, pero desestiman a toda aquella que se manifieste en su contra, que los critique, que los fiscalice. Odian al periodismo y darían su vida por vivir en un país como Cuba donde lo único que hacen los medios es complacer a los gobernantes y utilizar el mensaje directo, unidireccional y didascálico de la propaganda.

Por ello compran, usurpan, expropian y crean medios a diestra y siniestra, además de cerrar, cancelar y amenazar con cancelar todas las licencias y operaciones de radio y televisión. Tanto Rafael Correa como Hugo Chávez, pidieron este fin de semana y hoy durante los actos de toma de poder del presidente ecuatoriano y de la presidencia pro témpore de UNASUR, de que se deben buscar mecanismos para controlar a los medios de comunicación. Crear estándares éticos de parte del Estado para que los periodistas y los medios de comunicación no sean libres de criticar o investigar u opinar de a cuerdo a sus criterios editoriales.

No es casualidad que estas políticas de izquierda se imitan entre otros gobiernos como los de Evo Morales, Cristina de Kirchner y de Manuel Zelaya, cuando todavía fungía como presidente de Honduras. Estos tres presidentes enarbolaron en sus países los mismos criterios cuando hace meses atrás propusieron en sus respectivos lugares la creación de observatorios de medios con la intención de que se produzcan controles capaces de “minimizar” la influencia de la prensa en la opinión pública.

Correa dijo que en sus meses de gobierno antes de asumir ayer su segundo mandato, su mayor dificultad fue la desplegada por los medios de prensa a los que tildó de lo más rancio de la oligarquía. Claro, tratándose de empresas privadas, Correa odia todo aquello que no sea empresa estatal, sabiendo que tener medios oficiales, sería la solución para que nadie lo critique o investigue hechos de corrupción como los que los medios han propalado sobre los escándalos de su hermano Fabricio o los fondos de la narco guerrilla de las FARC que se han utilizado en su campaña política cuando asumió por primera vez la presidencia.

Claro, de no existir los medios como El Universo, Expreso y Teleamazonas los que dieron a conocer esas noticias de corrupción, seguramente el Estado no hubiera creado los anticuerpos necesarios o el propio Correa no hubiera pasado por el vergonzoso trabajo de hacer cancelar los contratos estatales a su hermano Fabricio. En realidad, los medios no fueron los corruptos y tampoco actuaron como agentes políticos, como los definió Correa; simplemente hicieron su trabajo, la labor que les corresponde en democracia.

Parece que lo de América Latina es una falta total de cultura de lo que implica el contrapoder de la prensa en una democracia. Y aunque se critique mucho a los gobiernos estadounidenses, ningún gobierno por muy malas relaciones que tenga con la prensa, como fue el desastroso caso de George Bush, a quien los medios le pegaron por doquier, se le hubiera ocurrido criticar a la prensa por sus criterios editoriales o la hubiera amenazado con cerrarla. Alguien con esos postulados no podría llegar a la Presidencia. Tan simple como eso. Chávez y Correa tienen suerte de ser presidentes a pesar de sus faltas democráticas.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...