Las recientes denuncias
sobre corrupción en la FIFA y el dopaje del ciclista Lance Armstrong, muestran las
debilidades de un periodismo deportivo superficial, más dedicado a entretener y
comentar, que a investigar y a asumir la responsabilidad de informar.
El periodismo deportivo se
asume casi como espectador de tribuna. Ofrece testimonio de lo que ocurre, pero
no profundiza. De ahí que ofrezca récords, resultados o escándalos con la misma
resonancia que intensidad. En esa escala, vale igual que a Lionel Messi le
otorguen un cuarto Balón de Oro, que a Manny Pacquiao le arrebaten la corona
mundial o que se gasten millones en arreglos de partidos y peleas. Tampoco se
distinguen pecados de delitos ni crímenes de discriminación, da lo mismo las infidelidades
de Tiger Woods que el dopaje de Armstrong o la violencia de las barras bravas que
el racismo irascible en los estadios.
Es inexplicable como el
periodismo especializado no investiga ni anticipa, contentándose solo con
recoger y comentar las denuncias de los afectados. Una falta de protagonismo que
menosprecia tanto la relevante misión de la prensa, como la confianza depositada
por el público.
El caso de Armstrong revela
esa incapacidad. Es difícil comprender como este ídolo universal, ganador de siete
Tours de Francia, se pasó más de una década haciendo de víctima, negando denuncias
sobre dopaje y amenazando a sus compañeros de equipo para que mantengan los
secretos, sin que una investigación
periodística lo haya desenmascarado con antelación.
Si el periodismo hubiera
cumplido con averiguar las denuncias de los últimos años, ni Armstrong habría
ganado tantas competencias a base de mentiras, ni el público se hubiera sentido
lastimado. Pero hubo que esperar un informe reciente de la agencia antidopaje
estadounidense que calificó este caso como el “más sofisticado,
profesionalizado y exitoso en la historia del deporte” y a que Armstrong confesara
sus adicciones en el show de Oprah Winfrey, para que el periodismo también dejara
de creer en el héroe.
El caso de Armstrong es una
grave omisión de la prensa especializada, pero no la única. La reciente
investigación de la revista France Football revela la corrupción enquistada dentro
de la FIFA. Acusa al ex presidente francés, Nicolás Sarkozy, y a las
autoridades del fútbol mundial y de varias federaciones africanas, latinoamericanas
y caribeñas, por haber favorecido a Qatar para que consiga la sede de la Copa
Mundial de 2022, a cambio de millones de dólares y favores a futuro.
Las denuncias no son nuevas,
datan de 2010 cuando el pequeño Qatar le ganó la pulseada a EE.UU. y Rusia se
quedó con la sede del 2018, arrebatándole el privilegio a Inglaterra. La prensa
inglesa de aquella época despedazó con titulares de corrupción al presidente de
la FIFA, Joseph Blatter, pero careció de fuerza y credibilidad. Es que no
investigó, solo se hizo eco de las denuncias de la federación inglesa que,
sabiendo de irregularidades desde hace años, recién las filtró a los medios cuando
supo que no tenía chances ante Rusia. De haber conseguido la sede, seguramente
hubiera mantenido silencio.
De esa trama oscura de premios
y favores dentro de la FIFA ya hablaba Diego Maradona, quien acusó de mafioso a
Joao Havelange, el ex rector por 24 años de la entidad. Pero a diferencia de
Maradona, la revista France Football goza de credibilidad. Su investigación
puede ayudar a que por fin el Comité de Ética de la FIFA deje de resolver toda acusación
como simple conflicto de interés y a que intervenga la justicia.
Respecto a los medios, la superficialidad
no solo es debilidad del periodismo deportivo. La crisis económica obligó a
muchos a recortar gastos y personal, lo que derivó en una reducción general de
calidad informativa. Sin embargo, esta debilidad puede resultar en una gran
oportunidad. Siendo la sección deportiva muy atractiva para los anunciantes y
la potencialmente más rentable, podría ser el sitio ideal por donde reinvertir en
reporteros y periodistas de investigación.
Un periodismo deportivo menos espectador, más profundo
y comprometido, preocupado en descubrir hechos no solo en cubrir eventos, ayudaría
a mejorar el deporte, a elevar la credibilidad de la prensa y a aumentar la
confianza del público.
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