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febrero 07, 2013

Periodismo superficial


Las recientes denuncias sobre corrupción en la FIFA y el dopaje del ciclista Lance Armstrong, muestran las debilidades de un periodismo deportivo superficial, más dedicado a entretener y comentar, que a investigar y a asumir la responsabilidad de informar.
El periodismo deportivo se asume casi como espectador de tribuna. Ofrece testimonio de lo que ocurre, pero no profundiza. De ahí que ofrezca récords, resultados o escándalos con la misma resonancia que intensidad. En esa escala, vale igual que a Lionel Messi le otorguen un cuarto Balón de Oro, que a Manny Pacquiao le arrebaten la corona mundial o que se gasten millones en arreglos de partidos y peleas. Tampoco se distinguen pecados de delitos ni crímenes de discriminación, da lo mismo las infidelidades de Tiger Woods que el dopaje de Armstrong o la violencia de las barras bravas que el racismo irascible en los estadios.
Es inexplicable como el periodismo especializado no investiga ni anticipa, contentándose solo con recoger y comentar las denuncias de los afectados. Una falta de protagonismo que menosprecia tanto la relevante misión de la prensa, como la confianza depositada por el público.
El caso de Armstrong revela esa incapacidad. Es difícil comprender como este ídolo universal, ganador de siete Tours de Francia, se pasó más de una década haciendo de víctima, negando denuncias sobre dopaje y amenazando a sus compañeros de equipo para que mantengan los secretos, sin que una  investigación periodística lo haya desenmascarado con antelación.
Si el periodismo hubiera cumplido con averiguar las denuncias de los últimos años, ni Armstrong habría ganado tantas competencias a base de mentiras, ni el público se hubiera sentido lastimado. Pero hubo que esperar un informe reciente de la agencia antidopaje estadounidense que calificó este caso como el “más sofisticado, profesionalizado y exitoso en la historia del deporte” y a que Armstrong confesara sus adicciones en el show de Oprah Winfrey, para que el periodismo también dejara de creer en el héroe.
El caso de Armstrong es una grave omisión de la prensa especializada, pero no la única. La reciente investigación de la revista France Football revela la corrupción enquistada dentro de la FIFA. Acusa al ex presidente francés, Nicolás Sarkozy, y a las autoridades del fútbol mundial y de varias federaciones africanas, latinoamericanas y caribeñas, por haber favorecido a Qatar para que consiga la sede de la Copa Mundial de 2022, a cambio de millones de dólares y favores a futuro.
Las denuncias no son nuevas, datan de 2010 cuando el pequeño Qatar le ganó la pulseada a EE.UU. y Rusia se quedó con la sede del 2018, arrebatándole el privilegio a Inglaterra. La prensa inglesa de aquella época despedazó con titulares de corrupción al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, pero careció de fuerza y credibilidad. Es que no investigó, solo se hizo eco de las denuncias de la federación inglesa que, sabiendo de irregularidades desde hace años, recién las filtró a los medios cuando supo que no tenía chances ante Rusia. De haber conseguido la sede, seguramente hubiera mantenido silencio.
De esa trama oscura de premios y favores dentro de la FIFA ya hablaba Diego Maradona, quien acusó de mafioso a Joao Havelange, el ex rector por 24 años de la entidad. Pero a diferencia de Maradona, la revista France Football goza de credibilidad. Su investigación puede ayudar a que por fin el Comité de Ética de la FIFA deje de resolver toda acusación como simple conflicto de interés y a que intervenga la justicia.
Respecto a los medios, la superficialidad no solo es debilidad del periodismo deportivo. La crisis económica obligó a muchos a recortar gastos y personal, lo que derivó en una reducción general de calidad informativa. Sin embargo, esta debilidad puede resultar en una gran oportunidad. Siendo la sección deportiva muy atractiva para los anunciantes y la potencialmente más rentable, podría ser el sitio ideal por donde reinvertir en reporteros y periodistas de investigación.
Un periodismo deportivo menos espectador, más profundo y comprometido, preocupado en descubrir hechos no solo en cubrir eventos, ayudaría a mejorar el deporte, a elevar la credibilidad de la prensa y a aumentar la confianza del público. 

enero 20, 2013

Chávez, Armstrong y el periodismo


La manipulación informativa oficial sobre la suerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y las mentiras del ciclista estadounidense, Lance Armstrong, no hablan muy bien del periodismo que, en ambas historias, se ha quedado en la superficialidad de las declaraciones sin meterse en su responsabilidad de investigar a profundidad.

Aunque el secretismo oficial en torno a Chávez está condicionado por sus allegados y por el hermético gobierno de La Habana, es posible que, si desde que su historia médica comenzó hace dos años, un grupo de periodistas hubiera indagado, se podrían hoy saber más verdades.

Así como el gobierno tiene la obligación de informar con la verdad, el periodismo investigativo venezolano en primera instancia y el de otras latitudes, en segunda, tienen las responsabilidad de buscar la verdad y no conformarse con las declaraciones del vicepresidente Nicolás Maduro, del ministro de Información, Ernesto Villegas o del propio Chávez, que durante su última campaña electoral juró que se había curado del cáncer. Tampoco los periodistas pueden quedarse tranquilos con las denuncias de algún médico o columnista que aseguran que informan usando fuentes muy cercanas al gobierno; informaciones que no pueden confirmar ni verificar y que solo serían parte de filtraciones de algún funcionario de buena voluntad.

En el caso de Armstrong - que mintió sobre su conducta personal como lo hizo Chávez – la responsabilidad le cabe a los periodistas deportivos estadounidenses principalmente, quienes tratan al deporte como una disciplina de entretenimiento más que una que también requiere de investigación o, al menos, de verificación. En el caso de Armstrong, el periodismo actuó de público, dejándose arrastrar emocionalmente por el protagonista convertido en héroe, tapando, incluso, cualquier denuncia que se hacía sobre su dopaje.

En el caso de Armstrong fueron finalmente sus propias declaraciones las que determinaron la verdad del caso, mientras los periodistas parecieron los espectadores; y eso que su historia de dopaje se remonta a la época de la primera de sus siete coronas del Tour de Francia con el equipo del US Postal Service.

Hay que admitir que el periodismo también puede ser sorprendido con muchas noticias repentinas, pero tratándose de historias muy repetitivas – la enfermedad de Chávez de dos años y el dopaje de Armstrong de siete – al periodismo le cabe su alta cuota de responsabilidad por no haber investigado y echado luz sobre tantas mentiras, manipulaciones y deformaciones de la verdad.

El periodismo no puede darse el lujo de ser espectador.

enero 17, 2013

“Que la gente decida”


Las palabras del famoso ciclista estadounidense, ahora en aprietos, Lance Armstrong, son parte de su acostumbrada manipulación que durante su carrera ha hecho de quienes lo rodeaban, como quedó demostrado en evidencias y estudios recopiladas por la agencia antidopaje y en sus propias confesiones que esta noche y mañana serán divulgadas por la diva televisiva Oprah Winfrey.

La frase “que la gente decida” no es más que ocultarse detrás de la popularidad que todavía le pregonan muchos incrédulos. Es parte de la demagogia que en otras épocas utilizó – incluso legalmente – para atacar a sus víctimas y hacerse la víctima ante quienes lo acusaban de mantener una increíble y perfeccionada maquinaria con la que llegó a extorsionar a sus compañeros de equipo y sobornar a las autoridades de la Unión Ciclista Internacional.

Más allá de esa maquinaria de dopaje, y las consecuencias que sufrirá en los estrados judiciales luego de haber sido despojado de sus siete coronas en el Tour de Francia; lo que realmente duele es cómo a esa gente que ahora pide que decida, se nos haya caído la confianza en un ídolo que creíamos héroe e insuperable.

Comparado a muchos deportistas que nos han engañado con el uso de esteroides o distintos tipos de doping, ninguno tenía la jerarquía universal de Armstrong conseguida gracias a un cáncer cuya superación utilizó como trampolín para alcanzar los logros más importantes de su carrera: ganar títulos y mantener una fundación, Livestrong, para investigar y luchar contra el cáncer.

Probablemente otro golpe fuerte haya sido el de Maradona cuando en el Mundial de EE.UU. se descubrió que su fuerza atlética y goles estaban bajo los efectos del dopaje. Pero aquel personaje fue solo traición para un país y para amantes del fútbol, muchos de los cuales ya sabían de sus desventuras con las drogas y vida disipada.

El dopaje confeso de Armstrong es distinto. Armstrong era un atleta universal que estaba por arriba de cualquier bandera, por eso su dopaje termina siendo una traición a la confianza universal depositada. En la actualidad, creo que Lionel Messi y Lebron James, son los únicos atletas populares y de talla universal que producirían, en caso de que hubieran alcanzado sus records con la ayuda de drogas anti deportivas, una decepción de esa magnitud.

Pero más allá del dopaje, lo de Armstrong es mucho peor. No solo consumió drogas, se hizo trasfusiones de sangre y utilizó otros métodos alocados, sino que obligó a sus compañeros de equipo a hacerlo, y por años amenazó a medio mundo para ocultar la verdad. También vino desmintiendo por años cualquier sospecha o acusación y lo hizo con total desparpajo ante jueces, sponsors y rivales.

Lo de Armstrong tiene proporciones muy superiores a la de otros atletas que solo tienen la complicidad de sus entrenadores y médicos personales. Lo de Armstrong no fue accidental, premeditado y con alevosía. De ahí que el jefe de la agencia estadounidense antidopaje, Travis Tygart, luego de haber publicado evidencias en más de mil páginas, haya calificado el programa de dopaje de Armstrong como el “más sofisticado, profesionalizado y exitoso en la historia del deporte”.

No creo, por ello, que la gente tenga que tomar alguna decisión como Armstrong pide. Ya fue mucho tener que soportar todas las mentiras, ahora le toca a las autoridades la decisión y a nosotros, el público, solo tratar de entender y ser compasivos con quien no lo fue.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...