jueves, 17 de enero de 2013

“Que la gente decida”


Las palabras del famoso ciclista estadounidense, ahora en aprietos, Lance Armstrong, son parte de su acostumbrada manipulación que durante su carrera ha hecho de quienes lo rodeaban, como quedó demostrado en evidencias y estudios recopiladas por la agencia antidopaje y en sus propias confesiones que esta noche y mañana serán divulgadas por la diva televisiva Oprah Winfrey.

La frase “que la gente decida” no es más que ocultarse detrás de la popularidad que todavía le pregonan muchos incrédulos. Es parte de la demagogia que en otras épocas utilizó – incluso legalmente – para atacar a sus víctimas y hacerse la víctima ante quienes lo acusaban de mantener una increíble y perfeccionada maquinaria con la que llegó a extorsionar a sus compañeros de equipo y sobornar a las autoridades de la Unión Ciclista Internacional.

Más allá de esa maquinaria de dopaje, y las consecuencias que sufrirá en los estrados judiciales luego de haber sido despojado de sus siete coronas en el Tour de Francia; lo que realmente duele es cómo a esa gente que ahora pide que decida, se nos haya caído la confianza en un ídolo que creíamos héroe e insuperable.

Comparado a muchos deportistas que nos han engañado con el uso de esteroides o distintos tipos de doping, ninguno tenía la jerarquía universal de Armstrong conseguida gracias a un cáncer cuya superación utilizó como trampolín para alcanzar los logros más importantes de su carrera: ganar títulos y mantener una fundación, Livestrong, para investigar y luchar contra el cáncer.

Probablemente otro golpe fuerte haya sido el de Maradona cuando en el Mundial de EE.UU. se descubrió que su fuerza atlética y goles estaban bajo los efectos del dopaje. Pero aquel personaje fue solo traición para un país y para amantes del fútbol, muchos de los cuales ya sabían de sus desventuras con las drogas y vida disipada.

El dopaje confeso de Armstrong es distinto. Armstrong era un atleta universal que estaba por arriba de cualquier bandera, por eso su dopaje termina siendo una traición a la confianza universal depositada. En la actualidad, creo que Lionel Messi y Lebron James, son los únicos atletas populares y de talla universal que producirían, en caso de que hubieran alcanzado sus records con la ayuda de drogas anti deportivas, una decepción de esa magnitud.

Pero más allá del dopaje, lo de Armstrong es mucho peor. No solo consumió drogas, se hizo trasfusiones de sangre y utilizó otros métodos alocados, sino que obligó a sus compañeros de equipo a hacerlo, y por años amenazó a medio mundo para ocultar la verdad. También vino desmintiendo por años cualquier sospecha o acusación y lo hizo con total desparpajo ante jueces, sponsors y rivales.

Lo de Armstrong tiene proporciones muy superiores a la de otros atletas que solo tienen la complicidad de sus entrenadores y médicos personales. Lo de Armstrong no fue accidental, premeditado y con alevosía. De ahí que el jefe de la agencia estadounidense antidopaje, Travis Tygart, luego de haber publicado evidencias en más de mil páginas, haya calificado el programa de dopaje de Armstrong como el “más sofisticado, profesionalizado y exitoso en la historia del deporte”.

No creo, por ello, que la gente tenga que tomar alguna decisión como Armstrong pide. Ya fue mucho tener que soportar todas las mentiras, ahora le toca a las autoridades la decisión y a nosotros, el público, solo tratar de entender y ser compasivos con quien no lo fue.

1 comentario:

Javier Nicolas dijo...

Sólo Dios sabrá cuántos personajes "falsos" habrán en la política, economía y otras actividades culturales, que desconocemos ! Muchos de ellos laureados por el poder seductor de algunos medios de comunicación !