Las palabras del famoso ciclista estadounidense, ahora
en aprietos, Lance Armstrong, son parte de su acostumbrada manipulación que
durante su carrera ha hecho de quienes lo rodeaban, como quedó demostrado en
evidencias y estudios recopiladas por la agencia antidopaje y en sus propias
confesiones que esta noche y mañana serán divulgadas por la diva televisiva
Oprah Winfrey.
La frase “que la gente decida” no es más que
ocultarse detrás de la popularidad que todavía le pregonan muchos incrédulos.
Es parte de la demagogia que en otras épocas utilizó – incluso legalmente –
para atacar a sus víctimas y hacerse la víctima ante quienes lo acusaban de
mantener una increíble y perfeccionada maquinaria con la que llegó a extorsionar
a sus compañeros de equipo y sobornar a las autoridades de la Unión Ciclista
Internacional.
Más allá de esa maquinaria de dopaje, y las
consecuencias que sufrirá en los estrados judiciales luego de haber sido
despojado de sus siete coronas en el Tour de Francia; lo que realmente duele es
cómo a esa gente que ahora pide que decida, se nos haya caído la confianza en
un ídolo que creíamos héroe e insuperable.
Comparado a muchos deportistas que nos han engañado
con el uso de esteroides o distintos tipos de doping, ninguno tenía la
jerarquía universal de Armstrong conseguida gracias a un cáncer cuya superación
utilizó como trampolín para alcanzar los logros más importantes de su carrera:
ganar títulos y mantener una fundación, Livestrong, para investigar y luchar
contra el cáncer.
Probablemente otro golpe fuerte haya sido el de
Maradona cuando en el Mundial de EE.UU. se descubrió que su fuerza atlética y
goles estaban bajo los efectos del dopaje. Pero aquel personaje fue solo
traición para un país y para amantes del fútbol, muchos de los cuales ya sabían
de sus desventuras con las drogas y vida disipada.
El dopaje confeso de Armstrong es distinto.
Armstrong era un atleta universal que estaba por arriba de cualquier bandera,
por eso su dopaje termina siendo una traición a la confianza universal depositada.
En la actualidad, creo que Lionel Messi y Lebron James, son los únicos atletas
populares y de talla universal que producirían, en caso de que hubieran
alcanzado sus records con la ayuda de drogas anti deportivas, una decepción de
esa magnitud.
Pero más allá del dopaje, lo de Armstrong es mucho
peor. No solo consumió drogas, se hizo trasfusiones de sangre y utilizó otros
métodos alocados, sino que obligó a sus compañeros de equipo a hacerlo, y por
años amenazó a medio mundo para ocultar la verdad. También vino desmintiendo
por años cualquier sospecha o acusación y lo hizo con total desparpajo ante
jueces, sponsors y rivales.
Lo de Armstrong tiene proporciones muy superiores a
la de otros atletas que solo tienen la complicidad de sus entrenadores y
médicos personales. Lo de Armstrong no fue accidental, premeditado y con
alevosía. De ahí que el jefe de la agencia estadounidense antidopaje, Travis
Tygart, luego de haber publicado evidencias en más de mil páginas, haya
calificado el programa de dopaje de Armstrong como el “más sofisticado,
profesionalizado y exitoso en la historia del deporte”.
No creo, por ello, que la gente tenga que tomar
alguna decisión como Armstrong pide. Ya fue mucho tener que soportar todas las
mentiras, ahora le toca a las autoridades la decisión y a nosotros, el público,
solo tratar de entender y ser compasivos con quien no lo fue.
1 comentario:
Sólo Dios sabrá cuántos personajes "falsos" habrán en la política, economía y otras actividades culturales, que desconocemos ! Muchos de ellos laureados por el poder seductor de algunos medios de comunicación !
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