El chavismo sigue
demostrando su alto nivel de autoritarismo. Festejó hoy, 4 de febrero, el 21
aniversario del fallido golpe de Estado que el presidente Hugo Chávez dio en
1992 contra el presidente constitucional de la época, Carlos Andrés Pérez
(1989-1993), golpe en el que murieron 17 militares y más de 80 civiles, y
decenas de heridos.
Chávez y el chavismo hacen
bien en deplorar el golpe de Estado de 2002 que atribuyen a la oligarquía. Pero
uno se pregunta con qué vara debe medir la moralidad de estos actos, un
gobierno que se vanagloria de haber aplicado el mismo remedio. Es más o menos lo
mismo cuando Evo Morales suprimía las revueltas sociales y condenaba las
barricadas en las calles, cuando él subió a la presidencia justamente por ese
tipo de prácticas.
El
vicepresidente Nicolás Maduro justificó el golpe de 1992 como el segundo acto
de relevancia en el país después de los hechos del 19 de abril de 1810 cuando
comenzó el movimiento independentista.
Obviamente
Maduro, así como las huestes del chavismo, tiene mucha imaginación. Que haya
mejores golpes que otros es otro más de los absurdos del autoritarismo del
gobierno.
Con o sin
Chávez, el chavismo gobernante sigue siendo puro circo.