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enero 26, 2019

Maduro, acorralado, y las hipocresías del chavismo y la izquierda internacional



Primero lo primero: Nicolás Maduro debería llamar a elecciones, libres claro. Pero como no lo hará, debería ir a Cuba como excusa y desde allá, arropado en su victimización y martirologio, renunciar por email, como por fax lo hizo Alberto Fujimori desde Japón. Sería la salida más airosa posible para evitar el embate del presidente autoproclamado, Juan Guaidó que, apoyado por el Grupo de Lima, EE.UU. y gran parte de la comunidad internacional democrática, están ofreciendo una amnistía a los militares y exigiendo elecciones libres lo antes posible, como ahora piden España, Francia y Alemania.

Dejando los sueños de lado: Estoy harto hasta la coronilla de la hipócrita victimización de Nicolás Maduro y del chavismo y la izquierda internacional de que la “actual democracia venezolana” es víctima de una gran conspiración internacional comandada por el “imperio” y sus acólitos, cuya única intención es desestabilizar a la “república” bolivariana mediante un golpe de Estado.

Máxime, porque casi como ningún otro movimiento, el chavismo tuvo un cheque en blanco para profundizar su estilo destructivo gracias a la apatía y la indiferencia que la comunidad internacional le prodigó hasta hace poco.

Fieles al martirologio hipócrita acostumbrado de la izquierda radical, Hugo Chávez y Maduro siempre usaron la propaganda, la desinformación o las noticias falsas, como se les llama ahora, para auto proclamarse defensores del pueblo, de la democracia y la república, justamente los tres adjetivos que han defenestrado y pisoteado a base de autogolpes de Estado desde que el chavismo asumió el poder. En su historia, el chavismo se auto gestó mediante ocho auto golpes de Estado, para ser más precisos: 1999, 2001, 2007, 2010, 2013, 2015, 2016 y 2018. No hay dudas de que los autogolpes son parte del ADN del chavismo, como veremos a continuación.

Primero desmitifiquemos la hipocresía de la revolución democrática y republicana del chavismo. Una república como la pensaron los griegos y adoptaron los países occidentales, se distingue por la independencia y división de poderes; por los mecanismos de fiscalización y chequeos permanentes sobre quienes ostentan el poder, pero sobre todo por una Justicia equitativa e independiente; por los privilegios y beneficios que se le da a las minorías; por la libertad de la prensa para informar y por la de los ciudadanos a expresarse, asociarse y movilizarse, sin trabas ni represalias, en igualdad de condiciones ante la ley. Nada de esto respetó el chavismo.

Los máximos atributos de una democracia son la Constitución y la libertad del pueblo para elegir a sus gobernantes. Una buena Constitución no solo remarca los derechos y garantías del pueblo, sino que impone límites al gobierno a fin de que no pueda pisotear el derecho natural o el libre albedrío de los ciudadanos. La democracia demanda elecciones libres, pero sobre todo limpias, en igualdad de condiciones. Tampoco, nada de esto respetó el chavismo.

La Venezuela chavista no es república ni democracia. Pasó del autoritarismo a engalanarse hoy con las mismas propiedades de una dictadura. Ni siquiera los que defienden que el régimen cumple con calendarios electorales se cree esa hipocresía. El chavismo dilapida recursos públicos; utiliza fuerzas de choque ilegales para generar caos y pánico; y criminaliza la protesta, justificando así su necesidad de reprimir la expresión disidente para mantener la paz y el orden.

Desmitifiquemos ahora la revolución del pueblo. Es cierto que el chavismo llegó al poder arropado por casi todos los sectores cansados de tanta corrupción y desidia de los partidos políticos tradicionales. Pero también es cierto que ha dejado a Venezuela peor de la que recibió, con mayor crisis social, más pobreza y demasiado más corrupción. El agravante es que el chavismo ha sido un pésimo administrador. Ha dilapidado casi una década de bonanza con precios del petróleo en la estratósfera para usar esa billetera abultada en la expansión de su ideología por Latinoamérica. En su lugar, hubiera podido invertir las ganancias en su gente, creando fuentes alternativas de recursos y empleos, infraestructura, y en educación y salud desideologizadas. Realmente desperdició la bonanza y traicionó a su propio pueblo.

Sigamos. Pese a la farsa electoral de las presidenciales en mayo de 2018 y a que pocos gobiernos reconocieron el triunfo de Maduro, él se auto legitimó mediante un nuevo autogolpe. Cerró el Congreso elegido por el pueblo. Creó una Asamblea Constituyente de facto con la que legalizó la proscripción de los partidos políticos y creando la hegemonía del partido oficial. Siguió manipulando a la Justicia, expulsando a los organismos internacionales, incentivando el cierre de medios e imponiendo nuevas formas legales de censura al internet. Si Maduro siempre proclamó su idolatría por el régimen comunista de los Castro, todas esas medidas no hicieron más que certificar el destino de Venezuela: Hacerla a imagen y semejanza de la altanera pero desdichada Cuba.

Maduro ya había sofocado lo poco que le quedaba a Venezuela de democracia en mayo de 2016. Entonces desconoció al Congreso con un autogolpe. Repudió leyes y el proceso legítimo de referéndum revocatorio; y con el Estado de Excepción y de Emergencia Económica, borró al Congreso auto proclamándose como el único legislador. Aquellas medidas suspendieron las garantías constitucionales y deslegitimaron la “toma de caracas” aquellas marchas masivas con las que la oposición exigía el respeto a los resultados del referendo revocatorio, una cláusula constitucional creada por el propio chavismo. La excusa cansina de siempre para reprimir fue la de “evitar el golpe”, intento que perseguían Colombia, España y la OEA, liderados por EE.UU. y los “gusanos de Miami”.

Antes, en diciembre de 2015, Maduro ya había dado el segundo autogolpe al crear el Parlamento Comunal, una especie de “congreso del pueblo” que tenía como misión contrarrestar a “la nueva burguesía” que de nuevo había ganado la mayoría en la Asamblea Nacional. El primer autogolpe lo pegó en noviembre de 2013, cuando la Asamblea Nacional le otorgó al entonces, como flamante presidente, el título de legislador máximo o único, delegándole el derecho de legislar por decreto por 12 meses. Maduro consiguió aquella habilitación con una buena coartada. Diosdado Cabello fue el gestor. Desaforó a una diputada de la oposición fabricándole un caso de corrupción. Con el desafuero llegó a contar 99 votos a favor, necesarios para hacer a Maduro legislador absoluto.

Con todos esos autogolpes Maduro igualó a su progenitor. Chávez practicó la misma metodología en cuatro ocasiones. En 1999, su primer año, y en 2001, 2007 y 2010, arropándose con poderes especiales y leyes habilitantes para gobernar a su antojo y sin Congreso. Lo de diciembre de 2010 fue el de las mayores hipocresías del régimen chavista. Chávez presentó varias propuestas de ley para permitirse legislar sin Congreso, excusándose en una crisis social provocada por las inundaciones. Entonces frenó a la oposición unas semanas antes del 5 de enero de 2011, fecha en que debían incorporarse 67 legisladores de la oposición a la Asamblea Legislativa, después de ser elegidos democráticamente. Los legisladores oficialistas y chavistas de entonces le ofrecieron a Chávez en bandeja de plata su autodisolución. Se auto marginaron dos años, más del tiempo que Chávez les había solicitado. El servilismo y la hipocresía ya campeaban por entonces.

Antes, a fines de 2000, Chávez logró que el Congreso le habilitara a gobernar por decreto por 18 meses, y empezó a hablar de la “quinta república”, en la que se buscaría la redistribución de la riqueza por los ingresos del petróleo, lo que nunca se plasmó. Aquel autogolpe le dio excusas perfectas para reformar la Constitución. De esa forma se autorizó a expropiar empresas, crear y armar las milicias urbanas llamada círculos bolivarianos, militarizar su gabinete, ideologizar la educación en las escuelas primarias, encarcelar y echar al exilio a sus opositores, privilegiar a los revolucionarios por arriba de otros ciudadanos y crear alianzas con gobiernos extranjeros mediante regalos y subsidios petroleros.
Reitero: los autogolpes son el ADN del chavismo.
Conclusión: A Maduro no le quedan muchas opciones, aunque siempre tendrá a su disposición la propaganda, el arma de agitación predilecta, que no es más que un artilugio de su mercadeo.
Maduro sueña con una conspiración e intervención internacional. Sueña con un golpe de Estado que lo victimice y convierta en mártir, como escribí tras el autogolpe de 2016 cuando se avizoraron las primeras críticas serias contra el régimen.
Sin embargo, el golpe, tarde o temprano, no vendrá desde afuera, sino arropado por su propia gente, cansada de no gozar de las mieles de una república. Las minorías despreciadas ya se han convertido en la nueva mayoría y están, ahora sí, empoderadas por la comunidad internacional, esa que fue cambiando gracias al infatigable látigo del secretario general de la OEA, Luis Almagro, que, en 2017, con informe investigativo de 75 páginas en mano, hablaba de que en Venezuela existía una "ruptura total con el orden democrático”.
Maduro si quiere sostenerse en su puesto tendrá que ser mucho más autoritario que nunca, pero el régimen ya no tiene el plafón político de antes. Sus opciones se agotan. Cuaba es su mejor salida, su coartada. trottiart@gmail.com




mayo 21, 2016

Arepas y autogolpes. Maduro toca fondo

Venezuela está de patas para arriba. Hay señales inequívocas de que el país tocó fondo y de que el presidente Nicolás Maduro pronto hará honor a su apellido y caerá de la mata.

Maduro sofocó lo poco que restaba de democracia. Desconoció al Congreso con un nuevo autogolpe, esos que el chavismo ha institucionalizado a lo largo de una revolución que nunca tuvo tracción. Hugo Chávez fue el máximo exponente de los autogolpes. Asestó cuatro. Uno en 1999, su primer año, y en 2001, 2007 y 2010. Siempre se arropó con poderes especiales y leyes habilitantes para gobernar a su antojo y sin Congreso.

Maduro siguió el camino de su mentor. El de esta semana es uno de los varios que pegó contra las instituciones estatales. A principios de año, apoyado por una Justicia esclava, evitó que asuma un grupo de diputados que a la oposición le significaban mayoría. Repudió leyes y el proceso legítimo de referéndum revocatorio; y esta semana, con el Estado de Excepción y de Emergencia Económica, borró al Congreso auto proclamándose como el único legislador.

Estas medidas suspendieron las garantías constitucionales. La excusa es la cansina de siempre, evitar el “golpe”. Esta vez sumó a Colombia, España y la OEA ser parte de esa conspiración internacional liderada por EEUU y los “gusanos de Miami”. Meses antes creó el Parlamento Comunal o “congreso del pueblo” para arrinconar a la “nueva burguesía opositora” instalada en la Asamblea Nacional.

La contradicción del chavismo entre las palabras y los hechos es abismal. Siempre diciéndose defender al pueblo, este régimen es el que más lo atropelló. Las evidencias son palpables. En economía, Venezuela tiene la inflación más alta del mundo y escasez de todo, desde arepas, cerveza, papel higiénico, electricidad, agua, salud e infraestructura. En política el sistema es oportunista y acomodaticio. A los disidentes los persigue. Y siempre manipuló al pueblo como masa y lo arengó para reprimir a la oposición, ya sea mediante sistemas de vigilancia de vecinos contra vecinos o en masivas manifestaciones subsidiadas. Ahora, cuando el pueblo cambió de lado, simplemente le arrebató su derecho más preciado: el de reunión.

La fuerza pública reprimió a todos los líderes y ciudadanos que se aproximaron al Consejo Nacional Electoral para entregar más de un millón y medio de firmas, de las 200 mil que se necesitan para iniciar el revocatorio y para que el término presidencial baje de seis a cuatro años. La represión esta semana no necesitó ser tan férrea. El pueblo se dispersó rápido sabiendo que el abuso de poder está a flor de piel durante las crisis y es impune, como aquella en la que 43 estudiantes perdieron la vida por desafiar el poder.

A Maduro no le queda pueblo que lo apoye. No tiene una pizca de credibilidad y nadie lo respeta. El ex presidente uruguayo, José Mujica, dijo que estaba “más loco que una cabra” al criticar su forma torpe de gobernar. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, fue más lejos. Lo tildó de “dictadorzuelo” por desconocer al pueblo, al Congreso y advirtió que se le podría aplicar la Carta Democrática. Los dichos de Almagro resultaron agradables, por venir de una institución a la que por muchos años se la apreció de “insulza”, en honor al apellido de quien la dirigía.

El pueblo sabía que Chávez y Maduro no eran buenos administradores y desconfiaba que la “quinta república” sería la fórmula mágica prometida para redistribuir la riqueza. Pero calló por mucho tiempo debido a los subsidios y el clientelismo, moneda corriente que el gobierno usó para tapar robos, corrupción y escasez. En época de vacas flacas, cuando el precio del petróleo está por el piso y se produce el doble menos que hace dos décadas, se advierte con claridad que el chavismo desperdició sus mejores años exportando ideología en lugar de diversificar la economía.

No es difícil sugerir que Maduro es un mal político, pésimo administrador y que su tiempo se acorta. Quedó en evidencia esta semana cuando arengó al pueblo en cadena nacional a usar harinas alternativas a la del maíz para hacer arepas y arremetió contra la empresa Polar por no producir más cerveza. Es que la regla de oro indica que un Presidente o un líder dejan de serlo, cuando el micromanagement ocupa gran parte de su tiempo. trottiart@gmail.com


diciembre 20, 2015

Por si quedaban dudas sobre la democracia en Venezuela

¿Alguien tenía dudas de que Venezuela no es una democracia? Ya no creo, después que Nicolás Maduro, mediante un autogolpe de Estado encubierto, creó esta semana el Parlamento Comunal, una especie de “congreso del pueblo” que tendrá como misión contrarrestar a “la nueva burguesía” que ganó la mayoría en la Asamblea Nacional.

Fiel a su estilo, el chavismo demuestra así que desconoce la derrota abrumadora sufrida en las urnas y que mantiene intacta su capacidad de destruir y desestabilizar las instituciones democráticas.

Lo que confunden esta vez Maduro y Diosdado Cabello, quien perdió la presidencia del Poder Legislativo, es que su renovada fórmula desestabilizadora llega a destiempo. El populismo siempre llega al poder tras una profunda crisis social-política y cuando las instituciones están más debilitadas, de la mano de un líder salvador que promete barrer con el establisment y gobernar a favor de un pueblo sufrido abusado por las élites.

En el “borrón y cuenta nueva”, y con una población cansada de los abusos e injusticias, se catapultan estos líderes mesiánicos, siendo ejemplos palpables un mililitar como Hugo Chávez, un sindicalista como Evo Morales o un político satélite de su partido político, como Néstor Kirchner que con solo el 22% de votos apareció en escena como el salvador tras la crisis económica y política a principios de la década pasada.

En lo que realmente se confunden Maduro y Cabello es que esta vez la crisis política y social no es de otros, de ahí que nadie les compra la idea de que pueden ser los salvadores de sus propios errores o de lo que ellos mismos provocaron. No por ello, no dejarán de seguir queriéndose aferrar al poder y tratar de gobernar de espaldas a las instituciones.

El chavismo está acostumbrado a ello. A fines de 2000, Chávez logró que el Congreso le habilitara a gobernar por decreto por 18 meses. Aquella auto destrucción o auto golpe pasó casi desapercibida, no así los efectos del autoritarismo cada vez más profundo que Chávez utilizó para tapar los primeros coletazos de una crisis económica que se fue agravando hasta hoy.

Aquella desestabilización democrática era parte de lo que Chávez denominó la “quinta república” que permitiría la redistribución de la riqueza de los ingresos del petróleo, lo que finalmente nunca llegó. Pero aquello le dio excusas perfectas para reformar la Constitución que le permitiría expropiar empresas en forma legítima, crear y armar las milicias urbanas llamada círculos bolivarianos, militarizar su gabinete, ideologizar la educación en las escuelas primarias, encarcelar y echar al exilio a sus opositores, privilegiar solo a los revolucionarios y crear alianzas con gobiernos extranjeros mediante regalos y subsidios petroleros.

Maduro y Cabello no reconocen que hoy están pagando los platos rotos de todo aquel legado que viene creando el chavismo desde hace 15 años. De ahí que reaparecen con una fórmula poco creativa y engañosa como la creación del Parlamento Comunal, un cuerpo paralelo o paraestatal, con el que quieren congraciarse con el pueblo que los rechazó en las urnas. Se trata de un simple manotazo de ahogado al que le imponen la narrativa mesiánica de siempre, argumentando que quieren devolverle el poder al pueblo ante “un Congreso al servicio de la burguesía”, que solo debe estar compuesto “por revolucionarios y no por escuálidos”, y al que le otorgarán los “recursos, toma de decisiones y forma de vida".   

No hay dudas que el chavismo necesita mantener el poder que perdió en las urnas para suplir la crisis económica; pero, a su pesar, el ingrediente que le falta ahora es el poder de movilizar a las masas, un poder sin el cual no puede sobrevivir un movimiento populista.

La reinvención del chavismo jamás será posible con las fórmulas autoritarias que en otro contexto y época política le fueron exitosas. Hoy los venezolanos, en su mayoría como lo demostraron en las últimas elecciones legislativas, le dieron la espalda al chavismo y su ineficiencia administrativa. La nueva mayoría o la nueva masa, eligió a un nuevo modelo político alejado de los vicios de la corrupción, la inseguridad y la inflación desbordadas.

Si el chavismo quiere mantener la cuota de poder deberá hacerlo dentro de las reglas democráticas. Por fuera solo seguirá alimentando su autodestrucción. 

enero 09, 2011

El deber de Insulza


A pesar de que el presidente Hugo Chávez ensuciara una vez más el nombre del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, con dichos como que es “una vergüenza” y “como cantinflas” para el continente por haberlo criticado a él y a su gobierno por la ley habilitante que le permitirá gobernar por decreto por 18 meses, los insultos valen la pena.

Pocas veces Insulza se alzó en contra de la autocracia chavista y cuando lo hizo reculó tras la famosa palabrota de Chávez hace un par de años atrás cuando lo llamó “pendejo” e igual que ahora “peón del imperio”.

Si algo se le criticó – y mucho lo hice desde este blog – a Insulza fue ser tan insulso respecto a las violaciones a la Carta Interamericana Democrática cometidas en Venezuela. Por lo que estas nuevas críticas que recibe van a su favor, a favor de la democracia y ojala sean escuchadas y receptivas por parte de otros gobiernos latinoamericanos que necesitan alzar la voz y no dejarse amedrentar por las palabras soeces de Chávez o por la comodidad de sus petrodólares.

Sería importante que todos los gobiernos latinoamericanos, como sí lo hicieron con el golpe de Honduras, también salgan a decir algo contra el autogolpe de Chávez.

diciembre 22, 2010

Autogolpe chavista



Latinoamérica nos tiene acostumbrados a contradicciones e hipocresías. A pocos días de terminada la XX Cumbre Iberoamericana en Mar del Plata, donde los líderes regionales firmaron una cláusula democrática, obligándose a denunciar y suspender cualquier gobierno que amenace la ruptura o alteración del orden institucional, el presidente Hugo Chávez desoyó la regla con la presentación de varias propuestas de ley que le permitirán gobernar sin Congreso ni prensa.

Faltaban sólo unas semanas para la incorporación a la Asamblea Legislativa de 67 diputados opositores democráticamente electos, cuando Chávez, arropado en su típico oportunismo autoritario, pidió carta blanca a sus propios legisladores para gobernar por decreto, amparándose en el agravamiento de la crisis social tras las inundaciones.

Los legisladores, en su mayoría oficialistas y serviles, ofrecieron a Chávez extender su auto disolución por dos años, uno más de lo que él había pedido, para que pueda mandar en forma autónoma como en 1999, 2001 y 2007. Finalmente le dieron 18 meses; en la práctica, se trata de un autogolpe, ya que además del suicidio legislativo, se está irrespetando la voluntad popular expresada en las elecciones de setiembre, cuando el 52% eligió una Asamblea más plural, que deberá asumir el 5 de enero.

Chávez necesita desequilibrar a los poderes del Estado y los contrapesos de la democracia para ejercer el autoritarismo. Así que, desarticulado el Congreso y con una Justicia subyugada, también neutralizó la fiscalización que hacen los medios y la que los ciudadanos ejercen a través del internet y las redes sociales.
De ahí que su “paquetazo” de leyes, que incluye entre otras aberraciones la suspensión de diputados que cambien de ideología o partido, restringe a los medios con la reforma de la Ley de Telecomunicaciones, mientras las adiciones a la Ley de Responsabilidad Social le sirven para censurar las informaciones y opiniones en Facebook y Twitter.
Lo de Chávez también es oportunismo calculado, porque aunque pareciera que se sube ahora a la ola reguladora mundial del internet por efecto de Wikileaks, su planes son anteriores. A principios de año, con la excusa de la crisis energética, trajo de Cuba a Ramiro Valdés, ministro de Informática y Comunicación, para diseñar una estrategia de represión de la red, similar a la del eficiente estilo cubano.

Es que Chávez sabe que para anular las movilizaciones de los universitarios no solo debe controlarlos físicamente, sino limitar sus expresiones en las redes sociales, como Twitter, de gran popularidad en el país, como se demostró en gigantescas protestas y debates que desde el jueves los usuarios armaron bajo el hashtag #SOSInternetVE, liderados por el cantante español Alejandro Sanz.
En su paranoia conspirativa y temiendo que resultará difícil contener a los usuarios y sus mensajes, el gobierno está creando nuevas reglas que obligan a los proveedores de internet a restringir la difusión de información y acceso a portales que critiquen al gobierno, promuevan el desorden público o actos contra la seguridad nacional.
De la misma forma ataca a los medios tradicionales. A la presión ejercida contra Globovisión, de la que el gobierno ya se apropió un 20%, ahora la pretensión es cerrarla o reconvertirla. Las nuevas normas establecen criterios de propiedad y de operación más restrictivos que harán casi imposible que el presidente del canal, Guillermo Zuloaga, en proceso de asilo político en EEUU por falta de garantías, se mantenga como dueño.

Difícil será revertir la situación, porque así como se cerró RCTV en el 2007, a otras 34 radios y cinco canales de cable este año, Chávez siempre mantiene un halo de legalidad, aunque claro está, se trata de leyes a medida, dictadas por un Congreso prestado al autoritarismo e interpretadas por una justicia parcializada.

Desde el punto de vista democrático, la experiencia venezolana es catastrófica y en materia de libertad de prensa y expresión los retrocesos son irreversibles. Se avasalla no solo la libertad de los medios y periodistas, sino también el contenido de los mensajes personales, violándose la vida privada, la intimidad y la libertad individual.

Ante este panorama, cabe preguntarse si serán necesarias más pruebas y evidencias para que algún gobierno exija que se aplique la nueva cláusula democrática que todos abrazaron en Mar del Plata.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...