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mayo 12, 2018

¡Move to Miami! ¿Move to Miami?


Si uno escucha el nuevo hit de Enrique Iglesias y Pitbull no hay que pensarlo dos veces. “Ella (léase sus atributos físicos) va a hacer que te mudes a Miami” dicen convencidos, convirtiendo a esta ciudad y sus mujeres en el centro del Universo.

Lo mismo recalca la Oficina de Turismo. El área metropolitana de Miami con sus playas, museos, hospitales, casinos y shoppings outlets y de alta gama, tiene poca competencia en el mundo. En 2017, pese a un año económicamente mediocre, Miami atrajo récord de visitantes, 16 millones de turistas. Volcaron 26 billones de dólares a la economía local.

En estos días las autoridades aprobarán la construcción de un nuevo mall con cancha de sky bajo techo (de nieve, al estilo Dubai), parque acuático con submarino y kilómetros cuadrados para comercios y hoteles. Costará 4 billones, empleará a 14 mil trabajadores y atraerá 30 millones de visitantes al año.

Las grúas de construcción, como arañas sobre la ciudad, remarcan que Miami sigue pujante y en expansión. Es hogar para miles que escapan de crisis como la de Venezuela y para una nueva ola de inversores chinos con billetera abultada.
Descripto así, Miami es una fuerza centrífuga a la que el envidiado esposo de Kournikova y Pitbull le ponen sazón. Pero no todo lo que reluce es oro. A “Move to Miami” le apareció una contrapeso que pone en jaque el cetro de Miami como la capital del Sol. Bajo el título “El mar invasor”, los influyentes diarios Miami Herald, Sun Sentinnel y Palm Beach Post, reinstalaron en la conversación pública un hierro caliente que todos preferirían esquivar: el aumento inexorable del nivel del mar.

La astucia periodística obliga a los políticos a ser más receptivos y proactivos a los efectos del calentamiento global de cara a las elecciones legislativas de noviembre. Aunque en el área de Miami se hace más prevención que en otras ciudades costeras de EEUU, no es suficiente. Todavía la opinión pública no está presionando por más soluciones concretas y los políticos están más relajados desde que Donald Trump acaparó todas las críticas al retirarse del Acuerdo de París y de que el gobernador Rick Scott, también republicano, es el blanco de ataques por su escepticismo a futuro.

Hay poco consenso sobre las causas del cambio climático, si se debe a la contaminación a un ciclo natural de la Tierra, pero nadie duda sobre sus efectos devastadores. Las consecuencias se palpan, pero falta mayor conciencia sobre la pesadilla que deberán asumir nuestros hijos y nietos.
La serie de editoriales bajo el título “el maremoto que se avecina” son lapidarias. Los estudios científicos citados vaticinan que Miami estará (literalmente) bajo las aguas mucho antes de lo pensado debido al derretimiento de los hielos. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estima que para el 2060, el nivel del mar subirá entre dos y tres pies (61 a 91 centímetros) y para fin del siglo 8 pies (casi dos metros y medio). Una aceleración sustantiva considerándose que en los últimos cien años el mar subió 23 centímetros en Cayo Hueso.
Los diarios enfatizan que 22 de las 25 ciudades amenazadas por el elevamiento de las aguas en EEUU son de Florida. Y advierten que las evidencias son palpables en ciudades como Miami Beach, Fort Lauderdale y a lo largo del Intracostal, cuando en días de marea alta (dos a tres veces al año) el agua de mar brota por los vertederos pluviales, algo que jamás sucedía dos décadas atrás.
Cuando se habla de elevamiento de las aguas se asocia solo a que el mar inundará áreas costeras, pero el problema es más complejo, empezando por la contaminación de las napas de agua dulce con la salada. Los estudios preventivos indican que se necesitarán códigos de construcción más severos, plantas desalinizadoras e infraestructura no solo física sino de apoyo - políticas públicas, compañías de seguros, bancos - ya que cuando se planeó la contención años atrás, las proyecciones del calentamiento global no eran tan precipitadas como las de ahora.
La canción “Move to Miami” es pegadiza y apegada a la realidad actual. La ciencia y sus evidencias, sin embargo, obligan a pensar sobre la herencia que dejaremos a futuro, una responsabilidad que les cabe a las autoridades pero también a cada uno en lo individual. trottiart@gmail.com

 

noviembre 07, 2015

Sufro de solastalgia

Sufro de solastalgia. No me lo diagnosticó ningún médico. Descubrí mi enfermedad mientras leía sobre calentamiento global y la Cumbre de París.

Aunque el cambio climático es recurrente en mi agenda, confieso que, como a muchos, el tema me agobia y me provoca una sensación de incertidumbre y frustración por no saber qué hacer ante un problema mayúsculo.

A esta ansiedad, llamada solastalgia y que padecen en especial los damnificados por desastres naturales, contribuye la sobresaturación de información negativa sobre cambio climático y la escasez de información sobre qué puede hacer un individuo para ayudar a la solución.

En mi caso me he auto medicado con una alta dosis de reciclaje. Bebo agua y gaseosas enlatadas sin parar, con tal de poder reciclar los envases, y cualquier pedacito de plástico o papelito sirve para mi causa. Sé que es una gota en el océano, pero al menos apaga en algo mi ansiedad.

Para colmo de males vivo en Miami, donde el calentamiento global hace rato que se palpa y vive. El agua de mar no es solo turquesa y la contienen las playas de Miami Beach. Ya es habitual que inunde calles y avenidas, provocando cierta solastalgia en las industrias turística e inmobiliaria, los motores de la economía del sur de la Florida.

Es un tema complejo, de solución difícil y se agrava. Un estudio local divulgado por el Miami Herald arrojó esta semana una sórdida proyección. En los próximos 15 años el nivel del mar aumentará entre 16 y 25 centímetros, el doble de lo proyectado el año pasado. Para el 2060 subirá 70 centímetros, y a un metro y medio para finales de siglo, afectando al 40% de la población que hoy vive en las costas de la Florida y EE.UU.

El aumento del nivel del mar también está infiltrando las napas subterráneas, el gran acuífero en piedra rocosa, fuente de agua potable para más de 6 millones de personas que vivimos en el área metropolitana de Miami. Se prevé que la destrucción del ecosistema, agravado por la contaminación de fertilizantes del agro en los Everglades, la reserva ecológica al oeste de Miami, reducirá en 20% las lluvias, estimulando un círculo vicioso sin fin.

Ante el impacto del cambio climático, lo positivo es que las autoridades de Miami Beach están actuando. Siguen construyendo grandes estaciones de bombeo que devuelven el agua de las mareas altas al mar. Y en las zonas más bajas, construyen murallones, calles y aceras con más de 30 centímetros de elevación.

Todo tiene un costo y consecuencias. Además de los 500 millones de dólares invertidos y el aumento de impuestos, se le suma que las nuevas obras provocan mayores problemas de tránsito, más ruidos y, lo peor, es que no se sabe a ciencia cierta si serán suficientes o cuando serán sobrepasadas por los futuros efectos del desbalance en el ecosistema.

Estudios universitarios locales detectaron esta semana que el agua regresada al mar está contaminando la vida marina en la bahía, debido a que sin tener el tratamiento adecuado, está arrastrando fósforo y nitrógeno que desprenden fertilizantes y el estiércol de mascotas.

Más allá de soluciones y efectos, Miami Beach está siendo observada como experimento de probeta en esta lucha desigual contra la naturaleza que sigue acusando los abusos globales de décadas de descontrol. Seguramente mejorará sus procedimientos y pronto arrojará conclusiones que servirán a otras zonas costeras para morigerar el impacto de la naturaleza.

Lo rescatable de Miami Beach es la importancia y urgencia con que aborda el problema, a diferencia del gobierno nacional y del mundo entero que siguen con puro bla bla bla, sin tomar acciones concretas.

Dan razones para el optimismo el compromiso de China y EEUU, los grandes contaminantes, de que asumirán en forma obligatoria la reducción de gases de efecto invernadero en la Cumbre de París que empezará a fines de mes, aunque se equivocan en los tiempos.

El aceleramiento de las consecuencias del cambio climático no permite buscar soluciones para las próximas décadas, sino inmediatas. Es urgente que desmantelen las plantas de carbón, la dependencia del petróleo, aumenten el uso de energías renovables y, sobre todo, que orienten y eduquen a empresas, instituciones y ciudadanos para que todos podamos ser parte de la solución. 

agosto 10, 2015

Clima despejado hacia París

A 18 meses de terminar su mandato, Barack Obama sigue firme en procura de construir su legado. No será recordado tan solo por ser el primer presidente negro en la Casa Blanca o por destrabar las relaciones con Cuba e Irán. También lo será por asumir que Estados Unidos es gran responsable por el calentamiento global del planeta.
Displicente años atrás cuando el tema ni siquiera formaba parte de sus discursos electorales, esta semana Obama sorprendió anunciando drásticas medidas para reducir la contaminación ambiental. Despejó así el clima enrarecido previo a la Cumbre de París, donde los 200 países que componen la ONU, se sentirán ahora más motivados para comprometerse a firmar un acuerdo obligatorio para reducir los gases de efecto invernadero.
El nuevo liderazgo de Obama es irreprochable aunque llega un poco tarde. Pero como dice el dicho, más vale tarde que nunca. Lo interesante esta vez es que Obama no le habló a su país como otras veces, sino que prefirió hacerlo a través de un video oficial por Facebook.
El mensaje por Facebook tiene mayores atributos que una cadena nacional; aunque más informal, está dedicado a un público más universal, justo al que estratégica y aparentemente quería hablarle por dos motivos. Primero para anunciarle al mundo que EEUU tiene “una obligación moral” por haber avivado el cambio climático y, por otro, para que el mundo le ayude a contrarrestar la pelea en contra que le dará la oposición republicana.
Es que aunque suene como un plan increíble reducir en un 30% la contaminación de dióxido carbono que emana de las plantas eléctricas a carbón, los republicanos, que dominan el Congreso, consideran que el Plan de Energía Limpia debilita el poder autónomo de los estados en materia ecológica y destruirá millones de empleos.
Los republicanos no tienen razones muy válidas, actúan como oposición temiendo que la demócrata Hillary Clinton herede estas buenas medidas ambientalistas para aupar su campaña presidencial de 2016. En realidad, las energías alternativas, eólica y solar, crearán más empleos que los que se perderán por las energías a carbón, todavía aferradas a una ya fenecida revolución industrial que causó estragos con el clima.
Los republicanos tampoco tienen mucho plafond político donde aferrarse. Tarde o temprano deberán dejar de pensar electoralmente y sumarse a esta nueva conciencia universal (y científica) de que todos los países deben hacer esfuerzos, incluidos los otros dos grandes contaminantes de la Tierra, China y la Unión Europea, para evitar que la temperatura suba más de 2 grados centígrados y se desaten efectos catastróficos.
Obama, oportunista o a conciencia, pasará a la historia sin dudas por sus virtudes ecológicas. No solo como el primer presidente que impone límites concretos y positivos contra la polución por dióxido de carbono, responsable del 31% de la contaminación, sino también por haber impuesto severas obligaciones a las automotrices para que fabriquen autos con mayor autonomía, más eficientes y eléctricos.
Sumado a sus medidas y a su mensaje universal sobre que “somos la primera generación que siente las consecuencias del cambio climático y la última que tiene la oportunidad de hacer algo para detenerlo”, Obama se está cimentando como líder. Ojalá sus decisiones y actitudes sean capaces de contagiar e incentivar a otros gobiernos a tomar el mismo camino y a que el cambio climático no esté ausente de campañas electorales, como las actuales en Argentina y Guatemala.
Ningún gobierno puede ya creer que el calentamiento es una solución que deben traer los más ricos o más contaminantes. Más allá de los niveles de responsabilidad, todos deben contribuir a minimizar los efectos del cambio climático, pensando que de lo contrario sufrirán mayores consecuencias en materia de salud pública y economía.
Pese a esto, tampoco se puede pecar de pesimismo como ocurrió en diciembre pasado tras la reunión preparatoria sobre el clima en Lima, cuando se descartaron acuerdos y obligaciones. Hoy, pocos meses después, debido a la decisión de Obama, el hecho de que China se haya comprometido por primera vez a reducir su contaminación y la encíclica verde del papa Francisco, el pronóstico del clima para la Cumbre de París ha mejorado sustancialmente. Hay mayor conciencia y optimismo. 

abril 27, 2015

Cambio climático y de discurso

Barack Obama desembarcó en los humedales cercanos a Miami. Esta vez no vino a recaudar fondos para campañas electorales que ya no tiene, sino a celebrar el Día de la Tierra y con un propósito que lo trasciende: El cambio climático.
Vino decidido a quebrar el discurso de los escépticos, especialmente de sus colegas políticos que todavía niegan que los problemas ambientales sean consecuencia de los gases de efecto invernadero producidos por el hombre.
Uno de ellos es el gobernador de la Florida, Rick Scott, que prohibió a sus funcionarios mencionar el término cambio climático en sus declaraciones, como si evadiendo el tema, el problema desapareciera. En el grupo también están los candidatos republicanos miamenses, Marco Rubio y Jeb Bush, que de llegar a la Casa Blanca en 2016, no podrán evadir el tema que puso en agenda el ex vicepresidente Al Gore.
Las evidencias científicas son cada vez más firmes. La Tierra se está calentando – marzo fue el mes más caliente desde 1880 – y los mares elevando. Aquí en la Florida ya no habrá que esperar décadas para ver los efectos del avance del mar sobre las costas y la salinización de las napas de agua dulce. El proceso hace rato que empezó. Tampoco Miami Beach, así como otras ciudades costeras, tendrá que esperar mucho para que el mar se adueñe de playas y barrios.
Más allá de las evidencias, los políticos parecen ser los más incrédulos. Hacen esfuerzos, pero no suficientes. Para restaurar los pantanos y pastizales de la Florida, los Everglades, se están invirtiendo millones, pero la inversión pudiera caer en saco roto. El gobernador y los legisladores rechazaron un proyecto votado por la ciudadanía que demandaba comprar 30 mil hectáreas de campos a los agricultores, para que funcionaran como filtro natural para luchar contra la erosión y la contaminación que producen plantaciones de caña de azúcar e ingenios azucareros.
La evidencia política es que los intereses de los agricultores, urbanizadores y cabilderos pudieron más que los legisladores. El resultado: Cada vez es más difícil implementar estrategias públicas para cuidar la fuente de agua de más de ocho millones de personas.
Es justo decir que pese a este atraso, la visita de Obama fue un buen bálsamo para la zona. Fue concreto y se explayó en la necesidad de mantener saludable a los pantanos como fuente de agua dulce, pero también como motor económico dentro de un ecosistema de parques a nivel nacional que aporta 277 mil empleos y más de 15 mil millones de dólares a las economías de ciudades aledañas.
La Florida no está sola respecto a la degradación de los humedales. En América Latina los pantanos también son víctimas de la sobreexplotación ganadera, forestal y de la urbanización sin regulaciones. Se calcula que 300 millones de personas están siendo afectados por la ruptura de los ciclos medioambientales que aumenta la erosión de los suelos y los riesgos de inundaciones. Problemas de salud pública, pobreza y pérdida de la biodiversidad agravan más la situación.
A pesar de las observaciones de Obama, la pugna de discursos políticos que se desató con su visita del miércoles al sur de la Florida, demuestra que el escepticismo todavía tiene suelo fértil donde crecer. “Ya no se puede negar el cambio climático” repitió el Presidente durante su recorrido. Fue una buena forma de acusar de miope al gobernador y de responder a quienes todavía piensan que el problema ambiental se debe a los ciclos naturales de calentamiento y enfriamiento de la corteza terrestre.
De todos modos, pese a sus buenas prédicas, el gobierno estadounidense no está alcanzando los objetivos de descontaminación que estableció Naciones Unidas. Tampoco China y la Unión Europea están cumpliendo. Y los plazos autoimpuestos por todos para el 2020 y el 2030, demuestran que los gobiernos, por mucho que se esfuercen en sus discursos, no ven al cambio climático con la urgencia e importancias debidas.
Aquellos gobiernos y políticos que le dan la espalda al medio ambiente o que se dejan tironear por los intereses de los grupos de poder, no advierten que los efectos del cambio climático son difíciles de revertir. Mucho menos parece importarles, que las generaciones futuras tengan que lidiar con las consecuencias de un problema que no causaron. 

noviembre 23, 2014

China – EEUU: Aire más puro

Lo más trascendente de la Cumbre Asia-Pacífico no fueron los acuerdos comerciales entre China y EEUU o que se tejieran relaciones este - oeste, sino que Obama se reinventara buscando su norte tras la reciente derrota electoral.

Tras perder las dos cámaras del Congreso a manos de los republicanos, Obama entiende que su legado está en la política exterior. Tiene ahí mayor margen de maniobra que en temas internos. Por eso dejó de lado la beligerancia competitiva con China en asuntos comerciales y tecnológicos, para tejer un fuerte compromiso para detener el cambio climático.

Es la primera vez que ambas potencias se comprometen mutuamente a reducir los gases de efecto invernadero. Ya no existen dudas que son los máximos responsables por el calentamiento global cuyas consecuencias son evidentes: aumento del nivel de los mares, extinción de plantas y especies, cambio brusco en el patrón de cosechas, más muertes y nuevas enfermedades por problemas respiratorios. Para lo más escépticos, un video reciente de la NASA, www.nasa.gov, muestra la elocuencia trágica de la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera norte del planeta, acusando con el dedo a los países más desarrollados.

Nadie cree que este nuevo acuerdo, entre quienes generan el 45% de la contaminación mundial, sea suficiente. Pero sí era necesario. Los presidentes Obama y Xi Jinping declararon una guerra común contra la energía por carbón y quieren que las energías limpias y renovables ocupen la agenda de las próximas décadas. El objetivo común es limitar que la temperatura suba 2 grados centígrados en este siglo. Las proyecciones son catastróficas si sucediera. Para ello, China se comprometió a consumir 20% más de energía limpia para 2030 y EE.UU. a reducir la contaminación a 17% para 2020 y a 26% para el 2030.

Es cierto que el acuerdo entre estas potencias es solo papeles y pura demagogia mientras no muestren acciones concretas de cómo alcanzar sus objetivos paso a paso. Además, esos límites no consideran cabalmente el aumento demográfico en cada país, en especial en China, fuente de contaminación creciente considerando la necesidad de producir más energías.

Lo que resta ahora es que este nuevo marco incentive mejores compromisos en la cumbre de diciembre en Lima y de París del próximo año, donde se espera que los gobiernos alcancen un nuevo tratado de carácter obligatorio que suplante al de Kioto, que ha quedado desfasado, incumplido y tiene grandes ausentes.

No todo es problema en el norte. Las noticias tampoco son buenas en América Latina. Brasil tiene en la Amazonia el pulmón del planeta la solución en sus manos, pero la tala indiscriminada y a pasos agigantados está convirtiéndose en el problema a resolver. La deforestación aumentó en ritmo frenético en el último año, alcanzando 5.891 kilómetros cuadrados muy por arriba de los niveles que se registraron en años anteriores. Antes, las leyes punitivas funcionaban, pero los taladores y contrabandistas le han encontrado sus puntos débiles.

Resta que Dilma Rousseff acepte la responsabilidad para enfrentar el problema, así como lo hizo Obama antes de acordar con los chinos. Después de décadas de resistencia, el gobierno estadounidense aceptó su compromiso tras un informe categórico, “Evaluación Nacional del Clima”, en el que 300 científicos, sin más excusas, determinaron que el cambio climático es efecto de la actividad humana. A partir de ahí se establecieron metas para reducir las emanaciones de automóviles y la explotación de energías fósiles.

Esa posición de Obama ayudó para que este año otros gobiernos resistentes a elaborar protocolos para la descontaminación, como los desarrollados Canadá y Japón con altos índices de polución y la emergente India, se comprometieran en la asamblea de Naciones Unidas a reducir los gases contaminantes a través de un tratado con objetivos concretos.

Nadie puede quedar sin responsabilidad frente al calentamiento global, todos son responsables, los países desarrollados por su nivel industrial y los en desarrollo por la deforestación. Después de Lima y de París ya no quedarán muchas opciones y tiempo para revertir la situación, a no ser que haya un vuelco masivo y decidido a favor de las energías renovables. Así como está, el futuro se mira catastrófico. 

septiembre 27, 2014

Clima todavía muy demagógico

Sobre tres grandes luchas se debatió esta semana en la asamblea de Naciones Unidas: Contra el terrorismo internacional, el virus del ébola y el cambio climático.

Las dos primeras batallas son difíciles pero tangibles, de ahí que por los acuerdos y consensos alcanzados sobre acciones inmediatas, se pronostique éxito a corto o mediano plazo. En cuanto a la protección del medio ambiente, la realidad es muy diferente. Muchos países todavía consideran que el tema es importante, pero no urgente debido a que los resultados no se verán hasta en la próxima generación. Aun así, todos los líderes pronunciaron discursos rimbombantes sobre la necesidad de reducir los gases de efecto invernadero e invertir en energías renovables.

Si bien el martes hubo tanta demagogia como en pasadas asambleas, vale destacar que hay algo de mayor conciencia sobre las urgencias. Todos los países - ricos, emergentes y pobres - coincidieron en dejar de achacarse culpas y trabajar para que el año próximo en París se alcance un tratado con prácticas y objetivos comunes para reducir los gases contaminantes.

Los gobiernos no hubieran conseguido este avance a no ser por la presión que ejerció la sociedad civil. En el Central Park de Nueva York el domingo desfilaron 300 mil personas, una de las 2.700 marchas que se contagiaron en 158 países. Y también porque el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, advirtió la demagogia y reclamó cambios: “No estamos aquí para hablar sino para actuar”.

Ya nadie quiere escuchar discursos sino ver acciones concretas. Tampoco que gobiernos y científicos con intereses mezquinos emitan informes sobre que el cambio climático es un proceso normal del universo, así como las tabacaleras se pasaron décadas negando que el cigarrillo cause cáncer. Los datos son contundentes. En 2013 las emisiones de combustibles fósiles aumentaron 2,3% alcanzando un récord de 36 mil millones de toneladas de dióxido de carbono. Este año el porcentaje será mayor.

A una tasa anual de 40 mil millones de toneladas liberadas al año, en menos de una generación se llegaría al tope de 1.200 que puede soportar la Tierra antes de que suba la temperatura dos grados centígrado y las consecuencias sean catastróficas. El último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático pronosticó que en este siglo la degradación irreversible del ecosistema desplazará a millones de personas, generándose conflictos y guerras.

El gobierno de EEUU ya admitió culpas y responsabilidades. El estudio “Evaluación Nacional del Clima” realizado por 300 científicos, demostró los problemas actuales que afectan al país, entre ellos, desastres meteorológicos, cambios en la agricultura y en el nivel del mar y mayor número de enfermedades. Ahora se espera que China, el mayor contaminador con el 28% de las emisiones del planeta, e India, el cuarto después de EEUU y la Unión Europea, se comprometan a descontaminar, pese a que teman una desaceleración de sus economías.

Más allá de los gobiernos, las empresas de transporte y constructores de automóviles también se comprometieron a sustituir gasolina por electricidad y las petroleras a reducir las emisiones de metano.

La sustitución de energías fósiles por las renovables, eólica y solar, se apunta como la alternativa más eficiente y factible, y en esa práctica Alemania, España y Brasil, están adelantados. Sin embargo, para contagiar al resto, todavía falta demostrar que las energías renovables son redituables en comparación con el carbón, siempre barato y accesible.

La respuesta puede encontrarse en “La nueva economía del clima”, reciente informe del Fondo Monetario Internacional y la Universidad de Bolonia. No habla de sustitución de energías, sino de reemplazo de impuestos. Que los países impongan cargas tributarias caras a la tonelada de emanación por carbón y que, al mismo tiempo, reduzcan otros impuestos como el de las ganancias. Considera que así, a la vez que se incentive la sustitución de energías, la mayor cantidad de dinero circulante proporcionaría beneficios adicionales para el crecimiento del país.

Quizás esta sea la receta más concreta hasta ahora. Podría ayudar a vencer la resistencia de aquellos gobiernos que ven en la lucha contra el cambio climático un mal negocio y una gran amenaza para sus economías. 

mayo 12, 2014

Responsabilidades ante el cambio climático

Dos cosas podrían unir al mundo: Una invasión extraterrestre y la lucha contra el calentamiento global. La primera está fuera del radar y la segunda todavía no cuaja, pero crece la idea que la salvación del planeta es responsabilidad de todos.

En esa dirección apunta un informe científico que esta semana divulgó Barack Obama para crear conciencia entre los estadounidenses sobre los riesgos del cambio climático. 
Por primera vez, EE.UU. se asume en responsable de los descalabros medioambientales, descartando el estereotipo hollywoodense de que es el único capaz de salvar al mundo de Godzillas o calamidades naturales.

Aceptando que ha contribuido a elevar la temperatura global con la emisión de gases invernaderos, Obama archiva una actitud defensiva y evasiva que fue política oficial en cumbres mundiales sobre medio ambiente. Lo más relevante del informe creado por 300 científicos, “Evaluación Nacional del Clima”, es que se centra en las causas presentes del cambio climático, más que en las consecuencias del futuro. Y aunque no es un informe autocrítico, el gobierno asume que debe reducir la polución por emanaciones de automóviles y explotación de energías fósiles.

En realidad ni Obama ni EE.UU. descubrieron la pólvora con este estudio. Lo que sucede es que antes, la crisis económica impuso otras prioridades haciéndose la vista gorda a nuevos empleos y recursos como los de la industria petrolera con el método “fracking” de extracción, pese a los graves daños que causa al medioambiente. Es que las evidencias y acciones que se reclaman ahora, ya estaban incluidas en “Una verdad incómoda”, aquel documental de la década pasada sobre el cambio climático, por el que el ex vicepresidente Al Gore ganó el Nobel de la Paz.

Lo más importante de este informe es que crea conciencia ciudadana y política con cuestiones tangibles, alejándose de imágenes lejanas y abstractas de osos polares sin hielo y glaciares en retroceso. Muestra cifras y experiencias diarias frente a tornados y huracanes más potentes; costas erosionadas; sequías, inundaciones e incendios; enfermedades respiratorias; problemas de transporte y gastos económicos siderales. Todo ello como producto de que la temperatura aumentó un grado en dos décadas, lo que no había ocurrido en tres milenios.

El área metropolitana de Miami es prueba fehaciente de que las predicciones catastróficas que se creían del futuro, ya son parte del presente. En Miami Beach se construyen plantas de bombeo faraónicas para contrarrestar las inundaciones y la erosión que provocan las mareas cada vez más altas, y evitar que la zona se convierta en la nueva Atlántida del siglo XXI.

El problema es que la lucha contra el mar es desigual y costosa, si se considera que solo ha subido 20 centímetros en un siglo, y que se pronostica en un metro el aumento en 90 años. Seguramente, los residentes de Miami y ciudades de países desarrollados podrán afrontar impuestos y seguros más caros para apuntalar la infraestructura necesaria, pero uno se pregunta qué pasará con aquellas ciudades costeras de países más pobres.

El informe de la Casa Blanca coincide con las predicciones apocalípticas de otro difundido el mes pasado por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas. Sentenció que los efectos dañinos por las emanaciones de gases de efecto invernadero son irreversibles. La única esperanza es no seguir agravando el problema. Los países deben reducir al mínimo las emisiones, cambiando la mentalidad hacia una cultura política y tecnológica que favorezca la generación de energías renovables, como la eólica y la solar.

Para lograr este cambio ni hay tiempo ni excusas. Los gobiernos tienen el desafío de respetar el concepto de “naciones unidas” y trabajar el año próximo en la Cumbre de París con soluciones de consenso. Si los países ricos deberían pagar indemnizaciones a los pobres es cuestión de estrategias, pero la obligación es que todos deben asumir su cuota de responsabilidad.

Para el resto de los mortales, lo prioritario es ejercer el derecho al voto pensando en la vida de nuestros nietos, para cuando sean abuelos. Con eso en mente, no deberíamos votar por aquellos políticos que no tienen conciencia medioambiental o no ofrecen un plan para combatir los efectos del cambio climático. 

abril 29, 2010

Pachamama o muerte

Las amenazas, disparates y proclamas ideológicas que lanzaron Evo Morales y Hugo Chávez durante la primera Conferencia Mundial de los Pueblos contra el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra celebrada esta semana en Cochabamba, Bolivia, echaron por tierra las buenas intenciones de una reunión que busca mejores alternativas para la reducción de los gases de efecto invernadero.
Entre las propuestas sobre la defensa de la Madre Tierra se destaca una iniciativa muy pragmática que el presidente boliviano había liderado en la fracasada cumbre mundial de Copenhague en diciembre pasado. La creación de un Tribunal Internacional del Clima donde se pudiera demandar a los infractores, idea que comulga con la de países europeos (aunque agravándolas) que pedían que el acuerdo que reemplace al Protocolo de Kioto sea obligatorio, se reduzcan las emisiones de carbono entre 25 y 40 por ciento para 2020 y se cree un fondo de 50 mil millones de euros al año para financiar a los países víctimas del cambio climático.
Pero la propuesta se desluce y pierde seriedad cuando a semejanza del lema “socialismo o muerte”, Chávez suma la mesiánica proclama de “Pachamama o muerte”, y amenaza crear un organismo sustituto de la ONU – “Pueblos Unidos” – si para la próxima cumbre de Cancún en diciembre, no se detiene el “chantaje” de EEUU contra Ecuador, al haberle retirado ayuda económica por no apuntalar la iniciativa climática de Barack Obama.
Si bien es cierto que los mayores responsables del calentamiento global de las últimas décadas y de las divergencias en Copenhague fueron EEUU, la Comunidad Europea, China e India; también habría que contemplar que una Corte Internacional debería tener jurisdicción sobre todos los países, no solo sobre los ricos, un tema que deliberadamente fue soslayado en Cochabamba. El cambio climático no es sólo consecuencia de los mayores protagonistas de la revolución industrial, sino también de países pobres y en vías de desarrollo, responsables por los 13 millones de hectáreas de bosques que se destruyen al año y por la explotación minera y petrolera inadecuada.
Lo que echa por tierra las buenas intenciones de Cochabamba es ese mensaje ideológico, resentido y cansino, que impregnó todas las conclusiones. Una de ellas propone un referéndum mundial para el 2011 – que Chávez y Morales promoverán – preguntando a la gente si no cree que el capitalismo es el que arrastra al Planeta al apocalipsis, interrogante en sintonía con la afirmación del presidente boliviano sobre que el socialismo es el “único camino para la salvación de la especie humana y el buen vivir”, algo que ni los propios socialistas creen.
En sus acusaciones, ambos mandatarios no se olvidaron de los medios de comunicación, a los que responsabilizaron de tergiversar la información a favor de los países y empresas capitalistas responsables del cambio climático, reclamándoles mayor objetividad y educación.

La ofuscación contra los medios fue potenciada, en parte, por el tono burlón con el que se replicaron en el mundo los disparates de Morales durante la inauguración de la conferencia, en la que exigió una vida “socialista comunitaria” para hacer las “paces con la Pachamama”.

Dentro de su lógica socialista, Morales dijo que comer carne de pollo engordado con hormonas femeninas provoca homosexualismo, que en Europa los hombres son calvos por comer alimentos transgénicos, que la Coca Cola sirve para destrancar inodoros, que el Alka-Seltzer es un medicamento occidental que cura la cabeza pero genera dolores de estómago, y que se debe comer en platos de barro porque cuando se rompen vuelven a la tierra.

La embarrada de Morales se asemeja a la teoría afrodisíaca de Cristina de Kirchner, quien hace poco afirmó que la ingesta de carne de cerdo “mejora la actividad sexual", siendo “mucho más gratificante comerse un cerdito a la parrilla que tomar Viagra".

La oratoria es un arte difícil. Es la destreza en el uso de la palabra para seducir, persuadir y conmover. Cuando las buenas causas son promovidas por excelentes oradores, tienen posibilidades de triunfo. Pero cuando la oratoria es mediocre, grotesca y no se compadece al rango del orador, se corre el riesgo de que las buenas causas, cómo la liderada por el presidente boliviano, terminen desaprovechadas.

abril 24, 2010

"Pollo, no gracias"

Acabo de venir de Santa Cruz de la Sierra, una ciudad en la que nunca Evo Morales pudo contar con las voluntades ni los votos ni formó parte del 68% con el que ganó la reelección presidencial, pero donde los chistes abundan por doquier sobre los disparates que el presidente dijo esta semana en la inauguración de la conferencia alternativa sobre cambio climático en Cochabamba.
“Pollo no, gracias” repetía medio mundo en los restaurantes y todos pedían Coca Cola, mofándose de Morales quien dijo que la homosexualidad se debe a que la gente está comiendo pollos engordados con hormonas femeninas, que los calvos abundan en Europa por comer alimentos transgénicos y que la Coca Cola solo sirve para destapar cañerías y destrancar inodoros, aunque ambos productos fueron la comida y la bebida que más abundaron en la conferencia que reunió a 20.000 personas de todo el mundo.
Pero más allá de las estupideces dichas por Morales, sin ningún tipo de asidero ni sentido común, y sobre que el “socialismo es el único sistema que salvará al mundo del calentamiento global”, lo malo es que desaprovechó con esos disparates un liderazgo que venía haciendo sentir desde la Cumbre Mundial por el cambio climático realizada en Copenhague en diciembre pasado.
Desaprovechó así una oportunidad de que sean tomadas en serio las conclusiones que él y Hugo Chávez exigen a la ONU que sean consideradas para la próxima cumbre de Cancún. De todas ellas, la más valiosa es la creación de una Corte Internacional del Clima para castigar a los países que violen los tratados del medio ambiente. También importante es que se cree un fondo multimillonario por parte de los países desarrollados que más contaminan para ayudar a los más afectados y que las emisiones de gases de carbono se reduzcan en un 50% para el 2020, aspectos todos que en Copenhague los países europeos propusieron aunque en cantidades algo inferiores.
Lo que resultó totalmente descabellado, es la realización en 2011 de un referéndum impulsado por Morales y Chávez que preguntará a la gente si no creen que el capitalismo es el culpable de todos los males del cambio climático y que la solución pasa por el socialismo, además de una sarta de amenazas contra la ONU, EEUU y medio mundo más.
Los disparates de Morales y Chávez son justamente los que han echado por tierra las posibilidades de que el liderazgo de Bolivia sea tomado en serio. Una lástima. Una oportunidad desaprovechada.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...