sábado, 12 de mayo de 2018

¡Move to Miami! ¿Move to Miami?


Si uno escucha el nuevo hit de Enrique Iglesias y Pitbull no hay que pensarlo dos veces. “Ella (léase sus atributos físicos) va a hacer que te mudes a Miami” dicen convencidos, convirtiendo a esta ciudad y sus mujeres en el centro del Universo.

Lo mismo recalca la Oficina de Turismo. El área metropolitana de Miami con sus playas, museos, hospitales, casinos y shoppings outlets y de alta gama, tiene poca competencia en el mundo. En 2017, pese a un año económicamente mediocre, Miami atrajo récord de visitantes, 16 millones de turistas. Volcaron 26 billones de dólares a la economía local.

En estos días las autoridades aprobarán la construcción de un nuevo mall con cancha de sky bajo techo (de nieve, al estilo Dubai), parque acuático con submarino y kilómetros cuadrados para comercios y hoteles. Costará 4 billones, empleará a 14 mil trabajadores y atraerá 30 millones de visitantes al año.

Las grúas de construcción, como arañas sobre la ciudad, remarcan que Miami sigue pujante y en expansión. Es hogar para miles que escapan de crisis como la de Venezuela y para una nueva ola de inversores chinos con billetera abultada.
Descripto así, Miami es una fuerza centrífuga a la que el envidiado esposo de Kournikova y Pitbull le ponen sazón. Pero no todo lo que reluce es oro. A “Move to Miami” le apareció una contrapeso que pone en jaque el cetro de Miami como la capital del Sol. Bajo el título “El mar invasor”, los influyentes diarios Miami Herald, Sun Sentinnel y Palm Beach Post, reinstalaron en la conversación pública un hierro caliente que todos preferirían esquivar: el aumento inexorable del nivel del mar.

La astucia periodística obliga a los políticos a ser más receptivos y proactivos a los efectos del calentamiento global de cara a las elecciones legislativas de noviembre. Aunque en el área de Miami se hace más prevención que en otras ciudades costeras de EEUU, no es suficiente. Todavía la opinión pública no está presionando por más soluciones concretas y los políticos están más relajados desde que Donald Trump acaparó todas las críticas al retirarse del Acuerdo de París y de que el gobernador Rick Scott, también republicano, es el blanco de ataques por su escepticismo a futuro.

Hay poco consenso sobre las causas del cambio climático, si se debe a la contaminación a un ciclo natural de la Tierra, pero nadie duda sobre sus efectos devastadores. Las consecuencias se palpan, pero falta mayor conciencia sobre la pesadilla que deberán asumir nuestros hijos y nietos.
La serie de editoriales bajo el título “el maremoto que se avecina” son lapidarias. Los estudios científicos citados vaticinan que Miami estará (literalmente) bajo las aguas mucho antes de lo pensado debido al derretimiento de los hielos. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estima que para el 2060, el nivel del mar subirá entre dos y tres pies (61 a 91 centímetros) y para fin del siglo 8 pies (casi dos metros y medio). Una aceleración sustantiva considerándose que en los últimos cien años el mar subió 23 centímetros en Cayo Hueso.
Los diarios enfatizan que 22 de las 25 ciudades amenazadas por el elevamiento de las aguas en EEUU son de Florida. Y advierten que las evidencias son palpables en ciudades como Miami Beach, Fort Lauderdale y a lo largo del Intracostal, cuando en días de marea alta (dos a tres veces al año) el agua de mar brota por los vertederos pluviales, algo que jamás sucedía dos décadas atrás.
Cuando se habla de elevamiento de las aguas se asocia solo a que el mar inundará áreas costeras, pero el problema es más complejo, empezando por la contaminación de las napas de agua dulce con la salada. Los estudios preventivos indican que se necesitarán códigos de construcción más severos, plantas desalinizadoras e infraestructura no solo física sino de apoyo - políticas públicas, compañías de seguros, bancos - ya que cuando se planeó la contención años atrás, las proyecciones del calentamiento global no eran tan precipitadas como las de ahora.
La canción “Move to Miami” es pegadiza y apegada a la realidad actual. La ciencia y sus evidencias, sin embargo, obligan a pensar sobre la herencia que dejaremos a futuro, una responsabilidad que les cabe a las autoridades pero también a cada uno en lo individual. trottiart@gmail.com