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noviembre 07, 2015

Sufro de solastalgia

Sufro de solastalgia. No me lo diagnosticó ningún médico. Descubrí mi enfermedad mientras leía sobre calentamiento global y la Cumbre de París.

Aunque el cambio climático es recurrente en mi agenda, confieso que, como a muchos, el tema me agobia y me provoca una sensación de incertidumbre y frustración por no saber qué hacer ante un problema mayúsculo.

A esta ansiedad, llamada solastalgia y que padecen en especial los damnificados por desastres naturales, contribuye la sobresaturación de información negativa sobre cambio climático y la escasez de información sobre qué puede hacer un individuo para ayudar a la solución.

En mi caso me he auto medicado con una alta dosis de reciclaje. Bebo agua y gaseosas enlatadas sin parar, con tal de poder reciclar los envases, y cualquier pedacito de plástico o papelito sirve para mi causa. Sé que es una gota en el océano, pero al menos apaga en algo mi ansiedad.

Para colmo de males vivo en Miami, donde el calentamiento global hace rato que se palpa y vive. El agua de mar no es solo turquesa y la contienen las playas de Miami Beach. Ya es habitual que inunde calles y avenidas, provocando cierta solastalgia en las industrias turística e inmobiliaria, los motores de la economía del sur de la Florida.

Es un tema complejo, de solución difícil y se agrava. Un estudio local divulgado por el Miami Herald arrojó esta semana una sórdida proyección. En los próximos 15 años el nivel del mar aumentará entre 16 y 25 centímetros, el doble de lo proyectado el año pasado. Para el 2060 subirá 70 centímetros, y a un metro y medio para finales de siglo, afectando al 40% de la población que hoy vive en las costas de la Florida y EE.UU.

El aumento del nivel del mar también está infiltrando las napas subterráneas, el gran acuífero en piedra rocosa, fuente de agua potable para más de 6 millones de personas que vivimos en el área metropolitana de Miami. Se prevé que la destrucción del ecosistema, agravado por la contaminación de fertilizantes del agro en los Everglades, la reserva ecológica al oeste de Miami, reducirá en 20% las lluvias, estimulando un círculo vicioso sin fin.

Ante el impacto del cambio climático, lo positivo es que las autoridades de Miami Beach están actuando. Siguen construyendo grandes estaciones de bombeo que devuelven el agua de las mareas altas al mar. Y en las zonas más bajas, construyen murallones, calles y aceras con más de 30 centímetros de elevación.

Todo tiene un costo y consecuencias. Además de los 500 millones de dólares invertidos y el aumento de impuestos, se le suma que las nuevas obras provocan mayores problemas de tránsito, más ruidos y, lo peor, es que no se sabe a ciencia cierta si serán suficientes o cuando serán sobrepasadas por los futuros efectos del desbalance en el ecosistema.

Estudios universitarios locales detectaron esta semana que el agua regresada al mar está contaminando la vida marina en la bahía, debido a que sin tener el tratamiento adecuado, está arrastrando fósforo y nitrógeno que desprenden fertilizantes y el estiércol de mascotas.

Más allá de soluciones y efectos, Miami Beach está siendo observada como experimento de probeta en esta lucha desigual contra la naturaleza que sigue acusando los abusos globales de décadas de descontrol. Seguramente mejorará sus procedimientos y pronto arrojará conclusiones que servirán a otras zonas costeras para morigerar el impacto de la naturaleza.

Lo rescatable de Miami Beach es la importancia y urgencia con que aborda el problema, a diferencia del gobierno nacional y del mundo entero que siguen con puro bla bla bla, sin tomar acciones concretas.

Dan razones para el optimismo el compromiso de China y EEUU, los grandes contaminantes, de que asumirán en forma obligatoria la reducción de gases de efecto invernadero en la Cumbre de París que empezará a fines de mes, aunque se equivocan en los tiempos.

El aceleramiento de las consecuencias del cambio climático no permite buscar soluciones para las próximas décadas, sino inmediatas. Es urgente que desmantelen las plantas de carbón, la dependencia del petróleo, aumenten el uso de energías renovables y, sobre todo, que orienten y eduquen a empresas, instituciones y ciudadanos para que todos podamos ser parte de la solución. 

diciembre 06, 2014

Miami y la potencia de Art Basel

Miami es testigo de la potencia transformadora del arte.

Con Art Basel esta semana, la mayor feria de arte contemporáneo del mundo, la ciudad tiene otra imagen, más pujante y sofisticada. Lejos de aquel halo de corrupción que desde la ficción popularizó Don Johnson en Miami Vice décadas atrás.

Sería injusto atribuirle al arte la transformación que también corresponde al turismo, al deporte y al desarrollo inmobiliario. Sin embargo, luego del desembarco de Art Basel en 2002, Miami comenzó a proyectar esa imagen vanguardista y atrevida, convirtiéndose en meca y referencia mundial.

A diferencia de Basilea y Honk Kong que también prosperan por Art Basel, Miami ha rodeado al arte con ese glamour especial y popular que emana de celebridades y allegados a la música y la moda. Sirve de ejemplo Miley Syrus que el miércoles inauguró la semana del arte con un excéntrico concierto en el Raleigh, hotel art deco propiedad del diseñador Tommy Hilfiger. Fue, como muchos otros, un toque de mercadotecnia para hacer del arte un producto más cercano a la gente y comercial, rasgos que valoran galeristas y coleccionistas, siempre en busca de vidriera, mejores precios y mayores ventas.

La prensa es termómetro de la nueva imagen. Miami sigue con los vicios de siempre aunque superó el oscuro período cuando los periodistas llegaban a reportar sobre turistas asesinados y atracados. Hoy, en cambio, más de dos mil reporteros están acreditados en Art Basel Miami Beach para reportar el frenesí comercial de sus 267 galerías de 31 países y cuatro mil artistas. También fueron atraídos por casi un millar de galerías adosadas a las 23 ferias satélites como Pinta, Untitled y Scope, asentadas en carpas sobre la arena y en cada rincón del área metropolitana.

Art Basel tiene un empuje especial este año, derivado de los récords de recientes subastas en Nueva York, donde un bronce de Giacometti superó los 100 millones de dólares y el precio del arte latinoamericano superó su madurez. Compañías de seguros calculan que en Miami esta semana hay obras por más de tres mil millones de dólares, desde algunas valoradas en centavos hasta las de Warhol, Freud, Stella, Basquiat y Serra, que superan los cinco y diez millones.

El arte no solo genera más empleos, ingresos e impuestos por la actividad hotelera, restaurantera y comercial entre galeristas y coleccionistas, también contagia y catapulta el desarrollo. Gracias a Art Basel, en Miami todos los años abren comercios de marcas de lujo, restaurantes exóticos y galerías temáticas. También potencia la renovación de sus museos, como el Pérez Art Museum Miami que se inauguró hace un año frente a la bahía de Biscayne, e incentiva la creación de dos nuevos museos que abrirán en 2016.

Uno es el Instituto de Arte Contemporáneo, un edificio de tres pisos y jardín de esculturas que ocupará espacio en el Distrito del Diseño. Otro continúa la tendencia de coleccionistas locales que siguen abriendo museos privados, como las familias Rubell, De la Cruz y Cisneros. El anuncio lo hizo Gary Nader, un marchant de prestigio que quiere ampliar su galería con un Museo de Arte Latinoamericano para albergar a seis mil obras de su propiedad.

A la administración de la ciudad le interesa la atracción que despertará la primera mega exhibición que proyecta Nader con sus Botero, Lam y Frida Kahlo; pero, mucho más, que para sufragar su museo, construirá sobre él una torre con 300 residencias que le añadirá un nuevo touch al boyante paisaje urbanístico de Miami.

Art Basel también incentivó la creación de nuevos espacios. Barrios, como el de Wynwood, que solo eran bodegones de depósitos, de la noche a la mañana se convirtieron en estudios de artistas, diseñadores, arquitectos, galerías y centro comercial para muebles de lujo. Miami Beach, al cruzar la bahía, no se queda atrás. Se proyectan museos y una obra faraónica del constructor argentino Alan Faena, que ya le dio nombre a un distrito artístico que no para de crecer y deslumbrar.

Miami demuestra que el arte es mucho más que creatividad individual; es una usina que potencia a las demás actividades económicas. Transformada y con su nueva identidad artística, Miami se erige como ejemplo para otras ciudades en busca de actividades estratégicas que las hagan más atractivas y competitivas. 

mayo 12, 2014

Responsabilidades ante el cambio climático

Dos cosas podrían unir al mundo: Una invasión extraterrestre y la lucha contra el calentamiento global. La primera está fuera del radar y la segunda todavía no cuaja, pero crece la idea que la salvación del planeta es responsabilidad de todos.

En esa dirección apunta un informe científico que esta semana divulgó Barack Obama para crear conciencia entre los estadounidenses sobre los riesgos del cambio climático. 
Por primera vez, EE.UU. se asume en responsable de los descalabros medioambientales, descartando el estereotipo hollywoodense de que es el único capaz de salvar al mundo de Godzillas o calamidades naturales.

Aceptando que ha contribuido a elevar la temperatura global con la emisión de gases invernaderos, Obama archiva una actitud defensiva y evasiva que fue política oficial en cumbres mundiales sobre medio ambiente. Lo más relevante del informe creado por 300 científicos, “Evaluación Nacional del Clima”, es que se centra en las causas presentes del cambio climático, más que en las consecuencias del futuro. Y aunque no es un informe autocrítico, el gobierno asume que debe reducir la polución por emanaciones de automóviles y explotación de energías fósiles.

En realidad ni Obama ni EE.UU. descubrieron la pólvora con este estudio. Lo que sucede es que antes, la crisis económica impuso otras prioridades haciéndose la vista gorda a nuevos empleos y recursos como los de la industria petrolera con el método “fracking” de extracción, pese a los graves daños que causa al medioambiente. Es que las evidencias y acciones que se reclaman ahora, ya estaban incluidas en “Una verdad incómoda”, aquel documental de la década pasada sobre el cambio climático, por el que el ex vicepresidente Al Gore ganó el Nobel de la Paz.

Lo más importante de este informe es que crea conciencia ciudadana y política con cuestiones tangibles, alejándose de imágenes lejanas y abstractas de osos polares sin hielo y glaciares en retroceso. Muestra cifras y experiencias diarias frente a tornados y huracanes más potentes; costas erosionadas; sequías, inundaciones e incendios; enfermedades respiratorias; problemas de transporte y gastos económicos siderales. Todo ello como producto de que la temperatura aumentó un grado en dos décadas, lo que no había ocurrido en tres milenios.

El área metropolitana de Miami es prueba fehaciente de que las predicciones catastróficas que se creían del futuro, ya son parte del presente. En Miami Beach se construyen plantas de bombeo faraónicas para contrarrestar las inundaciones y la erosión que provocan las mareas cada vez más altas, y evitar que la zona se convierta en la nueva Atlántida del siglo XXI.

El problema es que la lucha contra el mar es desigual y costosa, si se considera que solo ha subido 20 centímetros en un siglo, y que se pronostica en un metro el aumento en 90 años. Seguramente, los residentes de Miami y ciudades de países desarrollados podrán afrontar impuestos y seguros más caros para apuntalar la infraestructura necesaria, pero uno se pregunta qué pasará con aquellas ciudades costeras de países más pobres.

El informe de la Casa Blanca coincide con las predicciones apocalípticas de otro difundido el mes pasado por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas. Sentenció que los efectos dañinos por las emanaciones de gases de efecto invernadero son irreversibles. La única esperanza es no seguir agravando el problema. Los países deben reducir al mínimo las emisiones, cambiando la mentalidad hacia una cultura política y tecnológica que favorezca la generación de energías renovables, como la eólica y la solar.

Para lograr este cambio ni hay tiempo ni excusas. Los gobiernos tienen el desafío de respetar el concepto de “naciones unidas” y trabajar el año próximo en la Cumbre de París con soluciones de consenso. Si los países ricos deberían pagar indemnizaciones a los pobres es cuestión de estrategias, pero la obligación es que todos deben asumir su cuota de responsabilidad.

Para el resto de los mortales, lo prioritario es ejercer el derecho al voto pensando en la vida de nuestros nietos, para cuando sean abuelos. Con eso en mente, no deberíamos votar por aquellos políticos que no tienen conciencia medioambiental o no ofrecen un plan para combatir los efectos del cambio climático. 

enero 02, 2009

Miami Beach es el Brasil estadounidense

Venerada como la meca de la diversión y el lujo mundial, Miami Beach suele acarrear la atención de quienes quieren divertirse y salir a parrandear todo el tiempo.

Pocos saben, sin embargo, que esta ciudad que se volvió moda gracias al rejunte de farándula, al asesinato de Versace y la vivienda de Al Capone, al renacimiento del Art Decó y a la sede de mega ferias artísticas como Art Basel, se ha transformado en la ciudad con mayor disparidad de ingresos en Estados Unidos.

Miami Beach es una especie de Brasil latinoamericano, en donde existe la mayor brecha entre multimillonarios y pobres, siendo ambas clases bien abundantes. Según la oficina del Censo que está preparando los datos para esta nueva década, señala que un 20% de su población tiene el 62.3% de los ingresos, mientras que otro 20% tiene el 2.3% del ingreso.

Pero esta no es la única curiosidad. En esta década, el Censo descubrió que los ingresos se redujeron en la mayoría de las ciudades del país así como aumentó el desempleo, lo que motivó una suba de los índices de pobreza. Todo esto mucho antes de que sucediera la crisis hipotecaria y financiera, a las que se le suelen achacar todos los males actuales.

Turismo más escaso, hoteles y restaurantes más vacíos, edificios sin terminar, apartamentos embargados, inmigrantes deportados, contrastan, sin embargo, con el neón y la espuma de las olas turquesas que para esta época atraen a canadienses y europeos, que con moneda más fuerte, poco les importa si hay ricos o pobres.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...