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noviembre 23, 2015

Terrorismo: Momentos oportunos

Aquí en Colombia saben muy bien lo que viven por estos días los parisinos a raíz de los ataques terroristas del Estado islámico (ISIS). Los colombianos han soportado por más de 50 años los atentados cobardes de los narcoguerrilleros de las Farc y otros grupos extremistas.

Colombia es el país más ensangrentado de la región. El conflicto armado, según datos oficiales, ha provocado unas 220 mil muertes directas y una ola interna de más de 5 millones de desplazados y refugiados.

Después de décadas de acuerdos incumplidos e interrumpidos, el país parece estar en el momento oportuno para crear la paz. Juan Manuel Santos encabeza el proceso, pero en realidad este momento histórico se viene labrando desde que fue ministro de Defensa de Alvaro Uribe, cuando se debilitó a las Farc militarmente, obligándola a sentarse a la mesa de negociaciones.

La opinión pública ya interiorizó que para alcanzar algo de paz, debe renunciar a mucho de justicia. No parece haber otro camino. Vivir en el post conflicto tras la firma final proyectada para el 26 de marzo próximo, es el gran desafío para todos.

Las armas están hechas para la paz o al menos el uso responsable de ellas, aunque deberían utilizarse en el momento oportuno y nada más. Vale de ejemplo la justificación histórica que tuvo el presidente George W. Bush después del atentado de Setiembre 11 en 2001. Con la anuencia unánime del Congreso y de una opinión pública golpeada, dolorida y con sed de venganza, lanzó la guerra frontal contra el terrorismo e invadió Irak en busca de unas armas de destrucción masiva que nunca encontró.

Pasado aquel momento de consenso, se pudo observar el deterioro paulatino de su Presidencia, acusado, al final, de mantener una guerra sin justificación, destructiva para el propio EEUU y generadora de mayor terrorismo con nuevos grupos que se sumaban a la barbarie perpetrada por Al Qaeda.

También sucedió en Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil, donde los estados cometieron graves abusos a los derechos humanos por no poner fin a tiempo a la guerra interna contra el terrorismo, que al principio había sido avalada por poblaciones cansadas de tanto terror y sinrazón.

Sin dudas que para Francia y Rusia, tras los ataques en París y el derribo del avión ruso de regreso desde Egipto, y con la población a su favor, este es el momento oportuno para la defensa y el contrataque. Los poderes políticos de cada país y aunados en la coalición, pudieron lanzar sin oposición los bombardeos sobre Raqa, la ciudad siria bastión de los terroristas del ISIS, así como tomarán medidas para apoyar a Mali tras los ataques al hotel en Bamako. Es más, la opinión pública no perdonaría que no haya en este instante un ataque letal contra ISIS y hasta justificaría el envío de tropas o una bomba tan letal como la que EEUU arrojó contra Japón en represalia por el ataque a Pearl Harbour.

En momentos de incertidumbre y amenaza como este, en el que reverdecen los sentimientos nacionalistas, el sentido de patria y seguridad personal y nacional, la opinión pública tolera sin chistar la ampliación del estado de emergencia, las requisiciones, los mayores controles de información en internet, el registro de datos sin previa autorización judicial, la portación de armas por parte de policías fuera de servicio y el aumento considerable de los presupuestos para seguridad y ciberseguridad.

Medidas todas que en épocas más apacibles son combatidas por grupos de la sociedad civil porque siempre devienen en abusos de Estado. Obama es prueba de ello. Después de criticar el espionaje ciudadano impuesto por Bush, no solo que no lo desactivó en su Presidencia, sino que lo usó para espiar a propios y extranjeros.

Esto no equivale a que todas las medidas deben desactivarse en épocas apacibles, ya que el terrorismo siempre acecha por más que no ataque. Desbaratar sus fuentes de financiamiento, neutralizar la propaganda por internet y combatir el reclutamiento deben ser preocupaciones constantes.

Sin embargo, disipadas las amenazas y pasados los momentos oportunos que permiten justificaciones para combatir al terrorismo, los gobiernos deberían condicionar sus acciones para no cometer abusos a los derechos humanos y evitar el atropello de las libertades de los ciudadanos.

octubre 26, 2013

Si Bush hubiera espiado

Son muchos los males que se le achacaron a George W. Bush durante su presidencia; y con razón. Aquella fecha fatídica para EE.UU., “Setiembre 11 de 2001”, cambió prácticamente todo en el país y en el mundo, especialmente la forma de hacer política.

A Bush se le condenó por errores inmensos, entre ellos, por haber adelantado una guerra en Irak justificada por armas de destrucción masiva que nunca se encontraron. Por la apertura de la guerra en Afganistán, la violación de los derechos humanos en el extranjero por parte de militares estadounidenses, por la apertura de la cárcel de Guantánamo, por no haber encontrado a tiempo a Osama Bin Laden y hasta por la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera por falta de regulaciones a la banca nacional.

Bush terminó deshecho y, pese a todos los errores de Barack Obama, ni siquiera puede soñar con hacer declaraciones críticas porque la gente y el periodismo le contestarán que no tiene derecho a nada. Seguramente que en su época, en la que defendió los intereses de los estadounidenses a como  diera lugar, también se espió, pero nunca se supo a ciencia cierta o, más bien, los delatores e informantes, como Bradley Manning y Edward Snowden, recién aparecieron en estos últimos años.

La prensa estadounidense, en general, así como la academia en especial de las grandes universidades, son demasiado liberales, y por eso el escándalo de espionaje masivo llevado a cabo por la Agencia Nacional de Seguridad del presidente Barack Obama contra usuarios de internet, empresas y líderes del mundo entero, pasa por debajo del radar en este país.

Claro que distinto sería si se hubiera descubierto que el responsable, en vez de Obama, habría sido Bush. La prensa lo habría asaltado sin pudor y con pasión. Ahora, en cambio, las exigencias a Obama son tibias y muchos defienden su validez cuando se excusa de que el espionaje es necesario por razones de seguridad nacional y para defender los intereses de los estadounidenses.


Con Bush no habría habido contemplaciones. De repente a Obama le quedan unos pocos años más de presidencia para que la prensa y el público reaccionen, en consideración de que este programa de vigilancia que denunció el ex contratista Edward Snowden, es uno de los mayores escándalos provocado por EE.UU., comparable a la ilógica invasión de Irak.    

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...