Lúcido y
cáustico como siempre, Mario Vargas Llosa quiere “llegar vivo hasta el final”,
no solo para seguir con sus ficciones, sino para denunciar a todos aquellos
autoritarios que reniegan de la libertad para beneficio propio o que hacen de
la corrupción su modo de vida.
Con el mismo
ímpetu que destacó Gabriel García Márquez en su autobiografía Vivir para
Contarla, Vargas Llosa siente la necesidad de seguir denunciando todos los días
los atropellos contra las libertades individuales y sociales. No quiere callarse.
La diferencia entre ambos premios Nobel de Literatura, en el lado opuesto del
dial político, es la estridencia de Vargas Llosa para asumirse liberal y sin
pelos en la lengua contra la corrupción, esa plaga amenazante que, como los
nacionalismos, lastran a Latinoamérica dejándola sin paz ni desarrollo.
En Charleston,
EE.UU., durante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, Vargas
Llosa se empachó en contra de los inmorales. Solo le faltó la FIFA y la
Volskwagen, porque no dejó títere con cabeza. Se mostró ofendido por el milagro
brasileño que desdibujó la corrupción de Dilma Rousseff y Lula da Silva. Tildó
de “demagogia racista” al oportunista de Donald Trump. Vaticinó retroceso irreversible
si Keiko Fujimori llega a la presidencia en Perú. Y puso énfasis sobre la “ficción
maligna” que significan los nacionalismos, en especial, el lastre de la corrupción
que nutrió al peronismo argentino y a la galopante podredumbre del chavismo
mafioso.
Apuntó a la
buena opción de Mauricio Macri, comparándola con la “perseverancia en el error”
que significaría votar por Daniel Scioli. A esa vocación argentina por los
yerros ciclotímicos se la endilgó a esa “gran tragedia” llamada peronismo, que
ha hecho caer al país en el subdesarrollo, en el caos permanente y deambular en
crisis tras crisis. “¿Cómo un país culto puede caer prisionero de esa maraña
que es el peronismo?”, se preguntó.
Sobre el
chavismo venezolano tuvo adjetivos aún más calificativos, siempre adornados por
el maleficio de la corrupción. “El país es una putrefacción total”, dijo, sabiéndolo
el más corrupto del mundo, con los mayores índices de criminalidad y en el que los
jefes del gobierno y de las mafias no se diferencian, y los militares están sobornados
por esos mafiosos. Acusó a Maduro de haber hecho todo lo necesario para
convertir a un país rico en pobre.
Hace tiempo que
Venezuela no goza de elecciones limpias y libres. Cree que esa putrefacción
intencional, es la única esperanza que tiene el gobierno para salir victorioso.
“La única manera que puede ganar… es con un fraude gigantesco”, señaló.
Vaticinó que estas elecciones van a demostrar clarísimamente la desesperación
de un Maduro impopular, “que va a cometer un fraude monstruoso”.
Las risas y
aplausos más estentóreos en Charleston sonaron cuando Vargas Llosa satirizó a
Maduro por no permitir a la OEA que supervise las elecciones legislativas de
diciembre. “¿Le tiene miedo a la OEA?”. Y se respondió: “Si es la institución
más inútil entre las inútiles… que no ha servido nunca para nada”.
Ante la
“dictadura creciente” que continúa haciendo estragos desde la coacción de las
libertades y el encarcelamiento de opositores, como Leopoldo López, lo que más
le duele es la absolutamente lamentable hipocresía y la falta de coraje de los
gobiernos de la región para manifestarse a favor de la democracia: “Una vieja tradición
en nuestra región, la gran neutralidad frente a los gobiernos de extrema izquierda”.
La entrevista
en el auditorio entre Vargas Llosa y Andrés Oppenheimer no podía terminar sin
referencias a su vida íntima. De ahí que confesara que sufre en carne propia
las críticas a la prensa del corazón que plasmó en su libro La Civilización del
Espectáculo. Criticó hasta al New York Times por meterlo en “una chismografía
de pésimo gusto” y sumarse a los diretes que causó tras romper su matrimonio de
50 años y su sonado romance con Isabel Preysler.
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