La pobreza es estructural y
tiende a ser crónica en América Latina. Para combatirla no alcanza con hacer planes
sociales e incentivar el empleo formal. También se hace necesario generar un
clima de mayor libertad económica y política.
La libertad no es un
concepto abstracto como aparenta, sino fácil de medir. La realidad muestra que
los países que acumulan mayor pobreza son los que tienen menor nivel de
libertad, ya sea de mercado o de política, de prensa y expresión, de asociación
y religión. La economía y la política pueden inducir tanto un círculo virtuoso
como vicioso, dependiendo del grado de libertad con la que se vivan.
Para no dar el ejemplo de
siempre que evidencia esta hipótesis, EEUU o Canadá vs. Cuba o Venezuela, valen
otros menos distantes ideológicamente: Chile, Costa Rica y Uruguay, donde el
concepto de libertades individuales y civiles está más arraigado, contrastan
con los altos índices de pobreza que se registran en Nicaragua, Guatemala o
Paraguay, donde las libertades están más restringidas.
La pobreza que también se ha
disparado en países latinoamericanos más ricos, como Argentina, Ecuador y
Venezuela, demuestra que no siempre es consecuencia de la economía, sino de
malas decisiones políticas. Cristina Kirchner, Rafael Correa y Nicolás Maduro han
creado economías cerradas y restringidas políticamente. Las consecuencias son
evidentes: La seguridad jurídica se debilitó, la corrupción se institucionalizó
y el nivel de vida decayó.
El índice 2015 de Libertad
Económica de la Fundación Heritage y el Wall Street Journal concluye que la
“corrupción generalizada, la ineficacia reguladora, la inestabilidad monetaria
y la debilidad del Estado de Derecho”, son factores que contribuyen al
estancamiento y a la recesión. Son, en realidad, motores de pobreza.
Las políticas erróneas pasan
mayor factura a los pobres que a las demás clases sociales. El Índice
Multidimensional de Pobreza del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
demuestra que en aquellos países con bajo nivel de libertad económica, empeoran
los servicios esenciales como la educación y la atención de la salud y deterioran
el nivel de vida.
El índice, que mide la
seguridad jurídica, el tamaño del gobierno, la apertura de los mercados y la
eficacia reguladora, entre otros aspectos, es elocuente. La libertad económica está
intrínsecamente conectada a las libertades políticas e individuales que ofrece
cada país.
En ese sentido, Chile
encabeza el ranking de economía libre entre los 29 países del continente
americano, seguido por Colombia. Un par de escalones más abajo se ubican Uruguay,
Costa Rica y Perú. Pero en la parte opuesta del escalafón, están aquellos
países que en la última década pusieron mayor énfasis en la política ideológica
que en la libertad de mercado. Así, los últimos puestos del ranking los ocupan Ecuador,
Bolivia, Argentina, Venezuela y Cuba.
A nivel mundial se logra
tener una mejor percepción del problema que tienen estas naciones. Argentina
(169), Venezuela (176) y Cuba (177) están a la zaga entre las 178 economías
medidas. La de Chile, por otro lado, está séptima en la escala mundial, antes
que EEUU (12) y un poco después que las economías más libres, prósperas y con
menos pobreza: Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Australia y Suiza.
El índice de la Fundación concluye
que los gobiernos que garantizan e incentivan la libertad económica crean
mejores ambientes para la innovación y el progreso. “El fin último de la
libertad económica es el de empoderar a las personas con un mayor número de
oportunidades para que puedan elegir por sí mismas cómo aspirar y alcanzar sus
sueños, sujetos únicamente a las bases del Estado de Derecho y la honesta
competencia entre las personas”.
Pese a los malos augurios
para la región debido a la desaceleración económica provocada en parte por la
baja en el precio de las materias primas, el Banco Mundial es optimista. Cree
que para el 2030 podrá erradicar la pobreza extrema de América Latina, basándose
en la disminución lograda en la última década, del 24.1% en 2003 al 11.5% en el
2013.
Optimismo o pesimismo de
lado, lo evidente es que los países más libres, económica y políticamente,
tienen mejores chances de combatir la pobreza, generar prosperidad y apuntalar
un progreso sostenido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario