miércoles, 8 de junio de 2011

Sexting y el control del internet


Los escándalos sexuales de figuras de la política no dejan de asombrar. No que nunca hayan ocurrido, sino que ahora se están denunciando con mayor vigor.

El caso más reciente que explotó en estos días es el del diputado estadounidense por Nueva York, Anthony Weiner, quien después de negar por una semana que no había sido él quien le envió a una mujer fotos de sexo explícito por las redes sociales, confesó en una conferencia de prensa este lunes que había mantenido ese tipo de relaciones con al menos seis mujeres.

El envío de mensajes por internet, así sea por e-mail, por texto, teléfono móvil o a través de las redes sociales - comúnmente conocido como sexting – es una práctica que más allá de las connotaciones éticas, también puede caer en un delito criminal en caso de que estén involucrados menores de edad o no haya consentimiento, sino acoso de alguna de las personas participantes, o que se trate de pornografía o materiales no solicitados, o que se viole el derecho a la intimidad.

El caso de Weiner aunque no se pueda justificar de ninguna manera, porque se trata de algo grave si se considera lo que él representa como figura pública y, entre otras cosas, por haber mentido sobre su conducta, es, sin embargo, muy diferente a otros escándalos conocidos en las últimas semanas, ya que aparentemente no acosó a las mujeres con las que intercambiaba materiales,  hubo consentimiento en esas relaciones y ni siquiera las conocía personalmente, lo que no puede derivar en sospechas de acoso. Los demás casos, además de inmorales, fueron insólitos. Por ejemplo, el del jefe del FMI, el francés Dominique Strauss-Khan quien fue acusado de acosar a una mucama en un hotel de Nueva York; el del ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, por haber mantenido una relación con una empleada doméstica (y un hijo extramarital) por 20 años mientras vivía con su familia; el del senador John Edwards a quien se le acabó su carrera en las primarias demócratas cuando se denunció que mantenía una relación y tenía un hijo extramarital, mientras su esposa se debatía en contra de un cáncer, que terminó por vencerla en diciembre pasado; y el del senador por Nevada, John Ensign, quien prefirió renunciar en lugar de enfrentar una comisión investigativa del congreso debido a una relación extramarital; el del ex presidente Bill Clinton que prefirió no renunciar y defender su puesto en la Casa Blanca tras el amorío con la interna Mónica Lewinsky; o el del gobernador de Carolina del Sur, Mark Sanford, quien terminó confesando que usaba dineros del erario público para viajar a la Argentina a ver a su amante. Y estos son solo casos que involucran a personajes de la política, porque los ejemplos sobran entre otras figuras públicas, allegadas a las artes, a la música y al deporte.

Más allá de la discusión de si Weiner debe renunciar o no a su puesto por haber irrespetado a quienes votaron y lo mantuvieron como su representante; lo importante de este caso es que trae la atención sobre el sexting y otros delitos sexuales que se comenten a través de las redes sociales y el internet.

Ojalá que las medidas que se adopten – seguramente aparecerán intentos  de legislar al respecto o se adoptarán mayores medidas disciplinarias dentro del Congreso estadounidense - puedan servir para que se controle este tipo de prácticas con regulaciones específicas y concretas;  pero jamás para que se establezcan medidas generales que pudieran imponer algún tipo de censura, limitaciones o restricciones a la comunicación por internet.

1 comentario:

Nora Inés Paredes dijo...

Falta agregar las acusaciones de pederastia, violación de menores, incesto y demás contra Daniel Ortega asi como las múltiples demandas de paternidad contra el presidente paraguayo (no recuerdo su nombre) que se amparaba en la sotana para preñar mujeres humildes.
Digo esto para que no se vaya a creer que solo los gringos hacen estos abusos y que los izquierdosos son unos santos.