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febrero 16, 2014

Maduro enfrenta a la verdadera revolución

Reprimir y disentir son las dos caras de una misma moneda que en Venezuela se ha acuñado gracias a la polarización que por años generó el chavismo y que hoy promueve con determinación el presidente Nicolás Maduro, a instancias de instalar un régimen cada vez más parecido al anacrónico cubano.

Maduro sigue el libreto perfecto de los hermanos Castro que han ideado reformas para conseguir simpatías y justificar un comunismo decadente que solo ha servido para acaparar miseria, destrucción y enajenar libertades de reunión y expresión, mediante represión y cárcel.

En ese ambiente polarizado, donde no existe autocrítica y las culpas las tienen todos los demás -  opositores, empresarios, gobiernos extranjeros y periodistas - Maduro ha cerrado los puños. Denuncia conspiraciones y acusa golpes de Estado, justificándose para seguir disparando fusiles y defender la revolución, en un juego maquiavélico que le sirve para desviar la atención de una crisis de ilegitimidad política e ineficiencia económica.

A sabiendas que no puede legitimarse acusando a los estudiantes universitarios de desestabilización, Maduro arremetió contra la oposición tras la marcha del miércoles que dejó tres muertos, cientos de heridos y detenidos. Mandó a encarcelar a Leopoldo López, amenazó a María Machado y se desmarcó de Henrique Capriles, incentivando la división de un grupo opositor que ya no es sólido y que diluyó sus denuncias, así sean por fraude electoral, corrupción, el lugar de nacimiento del Presidente o por la escasez de repuestos, medicamentos y alimentos.

Argumentan desde el gobierno que la defensa del régimen proviene del pueblo, pero se esconde que ese “poder popular” no es otra cosa que populismo y clientelismo acérrimos. Todo venezolano sabe que resistir al régimen es en vano, no votar a su favor implica acumular represalias, desde ser despedido o no conseguir trabajo, hasta no acceder a cupo en la escuela para sus hijos o una cama de hospital.

En esa manía por asemejarse a su idolatrada Cuba, el gobierno apunta contra los derechos de reunión y de expresión. Contra el primero, como se vio este miércoles, azuza a sus milicias populares armadas hasta los dientes y sin control, para que se filtren en las marchas a disparar y matar, y así sembrar caos y miedo.

Contra la expresión no es menos burdo. Crea leyes restrictivas e impone multas desproporcionadas para que los medios controlen su lenguaje. Para ese control  informativo, perseguido desde la época de Hugo Chávez, el gobierno se armó de periódicos, televisoras y agencias de noticias, ya sea creando nuevas o comprando privadas a las que asfixió con multas y procesos judiciales. Maduro siempre encuentra excusas para controlar. Por fotos con sangre y estadísticas de criminalidad, prohíbe a los diarios importar papel, y esta semana por mostrar la violencia en las protestas callejeras ordenó sacar del aire a las televisoras, con el mismo empeño que la semana pasada mandó a controlar su contenido por los desvalores que promocionaban sus telenovelas.

A diferencia de la primera década del gobierno de Chávez, cuando los petrodólares aceitaban la maquinaria de clientelismo de gobiernos extranjeros y su base interna, hoy Maduro no puede darse esos lujos. La gente siente el cansancio por una revolución que no terminó de cuajar. La mayor inflación del mundo, el desabastecimiento de productos básicos, la corrupción galopante y los altos índices de criminalidad, han hecho que el público vea con nostalgia épocas anteriores cuando la vida era opípara, más tranquila y menos polarizada.

Desde que Maduro asumió en abril, quemó etapas mucho más rápido que Chávez en más de una década. Primero, por su ilegitimidad, perdió credibilidad y confianza; luego, por su ineficiencia, la gente perdió miedo y respeto. Habrá que ver qué opciones quedan ahora. Algunos, como los opositores, desean “la salida”, otros creen que el régimen agudizará el control.

Es difícil predecir si el mandato popular – que ya no es más que milicias armadas y una mayoría adulada con clientelismo - le dará sostén a Maduro. Con una oposición fácil de neutralizar, quedan los estudiantes y sus marchas como los únicos para torcer el destino. Ellos saben que cuando las verdaderas revoluciones se disparan, no hay armas que las paren. 

julio 11, 2009

Mediación: mucho ruido

El proceso de mediación es difícil, lento y está lleno de ruidos. Muchos de ellos involuntarios, la gente opina, se manifiesta, a favor o en contra de la continuidad de Roberto Micheletti o de la restitución de Manuel Zelaya. Pero hay otros ruidos, de altos decibeles, voluntarios e intencionados, que buscan confundir y que nada sirven al objetivo común para que la mediación de Oscar Arias sea positiva y Honduras (toda) gane.

El mayor ruido es el producido por los mismos protagonistas. En lugar de guardar sus mejores argumentos para las lides de la mediación, empujan a la opinión pública opinando y descalificando al otro, mostrando sus espuelas como si se tratara de runa riña de gallos. Y uno se pregunta: ¿Cómo en todo proceso litigante, no sería mejor que hubiera una especie de secreto de sumario y que fuera el juez, el único, quien con muchas limitaciones pudiera contar lo que sucede?

El otro ruido lo generan los ruidosos de siempre, los líderes continentales en generar molestias. Hugo Chávez - después de un par de días en silencio y de haber renegado del viaje solidario de Fernando Lugo, Cristina de Kirchner y de Rafael Correa para acompañar a Zelaya a El Salvador el día que no pudo aterrizar en Tegucigalpa – comenzó su diatriba contra Micheletti, Hillary Clinton, Estados Unidos, salvando solamente a Barack Obama, nada tonto, sabiendo que el líder estadounidense goza de más popularidad que él mismo en su propio país.

Unido al militar Chávez, quien perpetró un golpe de Estado sangriento en su país, unido al golpista histórico del continente americano del continente, el dictador militar Fidel Castro, reapareció con sus ruidos. Esta vez se llenó la boca de democracia, haciendo premoniciones sobre que el golpe de Estado en Honduras representa un nefasto antecedente para el continente al instigar otros golpes en otros países donde se desconoce la Constitución. Hipocresía de espejo se debería llamar esta nueva retórica política.

Lamentablemente, estos ruidos interesados están minando un proceso que debería estar limitado solo a las opiniones bienintencionadas.

diciembre 12, 2008

Ted Turner erra sobre Fidel Castro

No hay nada malo con creer que Fidel Castro ha hecho mucho en su país en estos últimos 50 años desde que bajó de la Sierra Maestra. Tampoco por dejarse envolver por el romanticismo revolucionario sobre la cantidad de logros en matera de salud, educación y justicia social. Ahora bien, creer que no es un dictador o hacerse el distraído sobre los fusilamientos del pasado y los prisioneros políticos del presente, es demasiado.

Así lo mostró Ted Turner, el magnate de medios de comunicación, durante una entrevista televisiva, bastante tensa por cierto, en la cadena derechista Fox durante una entrevista con Bill O’Reilly, para promocionar su libro “Call me Ted” donde dice que Fidel Castro lo inspiró para crear CNN Internacional.

Más allá de esa inspiración, cuando O’Reilly le preguntó si admiraba a Fidel, Turner contestó: "Sí, lo admiro (...) admiro ciertas cosas de él. Está formando gran cantidad de médicos y ellos [los cubanos] han logrado desarrollar uno de los mejores sistemas educacionales del mundo. Y usted sabe, él es aún popular entre mucha gente allí.

O'Reilly lo increpó: "Pero es un asesino, él es un asesino, es un tipo que..." Turner lo interrumpió: "Pero eso es algo que nunca, según mi conocimiento, eso nunca ha sido probado'',

Turner erra en este punto, casi como cuando el presidente de Irán negaba el holocausto. Negar que en Cuba no existe una dictadura férrea, que se haya asesinado o un dictador que ha conculcado todas las libertades del pueblo, es demasiada estupidez intelectual.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...