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febrero 10, 2018

Perro que ladra...


Por estos días en Washington, la discusión es si Donald Trump se ajusta al dicho de “perro que ladra no muerde” o si sus ladridos cargados de retórica incendiaria devienen en mordeduras concretas.

Muerda o no, lo cierto es que cada tuit que dispara suele tener más radioactividad que una ojiva nuclear. Incentiva una relación de amigo vs enemigo y fuerza a todos a tomar partido. Fox News o CNN. Republicano o demócrata. Departamento de Justicia o FBI. Casa Blanca o CIA. Funcionarios leales o soplones. Muro o más drogas y violencia.
Su personalidad tempestuosa genera resistencias en sus adversarios y hasta defensas incómodas entre sus defensores. Adjetiva con calificativos rimbombantes a sus aliados como el canciller Rex Tillerson o defenestra sin miramientos a sus enemigos, el fiscal especial Bob Mueller; y sus mejores amigos pueden convertirse en un santiamén en sus peores enemigos: Steve Bannon.
Su retórica ha enrarecido el ambiente y el establishment se siente amenazado, viendo que aquellos ladridos de campaña - que otros políticos abandonan apenas terminan las elecciones – persisten en su gobierno. Está omnipresente y disfruta de ser el centro de todo debate en la “ciénaga”, así sea sobre el memo del FBI o si Melania prefiere o no darle la mano.
Como perro de caza, Trump no suelta la presa, virtud que acrecienta la fidelidad del núcleo de sus seguidores, pese a que su popularidad subibaja como la Bolsa.  Insiste en que la inmigración ilegal genera violencia y quiere un muro. Que el calentamiento global es un invento de los anticapitalistas. Que la prensa es lacra y su verdadera oposición; la “enemiga del pueblo”.
Si bien los ladridos intempestivos contra la prensa han devenido en algunas mordeduras, las lastimaduras todavía son leves. Igualmente preocupan, porque de profundizarse podrían debilitar el clima de libertad de prensa y generar autocensura afectando el derecho del público a la información, como señaló una delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa que esta semana se destacó en Washington.
Con sus pedidos a que se reformen las leyes de difamación para demandar a los periodistas críticos, sus premios a la “prensa falsa”, su negación a responder preguntas incómodas, bloquear reporteros de las conferencias o solicitar que se revoque la licencia de operación de la cadena televisiva NBC, Trump pretende que el público deje de creer en los medios.
Pero en un país donde estos y la expresión libre son instituciones bien enraizadas en la cultura, protegidos por la Primera Enmienda, puede suceder que luego que se disipe la tormenta de su retórica, el tiro le salga por la culata. Algo así ya se observa. Su discurso anti prensa ha empoderado y revitalizado a los medios y periodistas. Rigurosidad, precisión, investigación y calidad periodística, condiciones que antes se daban por sentadas, están cobrando ahora nueva vida.
Varios medios tradicionales están contratando más periodistas, profundizan sus investigaciones, existen proyectos periodísticos más rigurosos como el Facts First (hechos primero) de CNN, que devienen en campañas para que el público abrace la importancia que tienen los datos objetivos y las noticias confiables para construir democracia. También proliferan instituciones sin fines de lucro con proyectos de periodismo investigativo y se crean otras para defender periodistas, como el US Press Freedom Tracker, una coalición de 20 entidades de prensa, que monitorea agresiones contra periodistas en todo el país.
Aunque la retórica suele ser la primera fase de un autoritarismo progresivo que puede degenerar en regulaciones y en censura directa contra los medios, en EEUU la retórica de Trump difícilmente pueda desembocar en situaciones graves. Habrá que sopesar los resultados al final de su mandato y compararlos con los de gobiernos anteriores, considerando que Barack Obama implantó una vara alta y agresiva, con varios periodistas y soplones oficiales encarcelados, falta de transparencia y cerrazón de fuentes oficiales de información.
Sin embargo, en donde los ladridos de Trump pueden ser peligrosos, es en aquellos países, incluidos los latinoamericanos, cuyos gobernantes pueden sentirse legitimados por su retórica como para pegar fuertes mordiscos a la libertad de prensa. trottiart@gmail.com


junio 10, 2017

La necesaria alfabetización digital: De la sátira a los delitos de odio

Cada vez es más difícil diferenciar el humor, la sátira y la parodia política, del bullying, la difamación y los delitos de odio. Se trata de una línea difusa que se hace aún más borrosa en épocas de internet.

Ninguna libertad es absoluta; y la de expresión no es la excepción. Tiene restricciones legales y límites éticos. Sucedió con la humorista estadounidense, Kathy Griffin. Sostuvo una foto de la cabeza de Donald Trump ensangrentada, recién degollada. Explicó que era una sátira por los dichos del Presidente contra una periodista. Su broma no tuvo efectos legales, pero fue éticamente censurada.  En contrapartida, CNN la cesó como animadora del programa de fin de año en Times Square.

Los comunicadores profesionales siempre están expuestos a las consecuencias por el mal uso de sus palabras y gestos. Ocurrió con el comediante político, Bill Maher, que debió pedir mil perdones por dichos peyorativos contra personas negras. Pero en esta era en que el internet y las redes sociales han convertido a los usuarios en comunicadores y medios, nadie escapa a las responsabilidades por insultar, acosar o discriminar, pese a creerse parapetados en la privacidad de los chats.

Les sucedió a 10 estudiantes esta semana. Pese a sus excelentes antecedentes académicos, la Universidad de Harvard rechazó su admisión por estar haciendo bromas homofóbicas y xenofóbicas en una página de Facebook. No se percataron que toda información digital deja huella, la que es fácilmente rastreada por oficinas de admisión, empleadores, gobiernos, policías y delincuentes.

En esta época en que la mayor parte de la conversación pública pasa por las redes sociales, el quebradero de cabeza es cómo contener la propagación de los mensajes de odio y expresiones discriminatorias. También, sobre cómo lograr el balance necesario entre incentivar la libertad de expresión y el derecho a la privacidad, a la vez que censurar los delitos de odio y la apología de la violencia.

Más allá de los grupos criminales que lucran en el internet con la pornografía, el tráfico de personas, el robo de identidad y los secuestros con virus digitales, el reto es el terrorismo, no tan solo por su propaganda de odio, sino porque está causando reacciones gubernamentales que, aunque pueden estar justificadas, podrían menoscabar la libertad digital de la que gozamos.

La premier británica, Theresa May, reaccionó de esa forma. A pocas horas del atentado en el puente de Londres pidió a la comunidad internacional alcanzar un acuerdo para regular el internet, con el argumento de privar a los extremistas de un lugar donde adoctrinar y reclutar a fanáticos.

Aunque la empatía por el duelo consiguió adeptos, su propuesta es muy peligrosa porque insiste con la posición gubernamental de darle más poder de vigilancia a las agencias de inteligencia y la policía para que espíen las redes y chats, pero sin órdenes judiciales.

Su argumento es que la autorregulación de las empresas tecnológicas no está dando los frutos necesarios para bloquear a los terroristas y a los delincuentes digitales. En realidad se está haciendo mucho más que nunca, pero sucede que el internet es un campo demasiado vasto y difícil de controlar. Facebook y Google han contratado miles de editores de contenido, YouTube impuso nuevas normas para que la publicidad no fluya hacia videos que incentiven el odio y la violencia; pero mucho no es suficiente.
Este intríngulis se advierte como el problema prioritario en la actualidad, requiriéndose esfuerzos de todos los protagonistas en procura de una necesaria alfabetización digital.

A las empresas tecnológicas les cabe la responsabilidad de hacer mucho más, pero sin relegar la protección de los derechos de sus usuarios a la expresión y la privacidad.

Los gobiernos no deben abusar de los controles, a sabiendas de que no existen delitos digitales, sino crímenes comunes cometidos a través del internet, los que ya están debidamente tipificados y legislados.


Y los usuarios debemos entender que la comunicación digital no es una simple extensión de las charlas de café. Todo mensaje conlleva responsabilidades y puede tener consecuencias. Así como las dactilares, las huellas digitales pueden delatar la bondad o la maldad de nuestras acciones. trottiart@gmail.com

octubre 15, 2010

Judíos, CNN y gobierno argentino

Si el gobierno argentino fuera la CNN, el ministro de Economía debería ser despedido. Me explico:
Hace 15 días, la cadena CNN despidió al presentador Rick Sánchez después de que en una entrevista de radio llamó “intolerante” al comediante Jon Stewart, considerando que se burla de “todos los que no son como él”, al mismo tiempo que refiriéndose al cómico de origen judío, se burló del argumento sobre que los judíos se consideran una minoría en EEUU.
En su prédica en contra de Stewart, Sánchez dijo que “… todo el que administra a CNN es muy parecido a Stewart, y mucha gente que administra todas las otras cadenas es muy parecida a Stewart, e implicar que de algún modo ellos, la gente de este país que es judía ¿es una minoría oprimida?''… seguro que sí, se contestó sarcásticamente Sánchez.
La reacción de la cadena fue contundente. Menos de 24 horas después de estas declaraciones, Sánchez quedó en la calle.
Voy ahora al ministro de Economía argentino, Amado Boudou, quien agredió a dos periodistas de los diarios Clarín y La Nación, ambos de Buenos Aires, durante una reunión en Washington en la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI). Boudou repentinamente arremetió contra los periodistas a quienes increpó: “Ustedes son como los que ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo”, dijo el ministro a los reporteros, a quienes instó a no ser “cómplices” de los diarios donde trabajan ni “FMI-adictos”.
Como era de imaginar, las organizaciones hebreas salieron al paso. En reunión y conferencia de prensa con la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), Boudou admitió que usó “metáforas inapropiadas” vinculadas al Holocausto, sin embargo se negó a pedir disculpas a los periodistas.
Por su parte, el canciller argentino, Héctor Timerman, de ascendencia judía, minimizó el episodio, al decir que el ministro de Economía no debería haber dicho esa frase, pero aprovechó a criticar a Clarín por banalizar el Holocausto y usar el tema para montar una campaña contra su colega ministro y el gobierno.
Lo de Timerman ya se sabe que juzga los hechos de acuerdo a su prisma ideológico, así lo expresa continuamente en Twitter, y lo del ministro Boudou es lamentable, no solo por lo inapropiado y condenable expresión sobre el Holocausto, sino porque además siempre ha agredido a periodistas y medios con insultos y bajezas, de la que son testigos muchas reporteros a las que ha rebajado por su género.
Debido a ello, ojalá el gobierno argentino se hubiera comportado como la CNN.

diciembre 12, 2008

Ted Turner erra sobre Fidel Castro

No hay nada malo con creer que Fidel Castro ha hecho mucho en su país en estos últimos 50 años desde que bajó de la Sierra Maestra. Tampoco por dejarse envolver por el romanticismo revolucionario sobre la cantidad de logros en matera de salud, educación y justicia social. Ahora bien, creer que no es un dictador o hacerse el distraído sobre los fusilamientos del pasado y los prisioneros políticos del presente, es demasiado.

Así lo mostró Ted Turner, el magnate de medios de comunicación, durante una entrevista televisiva, bastante tensa por cierto, en la cadena derechista Fox durante una entrevista con Bill O’Reilly, para promocionar su libro “Call me Ted” donde dice que Fidel Castro lo inspiró para crear CNN Internacional.

Más allá de esa inspiración, cuando O’Reilly le preguntó si admiraba a Fidel, Turner contestó: "Sí, lo admiro (...) admiro ciertas cosas de él. Está formando gran cantidad de médicos y ellos [los cubanos] han logrado desarrollar uno de los mejores sistemas educacionales del mundo. Y usted sabe, él es aún popular entre mucha gente allí.

O'Reilly lo increpó: "Pero es un asesino, él es un asesino, es un tipo que..." Turner lo interrumpió: "Pero eso es algo que nunca, según mi conocimiento, eso nunca ha sido probado'',

Turner erra en este punto, casi como cuando el presidente de Irán negaba el holocausto. Negar que en Cuba no existe una dictadura férrea, que se haya asesinado o un dictador que ha conculcado todas las libertades del pueblo, es demasiada estupidez intelectual.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...