Los siete cancilleres latinoamericanos se marcharon hoy de Honduras con la cabeza baja, después de dos días de entrevistas y negociaciones con un amplio espectro de hondureños. Su misión era convencer a Roberto Micheletti de que aceptara renunciar y restituir en el poder a Manuel Zelaya, como manda la propuesta del presidente costarricense Oscar Arias.
El duro golpe continuará en estos días para la OEA. Mañana en Washington, en medio de la reunión de embajadores de la OEA, Colombia introducirá una moción para rechazar a Hugo Chávez por su “proyecto expansionista”, ya que el domingo el presidente venezolano instruyó a su ministra de propaganda a que “hay que hacer todo lo posible para que mi mensaje llegue a los colombianos”, algo que Chávez ya había hecho el 16 de agosto cuando publicó un campo pagado en los diarios de referencia colombianos denunciando la connivencia militar entre Estados Unidos y Colombia.
También el viernes, el tema militar que ha levantado “vientos de guerra” según Chávez, será la excusa para la reunión de Bariloche del Unasur que hora conduce su homólogo Rafael Correa, por lo que de haber algún acuerdo o arreglo será nuevamente fuera de la OEA, un organismo que da la apariencia que no está ayudando a solucionar los grandes problemas de una región, cuyos asuntos más importantes, como los conflictos entre chilenos-bolivianos- peruanos o entre nicaragüenses-hondureños o ecuatorianos-colombianos o venezolanos-colombianos o argentinos-uruguayos o venezolanos-contra todos, están lejos de resolverse con el liderazgo de la OEA y de su secretario general.
Micheletti no cedió a la persuasión de los cancilleres y dijo que su gobierno se mantendrá firme a pesar de las nuevas presiones del gobierno de Estados Unidos en la suspensión de las visas generales que afectarán a unos 30 mil hondureños en forma anual. Micheletti dijo que seguirá adelante con el proceso electoral y estará por verse que suspensiones impondrá la comunidad internacional, ya que difícilmente podrá no reconocerse un proceso que estaba pautado desde antes de la salida de Zelaya y que tiene la garantía de la mayoría de los partidos políticos y los órganos rectores dentro del país. El nuevo gobierno se presta a desafiar a la comunidad internacional prometiendo una participación masiva en las elecciones de noviembre para demostrar el apoyo a la democracia.
Estará por verse lo que suceda en estas próximas semanas, las presiones económicas más extremas y cuáles serán las estrategias de Zelaya y Chávez que han estado desaparecidos por un par de días del tema Honduras, lo que parece toda una eternidad.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
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agosto 25, 2009
agosto 07, 2009
¿Y los hondureños?
En períodos conflictivos como el que vivimos hoy en Latinoamérica, la avidez de apoyo popular crece entre los líderes políticos de la región para hacer prevalecer sus ideas, justificar sus acciones y demostrar su poder.
Las crisis más agudas exigen a los gobernantes un mayor sostén público. Así sucede en los actuales conflictos latinoamericanos - limítrofes, ideológicos, económicos o de índole militar – como en el caso de Honduras, donde la ciudadanía está siendo tironeada a diario entre dos posiciones opuestas, como las del presidente depuesto Manuel Zelaya y el designado Roberto Micheletti.
Las permanentes marchas a favor de uno y otro dirigente, demuestran que muchos ciudadanos se adhieren genuinamente a una causa. Varios son persuadidos, otros manipulados, pero, en definitiva, en las muchedumbres todos son estimulados y halagados para defender ideas propias y ajenas.
El riesgo es que ese entusiasmo y apasionamiento no sea reciprocado por quienes antes lo incitaron, ya sea porque el enfoque defendido cambia de repente, debido a que el líder modifica su posición o la altera para pactar con la otra fuerza política, como seguramente ocurrirá si la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, resulta exitosa.
En el proceso de arbitraje actual, parece que el protagonista principal, ese que es cortejado y mimado en cada elección, está ausente. Al partidario fiel se le toma en cuenta solo para hacer masa. Nadie parece preguntarse ¿cómo se sentirían los seguidores de Micheletti si acaso su gobierno decide aceptar la restitución de Zelaya? o ¿cómo se sentirían los seguidores de Zelaya, si aceptara volver condicionado a la Presidencia, sin posibilidad de reelección?
La respuesta: muy decepcionados y traicionados. Con un ingrato sabor por haberse dejado inducir las broncas y robado las ilusiones; burlados e impotentes por haberse dejado manipular y utilizar, para luego ser desechados. Descartados.
Los individuos que se masifican en respaldo de uno u otro sector, cuanto más tiempo se someten a las arengas y a las exaltaciones, más difíciles se vuelven de controlar y mucho mayor se hace su presión.
Ni Zelaya ni Micheletti pueden negociar o ceder tan fácilmente sin considerar la presión de sus seguidores. La destitución de Zelaya es apoyada por un gran multitud que no quiere un país autocrático chavista, persuadida de que si regresa a la Presidencia, por más condiciones que se le impongan, su tozudez le hará seguir buscando mecanismos para reformar la Constitución, emulando a su gestor, Hugo Chávez, que aunque negó varias veces la reelección, consiguió esa posibilidad a perpetuidad. Quienes apoyan a Zelaya, lo consideran el líder, que de tener el tiempo suficiente, los puede sacar de la pobreza, dándoles empleos y/o dádivas, mayor dignidad, y acabar con el sometimiento a “las oligarquías dueñas del país”.
Si el presidente costarricense pretende que se cree un gobierno de reconciliación y unidad con la restitución de Zelaya – como reclama la comunidad internacional - no se debería solo articular un pacto político, sino generar un diálogo incluyendo el sentir de otros sectores sociales que claman por tener garantías de que Zelaya se irá sin chistar llegado su término a mediados de enero. Al mismo tiempo, debería pedir que bajen los decibeles belicistas aquellos ruidosos como Hugo Chávez, quien está instigando a la violencia y avivando la insurrección armada, y como Daniel Ortega, quien presta su terreno para esos objetivos.
Sería importante, además, que así como se han impuesto sanciones al gobierno de Micheletti, también se le impongan a Zelaya, en caso de que continúe arengando a lo que llama su “ejército del pueblo”, una masa transformada ya en fuerza de choque que utilizará como escudo humano para reingresar al país. El peligro, es que la alta volatilidad de la masa y la pasión que los activistas e infiltrados tienen por los desbordes y la violencia, predicen consecuencias nefastas como ya empezaron a suceder.
Si realmente se pretende la paz y la unidad para superar la crisis, además de reducir los ruidos que impiden el diálogo profundo, se deberían encontrar formas para que los ciudadanos sientan que sus preocupaciones están incluidas. Un ciudadano descartable, despechado, tarde o temprano, buscará otra masa donde anidar, para así continuar con su peligroso derrotero.
Las crisis más agudas exigen a los gobernantes un mayor sostén público. Así sucede en los actuales conflictos latinoamericanos - limítrofes, ideológicos, económicos o de índole militar – como en el caso de Honduras, donde la ciudadanía está siendo tironeada a diario entre dos posiciones opuestas, como las del presidente depuesto Manuel Zelaya y el designado Roberto Micheletti.
Las permanentes marchas a favor de uno y otro dirigente, demuestran que muchos ciudadanos se adhieren genuinamente a una causa. Varios son persuadidos, otros manipulados, pero, en definitiva, en las muchedumbres todos son estimulados y halagados para defender ideas propias y ajenas.
El riesgo es que ese entusiasmo y apasionamiento no sea reciprocado por quienes antes lo incitaron, ya sea porque el enfoque defendido cambia de repente, debido a que el líder modifica su posición o la altera para pactar con la otra fuerza política, como seguramente ocurrirá si la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, resulta exitosa.
En el proceso de arbitraje actual, parece que el protagonista principal, ese que es cortejado y mimado en cada elección, está ausente. Al partidario fiel se le toma en cuenta solo para hacer masa. Nadie parece preguntarse ¿cómo se sentirían los seguidores de Micheletti si acaso su gobierno decide aceptar la restitución de Zelaya? o ¿cómo se sentirían los seguidores de Zelaya, si aceptara volver condicionado a la Presidencia, sin posibilidad de reelección?
La respuesta: muy decepcionados y traicionados. Con un ingrato sabor por haberse dejado inducir las broncas y robado las ilusiones; burlados e impotentes por haberse dejado manipular y utilizar, para luego ser desechados. Descartados.
Los individuos que se masifican en respaldo de uno u otro sector, cuanto más tiempo se someten a las arengas y a las exaltaciones, más difíciles se vuelven de controlar y mucho mayor se hace su presión.
Ni Zelaya ni Micheletti pueden negociar o ceder tan fácilmente sin considerar la presión de sus seguidores. La destitución de Zelaya es apoyada por un gran multitud que no quiere un país autocrático chavista, persuadida de que si regresa a la Presidencia, por más condiciones que se le impongan, su tozudez le hará seguir buscando mecanismos para reformar la Constitución, emulando a su gestor, Hugo Chávez, que aunque negó varias veces la reelección, consiguió esa posibilidad a perpetuidad. Quienes apoyan a Zelaya, lo consideran el líder, que de tener el tiempo suficiente, los puede sacar de la pobreza, dándoles empleos y/o dádivas, mayor dignidad, y acabar con el sometimiento a “las oligarquías dueñas del país”.
Si el presidente costarricense pretende que se cree un gobierno de reconciliación y unidad con la restitución de Zelaya – como reclama la comunidad internacional - no se debería solo articular un pacto político, sino generar un diálogo incluyendo el sentir de otros sectores sociales que claman por tener garantías de que Zelaya se irá sin chistar llegado su término a mediados de enero. Al mismo tiempo, debería pedir que bajen los decibeles belicistas aquellos ruidosos como Hugo Chávez, quien está instigando a la violencia y avivando la insurrección armada, y como Daniel Ortega, quien presta su terreno para esos objetivos.
Sería importante, además, que así como se han impuesto sanciones al gobierno de Micheletti, también se le impongan a Zelaya, en caso de que continúe arengando a lo que llama su “ejército del pueblo”, una masa transformada ya en fuerza de choque que utilizará como escudo humano para reingresar al país. El peligro, es que la alta volatilidad de la masa y la pasión que los activistas e infiltrados tienen por los desbordes y la violencia, predicen consecuencias nefastas como ya empezaron a suceder.
Si realmente se pretende la paz y la unidad para superar la crisis, además de reducir los ruidos que impiden el diálogo profundo, se deberían encontrar formas para que los ciudadanos sientan que sus preocupaciones están incluidas. Un ciudadano descartable, despechado, tarde o temprano, buscará otra masa donde anidar, para así continuar con su peligroso derrotero.
mayo 19, 2009
Reelecciones lamentables
Lamentablemente el fantasma anti democrático de las elecciones está de nuevo abalanzándose en América Latina. El presidente Alvaro Uribe logró esta noche que el Senado colombiano autorizara un referendo para que pueda buscar su reelección por tercer período consecutivo.
Un diputado brasileño también logró presentar un proyecto de ley que permite el tercer período de Lula da Silva, mientras que Leonel Fernández, presidente de República Dominicana, antes de su viaje a España esta semana, logró un acuerdo con la oposición para intentar también la reelección. Mientras tanto, la controversia sigue a flor de piel por el temor de que el presidente hondureño Manuel Zelaya se salga con la suya y consiga basamento legal para su aspiración reeleccionista.
¿Quién pierde? La respuesta es fácil, la democracia. A pesar de que estos tres presidentes están teniendo buenas y populares presidencias, el problema es que la democracia se fortalece con la alternancia. Cuando los poderes de turno tienen la posibilidad de perpetuarse en el poder – la experiencia latinoamericana es rica en estas experiencias – puede suceder que los gobiernos corruptos intenten quedarse mediante corrupción y fraude electoral. Lo importante de una democracia, es que los gobiernos malos quedan en el tiempo y los poderes judiciales pueden actuar contra las irregularidades indebidas. Prueba de ellos es que numerosos presidentes que han dejado su posta, fueron procesados.
La obligación a la alternancia permite mayor diversidad y pluralidad, dos atributos esenciales para la democracia. Las reelecciones, en cambio, incentivan la corrupción.
Un diputado brasileño también logró presentar un proyecto de ley que permite el tercer período de Lula da Silva, mientras que Leonel Fernández, presidente de República Dominicana, antes de su viaje a España esta semana, logró un acuerdo con la oposición para intentar también la reelección. Mientras tanto, la controversia sigue a flor de piel por el temor de que el presidente hondureño Manuel Zelaya se salga con la suya y consiga basamento legal para su aspiración reeleccionista.
¿Quién pierde? La respuesta es fácil, la democracia. A pesar de que estos tres presidentes están teniendo buenas y populares presidencias, el problema es que la democracia se fortalece con la alternancia. Cuando los poderes de turno tienen la posibilidad de perpetuarse en el poder – la experiencia latinoamericana es rica en estas experiencias – puede suceder que los gobiernos corruptos intenten quedarse mediante corrupción y fraude electoral. Lo importante de una democracia, es que los gobiernos malos quedan en el tiempo y los poderes judiciales pueden actuar contra las irregularidades indebidas. Prueba de ellos es que numerosos presidentes que han dejado su posta, fueron procesados.
La obligación a la alternancia permite mayor diversidad y pluralidad, dos atributos esenciales para la democracia. Las reelecciones, en cambio, incentivan la corrupción.
abril 12, 2009
Zelaya y una gran oportunidad
El presidente Manuel Zelaya tiene la gran oportunidad de combatir la corrupción ordenando una exhaustiva investigación de la compañía estatal de telecomunicaciones, Hondutel, cuyos funcionarios fueron acusados indirectamente de haber recibido más de un millón de dólares en sobornos de parte de una empresa estadounidense.
Zelaya – tras la noticia sobre que un tribunal federal de Miami declaró culpable a la empresa Latin Node la que deberá pagar dos millones de dólares en multas al Departamento de Justicia – prefirió enviar una delegación de funcionarios a Miami para contratar a abogados y demandar a Otto Reich, ex subsecretario de Estado durante la presidencia de George Bush.
Reich, que solo fue citado por el diario El Nuevo Herald y que no tuvo participación alguna en los hechos que involucraron a Hondutel, dio a entender que el presidente Zelaya “ha permitido o alentado este tipo de prácticas”, diciendo conocer el esquema de corrupción al haber sido asesor de otra compañía a la que funcionarios hondureños le exigieron sobornos a cambio de beneficios contractuales.
Más allá de que Zelaya esté en todo su derecho de considerarse agraviado, su mayor responsabilidad como gobernante no debería ser echar una cortina de humo sobre el caso tratando de culpar al mensajero, sino ordenar una investigación que determine quienes son los funcionarios de Hondutel que embolsaron 1.09 millones de dólares en sobornos para beneficiar a Latin Node, deslindar responsabilidades y alcanzar el máximo grado de transparencia.
Mejor sería seguir la posición que se adoptó en Estados Unidos contra la compañía privada, cuyo casos de soborno fueron investigados por los abogados de la propia empresa luego de que cambió de manos propietarias, la información fue dada a conocer al Departamento de Justicia, y tras probarse la irregularidad, la justicia, la semana pasada, la declaró culpable. Los administradores corruptos de la compañía fueron despedidos hace tiempo y se desconoce todavía qué tipo de sanciones recibirán.
Falta por verse que pasará en Hondutel. Esperemos que se evite caer en la tentación de acusar que la denuncia se debe a una campaña política desestabilizadora o de descrédito y que todo quede en la nada.
Zelaya – tras la noticia sobre que un tribunal federal de Miami declaró culpable a la empresa Latin Node la que deberá pagar dos millones de dólares en multas al Departamento de Justicia – prefirió enviar una delegación de funcionarios a Miami para contratar a abogados y demandar a Otto Reich, ex subsecretario de Estado durante la presidencia de George Bush.
Reich, que solo fue citado por el diario El Nuevo Herald y que no tuvo participación alguna en los hechos que involucraron a Hondutel, dio a entender que el presidente Zelaya “ha permitido o alentado este tipo de prácticas”, diciendo conocer el esquema de corrupción al haber sido asesor de otra compañía a la que funcionarios hondureños le exigieron sobornos a cambio de beneficios contractuales.
Más allá de que Zelaya esté en todo su derecho de considerarse agraviado, su mayor responsabilidad como gobernante no debería ser echar una cortina de humo sobre el caso tratando de culpar al mensajero, sino ordenar una investigación que determine quienes son los funcionarios de Hondutel que embolsaron 1.09 millones de dólares en sobornos para beneficiar a Latin Node, deslindar responsabilidades y alcanzar el máximo grado de transparencia.
Mejor sería seguir la posición que se adoptó en Estados Unidos contra la compañía privada, cuyo casos de soborno fueron investigados por los abogados de la propia empresa luego de que cambió de manos propietarias, la información fue dada a conocer al Departamento de Justicia, y tras probarse la irregularidad, la justicia, la semana pasada, la declaró culpable. Los administradores corruptos de la compañía fueron despedidos hace tiempo y se desconoce todavía qué tipo de sanciones recibirán.
Falta por verse que pasará en Hondutel. Esperemos que se evite caer en la tentación de acusar que la denuncia se debe a una campaña política desestabilizadora o de descrédito y que todo quede en la nada.
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