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agosto 15, 2015

Cuba libre o libre en Cuba

Cuba todavía no es libre; no hay que confundirse. El derecho humano al libre albedrío lo sigue administrando el régimen de los Castro, por más que muestren mejor cara tras la reapertura de relaciones diplomáticas con EE.UU.
La confusión deviene de aquella algarabía que causaron Barack Obama y Raúl Castro cuando el 17 de diciembre anunciaron que reiniciaban relaciones. También por el acto de este viernes, en el que un exultante John Kerry, secretario de Estado, izó la bandera estadounidense en La Habana, enterrando desconfianzas y agresiones mutuas que duraron 54 años.

La esencia misma de la dictadura militar castrista está intacta. Por eso nadie de la disidencia pudo presenciar la ceremonia de Kerry. Los Castro impidieron que sus opositores aprovechen la tribuna. Y el gobierno de Obama se sintió de manos atadas ante las condiciones impuestas. Debió aceptar, además, la furia de los republicanos que creen que Washington dio mucho a cambio de poco o nada.
De todos modos, la discusión entre republicanos y demócratas es de forma. Todos saben que los distintos gobiernos de EEUU jamás dejaron de apoyar a la disidencia interna con ideología y recursos. Su objetivo siempre fue promover la implosión de la revolución. Pero, en el fondo, lo que molesta, es que los Castro se salgan de nuevo con la suya. Consiguieron beneficios económicos para seguir estirando su supervivencia, aunque siguen bloqueando la supervisión de los derechos humanos: Prohíben las libertades de reunión, de expresión y ni hablar de elecciones libres.
Los Castro se muestran inamovibles y tercos en su posición. Del país solo autorizan la salida de los privilegiados, los que reciben permisos y que conforman las delegaciones oficiales. Pero son muchos más los que desertan y escapan, en busca de libertad y toma de decisiones.
Los Castro se regodearon esta semana enviando a cuatro chefs oficiales a Miami. Pero la propaganda sobre los beneficios culinarios de la revolución es insignificante ante los grandes fracasos que denota la falta de libertades. De muestra un botón: En las pasadas semanas, cuatro futbolistas de la selección cubana desertaron mientras jugaban la Copa de Oro y cuatro dentistas cubanos llegaron a Miami vía Colombia, después de desertar de las misiones sanitarias en Venezuela.
Los cubanos siguen escapándose de esa gran prisión todos los días, aunque sus odiseas, por repetidas e institucionalizadas, no concitan la atención que provocó la del Chapo Guzmán. Veinticuatro de ellos llegaron deshidratados esta semana a las costas de Florida en una embarcación precaria; una de las tantas que en los últimos meses trajo a más de tres mil inmigrantes. Otros miles fueron deportados en el intento, por aquella cláusula que no da status de refugiados a quienes no toquen con sus pies tierra firme. Lo más dramático: Se calcula que cientos murieron en el intento.
Quienes no se animan a salir de Cuba pero están descontentos y se manifiestan como tal, no la pasan bien. La tendencia a las detenciones arbitrarias, a los juicios sumarios y a las palizas sigue en alza. Nada se detuvo pese a los nuevos acuerdos diplomáticos. Raúl Castro se esfuerza en demostrar rigor y puño de hierro, de ahí que sostenga que la apertura económica no implica reformas políticas. El comunismo sigue siendo regla y forma de vida.
El doble discurso castrista es elocuente. A los salvavidas económicos que otrora les tiró Rusia, China y recientemente Venezuela, ahora le suma los de EE.UU. Obama, por su parte, insistirá en su propósito de que la economía derruirá a la ideología. Tiene esperanzas de que el Congreso levante el embargo, la última excusa al que los Castro le adjudican la pobreza económica de su régimen.
De nuevo. No hay que confundirse. Cuba libre es por ahora una aspiración y vivir libre en Cuba es solo condición para turistas, privilegiados y miembros del gobierno y del partido. Quien no pertenece a estos grupos y quiere ser libre,  debe remar en la inmensidad del océano o desertar de alguna delegación oficial que le haya tocado en suerte.
Tampoco hay que confundirse. La estrategia que EE.UU. siguió por décadas para conquistar a Cuba nunca funcionó. Este es un nuevo y razonable intento para demostrar que con dólares, y sin soldados, se puede comprar libertad. 

diciembre 22, 2014

Francisco: Una brisa que transforma

Terminando el 2014 los medios se apuran a elegir el personaje del año. La revista Time eligió a los luchadores contra el ébola, esa peste tan calamitosa que asalta a la humanidad como el cambio climático al planeta.

Omitieron, sin embargo, al personaje más progresista del 2014: Francisco. Quizás porque la noticia más sorprendente cayó a destiempo o porque el Papa suele pasar debajo del radar por no tener una personalidad estridente. Pero quilates no le faltan, ha logrado en meses lo que otros no alcanzan en décadas. Transformó a la Iglesia, ahora en constante evolución, y se configuró como actor político audaz y astuto.

Más allá de pedir a los religiosos musulmanes que condenen al terrorismo y a líderes mundiales que opten por los pobres, su audacia quedó plasmada en dos hechos concretos, demostrando que su actos no son como la típica tormenta de verano que sorprende y deja todo desbaratado, sino más bien una brisa permanente que reconforta y transforma.

El acto más astuto fue haber convocado al Vaticano al jefe de Estado israelí Shimon Peres y al presidente palestino Mahmud Abas para orar por la paz. Pero el más visionario quedó desenmascarado este miércoles, en su 78 cumpleaños, cuando Barack Obama y Raúl Castro delataron a Francisco como el gran mediador para acercar a sus países, distanciados por más de 50 años.

Obama y Castro le agradecieron por ayudar a derrumbar el último muro de la guerra fría y recordaron las visitas oficiales al Vaticano, donde Francisco usó sus dones diplomáticos para destrabar lo impensable, así como Juan Pablo II usó los suyos para detener una guerra segura entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle.

De todos modos, Francisco reniega cuando lo califican de estratega político, prefiere ser pastor y ejemplo. Con una personalidad en la que se entremezclan la intelectualidad jesuita y la viveza criolla, sus modales calmos suelen terminar como gritos estruendosos que revientan tímpanos y avergüenzan estilos de vida, tanto de agnósticos y laicos como de obispos y religiosas.

Sus frases simples y directas definen la nueva cultura y catequesis que viene imponiendo. A su humilde “recen por mí” apenas salió humo blanco del Vaticano, le sumó la compasiva pregunta “¿quién soy yo para juzgar?” cuando los periodistas lo embretaron por la posición eclesial sobre el homosexualismo, lo que terminó derivando en un documento vaticano más comprensivo con los homosexuales.

A su política de “tolerancia cero” sobre la pederastia, la convirtió en una caza interna de religiosos depravados que arrojó a la justicia, demostrando que pecado y delito no son sinónimos. Y aplicó la misma vara para juzgar los casos de curas abusadores en Granada, que para despedir a obispos corruptos por el turbio manejo de las finanzas del Banco del Vaticano, sentenciando que la “corrupción es el anticristo” del mundo.

Cuando se lo interpeló por estos delitos y por el oscurantismo de las decisiones más terrenales de la Iglesia, Francisco obsequió una frase contundente: “La verdad es la verdad y no hay que esconderla”. De ahí que se lo ame por ser un tipo transparente y autocrítico, que igual le da con pedir a sus discípulos que se aparten de los autos de lujo, a que sean misericordiosos o que evangelicen con alegría y “sin cara de funeral”, como escribió en Evangelii Gaudium.

Francisco es simple pero se mete en terrenos complicados que sus antecesores no pisaban. Pidió que para el conflictivo Sínodo de la Familia de octubre se revisara el estatus de los divorciados a los que calificó de “excomulgados de hecho” y que “no se cerraran las puertas de la Iglesia para nadie”, mientras bautizaba a hijos de personas no casadas.

Bergoglio tiene muchos desafíos pendientes, pero no hay dudas que los zanjará gracias a su espíritu transformador. Entre ellos, la reforma de la curia, la mayor inclusión de las mujeres y una mejor tracción para que no continúe el éxodo de fieles hacia otras religiones.

En cuanto a las relaciones EEUU-Cuba, ojalá que Francisco acompañe el nuevo proceso y su brisa transforme a la dictadura castrista para que respete los derechos humanos y no quede todo resumido solo al intercambio de un par de presos y espías. Los cubanos, todos, están ansiosos por tener libertad y elegir su destino.

agosto 10, 2010

Acuerdo necesario, idílico, pero ingenuo

El acuerdo para reiniciar relaciones diplomáticas entre Juan Manuel Santos y Hugo Chávez es bueno y era necesario. Los pueblos no tienen que pagar los platos rotos ni las peleas de micrófono entre gobiernos. Las relaciones no tenían por qué estar rotas.
El acuerdo es bueno, tiene puntos específicos y un compromiso de Hugo Chávez de no permitir actividades de grupos ilícitos del lado de su frontera. Es un pacto conveniente, para Santos y más donde todo lo que haga en estos primeros cien días se lo verá dentro de su espacio de maniobra hasta que el tiempo y el cargo pesen.
Pero así de necesario como idílico, el pacto también es ingenuo, sobre todo teniendo en frente a alguien que no mantiene su palabra muy fácilmente. Que no reconoce acuerdos internacionales firmados por administraciones anteriores ni permite a organismos de derechos humanos o veedores o comisiones internacionales entrar a su territorio.
Chávez en cualquier momento rompe o congela relaciones, después de que algo no le guste, como ya ocurrió en cuatro oportunidades… o moviliza soldados a la frontera para hacer la del tero (pajarito de las pampas argentinas que pía en lugares lejanos a su nido en el suelo para despistar a los intrusos o agresores).
Ahora, Chávez, salió de nuevo con la suya del entuerto de tener que permitir o hacer investigaciones para comprobar lo que el ex gobierno de Uribe denunció y lo que también mostró el documental de la televisión española, Los Guardianes de Chávez, que en Venezuela anidan guerrillas de las FARC.
Santos hizo lo que tenía que hacer, no le quedaba otra, y tampoco es tan ingenuo para tragarse cualquier ostra. Uribe seguramente siga buscando a Chávez a través de la Corte Penal Internacional y hasta Santos tendrá que mediar para que no siga la pelea.
Veremos cuánto dura la calma de Chávez, que siempre se aprovecha, con sus bravuconadas, de la situación.

agosto 19, 2009

Reciprocidad y desacato

Reciprocidad y desacato 19-08-09
A juzgar por cómo se conducen las relaciones diplomáticas, como es el caso entre Honduras y Argentina, nos está dejando a los ciudadanos con un sabor agridulce, teniendo en cuenta que no estamos obteniendo buenos ejemplos de conducta ciudadana de quienes deberían ofrecerlo, teniendo en cuenta que los gobernantes son quienes nos representan y tienen la obligación de administrar la cosa pública, incluyendo la gerencia de los bienes públicos así como las relaciones políticas entre los estados.
Lamentablemente, estamos en un momento muy ríspido en materia de relaciones, donde los gobernantes de turno utilizan la “diplomacia por micrófono” o viven haciendo declaraciones políticas, más que fomentando la verdadera diplomacia que debería servir para limar las asperezas ante cada situación que se presenta difícil.
La reciprocidad es un principio diplomático que suele emular la política bíblica del “ojo por ojo, diente por diente”, que a veces, para lo único que sirve, es para exacerbar los ánimos o para justificar la venganza. De todos modos, en diplomacia, como en los aspectos consulares, los países utilizan este principio siendo respetado por los actores de turno. Así, por ejemplo, Brasil y Chile cobran una cuota de 100 dólares de entrada a ciudadanos estadounidenses, porque ese es el valor que cuesta una visa para entrar a los Estados Unidos.
Este principio de reciprocidad también lo usan Ecuador y Colombia, quienes han expulsado los embajadores respectivos, después de la lectura que cada país hizo de la incursión militar colombiana contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano en marzo de 2008. Lo mismo sucedió entre Bolivia y Estados Unidos, entre Estados Unidos y Venezuela, aunque las relaciones ya se normalizaron y entre Venezuela y Colombia, donde Hugo Chávez decidió congelar las relaciones después de las acusaciones públicas que Alvaro Uribe hiciera a Venezuela por vender armas de fabricación sueca a las FARC.
A cada rato y cada vez con mayor frecuencia, los gobiernos llaman a sus embajadores para pedir explicaciones o aclaraciones sobre declaraciones o conductas inapropiadas que perjudican las relaciones diplomáticas. Pero, más allá de la reciprocidad, lo que sucede ahora es algo nuevo, se está utilizando la vía del desacato en la diplomacia, es decir desobedeciendo las órdenes de un gobierno, lo que podría desembocar en nuevos problemas, más que ayudar a solucionar los viejos.
Esta vez el turno fue para el canciller argentino Jorge Taiana. Declaró - después de que el gobierno de Roberto Micheletti invocara el principio de reciprocidad para echar a los diplomáticos argentinos de Honduras porque Argentina desconoció a la embajadora hondureña en Buenos Aires - que Argentina no retirará de territorio hondureño su misión diplomática porque no reconoce como legítimo al nuevo gobierno de facto, sino solo al que encabeza el depuesto presidente Manuel Zelaya.
Argentina adoptó así la figura del desacato que utilizó Venezuela al dejar a un diplomático venezolano encerrado en la sede de su país, algo que probablemente harán otros países, como Chile, como medida de presión (y a pedido de Zelaya) para que el gobierno de Micheletti se someta al acuerdo de San José que promueve el presidente costarricense Oscar Arias.
Más allá del intríngulis político y del reconocimiento o no que se haga del nuevo gobierno hondureño, lo que causa sorpresa y será interesante observar – además de que el principio de reciprocidad es aceptable dentro de los estándares de las leyes internacionales – cómo se moverá el derecho y la legalidad internacional ante el tema del desacato, un delito grave en el caso de que lo cometa un ciudadano, por ejemplo, puede ser deportado si no acepta las normas de migración o puede terminar en la cárcel si desacata una orden de un juez.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...