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junio 21, 2010

Chávez y la Argentina

Si la política exterior de Argentina no fue hasta ahora buena con el matrimonio Kirchner, es de esperar que con el nuevo canciller en reemplazo, Héctor Timerman, será pésima.

Sus primeras declaraciones al entrar en su nuevo puesto el viernes tras reemplazar a Jorge Taiana fueron para elogiar al presidente venezolano Hugo Chávez, a quien destacó como un líder que hizo mucho por la integración y unión regional, además de ser, con 14 procesos electorales a sus espaldas, el líder más legitimado del continente (¿!).

Increíble. Por un lado Chávez está unido a un largo proceso de hechos corruptos con el gobierno argentino, desde la famosa valija con 800 mil dólares para la campaña electoral de la presidenta Kirchner hasta la acusación de una “diplomacia paralela” entre ambos países (lo que resultó en la renuncia de Taiana) con sobornos extraordinarios entre funcionarios y comerciantes de ambos países.

Y para la unidad regional Chávez tampoco hizo mucho; más bien es el factor polarizador más grande que haya tenido este continente, donde ahora todo es blanco o negro, bueno o malo, y quien se ha destacado por una “diplomacia de micrófono” interfiriendo en asuntos de numerosos países; no solo con palabras, sino comprando lealtades y voluntades a fuerza de petrodólares.

Los procesos electorales son una quimera. Especialmente cuando perdió el referendo y la posibilidad de hacer reformas socialistas como pretendía. Pero se las ingenió para que el Congreso le diera una ley habilitante con la cual puso en práctica todo lo que el pueblo le había negado en las urnas.

Reconocer ese gesto como “democrático” no habla muy bien de la nueva etapa de política exterior que se inicia en Argentina.

agosto 19, 2009

Reciprocidad y desacato

Reciprocidad y desacato 19-08-09
A juzgar por cómo se conducen las relaciones diplomáticas, como es el caso entre Honduras y Argentina, nos está dejando a los ciudadanos con un sabor agridulce, teniendo en cuenta que no estamos obteniendo buenos ejemplos de conducta ciudadana de quienes deberían ofrecerlo, teniendo en cuenta que los gobernantes son quienes nos representan y tienen la obligación de administrar la cosa pública, incluyendo la gerencia de los bienes públicos así como las relaciones políticas entre los estados.
Lamentablemente, estamos en un momento muy ríspido en materia de relaciones, donde los gobernantes de turno utilizan la “diplomacia por micrófono” o viven haciendo declaraciones políticas, más que fomentando la verdadera diplomacia que debería servir para limar las asperezas ante cada situación que se presenta difícil.
La reciprocidad es un principio diplomático que suele emular la política bíblica del “ojo por ojo, diente por diente”, que a veces, para lo único que sirve, es para exacerbar los ánimos o para justificar la venganza. De todos modos, en diplomacia, como en los aspectos consulares, los países utilizan este principio siendo respetado por los actores de turno. Así, por ejemplo, Brasil y Chile cobran una cuota de 100 dólares de entrada a ciudadanos estadounidenses, porque ese es el valor que cuesta una visa para entrar a los Estados Unidos.
Este principio de reciprocidad también lo usan Ecuador y Colombia, quienes han expulsado los embajadores respectivos, después de la lectura que cada país hizo de la incursión militar colombiana contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano en marzo de 2008. Lo mismo sucedió entre Bolivia y Estados Unidos, entre Estados Unidos y Venezuela, aunque las relaciones ya se normalizaron y entre Venezuela y Colombia, donde Hugo Chávez decidió congelar las relaciones después de las acusaciones públicas que Alvaro Uribe hiciera a Venezuela por vender armas de fabricación sueca a las FARC.
A cada rato y cada vez con mayor frecuencia, los gobiernos llaman a sus embajadores para pedir explicaciones o aclaraciones sobre declaraciones o conductas inapropiadas que perjudican las relaciones diplomáticas. Pero, más allá de la reciprocidad, lo que sucede ahora es algo nuevo, se está utilizando la vía del desacato en la diplomacia, es decir desobedeciendo las órdenes de un gobierno, lo que podría desembocar en nuevos problemas, más que ayudar a solucionar los viejos.
Esta vez el turno fue para el canciller argentino Jorge Taiana. Declaró - después de que el gobierno de Roberto Micheletti invocara el principio de reciprocidad para echar a los diplomáticos argentinos de Honduras porque Argentina desconoció a la embajadora hondureña en Buenos Aires - que Argentina no retirará de territorio hondureño su misión diplomática porque no reconoce como legítimo al nuevo gobierno de facto, sino solo al que encabeza el depuesto presidente Manuel Zelaya.
Argentina adoptó así la figura del desacato que utilizó Venezuela al dejar a un diplomático venezolano encerrado en la sede de su país, algo que probablemente harán otros países, como Chile, como medida de presión (y a pedido de Zelaya) para que el gobierno de Micheletti se someta al acuerdo de San José que promueve el presidente costarricense Oscar Arias.
Más allá del intríngulis político y del reconocimiento o no que se haga del nuevo gobierno hondureño, lo que causa sorpresa y será interesante observar – además de que el principio de reciprocidad es aceptable dentro de los estándares de las leyes internacionales – cómo se moverá el derecho y la legalidad internacional ante el tema del desacato, un delito grave en el caso de que lo cometa un ciudadano, por ejemplo, puede ser deportado si no acepta las normas de migración o puede terminar en la cárcel si desacata una orden de un juez.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...