febrero 08, 2015

Crudo y cruda corrupción

A más de 100 dólares el barril el año pasado o ahora a menos de 50 dólares, el petróleo sigue siendo la gasolina que mueve al mundo. Influye en la geopolítica, transforma las relaciones diplomáticas y cambia nuestros hábitos de consumo.

Con menores ingresos por venta de crudo, a Vladimir Putin le resulta difícil mantener sus sueños por Ucrania y al gobierno de Irak detener el avance de los terroristas del Estado Islámico. El precio bajo permite a China reducir a la mitad su déficit comercial y en EEUU, con una gasolina que cayó de un dólar a 50 centavos el litro, los consumidores gastan la diferencia en gadgets y restaurantes, aunque también en camionetas de alto consumo, lo que pone en jaque los esfuerzos contra el calentamiento global.

La decisión de la Opec de mantener la producción alta y, por ende, los precios bajos, tiene efectos inconmensurables. Las nuevas relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba que iniciaron Barack Obama y Raúl Castro, impensadas meses atrás, fueron precipitadas por la caída del precio del crudo. Los Castro se volvieron más prácticos al quedarse otra vez sin flujo de caja, desde que observaron que la exportación de algo de los 100 mil barriles de petróleo que les regala el gobierno venezolano no tiene mayor impacto en sus finanzas. Advirtiendo que Venezuela ya no les resulta útil, así como antes descartaron a sus benefactores históricos, Rusia y China, los Castro se acercaron a su eterno rival, EEUU, su última y única carta de sobrevivencia.

Más drástico es el caso de Venezuela. El presidente Nicolás Maduro pasó de ser protagonista a tener influencia mínima en América Latina. En su nuevo papel de pordiosero, aprovechó esta semana foros del Alba y Unasur - creados por Hugo Chávez en épocas de esplendor petrolífero - para pedir a sus aliados que influyan ante EEUU por una “diplomacia de paz” y así recibir el mismo trato que el “imperio” le prodiga ahora a los Castro.

Lejos de lograrlo, en el frente interno Maduro disfraza su ineficiencia administrativa achacándole todos los males al gobierno estadounidense, al que acusa de propiciar la caída de los precios e iniciar así una guerra económica con el fin de derrotarlo. Ya nadie se traga el anzuelo. Las colas interminables y el desabastecimiento de carne de pollo, tampones o baterías para autos, fueron siempre característica intrínseca del chavismo, aun cuando el barril de crudo se cotizaba por arriba de los 100 dólares.

La adicción al petróleo condenó al chavismo a su autodestrucción. La caída del precio no tendría mayor impacto si el gobierno hubiera apostado a la diversificación económica. En cambio, malgastó recursos. Se dedicó a vender ideología y comprar alianzas para pelear contra EEUU en todos los frentes, sin advertir que la perorata ideológica, al mejor estilo cubano, no es suficiente para mantener ni a un régimen ni a un país.

En épocas de vacas gordas, Chávez y Maduro no ahorraron pensando en el futuro. Malgastaron recursos, no construyeron infraestructura, no diversificaron industrias, no invirtieron en educación especializada. Al contrario, mataron a la empresa privada, hicieron propaganda con educación y salud de cuarta, polarizaron y crearon mayor desigualdad entre clases sociales.

Distinto panorama tendría Venezuela si el gobierno en lugar de imitar al retrógrado y fracasado modelo cubano, hubiera mirado hacia los emiratos árabes, donde se comprendió que el petróleo es una materia prima agotable. Hoy los venezolanos gozarían de puentes y carreteras, industrias variadas, empleo, educación de primer mundo y menos pobreza.

El chavismo no es el único gobierno que deberá pagar factura histórica por haber malgastado tanta riqueza. Además de la malograda PDVSA, la mexicana PEMEX y la brasileña PETROBRAS también están condenando la ineficiencia de Enrique Peña Nieto, Dilma Rousseff y a sus antecesores. Recién ahora, en época de vacas flacas, cuando no hay dinero público para gastar y se debe raspar la olla de estas empresas, salió a relucir cuán profunda, arraigada y protegida está la corrupción en América Latina.

Es evidente que el precio del crudo tiene influencias geopolíticas insoslayables, pero no hay que dejarse engañar. La cruda realidad es que la mala administración pública de este recurso es lo que tiene mayor impacto negativo en nuestras sociedades.

febrero 03, 2015

Gobiernos Pinocho

Las mentiras oficiales todavía forman parte de la cultura latinoamericana. El desprecio por la verdad de los gobiernos actuales de Argentina, Ecuador, México y Venezuela, se ha enquistado como política de Estado profundizando aún más el rampante clima de corrupción e impunidad.

Este desprecio por la verdad quedó reflejado en el informe anual sobre derechos humanos que presentó esta semana Human Rights Watch. Advierte sobre el deterioro de la democracia en esos países en particular, como consecuencia de poderes judiciales politizados, violaciones sistemáticas a la libertad de prensa y expresión, falta de leyes que obliguen a los gobiernos a brindar información fidedigna, a ser transparentes, a no manipular datos o mentir.

Aunque hace rato estos gobiernos se comportan como Pinocho, los últimos hechos noticiosos los terminaron por desenmascarar. La presidente Cristina Kirchner quedó retratada con nariz creciente en una caricatura de Clarín, por sus reportes vacilantes y cambiantes sobre la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman que la tenía a ella como encubridora del caso AMIA. En México, el  presidente Enrique Peña Nieto quiso imponer punto final a la masacre de los 43 estudiantes de Iguala, declarando muertos a los desaparecidos, temiendo que la ineficiencia judicial sea el lastre que termine con su gobierno.

Y en Venezuela, mientras el titular del Congreso, Diosdado Cabello, trata sin pruebas e información de librarse de quienes lo acusan con evidencias de liderar un cartel de narcotraficantes, el presidente ecuatoriano Rafael Correa creó un sitio de internet, Somos +, para continuar la defensa moral de su régimen, al que lo siente víctima de críticos y difamadores. En la nueva página web y bajo su argumento de calificar toda crítica de mentirosa y de que todos deben ser súbditos de la verdad oficial, seguidores partidarios y funcionarios públicos se darán a la tarea de identificar, desprestigiar y hasta perseguir legalmente a los usuarios de internet y redes sociales que critiquen al gobierno: “Si ellos mandan un tuit, nosotros mandaremos 10 mil”.

El desprecio por la verdad no es conducta nueva. Tras las intervenciones del INDEC en Argentina y de entidades autónomas en Venezuela, siempre se mintió sobre la inflación, los niveles de pobreza y otras estadísticas estratégicas. Una contradicción con los nuevos tiempos, cuando los países perfeccionan y aprecian la exactitud y cruce de datos con la intención de crear estrategias para remediar problemas sociales. Sin datos verdaderos, los gobiernos terminan apelando a la propaganda.

El escritor Martín Caparrós argumentó sobre los efectos de las mentiras oficiales. En un artículo en El País, se refiere a las devaluaciones argentinas, pero no a las económicas, sino a la más importante “la devaluación de la palabra del Estado”. Acusa al gobierno de Kirchner de ser “una fábrica de ficciones”, y sobre los efectos de los excesivos discursos de Cristina Kirchner observa que la “palabra presidencial se va degradando hasta convertirse en ocasión de chistes malos o, en el mejor de los casos, en un ruido de fondo”.

Todo gobierno, con el tiempo, devalúa su palabra, de ahí el declive de los índices popularidad como efecto de mentiras y contradicciones en el discurso. Pero es en los regímenes populistas, amantes de cadenas nacionales, discursos interminables y excesiva propaganda, donde se observa como la palabra mal usada termina por degradar y polarizar a la sociedad. No hay extremo más ejemplarizante que el de Venezuela, donde Nicolás Maduro usa de la misma forma el discurso de odio para acusar y perseguir a opositores, que el histriónico para respaldar su revolución mediante un Hugo Chávez encarnado en pajarito.

La mentira tiene patas cortas. Tarde o temprano los gobiernos deben rendir cuentas por más que crean que una mentira dicha mil veces se puede transformar en una verdad absoluta como sostenía el arquitecto de la propaganda nazi, Joseph Goebbels.

En esta época digital en que los ciudadanos pueden informarse y difundir información, criticar y fiscalizar, los gobiernos Pinocho verán mermada su credibilidad por más que digan la verdad, así como aquel pastorcito de la fábula, que después de engañar y mentir a la gente, ya nadie le creyó cuando gritó que el lobo se estaba devorando a sus ovejas. 

enero 25, 2015

Justicia - Nisman: Destinados a ser bananeros

¿En qué se diferencia un país desarrollado de una república bananera?

La respuesta más simple apunta a diferencias de nivel económico y desarrollo entre uno y otro país. La más competente, sin embargo, tiene que ver con el grado de estabilidad política, los niveles de corrupción y la independencia de poderes, especialmente de la justicia.

Sin justicia no hay igualdad y sin justicia independiente un país está destinado a la autodestrucción. La calidad de una democracia, incluso el desarrollo económico, está íntimamente ligada a la calidad de la justicia. Esto es palpable en América Latina.

No es casualidad que Uruguay, Chile, Colombia y Costa Rica tengan mejores sistemas judiciales y, a su vez, menos corrupción, más estabilidad económica y mejor institucionalidad. En las antípodas se encuentran Argentina, Venezuela y México, con poderes judiciales ineficientes, satélites del poder, y con resultado similar: Una superlativa sensación de impunidad, desigualdad e inseguridad.

Las marchas y cacerolazos en Argentina en reclamo por justicia tras la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman, muestran frustración e impotencia social frente a un Estado que, enajenado por el poder de turno, no ofrece ni garantías ni bien común.

El sistema de administración de justicia de Argentina, como el de Venezuela, está infiltrado por el gobierno. Quedó demostrado en ambos casos que los intentos por “democratizar la justicia” no fueron más que la búsqueda permanente de transformar al Poder Judicial en un aparato judicial para el interés y servicio propio.

Difícilmente pueda el caso Nisman ser punto de quiebre para que todo cambie de ahora en más. El kirchnerismo, como el chavismo después de que fue asesinado en Venezuela el fiscal  Danilo Anderson en 2004, sacará a relucir toda suerte de teorías de la conspiración y chivos expiatorios. La primera carta en Facebook de la presidenta Cristina Kirchner ya apuntó en esa dirección. Culpó a extraños y espías, conspiraciones, titulares de Clarín y a la propia víctima, librándose de la acusación de que el gobierno encubrió a funcionarios iraníes por la masacre contra la AMIA, a cambio de favores políticos y económicos.

Fue la misma fórmula original que Hugo Chávez utilizó para perseguir a periodistas y opositores sin ton ni son; muchos acusados, varios encarcelados y otros exiliados.

El secuestro de la justicia, que no se le puede achacar solo al presente gobierno argentino, es el mayor vicio del país. Las reformas judiciales siempre intentaron crear fiscales y jueces “gubernamentales”. La consecuencia es un estado perenne de impunidad e inmunidad, sintetizado ahora en las irregularidades irresueltas de la misma Presidenta sobre sus negocios inmobiliarios, en los negociados del vicepresidente Amadao Bodou y de tantos otros como los Báez, Ciccone, de Vido adosados como ornamentos a un gran arbolito de Navidad.

Es claro. Por la falta de independencia de la justicia se agudizan todos los vicios, el más perverso, la corrupción, y el más violento, las mafias. En su reciente viaje a Filipinas el papa Francisco advirtió que la corrupción o la falta de justicia es el equivalente a “terrorismo de Estado”, el origen de la desigualdad.

Lo más trascendente del discurso de Barack Obama al Congreso esta semana, no fue que se haya enfocado en la mejoría del empleo, la independencia energética y en terminar terrorismos y guerras, sino en su idea de que la justicia y la igualdad son la base del desarrollo de su país: “(Nos) va mejor cuando todo el mundo tiene su oportunidad justa, recibe lo justo, donde todo el mundo juega con las mismas normas”.

EEUU está repleto de ambigüedades y limitaciones como cualquier país. Pero si hay algo que los ciudadanos valoran es la sensación de que las reglas son claras y parejas para todos. Que las leyes no están inspiradas en revanchismos políticos, sino en el bien común.

La certeza ciudadana de que la justicia es independiente al poder político, que no se usa para perseguir o blindar a nadie, que no existe otro interés más que buscar la verdad y de que la ley se aplicará sin distinciones, crea confianza, institucionalidad y despeja el camino para el desarrollo.

La eficiencia de la justicia define a un país; sin independencia cualquier país está destinado a ser bananero. 

enero 20, 2015

Charlie Hebdo y el futuro del internet

Así como sucedió tras el atentado contra las torres gemelas de Nueva York en 2001, el ataque contra la revista parisina Charlie Hebdo tendrá influencia superlativa sobre el futuro del internet.

A una semana del atentado, y decantada la euforia que concitó el apoyo a Charlie Hebdo con la compra de cinco millones de ejemplares de su edición post barbarie con la tapa de otro Mahoma, varios gobiernos occidentales ya adelantaron nuevas medidas restrictivas que adoptarán para el internet, una cara diametralmente opuesta a la que mostraron el domingo pasado al frente de la marcha en París a favor de la libertad de expresión.

Justificados en nombre de la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo, así como amparados por la conmoción y el duelo público, los gobiernos occidentales están aprovechando el cheque en blanco que tienen en estas primeras semanas después del atentado, para firmar leyes restrictivas al internet, que difícilmente hubiesen podido adoptarse días antes de la tragedia.

En horas previas al ataque a Charlie Hebdo, el debate sobre el internet tenía otro enfoque. Estaba centrado sobre la conveniencia o no del derecho al olvido; el derecho de autor y si Google puede beneficiarse de contenidos que crean otros; la protección de datos personales; la neutralidad y gobernanza de la web y sobre cómo neutralizar los abusos de los gobiernos a los derechos individuales como los que permitió la Ley Patriótica estadounidense, post Setiembre 11.

En este contexto, Francia tomó la iniciativa. El primer ministro, Manuel Valls, puso énfasis en aumentar el control sobre Internet y las redes sociales, medios predilectos de los terroristas para hacer propaganda, adoctrinar y buscar seguidores. Reino Unido, Alemania, España y Bélgica le siguieron, anunciando que dictarán leyes porque necesitan más poder legal y judicial para rastrear las telecomunicaciones en busca de terroristas, medidas que hace poco dejaron de lado por ser violadoras de los derechos humanos.

De este lado del Atlántico, Barack Obama tampoco perdió tiempo para reverdecer una ley sobre ciberseguridad que le había volteado el Congreso hace un par de años. Con el nuevo contexto y predicando que las amenazas cibernéticas son urgentes y crecientes, anunció una nueva legislación sin mayores aprehensiones.

A la luz de la amenaza de que sucedan nuevos Charlie Hebdo, de los ciberataques de Norcorea a Sony, los del Estado Islámico a las cuentas de Twitter y YouTube del Pentágono y del robo de datos de empresas privadas como Home Depot y Target, pareciera que los argumentos de Obama y de sus colegas europeos son sólidos e irrefutables. Se entiende que busquen mayor intercambio de información con empresas de telecomunicaciones y que le den a la Justicia más armas para encontrar, perseguir y vigilar cibercriminales y terroristas.
Sin embargo, estas nuevas medidas “de excepción” y que se calculan eficientes para prevenir nuevos atentados terroristas, pudieran quedarse para siempre, servir para cometer abusos, vigilar a justos por pecadores o remozar aquellas políticas de espionaje masivo e indiscriminado en internet que realizó la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, amparándose en razones de seguridad nacional y como consecuencia del robo y filtración de información que cometió Edward Snowden.
El panorama ahora es preocupante. Muchos gobiernos juegan de hipócritas así como lo hicieron en la marcha de París, donde no muchos de los que marcharon por el respeto por la libertad de expresión, cumplen con respetarla en sus países. Ahí estaban líderes rusos, africanos, asiáticos y árabes que encarcelan a blogueros, periodistas y disidentes. Es probable que con esa misma actitud simulen ahora defenderse de ataques terroristas, pero para imponer mayores controles al internet que aprovecharán para vigilar a sus ciudadanos, críticos y opositores.

La barbarie y la violencia terrorista contra Charlie Hebdo han torcido la historia. El ataque de los terroristas y el contraataque de los gobiernos han llevado el debate sobre el internet por terrenos fangosos. En un abrir y cerrar de ojos, hemos pasado de debatir sobre los altos niveles de libertad de expresión a los que deberíamos aspirar en la web, a los aceptables niveles de restricciones con los que deberíamos convivir. 

enero 10, 2015

Charlie Hebdo: nada murió

El atentado contra la irreverente Charlie Hebdo arrebató la vida de doce personas, más no la libertad de expresión ni la esencia misma de la caricatura, el género más artístico del periodismo.

Nada murió en el ataque. Quedó demostrado con la solidaridad en el mundo entero de gobiernos, medios, ciudadanos espontáneamente atrincherados en plazas y redes sociales bajo el lema #jesuischarlie y con caricaturistas que doblaron su creatividad para honrar a sus colegas y decir que pese a la muerte la caricatura está viva.

El valor de la caricatura radica en que puede interpretar los hechos jugando con el humor, la ironía y la burla para interpretar el contexto que otros géneros periodísticos no pueden lograr, como la fotografía y el video, siempre limitados por la realidad. Por ejemplo, el mensaje más potente sobre la confrontación de ideas, violencia vs. libertad de expresión, que desnudó esta masacre, la sintetizó el caricaturista indio Satisch Acharya. En su dibujo, dos terroristas miran exhortos a un lápiz y se preguntan: “¿Qué es esta pequeña arma que nos causa tanto dolor?”.

En este contexto de duelo y violencia extrema no es momento para ahondar en las responsabilidades y limitaciones que también tienen la caricatura y sus dibujantes, debido a que es un género que provoca, irrita y puede causar reacciones impensadas. Tampoco para interpretar si la frase predilecta de Stephane Charbonnier (Charb), el director asesinado de Charlie Hebdo, “prefiero morir de pie, a vivir de rodillas” es parte de un martirologio o un fanatismo no conveniente para el periodismo o para arrastrar a otros dibujantes.

En cambio es un momento para respetar las formas de expresión, a pesar de que no se compartan los métodos. Lo condenable no es el mensaje, sino la violencia que busca censurarlo. Está visto que el poder de las caricaturas y de la ficción suele sobrepasar a la realidad y crear reacciones diversas. Las caricaturas anteriores del profeta Mahoma publicadas en 2006 por un diario danés y las de 2011 en Charlie Hebdo, así como la película “La inocencia de los musulmanes” y la nueva novela “Sumisión” de Michel Houellebecq, que retrata a una Francia en 2022 gobernada por un presidente musulmán, pueden inducir a que el debate de ideas transcurra con racismo y resentimientos.

Pero estas formas de provocar conversación, jamás pueden justificar violencia alguna. Sirvan, por ello, estos días de duelo para atacar a los violentos, para desmoralizarlos, para demostrarles la fuerza de las palabras, de los mensajes y de las ideas, aquellas que Sarmiento decía que no se matan. Por eso Charlie Hebdo estará en las calles este próximo miércoles con ayuda de colegas de Liberation y otros medios. Por eso debe gritarse que cuando el mensaje sea hiriente e irreverente, los tribunales deben ser el único lugar donde dirimir los conflictos. Así los hicieron judíos y católicos que interpusieron docenas de demandas en contra de Charlie Hebdo porque consideraron que las portadas anti papas, rabinos y mofándose de Cristo y de la Virgen habían superado la dignidad de su fe.

No se sabe a ciencia cierta lo que pasará. Esta masacre, como la de 2001 en EEUU, será bisagra entre el antes y el después. Es indudable que por culpa de estos tres fanáticos alocados y por los yihadistas se exacerbarán los ánimos, y todos los musulmanes tendrán que soportar más auto justificaciones de parte de los Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente. Justos pagarán por pecadores y habrá más gasolina en el fuego de las marchas y la islamofobia que se siente en países europeos.

Nada murió con esta masacre. Los extremistas seguirán disparando y degollando  periodistas y caricaturistas cada vez que desnuden arbitrariedades, así como antes lo hacían en América Latina, modalidad que ahora asumieron los narcotraficantes. Extremistas y narcos no solo ajustician por represalia, también buscan amplificar sus demandas. Pretenden crear miedo y generar autocensura, justamente lo opuesto a las intenciones de la caricatura.

Esta masacre contra Charlie Hebdo si alguna enseñanza deja, es que la libertad de expresión y la libertad de prensa son frágiles y no pueden darse por sentadas. El anhelo por proteger, promover y nutrir estas libertades todos los días tampoco puede morir. 

enero 06, 2015

La esclavitud del pensamiento

A juzgar por cómo terminó el 2014, el 2015 se antoja como un año en el que habrá que seguir luchando contra aquellos que buscan imponer sus ideas a través del miedo y la censura.

Décadas atrás nadie imaginaba que todavía en este siglo la lucha por la libertad de expresión sería un objetivo a alcanzar. Tampoco nadie imaginaba que hubiera  tantos gobiernos autoritarios con “miedo a la libertad”, como subrayaba Erich Fromm, que justificarían la censura para poder sobrevivir.

El 2014 se despidió con varios hechos que ejemplifican esa puja entre censura y libertad. El régimen de los hermanos Castro, pese a las esperanzas de medio mundo por una Cuba libre tras el acuerdo con Barack Obama, cayó de nuevo preso de sus propios miedos a la libertad.

Este fin de año fueron apresados varios periodistas y activistas cubanos por tratar de participar de una instalación de la artista Tania Bruguera, cuya idea era desafiar al gobierno con un micrófono abierto para que quien quiera pudiera expresar sus quejas por un minuto. Era obvio que Bruguera también sería detenida desde que convocó a la gente a que no tuviera miedo de expresarse libremente, bajo el lema #YoTambiénExijo, en la Plaza de la Revolución, corazón de la dictadura castrista.

Pese a los cambios prometidos por Raúl Castro, un gobernante que considera cada mínimo detalle de expresión como si fuera una provocación o un acto de desobediencia civil, es fácil advertir que deberá pasar mucho tiempo antes de que los cubanos dejen de sentirse esclavos del pensamiento oficial.

Otro hecho por demás absurdo este fin de año, fue la amenaza del gobierno del dictador norcoreano Kim Jong Un de que tomaría represalias violentas contra el gobierno de EEUU y los cines que se animaran a proyectar la película La Entrevista, una comedia sobre dos periodistas que fueron contratados por la CIA con la misión de asesinarlo.

Previo a las amenazas, un grupo de hackers de Corea del Norte atacó los servidores de Sony, productora del film, infiriéndole graves daños informativos y económicos. Las amenazas terroristas y los ciberataques demuestran cuán ciego puede ser un régimen cuando abraza el autoritarismo y el culto a la personalidad, habiendo provocado un marketing espectacular para una comedia mediocre, cuya trama no estaba enfocada sobre el asesinato del líder norcoreano, sino más bien en hacer una sátira del papel de la CIA y del periodismo activista.

Cuando los gobiernos no saben lidiar con la libertad tratan de imponerle requisitos y terminan creando responsabilidades para “acabar con el libertinaje”. Una forma de enmascarar o justificar la censura oficial es mediante leyes nuevas o antojadizas normas morales.

El gobierno más aventado en estas lides en 2014 fue el del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien creó el antídoto perfecto para maniatar la libertad de expresión. Su Ley de Comunicación, creada a imagen y semejanza de su intolerancia a la crítica, transformó a la información y a la opinión en un “bien público”, es decir le dio al pensamiento el mismo estatus de servicio público que tiene la electricidad, el agua, la educación o la salud.

Bajo ese esquema, el presidente Correa puede decidir y regular sobre lo que está bien o mal dicho según su criterio. Así hizo multar a un periódico porque no destacó en primera página - solo en la quinta - su visita oficial a Chile o sancionar al caricaturista Bonil por publicar un dibujo en El Universo burlándose de la corrupción en el gobierno. Lo que es peor, además del cierre de varios medios que ya provocó esta nueva censura oficializada por ley, muchos periodistas y usuarios de internet se están autocensurando por miedo a las represalias de los organismos que tienen la misión de controlar los contenidos y abortar pensamientos.

La enseñanza que dejan estos episodios absurdos es que la libertad de expresión siempre estará amenazada por los autoritarios que andan en busca de cualquier excusa con tal de imponer sus pensamientos.


Lo peor de la censura, y de los autoritarismos que la provocan, es que quede instalada en el inconsciente de nuestros pensamientos. Por eso no hay mejor forma de luchar contra esa esclavitud que denunciarla. Ante la falta de medios, el internet, inexistente años atrás, es un instrumento formidable para esa causa. trottiart@gmail.com

diciembre 29, 2014

El testamento de Fidel y Raúl

Todos se rebanan los sesos sobre qué pasará en Cuba ahora que se aliviaron las tensiones con EEUU y que el “modelo cubano no funciona incluso para nosotros”, como había confesado Fidel Castro en sus reflexiones.

En lo económico habrá mayor apertura y es posible que Raúl Castro empuje por un capitalismo controlado al estilo chino o vietnamés. En lo político, sin embargo, ya dijo que la revolución comunista proseguirá. Los Castro saben que si ofrecen elecciones libres, justicia independiente, libertad de expresión y otros derechos humanos que vapulearon por más de medio siglo, tendrán que asumir responsabilidades. Dictadores menos autoritarios que ellos debieron responder por crímenes de lesa humanidad ante la justicia y tribunales internacionales.

Barack Obama más allá de descongelar las relaciones diplomáticas, intercambiar espías, sacar a Cuba de entre países que promueven el terrorismo y aumentar permisos de viajes y el comercio con la isla, no puede hacer mucho más. Quitar el embargo no es de su competencia, sino de un Congreso que ya no controla.

¿Entonces por qué se llegó a este acuerdo? Fue un gesto político de conveniencia entre dos partes a las que se le agotaron los recursos y el tiempo, un anabólico que permite a ambos líderes a cada lado del Estrecho de la Florida, llegar al final de la carrera dejando algo importante en su testamento, su legado para la posteridad.

La muerte política para ambos está cerca; para los Castro incluso la biológica.  Obama venía de perder el Congreso en las elecciones legislativas de noviembre, ser acusado de pusilánime en materia de relaciones internacionales y pese al repunte sostenido de la economía, su popularidad cayó al piso, sumándose a una breve lista de presidentes en desgracia como George Bush. 

Obama miró de repente a América Latina no porque la descubrió casi al final de sus dos presidencias, sino porque quiere neutralizar la expansión de los chinos hacia la región que tienen la misma visión y métodos económicos que tuvieron los españoles y portugueses cinco siglos atrás.

De todos modos, Obama no es ni traidor ni ignorante como fue acusado por legisladores de origen cubano. Su decisión está sustentada por el bajo apoyo que tiene el embargo entre estadounidenses y cubano americanos con menos del 30 y  40% respectivamente. Además, es coherente con la política exterior incoherente de EEUU respecto a regímenes autoritarios, que lo mismo caza a Saddam Husseim o Muammar Gadafi, encarcela a Manuel Noriega, critica al norcoreano Kim Jong-il o sanciona a Nicolás Maduro, con la misma convicción que entronizó a Augusto Pinochet o se alía con el rey saudí Abdullah.

A los Castro, por otro lado, ya no les queda mucho tiempo. El gesto de Obama les vino como anillo al dedo para firmar su testamento y pasar la hoja. El problema es que no tienen mucho que repartir; excepto, vanagloriarse de su tozudez para aferrarse a un montón de ideas que le sirvieron para crear cierto romanticismo en el mundo sobre la base de criticar al imperio y al capitalismo o achacarle al embargo comercial la culpa de su ineficiencia.

Bien saben los Castro que ni en lo económico ni en lo político el modelo funciona como lo admitió Raúl en la Conferencia Nacional del Partido Comunista: “Los dogmas y criterios están agotados”. Es que Cuba siempre fue parásito de Rusia, China y Venezuela, salvavidas de turno que le ayudaron a sobrevivir su estado perenne de bancarrota.

Los desafíos que tendrá Cuba son muchos, pero el más importante será de dotar a la apertura económica con libertad y regenerar la capacidad de trabajo e incentivos para producir, dado que el comunismo deshizo la creatividad, la innovación y la responsabilidad por el trabajo individual. Cuba ya no puede aferrarse a exportar recursos humanos ni manipular a su gente como si fuera mercancía, enviando médicos, maestros y mercenarios para alfabetizar en Bolivia, curar en Venezuela o pelear en Angola o con movimientos terroristas latinoamericanos.

En esta nueva etapa, si los Castro quieren escribir un buen testamento, aunque sean enemigos de las ideas sobre el capital, deberán darle prioridad a su capital humano. La forma de hacerlo será ofreciendo libertad, el único valor que energiza al individuo y a una sociedad.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...