Mostrando entradas con la etiqueta Charlie Hebdo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Charlie Hebdo. Mostrar todas las entradas

enero 20, 2015

Charlie Hebdo y el futuro del internet

Así como sucedió tras el atentado contra las torres gemelas de Nueva York en 2001, el ataque contra la revista parisina Charlie Hebdo tendrá influencia superlativa sobre el futuro del internet.

A una semana del atentado, y decantada la euforia que concitó el apoyo a Charlie Hebdo con la compra de cinco millones de ejemplares de su edición post barbarie con la tapa de otro Mahoma, varios gobiernos occidentales ya adelantaron nuevas medidas restrictivas que adoptarán para el internet, una cara diametralmente opuesta a la que mostraron el domingo pasado al frente de la marcha en París a favor de la libertad de expresión.

Justificados en nombre de la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo, así como amparados por la conmoción y el duelo público, los gobiernos occidentales están aprovechando el cheque en blanco que tienen en estas primeras semanas después del atentado, para firmar leyes restrictivas al internet, que difícilmente hubiesen podido adoptarse días antes de la tragedia.

En horas previas al ataque a Charlie Hebdo, el debate sobre el internet tenía otro enfoque. Estaba centrado sobre la conveniencia o no del derecho al olvido; el derecho de autor y si Google puede beneficiarse de contenidos que crean otros; la protección de datos personales; la neutralidad y gobernanza de la web y sobre cómo neutralizar los abusos de los gobiernos a los derechos individuales como los que permitió la Ley Patriótica estadounidense, post Setiembre 11.

En este contexto, Francia tomó la iniciativa. El primer ministro, Manuel Valls, puso énfasis en aumentar el control sobre Internet y las redes sociales, medios predilectos de los terroristas para hacer propaganda, adoctrinar y buscar seguidores. Reino Unido, Alemania, España y Bélgica le siguieron, anunciando que dictarán leyes porque necesitan más poder legal y judicial para rastrear las telecomunicaciones en busca de terroristas, medidas que hace poco dejaron de lado por ser violadoras de los derechos humanos.

De este lado del Atlántico, Barack Obama tampoco perdió tiempo para reverdecer una ley sobre ciberseguridad que le había volteado el Congreso hace un par de años. Con el nuevo contexto y predicando que las amenazas cibernéticas son urgentes y crecientes, anunció una nueva legislación sin mayores aprehensiones.

A la luz de la amenaza de que sucedan nuevos Charlie Hebdo, de los ciberataques de Norcorea a Sony, los del Estado Islámico a las cuentas de Twitter y YouTube del Pentágono y del robo de datos de empresas privadas como Home Depot y Target, pareciera que los argumentos de Obama y de sus colegas europeos son sólidos e irrefutables. Se entiende que busquen mayor intercambio de información con empresas de telecomunicaciones y que le den a la Justicia más armas para encontrar, perseguir y vigilar cibercriminales y terroristas.
Sin embargo, estas nuevas medidas “de excepción” y que se calculan eficientes para prevenir nuevos atentados terroristas, pudieran quedarse para siempre, servir para cometer abusos, vigilar a justos por pecadores o remozar aquellas políticas de espionaje masivo e indiscriminado en internet que realizó la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, amparándose en razones de seguridad nacional y como consecuencia del robo y filtración de información que cometió Edward Snowden.
El panorama ahora es preocupante. Muchos gobiernos juegan de hipócritas así como lo hicieron en la marcha de París, donde no muchos de los que marcharon por el respeto por la libertad de expresión, cumplen con respetarla en sus países. Ahí estaban líderes rusos, africanos, asiáticos y árabes que encarcelan a blogueros, periodistas y disidentes. Es probable que con esa misma actitud simulen ahora defenderse de ataques terroristas, pero para imponer mayores controles al internet que aprovecharán para vigilar a sus ciudadanos, críticos y opositores.

La barbarie y la violencia terrorista contra Charlie Hebdo han torcido la historia. El ataque de los terroristas y el contraataque de los gobiernos han llevado el debate sobre el internet por terrenos fangosos. En un abrir y cerrar de ojos, hemos pasado de debatir sobre los altos niveles de libertad de expresión a los que deberíamos aspirar en la web, a los aceptables niveles de restricciones con los que deberíamos convivir. 

enero 10, 2015

Charlie Hebdo: nada murió

El atentado contra la irreverente Charlie Hebdo arrebató la vida de doce personas, más no la libertad de expresión ni la esencia misma de la caricatura, el género más artístico del periodismo.

Nada murió en el ataque. Quedó demostrado con la solidaridad en el mundo entero de gobiernos, medios, ciudadanos espontáneamente atrincherados en plazas y redes sociales bajo el lema #jesuischarlie y con caricaturistas que doblaron su creatividad para honrar a sus colegas y decir que pese a la muerte la caricatura está viva.

El valor de la caricatura radica en que puede interpretar los hechos jugando con el humor, la ironía y la burla para interpretar el contexto que otros géneros periodísticos no pueden lograr, como la fotografía y el video, siempre limitados por la realidad. Por ejemplo, el mensaje más potente sobre la confrontación de ideas, violencia vs. libertad de expresión, que desnudó esta masacre, la sintetizó el caricaturista indio Satisch Acharya. En su dibujo, dos terroristas miran exhortos a un lápiz y se preguntan: “¿Qué es esta pequeña arma que nos causa tanto dolor?”.

En este contexto de duelo y violencia extrema no es momento para ahondar en las responsabilidades y limitaciones que también tienen la caricatura y sus dibujantes, debido a que es un género que provoca, irrita y puede causar reacciones impensadas. Tampoco para interpretar si la frase predilecta de Stephane Charbonnier (Charb), el director asesinado de Charlie Hebdo, “prefiero morir de pie, a vivir de rodillas” es parte de un martirologio o un fanatismo no conveniente para el periodismo o para arrastrar a otros dibujantes.

En cambio es un momento para respetar las formas de expresión, a pesar de que no se compartan los métodos. Lo condenable no es el mensaje, sino la violencia que busca censurarlo. Está visto que el poder de las caricaturas y de la ficción suele sobrepasar a la realidad y crear reacciones diversas. Las caricaturas anteriores del profeta Mahoma publicadas en 2006 por un diario danés y las de 2011 en Charlie Hebdo, así como la película “La inocencia de los musulmanes” y la nueva novela “Sumisión” de Michel Houellebecq, que retrata a una Francia en 2022 gobernada por un presidente musulmán, pueden inducir a que el debate de ideas transcurra con racismo y resentimientos.

Pero estas formas de provocar conversación, jamás pueden justificar violencia alguna. Sirvan, por ello, estos días de duelo para atacar a los violentos, para desmoralizarlos, para demostrarles la fuerza de las palabras, de los mensajes y de las ideas, aquellas que Sarmiento decía que no se matan. Por eso Charlie Hebdo estará en las calles este próximo miércoles con ayuda de colegas de Liberation y otros medios. Por eso debe gritarse que cuando el mensaje sea hiriente e irreverente, los tribunales deben ser el único lugar donde dirimir los conflictos. Así los hicieron judíos y católicos que interpusieron docenas de demandas en contra de Charlie Hebdo porque consideraron que las portadas anti papas, rabinos y mofándose de Cristo y de la Virgen habían superado la dignidad de su fe.

No se sabe a ciencia cierta lo que pasará. Esta masacre, como la de 2001 en EEUU, será bisagra entre el antes y el después. Es indudable que por culpa de estos tres fanáticos alocados y por los yihadistas se exacerbarán los ánimos, y todos los musulmanes tendrán que soportar más auto justificaciones de parte de los Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente. Justos pagarán por pecadores y habrá más gasolina en el fuego de las marchas y la islamofobia que se siente en países europeos.

Nada murió con esta masacre. Los extremistas seguirán disparando y degollando  periodistas y caricaturistas cada vez que desnuden arbitrariedades, así como antes lo hacían en América Latina, modalidad que ahora asumieron los narcotraficantes. Extremistas y narcos no solo ajustician por represalia, también buscan amplificar sus demandas. Pretenden crear miedo y generar autocensura, justamente lo opuesto a las intenciones de la caricatura.

Esta masacre contra Charlie Hebdo si alguna enseñanza deja, es que la libertad de expresión y la libertad de prensa son frágiles y no pueden darse por sentadas. El anhelo por proteger, promover y nutrir estas libertades todos los días tampoco puede morir. 

septiembre 28, 2012

Los límites de las imágenes


Interesante aprendizaje surge sobre los límites a la libertad de expresión, tras la publicación de las caricaturas contra Mahoma en Francia; la prohibición de las fotos de la princesa inglesa Catalina en topless y la difusión del video clandestino que enturbió la campaña electoral de Mitt Romney.

El editor de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, justificó su derecho a la libertad de prensa después de publicar caricaturas que se mofan del profeta Mahoma. Su defensa hubiera sido más auténtica a no ser por su intención y el timing de su publicación. Dos irresponsabilidades que minan la libertad y que diferencian su caso con otros que también causaron violencia por sus ofensas al Islam, como el film “La inocencia de los musulmanes”, las caricaturas similares difundidas por un diario danés en 2005 y “Versos satánicos”, el libro de 1988 de Salman Rushdie.

La diferencia, y el agravante, radica en que la revista tuvo la intención premeditada de provocar y de haberlo hecho mientras continúan las revueltas violentas en Medio Oriente que ya costaron más de 30 vidas, cruzando la línea entre la libertad de expresión y la incitación a la violencia y al odio.

Puede que Charlie Hebdo esté protegida legalmente, pero en materia ética se trata de una provocación inútil e irresponsable. Es que los medios, a diferencia de los individuos, como el creador de la película, tienen mayores responsabilidades. Ningún periódico alemán podría alabar a grupos neonazis y negar el Holocausto judío; mientras se justifica que Google aceptara sacar de su motor de búsqueda en países musulmanes, material contra Mahoma que pudiera seguir encendiendo el conflicto.

Si bien nada justifica la censura con violencia – en especial donde los fundamentalistas religiosos persiguen a sunitas, chiitas, cristianos y judíos – también es cierto que la ética demanda a los medios medir los efectos de sus publicaciones y autorregularse ante contenidos blasfemos o que incentiven el odio.

Esa diferencia entre la responsabilidad individual y la de los medios también surgió en casos que conmovieron a la Familia Real inglesa. El príncipe Guillermo y su esposa Catalina expresaron su satisfacción después que un tribunal francés prohibió a la revista Closer y su editorial Mondadori seguir publicando o revender las fotos en topless de la princesa, bajo el argumento de que un paparazi las tomó violentando el derecho a la privacidad de la pareja, mientras vacacionaba en una mansión en la rivera francesa.

Distinto fue el caso del menor de la familia, el príncipe Harry, sobre quien el diario inglés The Sun publicó sus instantáneas, mientras desnudo deambulaba de habitación en habitación en una fiesta de solteros en Las Vegas. A diferencia del topless de Catalina, las fotos de Harry fueron tomadas por sus amigos de jerga y proporcionadas a la prensa después de que se divulgaron por internet.

Pese a que la Familia Real también se revolcó en enojos y vergüenzas, y varios medios ingleses no quisieron publicar las fotos aduciendo el carácter sensacionalista de The Sun, nada podría justificar la censura. Pues se trata de un personaje público en una fiesta, las que perdieron su carácter privado desde la irrupción de los teléfonos inteligentes y la manía de subir fotos a Facebook, Instagram y otras redes sociales. 
Silvio Berlusconi fue el primero en aprender la lección.

Lo mismo sucedió con el candidato presidencial Mitt Romney, quien no puede alegar una intrusión a su intimidad, después que los medios divulgaron un video que le tomaron clandestinamente, en el que fustiga a la masa de votantes que preferiría votar por su contrincante, el presidente Barack Obama.

A Romney no le quedó más que admitir sus dichos, no muy diferentes a los que sostiene públicamente, y no culpar a los medios, ya que alguien de su entorno fue quien lo tomó desprevenido. Distinto y grave sería - así como en el caso de The Sun - que un periodista hubiera tomado las imágenes mediante cámara escondida.

Más allá de las diferencias sobre cómo se obtienen y quienes publican las imágenes, lo importante es que estos casos generan aprendizaje, tan necesario en estos tiempos en que todos, gracias a las nuevas tecnologías, somos medios de comunicación y, también, responsables por ello.


Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...