A juzgar por cómo terminó el
2014, el 2015 se antoja como un año en el que habrá que seguir luchando contra
aquellos que buscan imponer sus ideas a través del miedo y la censura.
Décadas atrás nadie
imaginaba que todavía en este siglo la lucha por la libertad de expresión sería
un objetivo a alcanzar. Tampoco nadie imaginaba que hubiera tantos gobiernos autoritarios con “miedo a la
libertad”, como subrayaba Erich Fromm, que justificarían la censura para poder
sobrevivir.
El 2014 se despidió con varios
hechos que ejemplifican esa puja entre censura y libertad. El régimen de los
hermanos Castro, pese a las esperanzas de medio mundo por una Cuba libre tras
el acuerdo con Barack Obama, cayó de nuevo preso de sus propios miedos a la
libertad.
Este fin de año fueron
apresados varios periodistas y activistas cubanos por tratar de participar de una
instalación de la artista Tania Bruguera, cuya idea era desafiar al gobierno con
un micrófono abierto para que quien quiera pudiera expresar sus quejas por un
minuto. Era obvio que Bruguera también sería detenida desde que convocó a la
gente a que no tuviera miedo de expresarse libremente, bajo el lema
#YoTambiénExijo, en la Plaza de la Revolución, corazón de la dictadura
castrista.
Pese a los cambios
prometidos por Raúl Castro, un gobernante que considera cada mínimo detalle de
expresión como si fuera una provocación o un acto de desobediencia civil, es
fácil advertir que deberá pasar mucho tiempo antes de que los cubanos dejen de
sentirse esclavos del pensamiento oficial.
Otro hecho por demás absurdo
este fin de año, fue la amenaza del gobierno del dictador norcoreano Kim Jong
Un de que tomaría represalias violentas contra el gobierno de EEUU y los cines
que se animaran a proyectar la película La Entrevista, una comedia sobre dos periodistas
que fueron contratados por la CIA con la misión de asesinarlo.
Previo a las amenazas, un
grupo de hackers de Corea del Norte atacó los servidores de Sony, productora
del film, infiriéndole graves daños informativos y económicos. Las amenazas
terroristas y los ciberataques demuestran cuán ciego puede ser un régimen
cuando abraza el autoritarismo y el culto a la personalidad, habiendo provocado
un marketing espectacular para una comedia mediocre, cuya trama no estaba enfocada
sobre el asesinato del líder norcoreano, sino más bien en hacer una sátira del papel
de la CIA y del periodismo activista.
Cuando los gobiernos no
saben lidiar con la libertad tratan de imponerle requisitos y terminan creando responsabilidades
para “acabar con el libertinaje”. Una forma de enmascarar o justificar la
censura oficial es mediante leyes nuevas o antojadizas normas morales.
El gobierno más aventado en
estas lides en 2014 fue el del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien creó
el antídoto perfecto para maniatar la libertad de expresión. Su Ley de
Comunicación, creada a imagen y semejanza de su intolerancia a la crítica, transformó
a la información y a la opinión en un “bien público”, es decir le dio al
pensamiento el mismo estatus de servicio público que tiene la electricidad, el
agua, la educación o la salud.
Bajo ese esquema, el
presidente Correa puede decidir y regular sobre lo que está bien o mal dicho
según su criterio. Así hizo multar a un periódico porque no destacó en primera
página - solo en la quinta - su visita oficial a Chile o sancionar al
caricaturista Bonil por publicar un dibujo en El Universo burlándose de la
corrupción en el gobierno. Lo que es peor, además del cierre de varios medios
que ya provocó esta nueva censura oficializada por ley, muchos periodistas y
usuarios de internet se están autocensurando por miedo a las represalias de los
organismos que tienen la misión de controlar los contenidos y abortar pensamientos.
La enseñanza que dejan estos
episodios absurdos es que la libertad de expresión siempre estará amenazada por
los autoritarios que andan en busca de cualquier excusa con tal de imponer sus
pensamientos.
Lo peor de la censura, y de
los autoritarismos que la provocan, es que quede instalada en el inconsciente
de nuestros pensamientos. Por eso no hay mejor forma de luchar contra esa
esclavitud que denunciarla. Ante la falta de medios, el internet, inexistente
años atrás, es un instrumento formidable para esa causa. trottiart@gmail.com