septiembre 21, 2015

Gobiernos que se creen Estado

Los ciudadanos tienen derechos; los gobiernos, deberes. Así lo ordenan las constituciones en un Estado de derecho. Sin embargo, en países como Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, ese orden está invertido.

Estos gobiernos en vez de administrar el Estado, se creen su dueño. Abusan de privilegios y hasta disponen de la libertad de sus ciudadanos, cómo antes lo hacían las dictaduras militares o, todavía ahora, el régimen de los Castro.

Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro, tarde o temprano tendrán que rendir cuentas. Mientras tanto, protegidos por un blindaje auto creado, gobiernan autoritarios. El culto al personalismo es su rasgo característico, de ahí que haya textos escolares con dibujitos en los que Cristina es sinónimo de Estado o que Maduro, juez, busque encarcelar para siempre a Leopoldo López.

Quienes se creen predestinados buscan poder continuo. Morales, en el primer año de su tercer mandato, busca reelección eterna. Correa también lo hará en diciembre mediante reforma constitucional. En su pensamiento redentor de únicos “elegidos”, detestan que la justicia, los partidos y los medios les cuestionen.

Cuando más cuestionamientos, más se empecinan en crear controles. Correa busca darle rango constitucional a una propuesta que parece inofensiva. Quiere que la información sea un bien público, que al igual que el agua, la electricidad o la salud, pueda ser administrada por el Estado. De prosperar su iniciativa, podrá limitar, restringir o censurar la información, como en estos días, cuando dispuso que para evitar “alarmismos innecesarios”, nada se puede publicar sobre la erupción del volcán Cotopaxi.

Correa detesta que la información fluya libremente. Temeroso de las críticas, la cercena desde el primer día de su mandato, pero nunca lo hizo en forma tan eficiente después que sancionó la Ley de Comunicación hace dos años. A través de ella controla contenidos y sanciona a medios, periodistas e internautas que no se apegan a la verdad oficial.

Prueba de su autoritarismo es el hecho de no solo ha creado la ley, sino que también se auto adjudicó la función de juez. Mediante órganos de control que dependen del Poder Ejecutivo, la administra según sus intereses. Su parcialidad como juez es evidente. Solo una de las 161 sanciones fue aplicada contra medios estatales, las demás contra medios independientes; varios de ellos, ante las reiteradas sanciones y multas millonarias, se vieron obligados a cerrar.

La ley nació bajo la excusa de “democratizar” la comunicación, pero terminó siendo instrumento de autoritarismo. La mayoría de las veces es invocada por funcionarios que argumentando defender su honor, la usan para detener las críticas o investigaciones sobre corrupción.

Así como en Bolivia, donde Morales ordenó el cierre de decenas de organizaciones acusándolas de desestabilizar al gobierno, Correa arremetió ahora contra Fundamedios, una ong que defiende la libertad de prensa y a los periodistas. Su disolución, decretada para estos días, fue por el “delito” de publicar un par de blogs críticos a su gestión.
La Ley de Comunicación le da a Correa la coartada perfecta para crear silencio. Sus ataques, sin embargo, tienen un costo cada vez mayor en la comunidad internacional. 

Esta semana, una veintena de organizaciones convocadas por la Sociedad Interamericana de Prensa y Fundamedios en el “Foro de Quito por la Libertad de Expresión”, acusaron a Correa de violentar las libertades de expresión y de asociación, comprometiéndose a divulgar sus atropellos entre inversores extranjeros y los organismos multilaterales, con el objetivo de que condicionen su asistencia al cabal respeto de los derechos humanos.

Las primeras réplicas se sintieron horas después. Cinco defensorías de Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, denunciaron el clima restrictivo creado por Correa, reclamándole tolerancia ante las críticas y no disolver Fundamedios.

Lejos de que el propósito se logre, lo importante es que este tipo de acciones recuerdan que la verdadera democracia no está sustentada solo por elecciones, sino también por la separación de poderes, la rendición de cuentas, el respeto por los derechos de las minorías y, principalmente, que los gobiernos no se crean dueños del Estado.

septiembre 12, 2015

Aylan y Cecil

Ni los grandes avances como la exploración de Plutón o los retrocesos como la destrucción terrorista de los monumentos históricos de Palmira, tuvieron la fuerza suficiente para sacudir al mundo como dos pequeñas instantáneas tomadas en el lugar y momento oportunos.

Las fotografías de Aylan Kurdi, el niño sirio encontrado ahogado en las costas de Turquía y las del abatido león Cecil junto a sus cazadores en Zimbabue, demuestran que la humanidad se estremece y reacciona cuando tocan sus fibras más íntimas.

Aylan no es el primer niño sirio refugiado que muere, también falleció su hermanito dos años mayor que él y su madre; muchos otros perecieron ahogados cerca de Lampedusa en 2013 y decenas entre los 800 náufragos del Mediterráneo este año. 
Cecil tampoco fue el único león cazado, hay miles más en el mercado negro de trofeos de caza que mueve billones y que potencia la extinción de muchas especies.

¿Por qué entonces unas historias del montón de repente cobran vida, aceleran los tiempos, impactan la conciencia colectiva y se transforman en puntos de inflexión? Porque se trata de relatos simples y de comprensión rápida, de historias individuales que transmiten valores universales, que posicionan a la gente frente a su propio yo y a ponerse en los zapatos del otro, de ahí la invasión en las redes sociales de carteles indignados: “Yo soy Aylan” y “Yo soy Cecil”.

Las historias con nombre y apellido permiten a la gente identificarse con las víctimas y los débiles, con el sufrimiento y la indefensión. Fotografías como las de Aylan apelan a las emociones, crean movimiento y acción; otras, tal vez más dramáticas como las del desastre nuclear en Fukushima, solo afectan el raciocinio, creando algo de empatía y un poco de indignación.

De ahí se entiende que los europeos y sus gobiernos hayan reaccionado ahora por la foto de Aylan y no antes con las historias de 4 millones de sirios que vienen buscando refugio desde 2011. Aylan abrió el corazón de los burócratas o avergonzó a quienes debieron actuar para calmar la indignación. Por una u otra causa, Alemania anunció asilos masivos, y en las calles de Austria, Suiza o Italia, las caravanas de refugiados encontraron compasión y ayuda samaritana.

Aylan apeló a la Europa más empática, caritativa y generosa que ni siquiera había podido mover el papa Francisco desde que pronunció aquel discurso desgarrador a favor de los refugiados en su visita a Lampedusa. Aylan, de golpe y porrazo, destrozó los mensajes xenofóbicos de nacionalistas y proteccionistas.

Cecil conmovió de igual manera. Un solo león fue capaz de contar una historia mucho más fuerte que la quema de millones de toneladas de marfil que se le confisca anualmente a los contrabandistas o que la del rey Juan Carlos durante su caza furtiva en las praderas de Botsuana. Cecil dejó de ser león, convirtiéndose en un mensaje que desnudó la capacidad destructora del hombre frente a la Creación. Más que eso, sirvió para achacar el uso del dinero para comprar, explotar o destruir cualquier cosa que le viene en gana, desde vida silvestre, a esclavitud laboral o prostitución infantil. Cecil gritó contra la arrogancia y la corrupción.

La irrupción de los teléfonos inteligentes y sus potentes cámaras fotográficas facilitan que las historias exploten por doquier y que se cuenten cada vez más en imágenes y no en palabras, potenciando que las emociones se sobrepongan a la racionalización. Esto conlleva ciertos riesgos cuando las fotografías no son debidamente filtradas o cuando las historias son manipuladas. Sucedió en junio del año pasado con otro niño sirio, Marwan, cuando cruzaba en solitario la frontera con Jordania, levantando una ola de indignación tan fuerte como la de Aylan. Días después se supo que la foto fue tomada fuera de contexto, ya que Marwan caminaba solo, pero a decenas de metros de sus padres.


Así como sucedió esta semana con la rabia que despertó la zancadilla de la periodista húngara Petra Lászlo contra un par de refugiados o las selfies pornográficas que algunos políticos estadounidenses enviaron a sus víctimas, las fotografías de Aylan y Cecil muestran que los mensajes pueden ser muy poderosos siempre y cuando sean reales y verdaderos. Esto siempre fue máxima tanto para las palabras como para las imágenes. trottiart@gmail.com

septiembre 08, 2015

Reciclando corrupción

Un halo de esperanza y júbilo ciudadano invade Guatemala tras haberse asestado un duro golpe a la corrupción. El presidente Otto Pérez Molina fue forzado a renunciar esta semana y la vicepresidenta Rosana Baldetti pasó de una cómoda cárcel militar a una de delincuentes comunes.

Después de años de aferrarse con uñas y dientes a la inmunidad del sillón presidencial, Pérez Molina y Baldetti terminaron procesados como líderes de “La Línea”, una banda que cobraba “impuestos” a empresarios privados, a cambio de permitírseles que evadan gravámenes aduaneros.

Las pruebas las aportaron la Fiscalía General y la Comisión Internacional Contra la Corrupción de Naciones Unidas afincada en el país. Pero fueron los ciudadanos los que presionaron al Congreso para que les quite la inmunidad y así enfrenten a la justicia ordinaria. Auto convocados en las redes sociales, reforzaron la tendencia saludable en muchos países, como Brasil y Honduras, de tomar las calles a puro cacerolazo para exigir “basta ya de corrupción”.

La victoria ciudadana, apodada Revolución de la Dignidad, se vio coronada con la exultante fiscal general, Thelma Aldana, que expresó la trillada frase para estos casos: “(Esto) es muestra de que nadie es superior a la ley… y que los funcionarios públicos actuales y futuros… deben sujetarse a la Constitución".

A juzgar por la realidad y lo que sucede en la mayoría de los países de la región, los dichos de la fiscal, sin embargo, parecen más un deseo que una sentencia. Es que no es la primera vez que un presidente guatemalteco termina preso o prófugo por desfalco - Alfonso Portillo (2000-2004) y Jorge Serrano Elías (1991-1993) - y la corrupción continúa rampante.

En América Latina donde pocos presidentes terminan sus períodos sin manchas, procesados, presos o exiliados – desde Carlos Menem a Alberto Fujimori, de Collor de Melo a Arnoldo Alemán o de Ricardo Martinelli a José Figueres –, pareciera no existir un proceso de aprendizaje sobre los errores y fracasos del pasado, una especie de amnesia político-social generalizada, que permite que la corrupción viva reciclándose todo el tiempo.

Por eso, aunque la caída de Otto Molina es excelente noticia, se corre el riesgo de que esta victoria democrática se evapore tan pronto como las demás, de no tomarse medidas drásticas para combatir la corrupción. Se trata, además, de remedios que no solo estén dirigidos a disciplinar a las cúpulas y élites en el poder, sino también que sirvan para combatir la exaltación de la viveza criolla y la deshonestidad, desvalores que se han hecho carne y cultura ciudadana.

La corrupción es una máquina que todo lo devora, trasforma y hasta secuestra las almas de los más decentes. De ahí que gente honesta como lo fue Otto Molina antes de su elección (o como lo pueden ser los 14 candidatos guatemaltecos que disputarán este domingo la Presidencia), termine poco después como líder mafioso mintiéndole y robándole a sus propios gobernados.

La consecuencia de la corrupción es una sola y obvia: Subdesarrollo perenne. Las causas son muchas; entre las principales están la permanencia eterna en el poder, los acomodaticios cambios constitucionales y la falta de independencia de la Justicia, vicios que se observan en la mayoría de los países latinoamericanos.

Estas causas se ven más agravadas por la debilidad técnica, humana y económica de todas las instituciones auxiliares de la Justicia, como las Procuradurías, Fiscalías, Contralorías y Oficinas Anticorrupción, que desde el vamos están sin dientes para perseguir a los corruptos.

A veces se trata de un desbalance intencionado de los presupuestos, en los que la Justicia recibe mucho menos recursos que lo que el Gobierno destina a propaganda de obras públicas o televisación “democrática” del fútbol; a que no se empodera a los ciudadanos en la cultura de la denuncia o que las denuncias caen en saco roto; y, a que muchas veces, esos organismos y las oficinas de recaudación de impuestos (que deberían ser autónomos), terminan siendo utilizados como arietes políticos para perseguir y tomar represalias contra detractores y opositores.

Hasta que no haya liderazgos que promuevan la honestidad con incentivos y disuadan a los corruptos con castigos severos, la corrupción seguirá evolucionado y reciclándose en forma permanente.

agosto 29, 2015

Crisis de identidad en el periodismo

Así como Wikipedia cambió el mundo de las bibliotecas y Uber a la industria del taxi, el periodismo está atravesando un proceso de cambio brusco y complejo.

Toda evolución conlleva cierta crisis de identidad. La del periodismo está potenciada por un contexto híper informativo digitalizado, en el que se han borrado las fronteras entre medios de comunicación tradicionales y redes sociales, entre periodistas profesionales y periodistas ciudadanos, esos individuos que munidos de un teléfono inteligente todo lo captan y postean sin filtros ni criterio en Facebook, Twitter o Instagram.

Periodistas y medios siempre se jactaron de las reglas de la ética profesional para adoptar criterios sobre qué, por qué y cómo publicar. Hoy, muchas veces, no hay tiempo para pensar y decidir; medios y periodistas se ven superados por el liderazgo de los periodistas ciudadanos y de las redes sociales, y deben publicar de inmediato obedeciendo a las reglas del mercado y la competencia por las audiencias.

Ejemplo palpable sucedió esta semana. Los medios no tuvieron más remedio que tomar de Facebook el dantesco video que filmó el propio asesino de los periodistas Parker y Ward de Virginia. En circunstancias normales, los medios no lo hubieran publicado, ya sea por recato y respeto a los familiares de las víctimas, pero la viralización global del episodio no les dejó alternativas.

En una época en que todo es reality show y se viraliza, desde los degüelles publicitados por los terroristas islámicos para ganar adeptos o las denuncias de Edward Snowden y de Julian Assange, el periodismo atraviesa un trance complejo, lleno de cuestionamientos sobre su nuevo papel.

Estos interrogantes internos y externos a la profesión también se han potenciado porque, como en cualquier disciplina, hay profesionales en todos los extremos y de infinitos tonos: Excelentes – mediocres; humildes – arrogantes; honestos – corruptos; neutros – prejuiciados; imparciales - activistas.

Estos últimos suelen ser los más influyentes, formadores de opinión y representantes de comunidades que no tienen voz. Jorge Ramos en EE.UU., Jorge Lanata en Argentina y Jineth Bedoya en Colombia son algunos de ellos.

Ramos, que tiene a la inmigración como causa, cobró mayor notoriedad esta semana cuando Donald Trump lo expulsó de una conferencia de prensa justamente por confrontarlo por su desprecio hacia los inmigrantes, lo mismo que recriminó en vivo a Barack Obama por las deportaciones.

Ramos no es un periodista liso y llano, tiene agenda propia y nunca lo disimuló; pero después del incidente con Trump fue más activista que nunca: “Cometeríamos un error si no nos lo tomamos en serio (a Trump). Si llega a la Casa Blanca, la transformación de Estados Unidos sería brutal y tendría graves consecuencias para los latinos".

El activismo periodístico tiene precio. Los informadores que confrontan cara a cara con el poder, también suelen polarizar a la ciudadanía cosechando tantos amores como odios. Lanata es un personaje amado por muchos argentinos por su lucha frontal contra la corrupción, pero también es odiado por los simpatizantes de sus interlocutores y por aquellos que, al igual que sucede con Ramos, ven con desagrado que su altivez supere su conducta profesional.

La causa exacerbada o el activismo pueden aparentar cierta arrogancia, pero a veces no es más que el producto de la pasión, la rigurosidad, las confianza de sus fuentes y la valentía por confrontar a los poderosos e intocables.

El activismo conlleva riesgos. Bedoya, que abrazó la causa en contra de la violencia de las mujeres, luego de que fuera secuestrada y violada en represalia por sus denuncias periodísticas, vive rodeada de guardias de seguridad. En su caso, como en el de otros, el activismo no es un ideal periodístico y es peligroso, pero se hace necesario cuando otros géneros periodísticos, como la investigación y las denuncias, no alcanzan.

Aunque los activistas y la inmediatez de la información potencien la crisis de identidad, la profesión no tiende a desaparecer como pronostican algunos agoreros, sino que está en proceso de evolución. Ante tanta complejidad y sobre abundancia informativa, nunca se hizo más necesario que haya profesionales que descubran e iluminen la realidad.

agosto 24, 2015

Justicia domesticada

Varias cosas definen la calidad de una democracia, pero nada como la justicia independiente. De ahí el recelo con aquellos gobiernos que en el “nombre del pueblo” buscan “democratizar la justicia”, cuando lo que quieren es domesticarla.

Casi todos los presidentes del continente tienen asuntos pendientes con la justicia. Algunos porque no la procuran con voluntad política como el mexicano Enrique Peña Nieto. Otros porque se adueñaron de ella con jueces y fiscales gubernamentales como Nicolás Maduro y Rafael Correa. Muchos porque la evaden constantemente como Cristina Kirchner y otros porque enfrentan a dos tipos de justicia, la ordinaria y la política, como Dilma Rousseff.

En Brasil la dura justicia ordinaria, que ya envió ministros, legisladores y empresarios a la cárcel, está ahora apuntalada por manifestaciones de gente que piden la cabeza de la presidenta, cansadas y frustradas por tanta corrupción. El peligro es que las marchas también incentivan la justicia paralela, esa que administran en el Congreso los legisladores, muchas veces guiados por revanchismos y oportunidades políticas, más que por el bien común.

La justicia brasileña ya demostró resolución e independencia, por lo que sería prudente esperar su juicio a tener que soportar un revoltijo entre poderes públicos que solo logrará debilitar la democracia. Sería mejor darle tiempo a la Corte Suprema para que resuelva los 54 expedientes que, entre otros, vinculan dineros mal habidos de Petrobras a la fundación y negociados del expresidente Lula da Silva y a las campañas electorales de la presidenta Rousseff.

La justicia brasileña junto a la de Uruguay, Costa Rica y Chile, es la que ha demostrado mayor independencia, de ahí su eficiencia. En varios países, con justicia contaminada, se observa como un sistema corroído por el poder político genera un círculo vicioso del que se retroalimenta la corrupción y la impunidad infinitas.

Argentina es el caso típico. Los casos irresueltos se amontonan, algunos de alto voltaje internacional, como el atentado contra la AMIA y la muerte todavía dudosa del fiscal Alberto Nisman. Si a estos casos se les suma la inmunidad de autoridades y funcionarios comprada a través de jueces y fiscales adictos, nadie debería sorprenderse cuando el sistema político parece desmoronarse, hasta lo más simple termina traumático y forzado, el desarrollo del país se estanca, las inversiones extranjeras anidan en otros lugares, mientras que la inseguridad pública y la violencia se tornan intolerables.

No puede haber confianza interna e internacional cuando la élite del país vive de privilegios, blindándose con leyes especiales y tribunales adictos. En este tipo de sistemas corruptos, en el que se incentivan todo tipo de vicios, no es fácil ser juez o fiscal independiente.

Los casos de Perú, Colombia, México (y ahora Argentina), demostraron como los sistemas judiciales suelen debilitarse después de ser domesticados por la política, volviéndose cada vez más permeables a las mafias y el narcotráfico. No por nada los obispos argentinos, que ya habían adoptado la máxima del papa Francisco de que la falta de independencia judicial equivale a “terrorismo de Estado”, están ahora implorando a los políticos a que hagan algo contra el narcotráfico, ante la indiferencia palpable en la campaña electoral de cara a las elecciones de octubre.

La experiencia de países que estuvieron a la puerta de ser “Estados fallidos” debido al avance y connivencia del narcotráfico con las instituciones, demuestra que los narcotraficantes siempre aumentarán la apuesta para que la justicia sea corrupta y débil, para que de esa forma puedan actuar con mayor impunidad.

En contextos así, difícilmente los jueces pueden ser equitativos y probos. Además de sus propias tendencias y convicciones, tienen que lidiar con leyes que no muchas veces comparten. Mandar a la cárcel a alguien por tener un par de gramos de marihuana para consumo y no poder hacerlo con otros que roban millones, pero se blindan con leyes y sobornos, es parte de la frustración.

Está visto que la justicia es un ideal y es perfectible, porque rara vez satisface a todas las partes. Pero cuando está domesticada, jamás puede ser buena. La justicia politizada es el mayor vicio del subdesarrollo. 


agosto 15, 2015

Cuba libre o libre en Cuba

Cuba todavía no es libre; no hay que confundirse. El derecho humano al libre albedrío lo sigue administrando el régimen de los Castro, por más que muestren mejor cara tras la reapertura de relaciones diplomáticas con EE.UU.
La confusión deviene de aquella algarabía que causaron Barack Obama y Raúl Castro cuando el 17 de diciembre anunciaron que reiniciaban relaciones. También por el acto de este viernes, en el que un exultante John Kerry, secretario de Estado, izó la bandera estadounidense en La Habana, enterrando desconfianzas y agresiones mutuas que duraron 54 años.

La esencia misma de la dictadura militar castrista está intacta. Por eso nadie de la disidencia pudo presenciar la ceremonia de Kerry. Los Castro impidieron que sus opositores aprovechen la tribuna. Y el gobierno de Obama se sintió de manos atadas ante las condiciones impuestas. Debió aceptar, además, la furia de los republicanos que creen que Washington dio mucho a cambio de poco o nada.
De todos modos, la discusión entre republicanos y demócratas es de forma. Todos saben que los distintos gobiernos de EEUU jamás dejaron de apoyar a la disidencia interna con ideología y recursos. Su objetivo siempre fue promover la implosión de la revolución. Pero, en el fondo, lo que molesta, es que los Castro se salgan de nuevo con la suya. Consiguieron beneficios económicos para seguir estirando su supervivencia, aunque siguen bloqueando la supervisión de los derechos humanos: Prohíben las libertades de reunión, de expresión y ni hablar de elecciones libres.
Los Castro se muestran inamovibles y tercos en su posición. Del país solo autorizan la salida de los privilegiados, los que reciben permisos y que conforman las delegaciones oficiales. Pero son muchos más los que desertan y escapan, en busca de libertad y toma de decisiones.
Los Castro se regodearon esta semana enviando a cuatro chefs oficiales a Miami. Pero la propaganda sobre los beneficios culinarios de la revolución es insignificante ante los grandes fracasos que denota la falta de libertades. De muestra un botón: En las pasadas semanas, cuatro futbolistas de la selección cubana desertaron mientras jugaban la Copa de Oro y cuatro dentistas cubanos llegaron a Miami vía Colombia, después de desertar de las misiones sanitarias en Venezuela.
Los cubanos siguen escapándose de esa gran prisión todos los días, aunque sus odiseas, por repetidas e institucionalizadas, no concitan la atención que provocó la del Chapo Guzmán. Veinticuatro de ellos llegaron deshidratados esta semana a las costas de Florida en una embarcación precaria; una de las tantas que en los últimos meses trajo a más de tres mil inmigrantes. Otros miles fueron deportados en el intento, por aquella cláusula que no da status de refugiados a quienes no toquen con sus pies tierra firme. Lo más dramático: Se calcula que cientos murieron en el intento.
Quienes no se animan a salir de Cuba pero están descontentos y se manifiestan como tal, no la pasan bien. La tendencia a las detenciones arbitrarias, a los juicios sumarios y a las palizas sigue en alza. Nada se detuvo pese a los nuevos acuerdos diplomáticos. Raúl Castro se esfuerza en demostrar rigor y puño de hierro, de ahí que sostenga que la apertura económica no implica reformas políticas. El comunismo sigue siendo regla y forma de vida.
El doble discurso castrista es elocuente. A los salvavidas económicos que otrora les tiró Rusia, China y recientemente Venezuela, ahora le suma los de EE.UU. Obama, por su parte, insistirá en su propósito de que la economía derruirá a la ideología. Tiene esperanzas de que el Congreso levante el embargo, la última excusa al que los Castro le adjudican la pobreza económica de su régimen.
De nuevo. No hay que confundirse. Cuba libre es por ahora una aspiración y vivir libre en Cuba es solo condición para turistas, privilegiados y miembros del gobierno y del partido. Quien no pertenece a estos grupos y quiere ser libre,  debe remar en la inmensidad del océano o desertar de alguna delegación oficial que le haya tocado en suerte.
Tampoco hay que confundirse. La estrategia que EE.UU. siguió por décadas para conquistar a Cuba nunca funcionó. Este es un nuevo y razonable intento para demostrar que con dólares, y sin soldados, se puede comprar libertad. 

agosto 10, 2015

Clima despejado hacia París

A 18 meses de terminar su mandato, Barack Obama sigue firme en procura de construir su legado. No será recordado tan solo por ser el primer presidente negro en la Casa Blanca o por destrabar las relaciones con Cuba e Irán. También lo será por asumir que Estados Unidos es gran responsable por el calentamiento global del planeta.
Displicente años atrás cuando el tema ni siquiera formaba parte de sus discursos electorales, esta semana Obama sorprendió anunciando drásticas medidas para reducir la contaminación ambiental. Despejó así el clima enrarecido previo a la Cumbre de París, donde los 200 países que componen la ONU, se sentirán ahora más motivados para comprometerse a firmar un acuerdo obligatorio para reducir los gases de efecto invernadero.
El nuevo liderazgo de Obama es irreprochable aunque llega un poco tarde. Pero como dice el dicho, más vale tarde que nunca. Lo interesante esta vez es que Obama no le habló a su país como otras veces, sino que prefirió hacerlo a través de un video oficial por Facebook.
El mensaje por Facebook tiene mayores atributos que una cadena nacional; aunque más informal, está dedicado a un público más universal, justo al que estratégica y aparentemente quería hablarle por dos motivos. Primero para anunciarle al mundo que EEUU tiene “una obligación moral” por haber avivado el cambio climático y, por otro, para que el mundo le ayude a contrarrestar la pelea en contra que le dará la oposición republicana.
Es que aunque suene como un plan increíble reducir en un 30% la contaminación de dióxido carbono que emana de las plantas eléctricas a carbón, los republicanos, que dominan el Congreso, consideran que el Plan de Energía Limpia debilita el poder autónomo de los estados en materia ecológica y destruirá millones de empleos.
Los republicanos no tienen razones muy válidas, actúan como oposición temiendo que la demócrata Hillary Clinton herede estas buenas medidas ambientalistas para aupar su campaña presidencial de 2016. En realidad, las energías alternativas, eólica y solar, crearán más empleos que los que se perderán por las energías a carbón, todavía aferradas a una ya fenecida revolución industrial que causó estragos con el clima.
Los republicanos tampoco tienen mucho plafond político donde aferrarse. Tarde o temprano deberán dejar de pensar electoralmente y sumarse a esta nueva conciencia universal (y científica) de que todos los países deben hacer esfuerzos, incluidos los otros dos grandes contaminantes de la Tierra, China y la Unión Europea, para evitar que la temperatura suba más de 2 grados centígrados y se desaten efectos catastróficos.
Obama, oportunista o a conciencia, pasará a la historia sin dudas por sus virtudes ecológicas. No solo como el primer presidente que impone límites concretos y positivos contra la polución por dióxido de carbono, responsable del 31% de la contaminación, sino también por haber impuesto severas obligaciones a las automotrices para que fabriquen autos con mayor autonomía, más eficientes y eléctricos.
Sumado a sus medidas y a su mensaje universal sobre que “somos la primera generación que siente las consecuencias del cambio climático y la última que tiene la oportunidad de hacer algo para detenerlo”, Obama se está cimentando como líder. Ojalá sus decisiones y actitudes sean capaces de contagiar e incentivar a otros gobiernos a tomar el mismo camino y a que el cambio climático no esté ausente de campañas electorales, como las actuales en Argentina y Guatemala.
Ningún gobierno puede ya creer que el calentamiento es una solución que deben traer los más ricos o más contaminantes. Más allá de los niveles de responsabilidad, todos deben contribuir a minimizar los efectos del cambio climático, pensando que de lo contrario sufrirán mayores consecuencias en materia de salud pública y economía.
Pese a esto, tampoco se puede pecar de pesimismo como ocurrió en diciembre pasado tras la reunión preparatoria sobre el clima en Lima, cuando se descartaron acuerdos y obligaciones. Hoy, pocos meses después, debido a la decisión de Obama, el hecho de que China se haya comprometido por primera vez a reducir su contaminación y la encíclica verde del papa Francisco, el pronóstico del clima para la Cumbre de París ha mejorado sustancialmente. Hay mayor conciencia y optimismo. 

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...