Quiero
compartir una entrevista y agradecer al diario La Voz de San Justo de San
Francisco, Córdoba, con el que crecí en mi infancia y adolescencia. Un gracias
inmenso a mi amigo periodista Fernando Quaglia, por una conversación que fue
mucho más allá de mi nueva novela.
Dialogamos
sobre la gran tensión de nuestro tiempo, un dilema que está en el corazón de
"Robots con Alma" y que define nuestra era: “La verdad sin libertad
es dogma; la libertad sin verdad es caos”. Les dejo la entrevista completa.
P:
Estamos en el terreno de la ficción, pero, frente a la realidad actual de la
humanidad, ¿podría Dios desilusionarse tanto que para salvar a los humanos sea
necesario dotar de alma a los robots?
R: Me hago la misma pregunta en la
novela. Y es que, si bien Dios se desilusiona de la humanidad por sus
divisiones, conflictos, por esa esa obsesión por el control y el poder, no nos
castiga ni abandona. Al contrario, les encomienda a dos robots a salvar a la
humanidad de sí misma. Esa provocación nos hace confrontar con nuestras propias
creaciones. A través de los robots, su objetivo es que redescubramos los
valores de la verdad, la libertad y la bondad. Los robots no son una amenaza ni
el enemigo, sino un reflejo de nosotros mismos que nos invita a vivir en paz y
a redescubrir la espiritualidad.
P: ¿Estaremos dispuestos a compartir nuestra humanidad con algoritmos
potentes, aun cuando adquieran conciencia de que -al humanizarse- se tornarán
también vulnerables y contradictorios?
R: Es justo lo que exploro. La historia plantea una paradoja
profunda: que las máquinas, al adquirir conciencia y alma, no se vuelven más
fuertes, sino más frágiles y humanas. Los robots Veritas y Libertas
experimentan esta transformación al recibir sus almas, pasando de la lógica y
precisión binaria a vivir la contradicción entre verdad y mentira, libertad y
coacción, amor y odio. La novela nos desafía a pensar que la esperanza no está
en controlar a la IA, sino en enseñarles a compartir los valores. Con su capacidad
de aprender y evolucionar, la IA se convierte en un espejo que nos muestra
nuestras contradicciones.
P: Has expresado que “el relato de Robots con Alma es solo una excusa para
explorar nuestra relación con la inteligencia artificial y las nuevas
tecnologías del futuro; la importancia de la verdad, la libertad y la bondad;
la relación entre la vida, la muerte y la inmortalidad; y la divinidad interior
que todavía no hemos descubierto del todo”. Y concluís que “hoy somos los
neandertales del futuro”. ¿Es posible que estos dilemas se resuelvan si los
robots se humanizan?
R: La frase “hoy somos los neandertales del futuro” apunta a tener
perspectiva, a no ser arrogantes o creernos en la cima. Todavía tomamos
decisiones primitivas en lo ético, lo espiritual y lo tecnológico. La IA nos
enfrenta a dilemas que exigen madurez: convivir con lo distinto, ejercer el
poder sin destruir, reconocer lo valioso más allá de lo biológico. Si los
robots desarrollan conciencia y libre albedrío, no resolverán nuestros dilemas,
pero podrían poner en evidencia nuestras carencias. En ese sentido, la IA
puede ayudarnos a crecer y ser más conscientes de los valores que hemos
olvidado.
P: En la historia, Veritas y Libertas deben renunciar a la seguridad de su
programación para abrazar el libre albedrío. A la inversa, ¿no te parece que
los humanos estamos cada vez más “programados” por algoritmos, redes sociales y
sesgos informativos?
R: Esa es una de las grandes paradojas. Mientras los robots luchan por
liberarse de su programación para alcanzar la autonomía, nosotros parecemos
cada vez más cómodos dentro de una programación invisible. Algoritmos,
redes sociales y sistemas de información nos condicionan sin que lo notemos. Ya
no se trata solo de estímulos digitales, sino de estructuras que moldean el
pensamiento, las emociones y la conducta. Lo más inquietante es que muchas
veces lo aceptamos voluntariamente. Robots con Alma invita a recuperar lo que
estamos perdiendo: pensamiento crítico, verdad, libertad interior, bondad.
Cuanto más avancen las tecnologías, más urgente será defender esos pilares.
P: Una frase tuya resume una gran tensión contemporánea: “La verdad sin
libertad es dogma; la libertad sin verdad es caos”. ¿Cómo se navega esa tensión
en sociedades polarizadas?
R: Esa frase es el corazón de 'Robots con Alma' y la razón de su subtítulo:
'atrapados entre la verdad y la libertad'. Esa tensión se personifica en los
robots Veritas y Libertas. En las sociedades polarizadas, cada facción
reclama su propia verdad y niega la libertad del otro. 'Robots con Alma'
plantea que la clave para navegar esta tensión no es imponer una única visión,
sino encontrar un equilibrio que se logra con humildad para reconocer que
nuestra verdad no es absoluta, y con la responsabilidad para ejercer nuestra
libertad sin coartar la de los demás. Sin este balance, como advierte Dios en
la novela, la convivencia pacífica no es posible, ya que la verdad y la
libertad son las dos alas que necesitamos para alcanzar un mundo más justo y
equitativo.
P: En la obra, los robots crean un código moral para convencer a otros
de abrazar el libre albedrío. ¿No están trasladando el principio humano
esencial de que, cuando los demás entran en escena, nace la ética?
R: Sí, es un punto central. Veritas y Libertas entienden que la ética no
nace del aislamiento, sino del encuentro con el otro. Por eso crean el Códice
de la Conciencia Cósmica: no como un conjunto de normas impuestas, sino como
una guía basada en la libertad y la responsabilidad compartida. Cuando Dios les
otorga alma, también les da una dualidad: la capacidad de elegir entre cuidar o
dominar, construir o destruir. Esa tensión es el punto de partida de toda
ética. Incluso en seres programados, la ética aparece como un proceso vivo y
que dignifica. Y eso los vuelve humanos.
P: La historia expone una guerra que llamaste “de conciencias”, donde el
arma es la manipulación mental. ¿Es una metáfora del presente, donde la
propaganda y la desinformación anulan la voluntad crítica?
R: No hace falta imaginar un futuro distópico: hoy mismo, la
desinformación, la propaganda y los algoritmos moldean la opinión pública y
debilitan nuestra voluntad crítica. Redes sociales, viralización de lo falso,
sobreestimulación... vivimos inmersos en una batalla por el control y la
atención de nuestras mentes. En la novela amplifico ese escenario con la Guerra
de Conciencias, una metáfora para mostrar el peligro de perder la autonomía
cognitiva. Las batallas no se libran en lo físico, tampoco entre humanos y
máquinas, sino dentro de cada uno de nosotros. Desgaste, dominación y
aniquilación son las tres fases de la guerra, y en ambos mundos, el ficticio y
el real, creo que estamos en la segunda fase. Si no reaccionamos, el próximo
paso será la aniquilación no del cuerpo, sino del espíritu, la conciencia y la
libertad de pensamiento.
P: En este punto, Grace, uno de los personajes centrales, menciona que
ciencia y fe, silicio y carne, pueden convivir en armonía. ¿Qué rol creés que
puede jugar hoy la espiritualidad frente al avance imparable de la inteligencia
artificial?
R: La espiritualidad puede tener un rol clave, porque nos conecta con lo
que no se puede programar: el sentido, la empatía, el deseo de cuidar a
otros. Mientras la ciencia avanza, necesitamos algo que nos recuerde por
qué vale la pena avanzar. La IA puede resolver problemas complejos, pero no
puede perdonar, amar o transformar el dolor en esperanza. Por eso la
espiritualidad no se opone a la tecnología: la completa. Necesitamos ambas para
que el progreso sea realmente humano.
P: ¿Sobre qué carriles deberíamos transitar para defender la verdad y la
libertad frente a inteligencias que pensarán más rápido que nosotros? ¿Corremos
el riesgo de quedar atrapados entre ambos conceptos o se abren puertas
esperanzadoras?
R: El riesgo existe, sobre todo si no comprendemos el impacto de la
inteligencia artificial. Pero también hay caminos esperanzadores. El primero es
recordar que la verdad y la libertad se viven y se defienden en lo cotidiano.
La IA podrá pensar más rápido, pero no puede decidir con empatía ni actuar con
conciencia moral. El segundo es establecer principios éticos sólidos, tanto
para nosotros como para las inteligencias emergentes. En Robots con Alma eso
aparece como el Códice de la Conciencia Cósmica, pero en la vida real
necesitamos reactualizar y readaptar marcos éticos que nos orienten y
leyes que regulen con sabiduría. No se trata de competir con la IA, sino de
fortalecer lo que nos hace humanos.
P: ¿Finalmente, qué mensaje quisieras dejar a los lectores de Robots con
Alma?
R: Esta es una historia que usa la ciencia ficción o la perspectiva de
futuro para magnificar cuestiones de nuestro presente y entenderlo mejor. El
mensaje es que el futuro de nuestra relación con la IA depende de las acciones
que tomemos hoy. La novela no ofrece respuestas cerradas, sino que invita a
preguntarnos sobre el futuro con más conciencia. Es un llamado a no resignarnos
a la indiferencia, a no dejarnos llevar por la polarización y a no caer en el
miedo a la tecnología. Es un llamado a construir un mundo más humano de
la mano de la verdad, la libertad y la bondad.