diciembre 16, 2017

Trump: las mujeres, sus tuits y la prensa

Donald Trump cierra el 2017 tan ecléctico como lo empezó. Su America First le sirvió para justificar el muro, cerrar fronteras, evadir tratados de comercio y cambio climático o anunciar el deseo de volver a la Luna y conquistar Marte. 

Entremedio, usó una lluvia de tuits para negar el “rusiagate” y el acoso a mujeres, para insultar a los medios y al norcoreano Jong-un, para castigar a Maduro y reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

Trump no se conduce con correcta compostura presidencial. Su estrategia comunicacional es asombrar, disfrazar y crear coartadas. No permite que cuestión alguna sea analizada a profundidad. Cuando una conversación empieza a madurar o a molestar, tira otro tema sobre la mesa y cambia la agenda. Así desbarató el “rusiagate”, imponiendo a Jerusalén.

Virtud o vicio, lo cierto es que sorprende casi todos los días. Sabe generar impacto y robar la atención. Los medios, antes acostumbrados a marcar la agenda y cuidarla como perros guardianes, ahora parecen perritos falderos detrás de sus dichos y efectos. Trump les lleva la delantera y encima los acusa de falsos y los desprecia. Su prédica no es verdadera, pero en la confusión genera que los medios pierdan confianza y credibilidad.

Sus tuits son el ariete para ofuscar, acusar, alabar o imponer agenda. Son indignos a la conducta y confianza que debe proyectar un Presidente. Su agitación verbal, propia de sucias luchas electorales, enciende fuegos impensados que el vicepresidente Mike Pence o el canciller Rex Tillerson deben apresurarse a apagar. Sus tuits suelen exacerbar el discurso de odio. No escucha los reproches: Un presidente tiene más responsabilidades y menos derecho a la libertad de expresión que los ciudadanos de a pie.

Las mujeres son el flanco más vulnerable del Presidente. Para él hay buenas y malas. Las mejores, sus preferidas, son su hija Ivanka, su esposa Melania y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley. Las tres son su sosiego, su ingenio, su máscara. Se destacan en política, en conducta, en la moda y la diplomacia. La más avezada es Haley, a quien Trump la prefiere de apriete diplomático más que a su canciller.

Y están las mujeres que menos le agradan; su lastre del pasado. Más de cien congresistas demócratas le plantaron cara esta semana en el Congreso exigiendo su renuncia, así como en días recientes lo hicieron tres congresistas acusados por acosar sexualmente a sus subordinadas. Argumentaron que “los estadounidenses se merecen la verdad”.

Trump arrastra más de veinte denuncias de mujeres que lo acusan de haberlas acosado cuando era empresario exitoso, celebridad y dueño del concurso Miss Mundo. Tres de ellas, cuyas denuncias están en el documental 16 women and Donald Trump, dieron una conferencia de prensa esta semana. Exigieron la misma justicia, al menos pública y laboral, que condenó al productor Harvey Weinstein, al periodista Matt Lauer y a los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman.

Las denuncias no son nuevas, pero se potenciaron con el movimiento #MeToo y también durante la campaña electoral cuando se difundió un audio en el que Trump fanfarroneaba que por su carácter de celebridad las mujeres le permitían cualquier cosa, hasta ser tomadas por los genitales. Las denuncias nunca pasaron desapercibidas, pero fueron ignoradas por la Casa Blanca que siempre las quiso tapar, dándoles un tinte político: “El pueblo emitió su veredicto otorgando a Trump la victoria”.

La justificación es incongruente y no será suficiente para detener el #MeToo. Se trata de un movimiento fuerte y que goza del reconocimiento social que no tuvo años atrás. Las denuncias contra Hollywood envalentonaron la tendencia a la denuncia. La revista Time lo reconoció y eligió a las mujeres “interruptoras del silencio” como el personaje del año. Time argumentó que la explosión de las denuncias por acoso sexual produjo uno de los cambios culturales de mayor velocidad desde la década de 1960, provocando efectos inmediatos e impactantes en todo el mundo.


El 2018 no amaga que será distinto en torno a Trump, mientras siga con su estilo impulsivo y despreciando mejores conductas. Su discurso incendiario, las acusaciones del “rusiagate” y las denuncias de las mujeres, lo perseguirán y continuarán desgastando. trottiart@gmail.com

diciembre 09, 2017

Miami y la celebración del arte

Miami cada diciembre exuda color, glamour y exuberancia vanguardista. El cambio anímico no se debe al fin de la temporada de huracanes o al clima menos pegajoso, dignos también de festejo, sino a la celebración de la semana del arte.

Art Basel y un enjambre de ferias satélites lideradas por la tradicional Art Miami, invaden todos los rincones, lotes y playas. Los museos abren puertas de par en par, los coleccionistas la intimidad de sus casas y cada hotel, mall y barrio exhibe una instalación de algún artista reconocido o emergente. Festivales de música, cine alternativo y chefs rebuscados hacen el resto.

Eso es a simple vista, pero detrás de toda la movida del arte hay un propósito y un resultado mucho más profundo. Miami ya estaba en el mapa, pero desde que Art Basel desembarcó hace 15 años, se viene notando la potencia transformadora del arte, sumándose este género a otros polos de crecimiento como el turismo, el desarrollo inmobiliario y la industria del entretenimiento.

Existen ciudades más vigorosas, culturales y referentes en el mundo del arte. Pero a diferencia de Nueva York, Londres o París, Miami tiene una vitalidad juvenil y optimista en la que el arte más vanguardista, contemporáneo y conceptual está construyendo su reputación, abriendo nicho y contagiando a sus museos y galerías. Los miles de periodistas acreditados y el boca a boca de curiosos y coleccionistas que llegan de todo el mundo, van acrecentando lo que es ya marca Miami.

Art Basel también gana con el posicionamiento de su oferta. Por ello renovó por cinco años más con Miami Beach y anunció que en febrero de 2019 desembarcará en Miami con una feria anual de automóviles para coleccionistas, con el mismo esquema estricto que usa para curar y vender arte.

Miami es el lugar adecuado para el arte conceptual, exótico, raro, aquel al que incluso cuesta catalogar de arte en alguna instalación o adivinar el mensaje hasta que no se lee la explicación al lado de la obra. En un ambiente donde abundan los milenials, acostumbrados más que ninguna otra generación a la disrupción tecnológica y a lo efímero y perecedero de la sociedad de consumo, este tipo de expresiones son asidos con más facilidad, tal vez no tanto por el valor intrínseco de la obra, sino por las formas más nuevas y plurales de creatividad. Y no importa mucho si el artista tiene un mensaje rebuscado ante 20 metros de papel burbuja para encomiendas que desplegó en la sala principal del recién inaugurado Instituto de Arte Contemporáneo o sobre las vajillas rotas y anudadas por correas en Art Basel que la artista explica que se trata de un mensaje anti violencia doméstica y en apoyo a la campaña #MeToo.

El tiempo dirá que sucederá con estas obras de arte efímero que no se compadecen con los parámetros tradicionales de belleza, y que los museos no saben cómo conservarlas y las compañías aseguradoras como tasarlas.

Desde que Duchamp dijo que su urinal “es arte”, se abrieron las puertas para la creatividad y pluralidad de quienes se definen como artistas. Sin embargo, nunca se pudo derribar la mayor barrera del arte: su precio. Si bien en esta época de cultura globalizada el conocimiento del arte se ha masificado, su compra y disfrute cotidiano solo queda para una élite plena de coleccionistas, mercaderes y un círculo pequeño que busca reciclar y ganar más con lo comprado. Los precios siderales por decenas de miles de dólares que se pagaron por obra esta semana, reduce a los demás mortales a simple espectadores y a conformarse con láminas de reproducción china.

Pese a sus vicios y virtudes, todavía elitista, más plural y masivo, sería injusto no apreciar que la exposición continua al arte ayuda a construir cultura. Con la efervescencia de Art Basel y Art Miami en estos días la gente disfruta observar y absorber arte. Es una experiencia única, privilegiada, como ir al estadio a ver fútbol, lo que no se puede vivir por televisión o por comentarios.


Más allá del disfrute personal, lo importante es la transformación social y económica que atrajo el arte. En Miami y Miami Beach se inauguraron tres nuevos museos, se restauraron barrios enteros como Wynwood con espacios de exhibición, explotó el número de galerías y los coleccionistas locales aumentaron su capacidad filantrópica donando obras a museos y espacios públicos. trottiart@gmail.com

diciembre 02, 2017

Abusos sexuales: del silencio al estruendo

A diferencia de una enfermedad cuyos síntomas se detectan a simple vista, la epidemia de los abusos sexuales pasó inadvertida por décadas. 

Las víctimas callaron por temor a sufrir represalias, sentir más vergüenza y a terminar más victimizadas aún. El machismo hizo el resto; cubrió todo con un manto de silencio.

El cineasta Harvey Weinstein no fue el único depredador. Pero su caso fue punto de inflexión para que muchas mujeres salieran a denunciar sus tormentos. Las actrices de Hollywood tomaron la delantera y empoderaron a otras mujeres menos célebres a denunciar el abuso de poder. El efecto dominó se regó por EE.UU. y el mundo entero, así como antes sucedió con el fenómeno de los abusos de menores.

Weinstein no es el único caso. Tampoco el más importante. Lo antecedieron miles más graves aún. El sexo es el arma de subyugación más usada de la historia, sobrepasando épocas, etnias y clases sociales. La gran diferencia con el pasado es que hoy la mujer ganó terreno, hay mayor conciencia sobre las violaciones a los derechos humanos y las redes sociales y medios tradicionales amplifican las denuncias, a pesar de que la justicia, las leyes y la sociedad no tengan todavía los dientes necesarios.

Gracias a ese contexto más favorable y a que los denunciados son personajes encumbrados, como el periodista Matt Lauer de NBC, despedido esta semana por abusar de tres mujeres en su oficina, las denuncias son más estruendosas. Eso ayuda a que la conversación se instale en todos lados y la presión aumente contra los que tienen que responder. Renuncias, despidos, pérdida de credibilidad, arreglos extrajudiciales y cárcel se acomodan como remedios inmediatos.

En todo el mundo han aparecido víctimas y victimarios, desde príncipes a deportistas, de legisladores a periodistas y hasta un ex primer ministro de Gales que se suicidó para no afrontar a la justicia y su familia. La rareza de estos casos es que no solo causa estupor la cantidad de abusos denunciados, sino la metodología depravada en contra de las víctimas.

El actor Bill Cosby las drogaba para poder violarlas, el productor Weinstein les obligaba a tener relaciones bajo amenaza de no contratarlas, Lauer les exhibía sus genitales, el actor Kevin Spacey manoseaba a dos manos a sus colegas masculinos y Larry Nassar, entre otros, se cobijó por 19 años como médico del equipo olímpico de gimnasia de EE.UU., para terminar acusado de abusar de siete niñas, tres menores de 13 años, penetrándolas con sus dedos fingiendo revisaciones sanitarias.

El abuso sexual es un problema profundo y enquistado en muchos círculos y comunidades. En EE.UU. el ámbito militar y las universidades hace rato que son preocupación mayor para el gobierno. Todavía se batalla para que haya más luz sobre los abusos. Hace tres décadas, cuando el problema estalló, se obligaron medidas para combatir el acoso sexual en casi todos los ambientes laborales, aunque a juzgar por la realidad actual, poco se avanzó. Un estudio reciente sobre el tema lo hizo la empresa WalletHub, demostrando que Orlando es la ciudad más pecaminosa del país por su alto índice de delincuentes sexuales, con 769 por cada 100 mil habitantes.

La criminalidad sexual no es mayor en EE.UU. que en otros países, sino que es evaluada con más rigor y desaprensión, producto de un sistema más abierto y proclive a la autocrítica.

También suele haber abusos en las denuncias. No todas las mujeres son buenas ni todos los hombres son malos. En algunas situaciones habrá premeditación para dañar la reputación del otro. El Washington Post denunció esta semana que una mujer que dijo haber sido violada por un congresista, perseguía con su mentira hundir al legislador y dañar la reputación del diario al que acusaría luego de inventar noticias falsas.

Pese a lo poco que se avanzó, la importancia de machacar con la cultura de la denuncia es que sirve para reducir la tolerancia al abuso y acelerar cambios. Se genera mayor conciencia pública, se incentivan vientos más favorables para adoptar nueva legislación y se obliga a empresas e instituciones a adoptar medidas preventivas.

Seguramente no todas las víctimas recuperen su pudor y dignidad o se sentirán desagraviadas con la denuncia, pero con el estruendo se logrará disminuir el efecto contagio de esta epidemia silente. trottiart@gmail.com

noviembre 25, 2017

El internet del futuro (incierto)

La gratuidad y la libertad de acceso a los contenidos en la red, cualidades que actualmente disfrutamos, no se avizoran en el futuro próximo. A partir del 14 de diciembre comenzará el principio del fin del internet tal como lo conocemos, experimentamos y navegamos ahora.

Después de décadas de discusiones con adelantos y retrocesos sobre el tema, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de EE.UU. desarticulará de un plumazo el requisito de neutralidad que rige a la red.

Es un cambio profundo. Modificará nuestra relación con los contenidos. Tendremos que pagar más dinero si queremos descargar una película que contestar un email o pagar más por aquellos emails con videos, fotografías y documentos adjuntos. No solo es una cuestión de precios. También estaremos restringidos de acceder a los contenidos que queramos.

La neutralidad garantiza – hasta ahora - que las proveedoras de servicios de comunicación como ATT, Verizon y Xfinity en EE.UU. o Telefónica, Tigo y Claro en América Latina traten a todos los contenidos con igualdad, no pudiendo discriminar lo que no quieren o no les conviene transportar. Tampoco pueden cobrar diferenciado por carriles de descarga rápidos y lentos, dar prioridad de tráfico a sus propios contenidos o bloquear aplicaciones y servicios de otros proveedores.

La guerra de los cabilderos ante la FCC fue siempre entre posiciones antagónicas como en cuadrilátero de boxeo. En un rincón, las grandes compañías tecnológicas creadoras de contenidos, como Google, Amazon, Facebook, Twitter, iTunes, Netflix, creen que el principio de neutralidad permite al usuario navegar el internet con libertad y gratuidad, así como descargar contenidos sin que por el tipo de velocidad requerida se deban pagar tarifas diferenciadas.

Y en el otro rincón, las empresas de comunicaciones, como ATT, Verizon, Telefónica o Claro, que siempre se sintieron discriminadas al tener que soportar la carga de las grandes tecnológicas que son las que se han beneficiado con un internet barato y sin restricciones. Afirman que deben cobrar más por velocidades diferentes porque sus costos son más elevados con ramales de mayor banda ancha, a los que deben mantener y aumentar. Argumentan que cobrar por mejores servicios, les permitirá ser competentes, innovadores y ofrecer mayor calidad.
Con los demócratas y Barack Obama de la mano, los del primer rincón se aseguraron años de neutralidad y beneficios. Obama debió luchar contra un Congreso adverso y unos republicanos que no creían que era necesario la neutralidad para que la red se mantuviera abierta, libre y transparente.
Los republicanos con Donald Trump a la cabeza, creen que la neutralidad limita la competencia y el libre mercado. Consideran que el principio de neutralidad que se consolidó en 2015 con Obama fue “un enfoque erróneo y legalmente defectuoso". Por el contrario, dicen que a partir del 14 de diciembre, la eliminación de la neutralidad facilitará la inversión e innovación, aspectos críticos para la expansión de la banda ancha y el futuro del internet.

En defensa de los usuarios que podrían sentirse los más afectados, las nuevas directrices de la FCC establecen que el “requisito de transparencia”, junto a las “leyes antimonopolio y de protección del consumidor”, les permitirá a los usuarios fiscalizar a las empresas de comunicaciones. Podrán exigir a las autoridades del ministerio de Comercio que adopten las medidas correctivas necesarias.

Todo esto tiene jurisdicción en EE.UU. Habrá que ver como esta posición va adaptándose en el resto del mundo, incluso en aquellos lugares con gobiernos autoritarios acostumbrados a su monopolio de empresas estatales de comunicación que siempre han usado para controlar los contenidos y restringir la libertad.

De todos modos, acostumbrados a una FCC bastante maleable y cambiante, habrá que observar si la no neutralidad se convertirá en norma a futuro o si de nuevo se dará marcha atrás cuando se acumule experiencia contraria o una nueva ideología asuma el poder en el Congreso.


Por ahora reina la incertidumbre. Lo cierto, sin embargo, es que tendremos que acostumbrarnos a pagar por lo que hasta ahora era gratuito y a estar restringidos de lo que hasta ahora disponíamos con libertad. trottiart@gmail.com

noviembre 18, 2017

Almagro: Un David contra Goliat

Luis Almagro asumió en marzo de 2015 las riendas de la Organización de Estados Americanos. Desde el arranque enfiló sus cañones contra el gobierno de Nicolás Maduro, en momentos que todos los gobiernos del continente y del mundo eran indiferentes o guardaban silencio ante las atrocidades del régimen venezolano.

Fue entonces, y todavía ahora, una lucha ciclópea de un David contra Goliat. Maduro mantenía una retórica antiimperialista seduciendo con la idea de la revolución forjada por Hugo Chávez y una billetera todavía amplia para comprar voluntades. Almagro se basó en su eslogan “más derechos para más gente”, obligándose a denunciar a una dictadura disfrazada de oveja.

Al principio, Almagro consiguió más repudios que adhesiones por su mensaje anti chavista. Habiendo sido canciller del izquierdista José Mujica, traidor y burgués renegado fueron los calificativos más benignos que recibió de la izquierda latinoamericana. No le importó. Siguió machacando, y así como el cántaro a la fuente, logró que finalmente muchos gobiernos admitieran que el régimen de Maduro es una dictadura.

“Una dictadura que criminaliza toda forma de disenso” subrayó Almagro ante la Sociedad Interamericana de Prensa al recibir el Gran Premio a la Libertad de Prensa 2017. Fue a fines de octubre, días antes que Maduro aprobara su ansiada ley para encarcelar a los disidentes y neutralizar las críticas en las redes sociales y de los medios independientes.

La ley sanciona el odio, la discriminación y la propaganda, paradójicamente desvalores que practica y promueve el chavismo. A Maduro la ley le servirá para demorar la caída, pero no para evitar el porrazo definitivo. Es cuestión de tiempo.
Tampoco se puede ser ingenuo. Maduro siempre se ingenia las armas adecuadas para retrasar su debacle. Engaña a la oposición y a los negociadores incautos del mundo con procesos de diálogo que nunca cumple. Cierra el Congreso y abre una Asamblea Constituyente que busca inventar la nueva democracia, un atajo para construir un sistema a semejanza de la Cuba gastada y colapsada.

Gracias a su retórica antiimperialista o anti títeres del imperio, de lo que acusa a Almagro o Juan Manuel Santos, consigue salvatajes que le prolongan la vida, pese a ser un narco estado y cometer crímenes de lesa humanidad, evidenciados por la suma de más de 140 muertos como consecuencia de la brutal represión de las protestas públicas.

El salvavidas más audaz lo arrojaron Rusia y China. Estas potencias no se presentaron en una reunión no oficial del Consejo de Seguridad de la ONU, donde se buscaba concertar estrategias para neutralizar la desestabilización que crea el régimen venezolano en la región. Convertido en la piedra en el zapato, Almagro criticó ahí el silencio que todavía se le prodiga al régimen. Responsabilizó a Maduro por las muertes, la pobreza y el sufrimiento de los venezolanos y por ser un “esquema criminal con vínculos con el narcotráfico”.

Rusia no le prestó atención, y pese a la reprobación de la calificadora crediticia Standard & Poors por no pagar la deuda externa, renegoció y dio a Maduro más tiempo. No le servirá de mucho. Venezuela está en bancarrota. Su economía adicta al petróleo ya no produce como antaño, los precios del barril singuen desplomados y el régimen desperdició dos décadas en las que habría podido diversificar la economía, en lugar de haber estado imponiendo ideología a fuerza de petróleo subsidiado o regalado.

Es verdad que esta vez Almagro no consiguió nada en la ONU. Pero es sagaz. Sabe que su prédica constante en otros foros motivó a EE.UU. a disponer de tres olas de sanciones a funcionarios venezolanos y que Canadá y España se sumaran con medidas similares. También esta semana la Unión Europea dispuso impedir la venta de equipos y armas para evitar que sean usados en la represión interna.


Almagro, aunque tenga apariencia de pequeño David ante un enorme Goliat, sabe que el sentido común y la denuncia permanente permitirán cambiar las percepciones y que tarde o temprano, así como las Américas y Europa, el resto del mundo terminará avergonzado por su silencio. Almagro sabe que su misión es cuestión de perseverancia y de seguir luchando por “más derechos para más…” venezolanos. trottiart@gmail.com

noviembre 12, 2017

La búsqueda del silencio

A nadie le gusta ser criticado, menos investigado. El Periodismo tiene ese papel inquisitivo. Investiga y denuncia corrupción, e ilumina los problemas creados por aquellos que no quieren ser señalados para mantener sus estándares de vida y status social.

Ser criticado o señalado genera anticuerpos. Es cierto que muchas veces la prensa abusa dañando imágenes que luego no repara a tiempo y en forma cuando el criticado es exonerado o se descubre su inocencia. También es verdad que, en muchos casos, los señalados se defienden como honestos pese a su mala conducta.

La defensa de los afectados puede ser inofensiva o agresiva, pero siempre busca el silencio. Una forma sutil de callar las críticas es a través de los boicots informativos. El estudio Disney negó que Los Angeles Times tenga acceso a sus premieres porque consideró injustas las críticas a una de sus películas. El mismo criterio ejerció Lionel Messi y sus compañeros de selección cuando un periodista señaló conductas impropias extra deportivas de un jugador.

Existen boicots informativos más agresivos y que dañan el derecho a saber de la sociedad. Muchos presidentes de países y ejecutivos de corporaciones limitan a sus críticos la entrada a las conferencias de prensa. Incluso muchos, a los que no les interesa ser cuestionados, prefieren evitar a la prensa y comunicarse en forma directa a través de las redes sociales. No informan, hacen propaganda.

Donald Trump no es el único que ha acortado su relación con los medios, a los que critica por generar “noticias falsas”. Esa forma de contra crítica también la ejerce Nicolás Maduro y Daniel Ortega, como antes Cristina Kirchner y Rafael Correa. Negaban información al Periodismo crítico e independiente. Asimismo manipulaban datos, informaban por redes sociales, tenían espacios en cadenas nacionales para responder y atacar a sus críticos y hasta compraron periodistas y medios para apuntalar su aparato de propaganda.

Otro tipo de boicot para generar silencio es mortal. A veces en forma autónoma o en connivencia con funcionarios de gobierno, el narco y el crimen organizado matan para defenderse. Este año fueron asesinados 17 periodistas en América Latina – más de 400 en las dos décadas pasadas - la mayoría por haber expuesto excesos de los narcos y de políticos corruptos. En Malta el mes pasado, la periodista investigativa Daphne Caruana Galizia fue volada por los aires por señalar y criticar lo que sus verdugos querían mantener en secreto.

Pese a esta defensa violenta, buscar la verdad a como dé lugar es el norte del Periodismo. De ahí el valor de los casos más resonantes de esta época reflejados en los Panama Papers y los ahora Paradise Papers. Con los nuevos Paradise Papers, que investigaron centenares de periodistas nucleados en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, muchos trapitos salieron a la luz sobre aquellos que pretendían tener menos exposición de sus bienes, muchos de ellos para no pagar al fisco lo que corresponde. La nueva era digital atrajo la ventaja del periodismo de datos y mayor transparencia. Queda así expuesto que todos somos mortales, desde la reina Isabel de Inglaterra y Shakira, hasta el yerno de Trump, su secretario de Comercio o los ejecutivos de Odebrecht.
Otra forma de silencio se legitima a través de leyes. Esta semana la inconstitucional Asamblea Constituyente de Venezuela creó una ley para abortar de la sociedad el odio, la intolerancia, la discriminación y la propaganda. El principio es loable, si no fuera que el régimen es el que practica esas acciones.

Nicolás Maduro criminaliza así la protesta y la expresión, los derechos más sagrados de una democracia. Impone el silencio mediante penas que llegan hasta los 20 años de cárcel para cualquier ciudadano por protestar en las calles, escribir un editorial u opinar por Twitter. Esta censura legal de estilo castrista desnuda el autoritarismo creciente del régimen.

En definitiva. Existe Periodismo abusivo, malicioso y sensacionalista, pero, más que todo, Periodismo crítico, independiente e investigativo. Y en una época digital hiper informativa, de redes sociales y tantas medias verdades, el Periodismo es el mejor antídoto contra el silencio. Sigue siendo tan vital y necesario como siempre. trottiart@gmail.com


noviembre 05, 2017

Facebook y Google acorraladas por el “rusiagate”

La intromisión de la inteligencia rusa con su propaganda, trolls y post pagados en redes sociales durante la campaña estadounidense con la clara intención de manipular al electorado no solo afectó la credibilidad de las grandes compañías tecnológicas como Facebook, Google y Twitter. También minó la confianza del público y potenció posibles represalias legislativas por parte del Congreso estadounidense.

Aunque todavía falta claridad sobre cómo Washington arremeterá contra la industria, tarde o temprano el cambio llegará. Los legisladores no quieren que las redes censuren contenidos porque podría infringirse la Primera Enmienda, pero tampoco quieren que sigan tan invasivas y dominantes.

La posición de dominio es clara así como el duopolio formado por Facebook y Google, empresas que este año absorberán el 49% de toda la publicidad digital del mundo. Mientras Mark Zuckerberg el miércoles respondía en el Senado sobre la influencia de Facebook en las elecciones, fue informado que tiene 2.1 billones de usuarios y que su ganancia se proyecta en $38 mil millones en este 2017.  Por su parte, Google reportó $3 billones de ingresos entre julio y septiembre.

Aunque en el Congreso todavía existe resistencia para regular al sector, muchos legisladores opinan que el internet y las redes deben tener mayor obligación moral para examinar la información política que se publica, tal como se hace con la pornografía infantil y el terrorismo.

Negada la intromisión por las compañías tecnológicas al principio, admitida luego y confirmada esta semana ante el Congreso, la intrusión fue un duro golpe. Todo un país, ciudadanos, comunicadores y políticos fueron engañados. Y lo peor de todo, a través de las redes sociales y el internet, creaciones que han posicionado a EE.UU. como líder de la industria del conocimiento.

El engaño digital o esta nueva ciberguerra se comparan al efecto sorpresa del ataque terrorista de Setiembre/11 y sus consecuencias. Entonces, los terroristas no solo mataron a más de tres mil civiles inocentes, sino que se burlaron y derribaron el centro de operaciones financiero más importante del planeta. Sin dudas, así como antes, el “rusiagate” digital será un elemento bisagra en la forma que nos comunicamos a partir de ahora.

El contenido propagandístico de los rusos que determinó la (mala) suerte de Hillary Clinton, ya había sido alertado por el FBI. Esta semana solo se confirmaron los hechos cuando las compañías admitieron, aunque un poco a destiempo, que los trolls rusos llegaron a 126 millones de usuarios en EE.UU. y que se usaron más de 2.700 cuentas en Twitter para distribuir noticias falsas y miles de videos por YouTube y Google.

El “rusiagate”, más allá de desenmascarar que Vladimir Putin estuvo detrás del hackeo de correos del Partido Demócrata, desencadenando el arresto de Paul Manafort, exdirector de la campaña de Donald Trump y los eternos desmentidos del Presidente, demuestra que Facebook y Google no solo son canales de distribución de noticias, como ellos quieren ser identificados. Son espacios donde se pueden crear y promover hechos falsos, por lo que les caben responsabilidades como asumen los medios tradicionales.

Las tecnológicas han demostrado que implementan buenas prácticas de autorregulación, pero no parecen ser suficientes para el Congreso. Un nuevo proyecto de ley sobre anuncios políticos les obliga a ser más transparentes con avisos de más de $500. Deberán desclasificar el nombre del comprador, a quienes va dirigido, el costo, el tiempo de duración y mantener un banco de datos histórico con toda la información.
Con o sin regulaciones, lo cierto es que nadie quiere vuelva a ocurrir la intromisión rusa que influenció el destino del país. Se trata de una modalidad de guerra sin armas convencionales, en la que una potencia extranjera manipula a otra usando sus propios métodos. Los escudos para la ciberguerra estaban preparados para detener robos de identidad, intromisión en grillas eléctricas o en sistemas nucleares, pero no para atajar propaganda y noticias falsas a través de las redes y los buscadores de internet.


Ojalá la legislación futura ponga énfasis en temas de publicidad política y no se entrometa en temas informativos que pudieran entorpecer la libertad de expresión. trottiart@gmail.com

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...