Miami cada diciembre exuda color,
glamour y exuberancia vanguardista. El cambio anímico no se debe al fin de la temporada
de huracanes o al clima menos pegajoso, dignos también de festejo, sino a la
celebración de la semana del arte.
Art Basel y un enjambre de
ferias satélites lideradas por la tradicional Art Miami, invaden todos los rincones,
lotes y playas. Los museos abren puertas de par en par, los coleccionistas la
intimidad de sus casas y cada hotel, mall y barrio exhibe una instalación de
algún artista reconocido o emergente. Festivales de música, cine alternativo y
chefs rebuscados hacen el resto.
Eso es a simple vista, pero
detrás de toda la movida del arte hay un propósito y un resultado mucho más
profundo. Miami ya estaba en el mapa, pero desde que Art Basel desembarcó hace 15
años, se viene notando la potencia transformadora del arte, sumándose este
género a otros polos de crecimiento como el turismo, el desarrollo inmobiliario
y la industria del entretenimiento.
Existen ciudades más
vigorosas, culturales y referentes en el mundo del arte. Pero a diferencia de
Nueva York, Londres o París, Miami tiene una vitalidad juvenil y optimista en
la que el arte más vanguardista, contemporáneo y conceptual está construyendo
su reputación, abriendo nicho y contagiando a sus museos y galerías. Los miles
de periodistas acreditados y el boca a boca de curiosos y coleccionistas que
llegan de todo el mundo, van acrecentando lo que es ya marca Miami.
Art Basel también gana con
el posicionamiento de su oferta. Por ello renovó por cinco años más con Miami
Beach y anunció que en febrero de 2019 desembarcará en Miami con una feria
anual de automóviles para coleccionistas, con el mismo esquema estricto que usa
para curar y vender arte.
Miami es el lugar adecuado
para el arte conceptual, exótico, raro, aquel al que incluso cuesta catalogar
de arte en alguna instalación o adivinar el mensaje hasta que no se lee la
explicación al lado de la obra. En un ambiente donde abundan los milenials,
acostumbrados más que ninguna otra generación a la disrupción tecnológica y a
lo efímero y perecedero de la sociedad de consumo, este tipo de expresiones son
asidos con más facilidad, tal vez no tanto por el valor intrínseco de la obra,
sino por las formas más nuevas y plurales de creatividad. Y no importa mucho si
el artista tiene un mensaje rebuscado ante 20 metros de papel burbuja para
encomiendas que desplegó en la sala principal del recién inaugurado Instituto
de Arte Contemporáneo o sobre las vajillas rotas y anudadas por correas en Art
Basel que la artista explica que se trata de un mensaje anti violencia
doméstica y en apoyo a la campaña #MeToo.
El tiempo dirá que sucederá con
estas obras de arte efímero que no se compadecen con los parámetros
tradicionales de belleza, y que los museos no saben cómo conservarlas y las
compañías aseguradoras como tasarlas.
Desde que Duchamp dijo que
su urinal “es arte”, se abrieron las puertas para la creatividad y pluralidad
de quienes se definen como artistas. Sin embargo, nunca se pudo derribar la
mayor barrera del arte: su precio. Si bien en esta época de cultura globalizada
el conocimiento del arte se ha masificado, su compra y disfrute cotidiano solo
queda para una élite plena de coleccionistas, mercaderes y un círculo pequeño
que busca reciclar y ganar más con lo comprado. Los precios siderales por
decenas de miles de dólares que se pagaron por obra esta semana, reduce a los
demás mortales a simple espectadores y a conformarse con láminas de
reproducción china.
Pese a sus vicios y virtudes,
todavía elitista, más plural y masivo, sería injusto no apreciar que la
exposición continua al arte ayuda a construir cultura. Con la efervescencia de
Art Basel y Art Miami en estos días la gente disfruta observar y absorber arte.
Es una experiencia única, privilegiada, como ir al estadio a ver fútbol, lo que
no se puede vivir por televisión o por comentarios.
Más allá del disfrute
personal, lo importante es la transformación social y económica que atrajo el
arte. En Miami y Miami Beach se inauguraron tres nuevos museos, se restauraron
barrios enteros como Wynwood con espacios de exhibición, explotó el número de
galerías y los coleccionistas locales aumentaron su capacidad filantrópica
donando obras a museos y espacios públicos. trottiart@gmail.com
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