Nicolás Maduro se enojó con su colega Mauricio Macri porque Argentina decidió
retirarse de la cadena televisiva multiestatal Telesur, de la que era socia
desde que Hugo Chávez la creó en 2005 para contrarrestar la “propaganda imperialista
de CNN”.
El berrinche de Maduro fue para
matar dos pájaros de un tiro. Se la tenía jurada al presidente argentino desde
que anunció que pediría al Mercosur aplicar la cláusula democrática contra Venezuela
por su violación sistemática de los derechos humanos. Macri luego cedió porque
la oposición ganó las elecciones legislativas, aunque seguramente insista ahora
al saber que Maduro se niega a promulgar una ley de amnistía que el Congreso venezolano
aprobó esta semana para liberar a 78 presos políticos.
Maduro, fiel a su estilo
mandón y boquiabierto, comparó a Macri con los represores, haciendo un juego de
palabras entre “desaparecer” a Telesur y los “30 mil desaparecidos”, desafiando
con que nadie va a “desaparecer la verdad… si la prohíben en Argentina,
millones de argentinos la verán por internet”.
La exageración no pudo tapar
la realidad de Telesur. Más que un canal de noticias es un capricho propagandístico
subvencionado por el chavismo, ideado para propagar “el socialismo del siglo
21”, ahora en retirada y desahuciado. No tiene impacto ni audiencia y mucho
menos credibilidad. Provee información en forma unidireccional, característica
especial a la que apuntó el ministro argentino de Medios Públicos, Hernán
Lombardi.
Lombardi no necesitó decir mucho más para
justificar que Argentina se retira de la televisora. La salida no es tan solo política,
sino pragmática y coherente con los criterios de Macri para desactivar los
órganos que sustentaron el relato K o la narrativa estrambótica ideada por el
chavismo que, a través de Telesur, prefiere dar espacio a los líderes
narcotraficantes de las Farc para hablar de sus logros por la paz, que a
admitir la existencia de presos políticos en su país de origen.
El ahorro económico para el gobierno argentino
no es mucho por el 16% de participación en Telesur, algo así como un cuarto de
millón de dólares, aunque un solo dólar de los contribuyentes destinados a propaganda
es un malgasto total. Sin embargo, la decisión le sirve a Macri para
fundamentar su política informativa. Había prometido en campaña que acabaría con
la propaganda, que los medios que maneja el gobierno serían públicos y no
partidarios y que nunca más existiría la "guerra del Estado contra el
Periodismo", antagonismo que siempre fomentaron el chavismo y el
kirchnerismo.
La frustración de Maduro es que está viendo
cómo empieza a desmoronarse todo el aparato de comunicación hegemónica que en
un primer momento bajó de Cuba y que luego se potenció con el chavismo. Estos
gobiernos utilizaron recursos públicos para apuntalar grandiosos aparatos de
propaganda, además de no escatimar esfuerzos para perseguir a la oposición, a
los medios y periodistas que no se sumaban a sus designios.
En el último año de
su mandato, Cristina Kirchner desembolsó 1.400 millones de dólares para
sustentar un aparato gigantesco de medios públicos que usó como armas
partidarias, distribuir pauta publicitaria a medios amigos y apuntalar a Fútbol
para Todos y otros programas que propalaban su relato.
Siempre he sostenido la teoría de que los
gobiernos autoritarios necesitan más propaganda cuando decrecen sus logros y
progreso. Esa lógica queda demostrada con el gasto exorbitado del kirchnerismo
en 2015, así como del chavismo, el correísmo ecuatoriano y el orteguismo
nicaragüense. Comenzaron a invertir más en propaganda a medida que decaían sus
logros políticos y económicos y su popularidad. De ahí que en este momento
Telesur, así como otros medios del chavismo, son fundamentales para mantener el
sistema político.
La
salida de Telesur es un buen paso del gobierno argentino. Telesur, si quiere
continuar como medio y alternativa, tendrá que ser eficiente, debería transformarse
en medio público sin subvenciones exageradas o pasar a manos privadas y quedar
al arbitrio de su audiencia. De lo contrario, sino cambia, durará tanto como el
régimen que lo sustenta.