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febrero 20, 2016

Muerto el juez, viva la Justicia

Como si algo le faltara a las coloridas elecciones presidenciales en EEUU, la Justicia se metió de lleno en la campaña, incitando mayor polarización entre  republicanos y demócratas, y entre Barack Obama y un Congreso que no le obedece.

No entró a la contienda por algún fallo electoral, sino por la muerte del magistrado Antonin Scalia, uno de los nueve jueces de la Corte Suprema que ahora quedó en un equilibrio peligroso, justo cuando debía decidir sobre inmigración y calentamiento global, dos temas sobre los que Obama quiere construir su legado en los últimos meses en la Casa Blanca.

Tanto Obama como el Senado dominado por la oposición, que tienen la potestad de nombrar y vetar al reemplazante de Scalia, buscan agua para su molino. Obama quiere un juez menos sedicioso que no le siga bloqueando sus iniciativas en inmigración, medio ambiente y reforma sanitaria; mientras que el Senado espera que el 8 de noviembre se elija de presidente a un republicano, quien podrá designar a un magistrado tan conservador como Scalia.

La controversia no es menor en un país que los fallos de la Justicia pueden tener más fuerza que las leyes del Congreso o los decretos del Ejecutivo. La cultura estadounidense ha sido moldeada por los jueces supremos, ya sea porque inhibieron leyes racistas, declararon legal el aborto, permitieron que quienquiera porte armas, que se queme la bandera o que el matrimonio pueda consumarse entre personas del mismo sexo.

Scalia era tan conservador como la Constitución misma. En algunos fallos trascendentes sobre matrimonio y aborto, recordaba que esos temas no estaban en la Constitución por lo que debían ser zanjados por poderes electos, y no subordinados a nueve abogados que nadie había elegido.

Igualmente, sus opiniones jurídicas siempre sirvieron para equilibrar las de otros magistrados más progresistas, alineados a la ideología del Partido Demócrata. No obstante y a diferencia de lo que sucede en otros países con magistrados sumisos al poder de turno, Scalia supeditaba sus fallos a su forma conservadora de pensar, pero no a los intereses ideológicos del Partido Republicano.

Con el reemplazo de Scalia o sin un nuevo magistrado, Obama tiene más allanado el camino para su reforma migratoria, una orden ejecutiva para regularizar a millones de inmigrantes indocumentados, que ha sido combatida en las cortes por muchos gobernadores republicanos de estados como Texas, que la consideran anticonstitucional, y a quienes se preveía que Scalia les daría la razón.

Sin Scalia, Obama también podría anotarse una pronta victoria en materia de calentamiento global. Es que una semana antes de fallecer, Scalia había inclinado la balanza, 5 votos a 4, a favor de varios estados cuya economía depende del carbón y el petróleo, y que habían protestado una orden administrativa de Obama que impone reemplazar la explotación de las energías fósiles por las renovables.

El Plan de Aire Limpio de Obama es trascendente por dos razones. Primero, por ser la primera vez en la historia que un tema llega a la Corte Suprema por otra vía que no sea un tribunal de apelaciones. Segundo, porque Obama se comprometió en la Cumbre de Cambio Climático de París en diciembre, a que EEUU reduciría los gases de efecto invernadero en un 28% para 2025, contagiando a la Unión Europea y a China a que adopten objetivos similares.

Sin Scalia probablemente los estados díscolos pierdan la pulseada. Sin embargo, como bien apunta el New York Times, una justicia equilibrada con ocho miembros pudiera “prolongar la incertidumbre” de la sociedad sobre otros temas que necesitan definición, como la obligación de empleadores a repartir métodos anticonceptivos o la acción afirmativa universitaria que favorece la incorporación de alumnos de minorías, más allá de requisitos académicos.

Por el bien común, Obama y el Senado necesitan pronto acordar y nombrar al noveno magistrado. Es irrelevante que coincida o no con el pensamiento de Scalia, lo importante es mantener ese desequilibrio equilibrado de la Corte que le da valor a la Justicia en una democracia. Así como el dicho “muerto el rey, viva el rey” servía para despedir al soberano y honrar la monarquía, vale la pena una alegoría por Scalia: “Muerto el juez, viva la Justicia”. 

abril 14, 2013

Venezuela frente al futuro


En pocas horas sabremos sobre el futuro de Venezuela. La elección de Nicolás Maduro representará el continuismo a políticas nacionalistas y arbitrarias que en la última década han debilitado a uno de los países potencialmente más ricos de las Américas, gracias a la explotación y precio del petróleo, irónicamente el producto que ha hundido al país.

En el gobierno de Hugo Chávez, Venezuela despilfarró no solo su dinero para contagiar su revolución socialista, sino también sus talentos. Los grandes ingresos permitieron al gobierno tener un flujo impresionante de divisas que malgastó en su expansión foránea en lugar de dedicarla a la mejoría doméstica. Qué Chávez logró mayor igualdad entre los venezolanos acomodados y los vulnerables es en parte cierto, pero también lo hicieron otro países en el continente que no hipotecaron su futuro. Solo basta mirar a Brasil para saber que con un gobierno de izquierda pero con políticas económicas coherentes pudo hacer que puchos pobres ascendieran a la categoría de clase media.

Chávez no invirtió ni ahorró su dinero. Venezuela es hoy casi tan pobre como antes con una inflación galopante y una dependencia casi absoluta del exterior, todo lo que el chavismo en público despotrica pero que en la práctica se aplica. Chávez no invirtió en infraestructura y mucho menos en la industrialización del país ni siquiera en la industria petrolera, una de las pocas de América Latina que tendrá menos capacidad explotadora en el próximo lustro.

Venezuela es totalmente dependiente del petróleo, y de sus precios especialmente, lo que la convierte en un país esclavo de sus propios talentos y riqueza.
Maduro apuesta públicamente en profundizar aún más ese modelo incoherente. Enrique Capriles propone otro tipo de gobierno, pero si gana, dadas las complejidades económicas del país, tendrá que adoptar medidas que lo harán impopular de un día para otro. En ambos escenarios, cualquier gobierno se enfrenta a la calamidad de tener que gobernar con mucha debilidad.

Tal vez esa debilidad y la necesidad de las urgencias, podrían hacer que si Maduro cambia pudiera darse un vuelco repentino de alguien que pensando de una forma, actúa de otra totalmente opuesta. Y en América Latina hay muchos casos, el más reciente, en lo político, fue el del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos de quienes muchos pensaban que seguiría con las políticas de su antecesor, Alvaro Uribe, que él mismo ayudó a crear. O como sucedió con Carlos Menem y luego con Alan García, cuyos nacionalismos los guardaron en el cajón del escritorio para adoptar políticas neo liberales y alejarse de los propios estamentos de sus partidos políticos.

Quien dice. De repente Maduro cambia y crea un movimiento dentro de otro movimiento, haciendo un gobierno que también incorpore a las élites que el chavismo menospreció y abrace de a poco estilos más democráticos que su predecesor. Para ello tiene el viento a su favor, todas las instituciones del Estado están de su lado, cooptadas por más de una década de construcción de dependencias; y, por el otro, no tiene muchas alternativas ante un país que económicamente se cae a pedazos.  

abril 02, 2013

Maduro contra Capriles


En una elección normal dentro de un proceso democrático, los candidatos deberían poder competir en igualdad de condiciones. En Venezuela nunca fue así durante los 14 años de gobierno autoritario y mucho menos sucederá ahora rumbo al 14 de abril. Siempre el oficialismo utilizó todos los recursos del Estado para su propio beneficio, ya sea para hacer propaganda, estar en la conversación de los medios y usar los fondos públicos para actividades proselitistas.

En esta elección debería ser  Maduro vs. Capriles; sin embargo es evidente que se trata de Maduro contra Capriles. El presidente encargado viene haciendo campaña desde que Hugo Chávez fue internado en La Habana a mediados de diciembre, y lo hace sin tapujos a través de cadenas nacionales obligatorias a la que se coacciona a los medios privados y a través de decenas de medios de comunicación del gobierno – no existen medios públicos en Venezuela.

Si bien Capriles está repuntando en las encuestas, será difícil remar contra todo un aparato de gobierno que sin vergüenza utiliza los recursos públicos para su beneficio y que ya ha dispuesto, por ejemplo, que para el día de las elecciones los militares ayuden en la movilización de huestes chavistas para que no escapen a su obligación de votar.

Según Capriles, Maduro ya ha aparecido 46 horas en VTV desde que asumió como presidente encargado del país después de la muerte de Chávez el 5 de marzo, mientras que sólo se le concedió a él un par de minutos.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...