diciembre 10, 2013

Saqueos a la democracia

Argentina tendría hoy que estar festejando la reinserción democrática que se logró hace 30 años. Sin embargo, está de luto por casi una decena de muertos, consecuencia de los saqueos y alborotos públicos que siguieron al chantaje de las policías de 17 provincias que dejaron de trabajar o se acuartelaron en protesta por mejores salarios.

El problema que se originó en Córdoba la semana pasada hasta que la policía consiguió un aumento salarial, mimetizándose en los destacamentos de prácticamente todo el país, desnuda una nueva crisis que va más allá de los problemas económicos que asfixian a los más vulnerables. Una crisis de la que se deben deslindar responsabilidades.

Primero, las policías. Si bien todo ciudadano, según la Constitución, tiene garantías a la libertad de asociación, no todos pueden gozar de los mismos niveles de ese derecho. Si los policías hubiesen hecho huelga escalonada y no se hubiera producido ningún desborde de inseguridad, seguramente estarían protegidos por los principios constitucionales. Si a sabiendas de que su protesta causaría desmanes y azuzarían mayor inseguridad, y se cruzaran enteramente de brazos para poder conseguir sus fines, su libertad de asociación estaría más emparentado con el chantaje que con otra cosa.

Segundo, la población. Por más vulnerable o pobre que alguien sea, ello no da patente de corso  para aprovechar situaciones y transformarse en un ladrón enmascarándose en el protegido anonimato que ofrecen los saqueos populares, ya sea para desvalijar supermercados o negocios de electrodomésticos o generar violencia. Es obvio que esto denota una más profunda que aquella que deviene de la condición deplorable de muchos que siguen marginados económica y socialmente.

Tercero, el gobierno. Si bien este no se comporta como el de Nicolás Maduro que fue quien semanas atrás incentivó a la población a robar negocios de electrodomésticos, el gobierno argentino peca por omisión y manipulación. Corto de mente y muy político, miró hacia el otro lado cuando comenzó la crisis en Córdoba porque se trataba de un gobernador antagonista, con escasa visión para advertir que todo movimiento de desorden que comienza en Córdoba como reguero de pólvora siempre termina por afectar a todo el país. Pero hasta aquí se trata de lo superficial.

En la profundidad, el gobierno nacional es responsable por manipular, desde los índices de inflación hasta los de pobreza, y por tratar de remediar absolutamente con dos elementos que lo transforman a cualquier gobierno en demagógico: Propaganda y clientelismo. Estos dos elementos son de los que consumen una gran parte del presupuesto nacional. La propaganda para mostrar un país que está mejor de lo que está, que vive de las apariencias; y el clientelismo, usado malamente como sinónimo de empleo, para mantener a la gente medianamente aplacada.


La crisis actual demuestra que la demagogia tarde o temprano queda desenmascarada, ya que la propaganda deja de ser eficiente cuando es superada por la realidad y que los clientes del clientelismo siempre terminarán insatisfechos y pedirán más y más.

diciembre 08, 2013

Corruptos y mal educados

Como los conquistadores a los indígenas, varios líderes latinoamericanos engatusan a la gente con espejitos y mostacillas. Alardean sobre logros económicos de corto alcance; pero evaden hablar del crecimiento de América Latina que, a largo plazo, pasa por combatir la corrupción y mejorar la calidad de la educación.

Acomodaticios, los espejitos se usan por doquier. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, pasó esta semana por EE.UU. mostrando mejores índices de empleo y una educación gratuita y general, sólida base para su reelección. La probable presidente de Chile, Michelle Bachelet, promete una reforma constitucional con educación universitaria gratuita y la brasileña, Dilma Rousseff, fantasea con un país sin analfabetos y menos desigual. Mientras tanto, Perú, en franco crecimiento, sueña con un futuro holgado, que por ahora pinta más postergado para Argentina, Ecuador o Venezuela.

En una perenne espiral electoral, todos los índices sirven para regalar sueños. Pero la realidad es otra. Las mediciones divulgadas esta semana sobre la percepción de la corrupción de Transparencia Internacional y las de educación Pisa, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), muestran una América Latina corrupta y con educación deficiente.

Ambos índices son relevantes por sí solos, pero también reveladores si se los combina. No es casualidad que los países menos corruptos del mundo son los que tienen más calidad educativa y, a su vez, son los de mayor crecimiento y de menores niveles de pobreza.

De muestra están los “tigres asiáticos”, que en un par de décadas pasaron de orejones del tarro a líderes económicos, mediante una nueva cultura basada en la educación tecnológica y los valores. La punta de lanza de esa filosofía tecno-industrial fue Japón, un país que, devastado por la Segunda Guerra y la corrupción, se hizo potencia gracias su estrategia de crecimiento a largo plazo con un sólido cimiento en la educación primaria, donde combinó la enseñanza de matemáticas y ciencias con el valor de la honradez.

Hoy, Japón y los “tigres asiáticos”, Singapur, Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán, superaron a todos los demás en el ranquin de PISA que mide la eficiencia de alumnos de 15 años en matemáticas, lengua y ciencias. No es casual que esos países también destacaron en la lista de Transparencia Internacional, ocupando los mejores puestos entre los 177 medidos, entre ellos Somalia, Corea del Norte y Afganistán, que ocuparon el podio de los más corruptos.

América Latina, en cambio, se sigue comportando como gatito. Perú fue el peor país en la lista de educación, seguido por Colombia, Argentina, Brasil, Costa Rica, Uruguay, México y Chile. Nadie siquiera alcanzó la media académica del OCDE, un problema mayúsculo si se entiende que el crecimiento sostenido en el mundo competitivo de hoy, lo tienen solo aquellos que apuestan a la educación de calidad.

Ante ese panorama desesperante, los niveles de corrupción existentes agravan la situación. Argentina, Colombia, Perú, México, Ecuador, Panamá, Bolivia no alcanzan ni 40 puntos de una lista en la que se destacan Dinamarca y Nueva Zelanda con 91 sobre 100. Venezuela y Paraguay, así como varios centroamericanos, rondan los 20 puntos, sinónimo de problemas políticos y sociales mayúsculos.

Los buenos índices económicos de hoy son espejitos, están más atados a tácticas transitorias y al alto precio de las materias primas, que al desarrollo tecnológico y a la innovación. Su transitoriedad comienza a mostrarse. El jueves pasado, la CEPAL anunció que la pobreza en la región, producto de la desaceleración económica, afectará a 164 millones de personas a fines de año, mientras que la miseria afectará a 68 millones, debido a los precios más costosos de los alimentos.

Si bien la CEPAL no especificó qué se necesita para que los países hagan un “cambio estructural en sus economías para crecer de forma sostenida con mayor igualdad”, es indudable que la mala calidad educativa y la corrupción conspiran contra esa visión. En ese sentido, sería importante que las pruebas PISA, además de lengua, ciencias y matemáticas, también pudieran medir la enseñanza de los valores humanos en las escuelas, un elemento que fue fundamental para el desarrollo de Japón. 

diciembre 06, 2013

Brasil; mucho más que fútbol

En algunas horas se sabrá que países acompañarán a los ocho líderes de grupo que disputarán el Mundial de Brasil a partir del 12 de junio de 2014. Con la expectativa creada por la ceremonia de hoy en Costa do Sauipe, empieza a descorrer el telón de un Brasil que ya ha dado mucho que hablar y cuyas controversias irán creciendo en el campo deportivo, pero también en el político y social.

La acostumbrada fiesta carnavalesca de un Brasil despreocupado no es parte de este Mundial. Más bien, el que resurgió es el Brasil de las protestas, de los jóvenes en las calles molestos por la inequidad de un país que apostó al fútbol y sigue descuidando a la educación y al desarrollo, poniendo paños muy tímidos a la galopante corrupción.
Es un Brasil más sincero, menos alegre pero más consciente; es el de aquellos amantes del fútbol que no piensan tanto en la fiesta sino que están preocupados sobre la infraestructura, temerosos de que ni siquiera esté lista para las Olimpíadas del 2016. 

Críticos del derrumbe del estadio de Sao Paulo que dejó tres víctimas, de que el tráfico será caótico y de aquellos que están preocupados de que el gobierno quiera seguir tapando a las favelas con arte, con la ilusión de que pasen desapercibidos a los ojos de los fanáticos extranjeros y turistas.

Es un Brasil más consciente, que denuncia que la elección de la modelo Fernanda Lima para que presente el emblema oficial de la Copa Mundial, fue por ser blanca, rubia y de ojos claros como acusó la prestigiosa revista Veja y que motivó a un fiscal de Sao Paolo a levantar sumario por “presunto racismo”. Pero también es un Brasil que sigue con todos sus amuletos y curiosidades, aquel que permite que Pelé participe de la ceremonia de hoy, pero que ni se atreva a tocar los papelitos del sorteo para que no invada la mufa y la mala suerte.

Después de hoy, empieza la cuenta regresiva. Se empezará a hablar de la suerte de algunas selecciones y la mala de aquellas que integren los grupos de la muerte. Pronto todos apostarán por los favoritos con la idea de poner presión psicológica a aquellas selecciones con chaces que, siempre, terminan por despedirse en la primera ronda. Y todos asentirán que Brasil, de local, es más potencia que nunca, por lo que el ejercicio, de ahora en más, será escoger al otro equipo que irá a la final y soñar como el maracanazo uruguayo del 50.

diciembre 03, 2013

Latinoamérica no podrá salir del pozo sin buena educación

Los políticos latinoamericanos parecen estar vendiendo espejitos para engatusar a la gente como los conquistadores hacían con los indígenas.
Esta semana de visita en EE.UU., el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y pronto a entrevistarse con Barack Obama, se llenó la boca sobre los avances de Colombia en todas las áreas y redobló su apuesta para su reelección futura no solo con el progreso para la paz negociada con las FARC, sino sobre los buenos índices de empleo que ha generado.
La posible y pronta presidente de los chilenos, la candidata y ex presidente Michelle Bachelet, habla de reformar la Constitución para dejar atrás el pasado y abrazar la educación universitaria gratuita. Mientras tanto en Argentina, la presidente Cristina Kirchner redobla sus esfuerzos para profundizar el sistema económico que las últimas elecciones le dijeron que no y en Brasil, la presidente Dilma Rousseff habla sobre los grandes logros económicos en contra de la miseria y de la desigualdad.
En Perú, otro país con un gozo económico sostenido sueña con un futuro aún más promisorio, casi a reflejo de toda Latinoamérica, incluida la siempre rica Venezuela petróleo-dependiente.
De esta forma, todos los líderes latinoamericanos hacen ver el progreso y el futuro a sus ciudadanos, sobre la base del crecimiento económico generado por una verdadera industria de materias primas y alimentos potenciado por países asiáticos, especialmente China, que dependen en gran parte de ellos para su supervivencia.
Hasta aquí los espejitos muestran una realidad buena y un futuro promisorio, aunque muy a corto plazo. A mediano y largo plazo la realidad es otra, muy oscura, si se tiene en cuenta la calidad de la educación que existe en América Latina comparada con otras partes del mundo, especialmente entre los países asiáticos.
Cuando se habla de los “tigres asiáticos” aquellos países potencia no es difícil advertir que están demarcados no por las palabras de los políticos sino por sus acciones; en especial por su gran inversión en educación. Solo basta una mirada por las universidades estadounidenses para que uno se dé cuenta de cuántos estudiantes asiáticos, becados por sus gobiernos,  se matricula y egresa con las mejores notas para así regresar a sus países.
Décadas atrás, los que hoy son “tigres”, parecían chihuahuas por su grado de subdesarrollo ni comparable a los países latinoamericanos de la época. La realidad hoy es diferente, muestra como la educación levantó esos países a condiciones de potencias.
Una rápida mirada a los resultados de las pruebas PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) muestra que los países latinoamericanos son los peores ubicados en el ranquin en matemáticas, lengua y ciencia, en una evaluación global que se hizo entre más de medio millón de alumnos de 15 años.
Según el informe que recogen hoy los medios de todo el planeta “Argentina comparte los últimos puestos de la lista con varios países de América Latina, pero sólo Colombia (62°) y Perú están peor (en el último puesto). Chile se ubicó 51°, Uruguay 55°, México 53°, Costa Rica 56° y Brasil 58°. El rendimiento en la región fue muy malo: todos estuvieron por debajo de la media académica de la OCDE”, como mostró el diario Clarín de Buenos Aires.
En cambio, en “el top ten del ranking se ubicaron los países asiáticos con Shanghai, Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur, seguidos por Macao, Japón, Liechtenstein, Suiza y Holanda”.

No hay mucho para escrudiñar sobre este estudio que se hace cada tres años y que lleva cinco veces de realizado en 12 años. América Latina siempre estuvo en el fondo y, aún peor, nunca atinó a mejorar (o lo hizo mínimamente), ni siquiera en países que han mantenido un desarrollo económico más sostenido como Brasil, Chile, Colombia y Perú.

diciembre 01, 2013

Argentina narcotizada

La Iglesia y la Justicia argentinas han pedido al gobierno detener al narcotráfico antes de que el país se transforme en un narco Estado. Pero no es fácil, las drogas han calado hondo y el gobierno no sabe cómo resolver el problema.

Lo primero que debe hacer es admitirlo, analizar su gravedad y en qué etapa está, comparar lo que se hace en Colombia, Perú, México y EE.UU., y así determinar su estrategia de lucha. El narcotráfico tiene tres estadios bien demarcados. Al principio enamora y gana las simpatías de las clases populares y después de ricas y poderosas. Luego confunde y corrompe todo. Y en su tercera etapa se vuelve incontrolable, violento y sanguinario matando todo a su paso. Es el mismo proceso que tiene la droga cuando entra en el cuerpo del adicto.

Todavía hay tiempo para hacer algo dicen obispos y jueces. Pero no es sencillo. El país tiene cuatro elementos del que se nutre y aprovecha el narcotráfico: Pobreza, corrupción, debilidad institucional y una geopolítica deficiente; está pensado en y desde Buenos Aires, dejando poblaciones y fronteras a la deriva.

La cultura política argentina es proclive al clientelismo, no a crear fuentes de trabajo. Es cuando los narcos se encargan de suplir a los pobres con lo que el Estado no provee. Pablo Escobar en Colombia y el Chapo Guzmán en México regalaron estadios de fútbol, clínicas, escuelas, plazas y hasta generaron empleo, porque el narco también necesita de enfermeras, choferes, músicos, guardaespaldas y tintoreros.

También suplen sueños a los más jóvenes, que prefieren vivir poco pero bien, que mucho y mal. Así el vicio escala y el tráfico se hace consumo, y todo se confunde. Llega a las clases más altas de la mano de modelos y músicos con narcocorridos o cuartetos, corroe a la farándula, al deporte y más a la política.

El narco penetra y carcome, y es ilusorio pensar que se queda en el mundo de las drogas. Sus estratosféricas ganancias se usan para apoyar campañas políticas, como la de Rafael Correa; para crear diputados como Escobar en Colombia o patrocinarlos como en el México actual; para arrastrar bancos a lavar dinero; invertir en inmobiliarias y concesionarios; donar a escuelas e iglesias; comprar y extorsionar a jueces, policías y periodistas. El narco no deja nada al azar. Se nutre en la corrupción y dobla la apuesta.

El narcotraficante establecido penetra en las clases poderosas a base de filantropía, como en sus orígenes lo hizo con los pobres. Y si es rechazado por su evidencia de opulencias mal habidas, lo hace en forma indirecta, con sus hijos que se mezclan socialmente a través de escuelas y clubes exclusivos.

El narcotráfico y las drogas son como un cometa en cuya cola anidan otros delitos. No es casual que Argentina ya sea el país con mayor cantidad de robos en América Latina, según Naciones Unidas. Los malhechores locales se rinden a los narcos internacionales como si fueran franquicia. Así, juntos, controlan bandas dedicadas a robos, secuestros, pornografía, prostitución y asesinatos.

En el país pronto los carteles tendrán nombres, se dividirán el territorio y se matarán entre ellos. Luego matarán a quienes corrompieron. Y cuando el Estado reaccione ya sea con militares como en México, agudizarán su estela de muerte y temor. Venderán protección y generarán autocensura en la prensa. Cuando se institucionalice y haya miedo de hablar sobre él, la Argentina terminará en narco Estado. Se trata del círculo metódico del narco.

¿Se puede hacer algo? Sí. Primero, admitir que el país es de consumo no solo de tránsito, un precio que se está pagando por complicidad, al haber permitido por más de 30 años que los narcos descarguen drogas en pistas clandestinas de Santiago del Estero o Salta. Segundo, se deben buscar referencias de éxitos en la policía depurada de Colombia, las leyes más severas en Perú, la justicia implacable de EE.UU., y evitar la ingenuidad de Uruguay de pretender combatir al narcotráfico con la legalización de la marihuana.

Tercero, es prioritario atender las fronteras y poblaciones más alejadas del país. Y cuarto, lo más importante, hacer una inversión mayúscula en recursos humanos y técnicos para la justicia, ya que su debilidad y la impunidad son el suelo más fértil donde crece el narco y sus negocios conexos del crimen organizado. 

noviembre 27, 2013

Legalizar marihuana y cuatro elementos uruguayos

El Senado de Uruguay terminó por dar pie firme a la legalización de la marihuana, convirtiéndose el Estado, a partir de ahora, en el único productor y vendedor de esa droga, al menos en los papeles.

Es el primer Estado latinoamericano en asumir el control y negocio de la marihuana, tratando de dar respuesta a experiencias fracasadas de lucha contra las drogas, ya sean estas de países consumidores o de producción y trasiego.

El sueño de este experimento uruguayo es convertirse en un referente en el mundo entero sobre cómo combatir al narcotráfico y a las drogas. Se trata de un país chico y bien estructurado ni tan centralista como otros, con poca pobreza, no tanta corrupción y con una justicia decente – incluyendo fuerzas del orden - cuatro elementos que no lo hacen atractivo al narcotráfico.

Habrá que seguir bien de cerca este experimento porque de repente arroja algunos resultados importantes para que puedan ser imitados por otros países. Sin embargo, hay dos cosas que deben tenerse en cuenta.

Primero, que no muchos países de la región poseen esos cuatro elementos uruguayos o, al menos, no tienen el equilibrio necesario entres ellos. Puede que un país no sea tan centralista y que no descuide a todos los sectores sociales o los más alejados de la ciudad capital, pero que tenga una justicia débil o una policía corrupta. Es decir, no puede haber política estatal contra el narcotráfico sino se generan fuentes de trabajo y se deja el clientelismo de lado. Si no se atienden a las poblaciones marginadas o lejanas a los centros de poder, casi siempre las capitales de los países. O si la corrupción es permitida o está institucionalizada en el país.

Segundo y más importante, combatir las drogas con la legalización de la marihuana es una fantasía si se cree que con ello se neutralizará al narcotráfico y sus negocios, los que van más allá de los estupefacientes orgánicos, elaborados o sintéticos. El narco no solo recalará con negocios más allá de la no tan ofensiva marihuana, que no tienen que ver necesariamente con las drogas sino con las ganancias que estas  generan y sus negocios conexos. Es decir, con el lavado de dinero a través de bancos fraudulentos, con el blanqueo de capitales en la construcción y las inversiones inmobiliarias, con el financiamiento de campañas electorales, con la filantropía para ayudar en causas sociales y nobles, con el tráfico de personas, con los secuestros, los robos, la pornografía y de todo ese profundo submundo del crimen organizado y las mafias.


El experimento uruguayo no debe ser tomado como referencia, como quieren hacerlo algunos políticos argentinos, hay que dejar que el tiempo permita ver sus resultados. Por ahora es un sueño deseado que puede terminar siendo una partecita de una gran pesadilla.

noviembre 24, 2013

Hacer visible lo invisible sobre los niños

Los mejores recuerdos son los que uno atesora de su infancia: Risas, protección, juegos, amigos. Sin embargo, no todo el mundo tiene el privilegio de haber vivido cosas buenas.

A muchos los atormentan memorias sobre acoso sexual, violencia familiar, trabajo precoz, hambre, analfabetismo; algunos, porque fueron reclutados por las guerrillas y el narcomenudeo; y otras, porque fueron madres cuando todavía tenían edad de ser hijas.

Por eso no hubo mucho que festejar el jueves cuando se celebró el Día Internacional de la Infancia en conmemoración de la Declaración de los Derechos del Niño.. Sirvió, más bien, para tomar conciencia sobre lo poco que la sociedad hace por la niñez.

Son varios los pecados contra los niños. Uno muy extendido es el de la explotación laboral, como en Brasil y República Dominicana, donde el fenómeno tiene ribetes de esclavitud. Mientras que en Colombia, el factible proceso de paz con las FARC, recuerda cómo estas narco guerrillas se aprovecharon por décadas de la pobreza para reclutar, adoctrinar y convertir a niños en soldados.

El crimen más atroz, quizás, es el de la explotación sexual de los chicos, desde las calles de La Habana a manos de turistas sexuales provenientes principalmente de la Unión Europea y de EE.UU. hasta en el internet profundo, donde bandas de pederastas y abusadores, compuestas hasta por curas y pastores, médicos y enfermeras, obreros y terapeutas, se dedican al tráfico de pornografía y venta de favores sexuales infantiles.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, recuerda también que hay crímenes dobles, como las violaciones que terminan en embarazos precoces. Se estima que la mayoría de los 3.771 partos de niñas entre 10 y 14 años en 2012 en Guatemala, están vinculados a violaciones. Niñas que de golpe afrontan la vida como adultos, abandonando la escuela y siendo forzadas a entrar a un mercado laboral casi como esclavas.

Es innegable que también hubo avances en muchos terrenos. Desde la drástica disminución de la mortalidad infantil en Brasil, a leyes más severas contra el ciberacoso y el bullying en Argentina o las medidas adoptadas esta semana por Google y Microsoft, al introducir nuevos algoritmos en sus motores de búsqueda que permitirán bloquear hasta 100 mil términos comúnmente usados por pederastas y acosadores.

La impunidad de estos delitos puede seguir achacándosele a la falta de responsabilidad de los gobiernos. Sin embargo, el de crear las condiciones necesarias para que haya una niñez más saludable y activa tiene que ver con una responsabilidad de todos.

Es que no todos los maltratos contra la niñez acontecen por delitos y crímenes, sino también por descuido y falta de educación, lo que ayuda a crear malos hábitos con graves secuelas para el futuro. El más extendido es el vicio social del sedentarismo y su consecuencia natural, la obesidad, que está afectando más a los niños que a los adultos, sin distinción de países.

En ese complot de videojuegos, TV, computadora y comida chatarra, no es realmente el Estado el responsable, sino los padres y la escuela que han relegado al lugar más cómodo al ejercicio y la educación física. No hacían falta las evidencias para demostrar esa irresponsabilidad. Esta semana la Asociación Estadounidense del Corazón denunció que la condición física de los niños está disminuyendo en el mundo entero.

El estudio - realizado entre 25 millones de niños de 28 países - establece que “no corren tan rápido ni tan lejos como sus padres”. Ahora tardan 90 segundos más de que lo que les costaba a sus padres correr kilómetro y medio hace 30 años. Entre niños de nueve a jóvenes de 17 años, la condición cardiovascular ha disminuido 5% por década, desde 1975.

Pero más allá del trabajo de los adultos por mejorar la educación física de los niños, y la del Estado por crear medidas para protegerlos ante el crimen organizado, la UNICEF reclama la responsabilidad de la denuncia. Pide a todos, autoridades y ciudadanos, ni aceptar ni quedarse en silencio ante el abuso, la explotación y la violencia infantil.

La fuerza de la denuncia, “hacer visible lo invisible”, es quizás la contribución más factible y eficiente que tiene el ciudadano común para revertir la tendencia creciente de injusticias en contra los niños, que hipotecan el futuro. 

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...