En algunas horas se sabrá
que países acompañarán a los ocho líderes de grupo que disputarán el Mundial de
Brasil a partir del 12 de junio de 2014. Con la expectativa creada por la
ceremonia de hoy en Costa do Sauipe, empieza a descorrer el telón de un Brasil
que ya ha dado mucho que hablar y cuyas controversias irán creciendo en el
campo deportivo, pero también en el político y social.
La acostumbrada fiesta
carnavalesca de un Brasil despreocupado no es parte de este Mundial. Más bien, el
que resurgió es el Brasil de las protestas, de los jóvenes en las calles molestos
por la inequidad de un país que apostó al fútbol y sigue descuidando a la
educación y al desarrollo, poniendo paños muy tímidos a la galopante
corrupción.
Es un Brasil más sincero,
menos alegre pero más consciente; es el de aquellos amantes del fútbol que no
piensan tanto en la fiesta sino que están preocupados sobre la infraestructura,
temerosos de que ni siquiera esté lista para las Olimpíadas del 2016.
Críticos
del derrumbe del estadio de Sao Paulo que dejó tres víctimas, de que el tráfico
será caótico y de aquellos que están preocupados de que el gobierno quiera
seguir tapando a las favelas con arte, con la ilusión de que pasen
desapercibidos a los ojos de los fanáticos extranjeros y turistas.
Es un Brasil más consciente,
que denuncia que la elección de la modelo Fernanda Lima para que presente el
emblema oficial de la Copa Mundial, fue por ser blanca, rubia y de ojos claros
como acusó la prestigiosa revista Veja y que motivó a un fiscal de Sao Paolo a
levantar sumario por “presunto racismo”. Pero también es un Brasil que sigue
con todos sus amuletos y curiosidades, aquel que permite que Pelé participe de
la ceremonia de hoy, pero que ni se atreva a tocar los papelitos del sorteo
para que no invada la mufa y la mala suerte.
Después de hoy, empieza la
cuenta regresiva. Se empezará a hablar de la suerte de algunas selecciones y la
mala de aquellas que integren los grupos de la muerte. Pronto todos apostarán
por los favoritos con la idea de poner presión psicológica a aquellas
selecciones con chaces que, siempre, terminan por despedirse en la primera
ronda. Y todos asentirán que Brasil, de local, es más potencia que nunca, por
lo que el ejercicio, de ahora en más, será escoger al otro equipo que irá a la
final y soñar como el maracanazo uruguayo del 50.
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