marzo 10, 2018

Icarus y la fábrica de mentiras


Icarus es el nuevo film de Bryan Fogel que ganó un Oscar al mejor documental en la reciente entrega de la Academia de Hollywood. Está basado en la denuncia del ahora soplón Grigory Rodchenkov, ex director del laboratorio antidoping ruso, quien permitió a su gobierno hacer fraude.

Desde su oficina se intercambiaban los frascos con orina contaminada por otros inocuos, dándole a los atletas olímpicos rusos aire de superdotados y posibilidad de multiplicar sus chances para obtener preseas doradas.

El sistema ruso oficial de dopaje, sumado a la fábrica de noticias falsas descubierta en St. Petersburg para afectar elecciones foráneas y los pagos debajo de la mesa para quedarse con el Mundial de Fútbol, son parte de una inmensa y creativa red de mentiras, que Rusia impone al mundo mediante intrigas, extorsiones y sobornos.
Tres informes delatan las conspiraciones rusas que ponen al presidente Vladimir Putin como gestor. El más reciente es el del fiscal especial estadounidense, Robert Mueller, que acusó a 13 ciudadanos y tres empresas de internet rusas, con presupuesto del gobierno, por fabricar falsedades para manipular las elecciones presidenciales en EEUU y otras en Europa.

A su vez, el informe de Richard McLaren, contratado por la Agencia Mundial Antidoping (WADA), demostró la existencia del sistema oficial de doping del gobierno ruso, certificando las denuncias expuestas en Icarus. Rodchenkov está protegido en algún lugar de EEUU, por temor a que lo asesinen como a dos de sus colaboradores. Y en época en que Rusia envenena a sus espías, como ocurrió en estos días con Sergei Skripal en Inglaterra por pasar información de sus colegas al servicio secreto británico, es posible que Rodchenkov preferirá quedarse en el ostracismo por muchos años más.

El otro informe es el de Michael García como parte del escandaloso FIFAgate. Publicado en 2017 después de que Rusia lo bloqueara por varios años, García dejó claras evidencias de que el gobierno ruso sobornó a dirigentes de la FIFA para quedarse con el Mundial de junio próximo. Pero como en el FIFAgate los sobornos fueron masivos más allá de Rusia, la denuncia rápido se desvaneció.

El caso de dopaje oficial fue más burdo. Tras las denuncias de Rodchenkov y Fogel al New York Times y al Departamento de Justicia, McLaren constató que más de mil atletas rusos estuvieron involucrados en casos de doping. Si bien el sistema operó a toda marcha para los juegos de invierno rusos de 2014 en Sochi, se sospecha que el método está incrustado en la cultura deportiva rusa desde la época soviética.

Las evidencias fueron tan vastas, que al Comité Olímpico Internacional (COI) no le quedó más que castigar a Rusia en los recientes juegos de invierno de 2018 en Pyeongchang, despojando a los atletas rusos de bandera e himno. Se esperaban sanciones más severas, pero no había mucha esperanza, desde que el COI le había permitido a Rusia participar en las Olimpíadas de Río de Janeiro de 2016. Entonces, totalmente impune, Rusia terminó cuarta en el medallero.

Putin negó los miles de documentos con los que McLaren y la WADA denunciaron el fraude. Hizo lo mismo con el informe de García y logró que la FIFA le permitiera avanzar con la organización del Mundial. Ahora resta saber si el Reino Unido decidirá boicotear el Mundial de comprobarse el envenenamiento del espía Skripal.

Lo que el presidente Putin no pudo detener fue la acusación judicial de EEUU. El fiscal Mueller terminó desenmascarando el operativo que usaba cuentas de usuarios ficticios y computadoras y servidores en EEUU para hacer virales las noticias y publicidad falsa sin dejar pistas. Así, Mueller no solo desactivó la fábrica de bulos en Rusia, sino que permitió que se enfoque mejor la conversación en EEUU, donde el presidente Donald Trump sostenía que las noticias falsas de los rusos eran un montaje de los demócratas o de la CIA y el FBI para perjudicarlo.

Vladimir Putin ha usado el engaño a nivel internacional para aumentar su popularidad de cara a las elecciones presidenciales de los próximos días. Se espera que se el claro triunfador. Lamentablemente, su juego sucio seguirá deshonrando la máxima olímpica, que también debería ser regla en la política: “Respeta las reglas, juega limpio, sé limpio”. trottiart@gmail.com

marzo 04, 2018

El futuro (aterrador) de las noticias falsas


Las noticias falsas existieron en el pasado, incluso durante el Génesis como afirmó el papa Francisco. En el presente asustan por su fácil divulgación a través de las redes sociales y su influencia negativa en la confianza pública. El futuro, empero,  luce más aterrador. Los fake news ganarán mayor terreno gracias al uso de mejores tecnologías para su fabricación y distribución.

Ya nadie puede negar su existencia desde que el fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, acusó la semana pasada a 13 personas y tres empresas de Rusia de regentar una fábrica de noticias falsas, destinada a manipular las elecciones en EEUU y otros países.

Ni Mueller ni estudio alguno todavía han podido comprobar si el bombardeo ruso de falsedades a través de Facebook, Twitter y Google, ha tenido impacto directo en la elección de Donald Trump o si hubo confabulación entre su campaña y el gobierno de Vladimir Putin para perjudicar a Hillary Clinton. Pero lo que Mueller sí demostró con su denuncia sobre el operativo Laktha con su presupuesto de 1,25 millones de dólares mensuales, es que las fake news pueden ser fabricadas con facilidad y ser una pieza sustancial del arsenal propagandístico de un país para atacar a otro, sin necesidad de derramar balas o sangre.

El informe es una acusación y no un análisis conceptual, por lo que no profundiza sobre el impacto social de la desinformación y la manipulación informativa. Pero en entrelíneas se puede advertir que las noticias falsas son el “nuevo normal”. Habrá que acostumbrase a convivir con ellas y, lo peor, es resultará cada vez más difícil distinguir lo falso de lo verdadero, lo ficticio de lo real.

En esta era de evolución digital acelerada, el futuro luce poco halagüeño. Las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, la realidad aumentada, las nanotecnologías (y las que vendrán) más allá de estar concebidas para el bien, también podrán ser usadas para fabricar y distribuir engaños con mayor sofisticación de lo que se hizo hasta ahora.

Al desenmascarar los métodos actuales de producción, como hizo Mueller, se advierten casi las mismas técnicas que usaba la propaganda de la Guerra Fría. Se conciben personajes ficticios, se fabrican rumores, se trucan fotos y se inventan hechos y declaraciones, tal el post en Facebook de un papa Francisco determinado apoyando a Trump. Lo nuevo hoy, es que en las falsedades pueden ser desparramadas y viralizadas como verdades a la velocidad de la luz.

Pero el futuro, repito, puede ser más aterrador. Investigadores de la Universidad del estado de Washingon, que experimentan con tecnologías avanzadas, han creado un video ficticio del expresidente Barack Obama con perfecto movimiento de labios y su propia voz en el que habla campante en contra de sus propias políticas de gobierno como el Obamacare. Solo bastó una idea, un guión y la inteligencia artificial se encargó de ensamblar millones de imágenes, sustantivos, verbos y preposiciones para crear una nueva y convincente realidad.

Volviendo al ejemplo de Francisco, seguramente el post estático de Facebook con su foto y mensaje escrito será pronto una reliquia. Ahora con inteligencia artificial, se podrá crear a su imagen y semejanza, un video en el que el Papa anuncie desde el interior de la Capilla Sixtina que el Vaticano está en venta o que empezará a vender armas para apoyar a los niños pobres de Bangladesh.

En este nuevo ecosistema híper informativo, también preocupa que estén emergiendo controles que pueden ser más contraproducentes que las noticias falsas en sí. Desde Europa a América Latina, varios gobiernos iniciaron enérgicas carreras legislativas para controlar la desinformación en las redes sociales – no solo en época electoral como circunscribe el informe Mueller – sino en todo momento, corriéndose el riesgo de desbordes legales que terminen por censurar debates que el público debe estar en condiciones y en libertad de mantener.

Varias organizaciones trabajan para revertir la desconfianza en las instituciones públicas generada por las noticias falsas. Tendrán que partir de la premisa de no echarle toda la culpa a las fake news, estas solo la han profundizado. La desconfianza está arraigada en otros vicios, la corrupción rampante, uno de ellos. trottiart@gmail.com

febrero 24, 2018

La marcha por la vida


Por ahora es una marcha estudiantil por la vida. Será el 24 de marzo en Washington. Pero tiene la intención de transformarse en un movimiento poderoso en contra de las armas de fuego.

Está empoderada por los compañeros de los 14 jovencitos y tres adultos asesinados por el ex alumno Nikolas Cruz en la escuela secundaria Marjorie Stoneman Douglas en Parkland, al norte de Miami.

Ya devenidos en activistas en esta etapa de sanación, pocos días después de vivir el duelo y honrar a los caídos en los funerales, esperan que su “marcha por nuestras vidas” sea multitudinaria y que el movimiento, bajo el lema #NeverAgain (NuncaMás), sea revolucionario. Aspiran que la suya sea la última tragedia escolar. 

Quieren asestarle una estruendosa bofeteada pública a los políticos y legisladores que masacre tras masacre en escuelas y espacios públicos, no han atacado el meollo del problema: la facilidad de acceso a las armas de fuego.

Mucha gente los apoya. Cuando esperaban recaudar un improbable millón de dólares, Oprah Winfrey, George Clooney y Steven Spielberg les ayudaron a cuadriplicar la cifra. El dinero les permitirá darle voz a una gran parte de la población que ha empujado estérilmente por un estricto control sobre las ventas y la posesión indiscriminada de armas de fuego, en especial las de guerra y de grueso calibre.

Pese a que tendrán que luchar contra varios monstruos y prejuicios culturales, los estudiantes tienen tres cosas a favor de la que carecieron los de la matanza en la escuela Columbine en 1999, los niños de la primaria Sandy Hook o las víctimas heterogéneas del recital en Las Vegas y del bar en Orlando. Primero, conforman un grupo compacto de jóvenes con un espacio común, su escuela, con decenas de millones de alumnos en todo el país, sus aliados potenciales. Segundo, las redes sociales y los dispositivos móviles les ofrecen un potente megáfono y un gran poder de convocatoria.

Lo más importante. Tienen un arma más poderosa que los dólares con la que la Asociación Nacional del Rifle (NRA) embarduna a políticos en busca de apoyo a las armas de fuego. Algunos en meses y otros en años, todos ellos tendrán edad para votar. 

Con el apoyo de quienes les preceden en las universidades, donde también se cuentan varias matanzas como Virginia Tech, podrán formar un núcleo homogéneo y compacto - como el del electorado hispano - a sabiendas que los políticos cortejan y temen a estos grupos ante cada elección.

Deberán estar conscientes que la tarea no será fácil. La tenencia de armas es un tema cultural incrustado en la Segunda Enmienda constitucional y machacado por el cabildeo agresivo de la NRA, la que acaba de responsabilizar por la matanza del 14 de febrero a los medios, por su sensacionalismo, y al FBI y la Policía por no haber actuado antes, desde que habían sido alertados durante los últimos dos años sobre la conducta perturbadora de Cruz.

Las protestas de los alumnos ya arrojaron resultados, pero no parecen suficientes. El gobernador de Florida, Rick Scott, muy buen alumno de la NRA, y legisladores republicanos propondrán aumentar de 18 a 21 años la edad para comprar fusiles automáticos, pero no los prohibirían. Ampliarán las verificaciones de antecedentes y pondrán más seguridad en las escuelas. En la misma línea se proyectó el presidente Donald Trump, aunque agigantó la polémica cuando dijo que la solución pasa por armar a los maestros.

Ante cada masacre siempre hubo esperanzas de que sería la última y el punto de inflexión para cambiar la historia. La determinación estudiantil por organizar esta marcha y el incipiente movimiento creado, aparentan tener los condimentos necesarios para mantener la atención de la opinión pública a largo plazo. Por ahora, existe la predisposición de la ciudadanía y de los tres poderes del Estado para escuchar.
Los desafíos del nuevo movimiento de estudiantes son muchos. No deberán dejarse engatusar por políticos que los quieran usar, no desanimarse cuando la atención pública se desvanezca, deberán blindarse ante el cabildeo de la NRA y no amilanarse por contramarchas en su contra.

Pero sobretodo, a esta voluntad inicial deberán sumarle estrategia y recursos, porque toda lucha a favor de los derechos civiles y la transformación cultural es un proceso de muy largo aliento. trottiart@gmail.com


febrero 17, 2018

Venezuela: ahora, tragedia de todos


Esta semana fue funesta para Nicolás Maduro. Todos reaccionaron en contra de su fraudulenta convocatoria a elecciones para el 22 de abril, en las que quiere competir sin oposición ni supervisión.

Quedó en el pasado la época en que los gobiernos mantenían silencio ante la tragedia política venezolana, por miedo a las represalias estridentes del régimen o a quedarse sin petróleo a precios subsidiados.

A la oposición no le resultó fácil revertir esa indiferencia general. Sus denuncias chocaron con el romanticismo que se le prodigaba al chavismo por su cháchara anti imperio, igual que al comunismo cubano. También tropezaron con una tramposa maquinaria electoral de apariencia democrática y con la construcción de procesos de diálogo que el régimen usó para comprar tiempo y acrecentar su poder.

Todo cambió. La tragedia venezolana ya no es política, sino humana y expansiva hacia otros países. El continente se apura ahora a buscar remedios para controlar el desborde de uno de los mayores éxodos en la historia de América Latina. Los inmigrantes venezolanos antes eran “los que pueden” salir, en su mayoría, ciudadanos con recursos que se marchaban al exilio. Hoy son “los que ya no pueden” resistir las penurias económicas, pertenecientes a las clases más populares, hartas de depender de una libreta de racionamiento a cambio de lealtad partidista y electoral.

Los círculos de privilegiados que arropan al régimen son cada vez menores. Proporcionalmente ha crecido la represión a la ola criminal, la corrupción y una inflación de hasta el 2.700% que asfixia hasta los más leales. Familias enteras conforman la diáspora. Atraviesan las fronteras con la esperanza de pan, trabajo y algo de dignidad.

La agrupación Cáritas calcula que la desnutrición en menores de 5 años trepó al 71%. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) supone un 80% de pobreza. Se calcula que el 10% de los 31 millones de venezolanos emigró en los últimos años. Una parte fue asimilada por la fuerza laboral de otros países, pero muchos sistemas inmigratorios, del panameño al dominicano, están al borde del colapso. Otros como Argentina, por causas humanitarias, flexibilizan sus normas migratorias, mientras tanto los países limítrofes, Brasil y Colombia, llevan la peor parte de la ecuación. Unos 800 mil venezolanos recalaron en Colombia y la escalada migratoria obligó al presidente Juan Manuel Santos a coordinar con el ACNUR la construcción de campamentos para refugiados.

Es cierto que el régimen chavista está cosechando los frutos de sus incompetencias sembradas en todas las áreas. Pero no es el único culpable. La responsabilidad también recae sobre la comunidad internacional que hizo poco o nada para prevenir esta situación. Todos deben asumir las consecuencias por nunca haber aplicado la Carta Democrática Interamericana.

Esta semana los cancilleres del Grupo de Lima, entre ellos de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia y Perú, afirmaron que no le darán la bienvenida a Maduro en la próxima Cubre de las Américas que se celebrará en Perú en abril. La medida política es elogiable, pero no quita que la tragedia humana venezolana tendrá que ser prioridad en la agenda.  

Un informe de esta semana de la CIDH detalla cómo el gobierno chavista desmanteló la democracia y dilapidó recursos, convirtiéndose en una máquina expulsora de gente. Deja en evidencia la represión más aguda con el encarcelamiento de líderes de la oposición, la proscripción política y los más de 100 muertos en las protestas del año pasado, sobre las cuales la Corte Internacional de La Haya anunció, esta semana, que abrió una investigación por delitos de lesa humanidad.

También cabe subrayar que la pérdida de los derechos políticos a fuerza de justicia politizada y violación de los derechos humanos, que señala este informe de la CIDH 2018, no son muy distintos a los pecados que la entidad le achacó al régimen en sus informes de 2003 y 2009. Aquellas denuncias cayeron en saco roto.

La condena al régimen de Maduro llega tarde, pero es bienvenida. Y cabe una lección. Sería importante que los resortes preventivos que no se aplicaron contra Venezuela se activen para frenar a otros gobiernos autoritarios y, así, desactivar crisis y éxodos futuros. ¿Suena Nicaragua? trottiart@gmail.com

febrero 10, 2018

Perro que ladra...


Por estos días en Washington, la discusión es si Donald Trump se ajusta al dicho de “perro que ladra no muerde” o si sus ladridos cargados de retórica incendiaria devienen en mordeduras concretas.

Muerda o no, lo cierto es que cada tuit que dispara suele tener más radioactividad que una ojiva nuclear. Incentiva una relación de amigo vs enemigo y fuerza a todos a tomar partido. Fox News o CNN. Republicano o demócrata. Departamento de Justicia o FBI. Casa Blanca o CIA. Funcionarios leales o soplones. Muro o más drogas y violencia.
Su personalidad tempestuosa genera resistencias en sus adversarios y hasta defensas incómodas entre sus defensores. Adjetiva con calificativos rimbombantes a sus aliados como el canciller Rex Tillerson o defenestra sin miramientos a sus enemigos, el fiscal especial Bob Mueller; y sus mejores amigos pueden convertirse en un santiamén en sus peores enemigos: Steve Bannon.
Su retórica ha enrarecido el ambiente y el establishment se siente amenazado, viendo que aquellos ladridos de campaña - que otros políticos abandonan apenas terminan las elecciones – persisten en su gobierno. Está omnipresente y disfruta de ser el centro de todo debate en la “ciénaga”, así sea sobre el memo del FBI o si Melania prefiere o no darle la mano.
Como perro de caza, Trump no suelta la presa, virtud que acrecienta la fidelidad del núcleo de sus seguidores, pese a que su popularidad subibaja como la Bolsa.  Insiste en que la inmigración ilegal genera violencia y quiere un muro. Que el calentamiento global es un invento de los anticapitalistas. Que la prensa es lacra y su verdadera oposición; la “enemiga del pueblo”.
Si bien los ladridos intempestivos contra la prensa han devenido en algunas mordeduras, las lastimaduras todavía son leves. Igualmente preocupan, porque de profundizarse podrían debilitar el clima de libertad de prensa y generar autocensura afectando el derecho del público a la información, como señaló una delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa que esta semana se destacó en Washington.
Con sus pedidos a que se reformen las leyes de difamación para demandar a los periodistas críticos, sus premios a la “prensa falsa”, su negación a responder preguntas incómodas, bloquear reporteros de las conferencias o solicitar que se revoque la licencia de operación de la cadena televisiva NBC, Trump pretende que el público deje de creer en los medios.
Pero en un país donde estos y la expresión libre son instituciones bien enraizadas en la cultura, protegidos por la Primera Enmienda, puede suceder que luego que se disipe la tormenta de su retórica, el tiro le salga por la culata. Algo así ya se observa. Su discurso anti prensa ha empoderado y revitalizado a los medios y periodistas. Rigurosidad, precisión, investigación y calidad periodística, condiciones que antes se daban por sentadas, están cobrando ahora nueva vida.
Varios medios tradicionales están contratando más periodistas, profundizan sus investigaciones, existen proyectos periodísticos más rigurosos como el Facts First (hechos primero) de CNN, que devienen en campañas para que el público abrace la importancia que tienen los datos objetivos y las noticias confiables para construir democracia. También proliferan instituciones sin fines de lucro con proyectos de periodismo investigativo y se crean otras para defender periodistas, como el US Press Freedom Tracker, una coalición de 20 entidades de prensa, que monitorea agresiones contra periodistas en todo el país.
Aunque la retórica suele ser la primera fase de un autoritarismo progresivo que puede degenerar en regulaciones y en censura directa contra los medios, en EEUU la retórica de Trump difícilmente pueda desembocar en situaciones graves. Habrá que sopesar los resultados al final de su mandato y compararlos con los de gobiernos anteriores, considerando que Barack Obama implantó una vara alta y agresiva, con varios periodistas y soplones oficiales encarcelados, falta de transparencia y cerrazón de fuentes oficiales de información.
Sin embargo, en donde los ladridos de Trump pueden ser peligrosos, es en aquellos países, incluidos los latinoamericanos, cuyos gobernantes pueden sentirse legitimados por su retórica como para pegar fuertes mordiscos a la libertad de prensa. trottiart@gmail.com


febrero 03, 2018

Un Trump reaganiano

Donald Trump no desentonó con la filosofía republicana en su primer estado de la Unión ante el Congreso. Apuntó al bolsillo y a la fortaleza económica como la creadora del “nuevo momento estadounidense”.

Celebró el mayor logro de su primer año, la rebaja de impuestos, como lo hizo Ronald Reagan en su primer estado de la Unión en 1982. Entonces, Reagan pidió bajar los impuestos para estimular el ahorro y las inversiones, a sabiendas que gravámenes altos ahogan la iniciativa privada, reducen la producción, destruyen empleos, al tiempo que incentivan un gobierno obeso y gastador.

Trump justificó todo desde la economía y, como Regan, destiló patriotismo, fanfarroneó con records económicos y apuntó a que la fe y la familia, no el gobierno y la burocracia, son el motor del país.

Nadie esperaba un discurso histórico, menos aún una docena de demócratas que boicotearon el acto y otros que aplaudieron poco. Pero tendrán que admitir que las 117 interrupciones con aplausos y sin frases divisionistas ni sello personalista, usando “nosotros” y “nuestra” 233 veces, contribuirán a elevar su deteriorado índice de aprobación. Eso, en un año electoral legislativo, es buena noticia para el Partido Republicano.

Trump desgranó sus éxitos rotundos. El desempleo al 4.1%, la tasa más baja en casi cinco décadas; un crecimiento del 3%; récords históricos en Wall Street; eliminación de regulaciones y trabas; y una reforma fiscal que reducirá los impuestos del 35% al 21% a las empresas, incentivando la producción, competitividad y empleo, a la par de ahorrarle miles de dólares a los contribuyentes. A la fórmula reaganiana de gobierno pequeño y menos subsidios, la revalidó con un pedido a los legisladores de 1.5 trillones de dólares para infraestructura y así convertir al gobierno federal en un gran generador de empleos para el sector privado.

No ponderó como Barack Obama, George Bush y Bill Clinton a la fuerza innovadora de la industria del conocimiento de Sillicon Valley, sino que apuntó al EEUU olvidado que le dio los votos. Se deleitó anunciando que varias automotoras regresarán del exterior a la corroída Detroit, que Apple repatriará 350 mil millones y 20 mil empleos y que la nueva bonanza que pregonó días antes en el foro de Davos, atraerá capitales e inversiones foráneas. Y, aunque no mencionó a su slogan de “America First”, este quedó implícito cuando ratificó que no permitirá que los trabajadores estadounidenses sigan sometidos a malos acuerdos comerciales y que negociará otros nuevos más ventajosos.

No mencionó sus fracasadas estrategias para derribar el Obamacare, pero invitó a los demócratas a levantarse y aplaudir cuando prometió aniquilar los altos precios de los medicamentos recetados. Cuando se refirió al medio ambiente no lo hizo desde la perspectiva del Acuerdo de Paris, retirada con la que desairó al mundo, sino, desafiante, dijo que pondrá énfasis en la explotación de energías fósiles para ser potencia exportadora.

A las relaciones internacionales también las enfocó por el lado de la billetera. Pidió leyes para restringir la ayuda financiera a aquellos países que no apoyaron su iniciativa para reconocer a Jerusalén como capital de Israel; y presumió de las duras sanciones económicas que impuso a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Corea del Norte.

Hasta los gastos en defensa los contextualizó dentro de la política de generación de empleos. Un mayor ejército y un sistema nuclear más potente para disuadir enemigos como Kim Jong-un, seguir combatiendo al terrorismo islámico y mantener abierta la prisión de Guantánamo, la sorpresa de la noche.

En inmigración, prometió la naturalización de 1.8 millones de “soñadores”, tres veces más que Obama, pero a cambio de que “tengan buena educación y destrezas laborales”. Pidió a los demócratas aceptar la continuación de la construcción del muro, que se emplee a más agentes fronterizos y acabar con la lotería de visas, para evitar la entrada a los trabajadores no calificados.

En su primer estado de la Unión, Trump se mostró como el negociador innato que todo lo supedita a lograr algo a cambio. Su estilo pendenciero siempre está en entredicho, pero una economía floreciente, por ahora, le está dando una buena ventaja competitiva sobre sus críticos y adversarios. trottiart@gmail.com


enero 27, 2018

Facebook, falsedades y el miedo a noviembre

Donald Trump no es el único que se juega la credibilidad y el futuro en las próximas elecciones legislativas de noviembre. Facebook también tiene el desafío de no volver a convertirse en vehículo de los trolls rusos que afectaron las elecciones pasadas con noticias falsas.

En un par de meses, Mark Zuckerberg pasó de negar tajantemente los hechos a admitir que más de 80 mil post con noticias falsas afectaron a 126 millones de usuarios. Este 2018 lo comenzó resuelto a domar el problema. Quiere limpiar Facebook de desinformación, propaganda y discursos de odio para no seguir perdiendo confianza y negocios.

Zuckerberg quiere que los usuarios se involucren en la solución y volver a sus orígenes cuando la red social era una plataforma para compartir entre amigos y no un lugar para consumir información y publicidad. También está contratando más de 10 mil empleados para curar y depurar contenidos, pero, en definitiva, quiere que el usuario sea quien califique las informaciones, las fuentes y medios confiables y bloquee y denuncie las noticias falsas. Preguntará a los usuarios: “¿Reconoce los siguientes sitios?” y “¿Cuánto confía en cada uno de estos dominios?”.

La intención es loable, pero la tarea será titánica y los resultados tal vez no serán tan buenos como él espera. Primero, porque reducir el sensacionalismo y la desinformación, algo tan intrínseco al ser humano como el agua al mar, será difícil de erradicar, máxime en una era digital de saturación informativa. Una nueva encuesta Knight-Gallup, entre 19 mil usuarios, mostró el dilema de los usuarios, a los que les resulta cada vez más arduo distinguir contenidos falsos de entre tantas bocas informativas, muchas de ellas de apariencia confiable.

Confiar en el criterio del usuario tampoco es solución. Los estudios muestran que estos suelen compartir y dar mayor crédito a contenidos más cercanos a sus convicciones, así no sean rigurosos ni precisos. Por ejemplo, si a alguien le agrada Trump, le será más fácil aprobar y compartir contenidos empáticos de la cadena Fox que los del Washington Post, medio de altísima calidad, pero normalmente crítico del Presidente.

La tarea de limpieza será difícil para Facebook porque muchos rumores y contenidos falsos y maliciosos como el bullying y el grooming no provienen de medios, sino son generados por los propios usuarios, tanto en las redes como en los sistemas de mensajería tipo Whatsapp. ¿Será que los amigos se calificarán o descalificarán entre sí?

Tampoco Facebook debería crear animosidad o desconfianza entre usuarios y medios, después de todo, estos son los que dotan de contenido a la red social y empoderan el debate. Más bien, podría pedir a los medios que rotulen sus informaciones como noticias, opiniones o publicidad, para que los usuarios tengan mejor sentido crítico y mayor criterio de consumo.

Más allá del resultado de este experimento de Facebook, que con características similares emprendió Google, lo importante es que el debate sobre noticias falsas ha creado mayor conciencia sobre la verdad y la rigurosidad en la creación de noticias, así como sobre la relevancia del buen Periodismo. Pese a que Trump descalificó de nuevo a la prensa con sus premios a las noticias y medios falsos, prodigándole a CNN y el New York Times varios galardones, el papa Francisco habló de los riesgos y sobre la necesidad de combatir las noticias falsas: “Ninguna desinformación es inocua”, dijo, ya que “una distorsión de la verdad puede tener efectos peligrosos”.

El tema ya es cuestión de Estado. La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente francés, Emannuel Macron, han creado unidades para contrarrestar los efectos de la intromisión de noticias falsas desde el extranjero en los procesos electorales. Y en Alemania, desde el 1 de enero, se imponen multas a la propagación de falsedades, discurso de odio y materiales ilegales en las redes sociales.


Ojalá que en nuestro continente sea suficiente con la autorregulación de Facebook de cara a noviembre y no se impongan regulaciones especiales a las redes sociales y sus contenidos. Siempre se correrá el riesgo de que los gobiernos sobreactúen y se extralimiten en sus funciones, regulando y reduciendo los espacios de libertad de expresión. trottiart@gmail.com

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...