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julio 13, 2018

El Mundial: casualidad y causalidad en el fútbol


Los resultados positivos en el fútbol se consiguen muchas veces por casualidad o con mucha suerte. También suelen ser fruto de procesos, planificación o por el principio de causalidad. 

Los finalistas Francia y Croacia conjugan esas dos variables en este Mundial. Francia llega sobrada, con un proceso y planificación de cinco años liderado por el técnico Didier Deschamps. Croacia llega con lo justo, entró en Rusia a los tumbos tras el repechaje con Grecia, ahora ganó tres partidos en tiempo suplementario, dos por el azar en los penales y con Zlatko Dalic, un técnico de solo ocho meses sin tiempo para la planificación debida.

Los dos equipos rompen los esquemas de quienes pensaban que Rusia sería el punto de inflexión en el cambio del juego. Ambos estilos sobrevivirán. Los jóvenes franceses tienen esa verticalidad ahora aplaudida y “una personalidad excelente”, según Deschamps. Los croatas, más añejos, son de la escuela del tiki-taka y la presión, tienen un medio campo asfixiante y llegaron a la final a puro “corazón, orgullo y carácter”, según Dalic.

Los dos harán historia. Francia quiere su segunda Jules Rimet y reivindicarse de la última final en la Eurocopa perdida ante Portugal. También quiere elevar a Deschamps a la altura de Mario Zagallo y Franz Beckenbauer, campeones mundiales como jugadores y técnicos.

Croacia tiene poco que perder. Lo que logró ya es épico, considerando el repechaje, los tres partidos con suplementarios y por ser la cenicienta que miraba al resto de los favoritos desde el puesto 20 del ranking de la FIFA. Tampoco implica que la casualidad de Croacia es la regla, es más bien la excepción. Argentina tampoco llegó con un buen proceso, con un técnico de meses, y así le fue.

El yin yang de la casualidad y la causalidad lo sufrieron todos los equipos alguna vez. Pero es la suerte o la mala racha la que en algunos dispara procesos positivos. Bélgica hace 18 años tocó fondo en la Eurocopa y se levantó con un plan firme hasta ocupar el puesto 3 del ranking. No llegó a esta final por casualidad. El 7 a 1 sorpresivo en el 2014 despertó a Brasil, atrajo a Tite y de su mano, hizo una clasificación insuperable. Tampoco llegó a destino, pero dejó en evidencia que fútbol a futuro le sobra.

Alemania y España también fueron víctimas de resultados negativos, pero hace rato que vienen con procesos exitosos. El hecho de que confirmaron a Joachim Löw y que la “furia roja” contrató a Luis Enrique, demuestra que apuestan a la continuidad de los procesos.
En otras palabras, la causalidad, el trabajar por un efecto deseado, es más seguro y positivo que apostar a la casualidad. Ahora bien, el buen trabajo no es garantía absoluta de éxito, después de todo, solo puede haber un equipo campeón.

El trabajo, el esfuerzo y la búsqueda de objetivos siempre se premian. Los buenos procesos, aunque puedan ser interrumpidos por la mala suerte, permiten mirar hacia adelante con optimismo. Hasta el “memizado” Neymar por pasarse tanto tiempo en el suelo, dio vuelta la página tras la eliminación y dijo que Brasil estaba listo para Qatar. Alemania apostó a lo mismo. Perdió como el peor, pero no hubo acusaciones; Löw continúa, así como su plan y jugadores.

Aún a pesar de que los sistemas sean perfectibles, se reconoce el método y la idea. En Uruguay a Oscar Tabárez lo recibieron como a un dignatario y nombrarán una escuela en su honor. En Perú a Ricardo Gareca le levantaron un monumento en una plaza y en Colombia a José Pekerman lo recibieron como a un héroe de los suyos. En Inglaterra saben que Gareth Southgate pudo desechar el lastre de la “fragilidad mental” que no les permitía llegar a semifinales y que ahora tienen un plantel joven y un plan para seguir soñando.

Argentina sobresale entre los perdedores. Jorge Sampaoli es el chivo expiatorio, pero el fallo es la falta de sistemas y continuidad, por eso el seleccionado de Messi, con cinco técnicos en pocos años, no tuvo más opción que jugar a las casualidades. Simon Kuper, el autor “antropólogo del fútbol”, en una columna en La Nación vaticinó que si Argentina no cambia el rumbo y si no aceita a tiempo los procesos para su cantera de juveniles, podría terminar como Hungría, aquel coloso del fútbol mundial que se lo tragó la tierra. trottiart@gmail.com

junio 29, 2018

El Mundial y el periodismo de tribuna


Todos los mundiales desnudan al periodismo de tribuna. Esa prensa deportiva exitista y emocional; de crítica despiadada o alabanza exagerada, según los resultados del momento.

Algunos la tildan de prensa exigente, justificándola en países en los que la historia futbolística demanda resultados positivos. Pero la falta de rigurosidad informativa y la abundancia de opiniones estentóreas y parcializadas, la convierten en una prensa de barricada. Con sus relatores y comentaristas infalibles y panelistas que argumentan todos a la vez, esta prensa no se distingue de aquellos fanáticos que despotrican eufóricos en redes sociales o charlas de café.

Hay que reconocer que también existe una mayoría de profesionales excelentes en el periodismo deportivo, pero penosamente los rimbombantes hacen ruido y se notan más y están en todos lados, en Alemania, Argentina, México o Senegal. Bajan y suben técnicos y jugadores, inventan historias, hacen futurología, presagian resultados ya sea si Messi se tapa la cara antes del himno o si Griezmann no canta la bella Marsellesa.
Sería ingenuo pensar que esta prensa de arenga y sensacionalista no tiene público. La opinión gusta, más si se acomoda a la de uno. Arrastra pasiones y seguidores. Pero también genera víctimas y presiones. Messi, el mejor del mundo, fue siempre chivo expiatorio de cada derrota. En este Mundial no fue la excepción, el penal errado ante Islandia y su inefectividad ante Croacia reabrieron la grieta enorme que había cerrado en Quito con un hat trick y la clasificación mundialista.

Tras la derrota con Croacia, gran parte del periodismo deportivo argentino armó conjeturas, descubrió conspiraciones y deslealtades, repasó las relaciones entre esposas y jugadores, entre estos y el técnico y entre este y los dirigentes de la oscura AFA. Hasta un programa televisivo abrió con un minuto de silencio simbolizando la defunción de la selección. Luego, como en montaña rusa, el periodismo reavivó elogios por el pase a octavos de final. Los mismos que desaparecerán con otro resultado adverso y la consiguiente catarata de críticas y cobro de facturas pasadas, entre ellas, las tres finales perdidas.

No es fácil confrontar a un periodismo que no perdona ni pide perdón. Messi hastiado, así como cuando en la Copa América decretó el apagón informativo de su selección en represalia por historias inventadas, esta vez fue menos apocalíptico, pero igual de contundente: Al triunfo ante Nigeria se lo dedicó a “la gente que no se dejó llenar la cabeza por boludeces”.

Nadie espera que la prensa deportiva sea moralista, balanceada y neutral, pero no se debería olvidar de los valores profesionales informativos, entre ellos el respeto. Lamentablemente la opinión ha invadido todos los géneros del periodismo deportivo haciéndolo superficial, lo que no le ha permitido descubrir grandes temas que pasaron inadvertidos bajo sus narices, como el FIFAgate y la maraña de sobornos por las que Rusia y Qatar obtuvieron sus sedes mundialistas.

Es cierto que en poco tiempo el periodismo debe prestar atención a miles de detalles deportivos y extradeportivos, en especial en un Mundial con tantas sorpresas, detalles bizarros y hasta fake news, como la muerte de Diego Maradona que él mismo desmintió y por lo que ofreció una jugosa recompensa para encontrar al responsable del rumor.

En lo deportivo hubo que digerir que la campeona Alemania se fuera en primera ronda, que Japón haya pasado por fair play, que España echara a su técnico horas antes del puntapié inicial y a un flamante VAR que puso a Rusia en la historia de los mundiales como el más más prolífico en penales. En lo extradeportivo, están las multas de la FIFA por violencia y cantos homofóbicos, los japoneses limpiando tribunas y la Hacienda española – como sucedió en Brasil – recordándole a Messi y Ronaldo que son evasores, en una oportunista y presunta intención por desequilibrarles de pies a cabeza.

Si la prensa deportiva quiere ser considerada exigente, deberá ser menos pasional, más profunda, neutral y tener cierto grado de compasión. El fútbol es pasión de multitudes… para los fanáticos. Los periodistas, incluso los deportivos, están llamados a ser desapasionados. Por sobre todo, tienen una profesión a la que deben cuidar y respetar. trottiart@gmail.com


junio 22, 2018

El Mundial machista y homofóbico


Los Mundiales traen más que fútbol. El de Sudáfrica elevó el tema del racismo y los partidos amañados. El de Brasil desnudó corrupción profunda y poco “orden y progreso” como reclama su bandera. Este de Rusia refleja el machismo, la misoginia y la homofobia que atraviesan cualquier cultura y disciplina.

Por supuesto que estos desvalores existieron en todos los mundiales, pero en Rusia se notan más gracias al nuevo contexto que creó el movimiento #MeToo y a una FIFA, que pese a toda su corrupción, desde hace años insiste con erradicar la discriminación y la homofobia, promocionando el “juego limpio” más allá de los estadios.

A poco de comenzado el Mundial, la FIFA sancionó a México y a Serbia con 10 mil dólares por cantos homofóbicos. A los serbios por una manta política contra los costarricenses y a los mexicanos por su habitual canto de “¡eh puto!” dedicado al arquero germano. La Federación Mexicana defendió que el canto no es peyorativo sino “cultural”, pero la excusa suena trivial después de 10 sanciones por la misma causa.
La previa al Mundial ya había puesto nerviosos a gobiernos, embajadas y disparado las redes sociales que reclaman mejor trato e igualdad de género. En Argentina la AFA desistió de imprimir un manual en el que aconsejaban a los hombres cómo seducir a mujeres rusas; mientras que la selección mexicana tuvo una fiesta de despedida con los condimentos típicos de una despedida de soltero.

Las agencias publicitarias también jugaron su partido sexista. Una cervecera mexicana intercambió el adjetivo del “canto cultural” por el pícaro “¡eh Putin!” y la cadena Burger King de Rusia ofreció hamburguesas de por vida a las mujeres que quedaran embarazadas con futbolistas del Mundial, prometiendo una nueva casta de rusos con “los mejores genes del fútbol”. En otras épocas esta creatividad se hubiera exaltado, pero en momentos que hasta la organización del Miss Universo descartó los desfiles con traje de baño, las campañas creativas tendrán que olvidarse de menospreciar a la mujer.

Acostumbrados a que el humor se tuerza hacia la burla y el bullying, como demuestran los memes en las redes sociales, varias cancillerías tuvieron que salir a apagar fuegos que pusieron en aprietos su imagen de país. La mayor parte, por videos virales con el habitual chiste de hacer repetir a las mujeres palabrotas en otros idiomas sin que entiendan el significado. Diputadas brasileñas gritaron furiosas contra “torcedores” de la verde amarela que alrededor de una bella rusa le cantaban ofensas sexuales cuando ella sonreía creyendo que la cortejaban. Lo mismo ocurrió con un hincha argentino que por molestar a una quinceañera rusa tal vez ya no lo dejarán entrar al estadio. Mientras que el gobierno colombiano reprochó a un grupo de fanáticos que se divirtieron con la misma mofa en contra de mujeres japonesas, exigiéndoles “no degradar a la mujer, insultar a otras culturas y al idioma”.

Más allá de los chistes fuera de lugar, el Mundial también está sirviendo para reclamar por la discriminación de la mujer en varias culturas. El movimiento femenino iraní de “#OpenStadiums” se hizo presente en los partidos de su selección. Con pancartas en los que se leía “apoyen a las mujeres iraníes a entrar a los estadios”, desnudaron a una teocracia gobernante que justifica prohibir el derecho de una mujer a asistir a encuentros deportivos para protegerlas del “ambiente masculino”, cuando lo correcto sería limpiar ese “ambiente masculino”.

En el caso de Argentina, los consejos de la AFA a sus fanáticos para “tener una oportunidad con una chica rusa”, quedará como una conducta machista fuera de época e indecente. Lo más preocupante, sin embargo, es el caso de abuso y prostitución de menores, descubierto en las inferiores de Independiente y River Plate. La Justicia tendrá que investigar si la red pederasta se extendía por otros clubes emblemáticos.

Este Mundial está lejos de la aspiración del papa Francisco de ser “una auténtica ocasión de encuentro y fraternidad”. Rusia nos deschava como sociedad y con nuestros vicios. Pero también nos empodera a rectificar conductas. Cada Mundial da una nueva oportunidad para mejorar, más allá del fútbol. Habrá que ver si nos reflejaremos más dignos en Qatar y luego en el de México-EEUU-Canadá. trottiart@gmail.com


marzo 10, 2018

Icarus y la fábrica de mentiras


Icarus es el nuevo film de Bryan Fogel que ganó un Oscar al mejor documental en la reciente entrega de la Academia de Hollywood. Está basado en la denuncia del ahora soplón Grigory Rodchenkov, ex director del laboratorio antidoping ruso, quien permitió a su gobierno hacer fraude.

Desde su oficina se intercambiaban los frascos con orina contaminada por otros inocuos, dándole a los atletas olímpicos rusos aire de superdotados y posibilidad de multiplicar sus chances para obtener preseas doradas.

El sistema ruso oficial de dopaje, sumado a la fábrica de noticias falsas descubierta en St. Petersburg para afectar elecciones foráneas y los pagos debajo de la mesa para quedarse con el Mundial de Fútbol, son parte de una inmensa y creativa red de mentiras, que Rusia impone al mundo mediante intrigas, extorsiones y sobornos.
Tres informes delatan las conspiraciones rusas que ponen al presidente Vladimir Putin como gestor. El más reciente es el del fiscal especial estadounidense, Robert Mueller, que acusó a 13 ciudadanos y tres empresas de internet rusas, con presupuesto del gobierno, por fabricar falsedades para manipular las elecciones presidenciales en EEUU y otras en Europa.

A su vez, el informe de Richard McLaren, contratado por la Agencia Mundial Antidoping (WADA), demostró la existencia del sistema oficial de doping del gobierno ruso, certificando las denuncias expuestas en Icarus. Rodchenkov está protegido en algún lugar de EEUU, por temor a que lo asesinen como a dos de sus colaboradores. Y en época en que Rusia envenena a sus espías, como ocurrió en estos días con Sergei Skripal en Inglaterra por pasar información de sus colegas al servicio secreto británico, es posible que Rodchenkov preferirá quedarse en el ostracismo por muchos años más.

El otro informe es el de Michael García como parte del escandaloso FIFAgate. Publicado en 2017 después de que Rusia lo bloqueara por varios años, García dejó claras evidencias de que el gobierno ruso sobornó a dirigentes de la FIFA para quedarse con el Mundial de junio próximo. Pero como en el FIFAgate los sobornos fueron masivos más allá de Rusia, la denuncia rápido se desvaneció.

El caso de dopaje oficial fue más burdo. Tras las denuncias de Rodchenkov y Fogel al New York Times y al Departamento de Justicia, McLaren constató que más de mil atletas rusos estuvieron involucrados en casos de doping. Si bien el sistema operó a toda marcha para los juegos de invierno rusos de 2014 en Sochi, se sospecha que el método está incrustado en la cultura deportiva rusa desde la época soviética.

Las evidencias fueron tan vastas, que al Comité Olímpico Internacional (COI) no le quedó más que castigar a Rusia en los recientes juegos de invierno de 2018 en Pyeongchang, despojando a los atletas rusos de bandera e himno. Se esperaban sanciones más severas, pero no había mucha esperanza, desde que el COI le había permitido a Rusia participar en las Olimpíadas de Río de Janeiro de 2016. Entonces, totalmente impune, Rusia terminó cuarta en el medallero.

Putin negó los miles de documentos con los que McLaren y la WADA denunciaron el fraude. Hizo lo mismo con el informe de García y logró que la FIFA le permitiera avanzar con la organización del Mundial. Ahora resta saber si el Reino Unido decidirá boicotear el Mundial de comprobarse el envenenamiento del espía Skripal.

Lo que el presidente Putin no pudo detener fue la acusación judicial de EEUU. El fiscal Mueller terminó desenmascarando el operativo que usaba cuentas de usuarios ficticios y computadoras y servidores en EEUU para hacer virales las noticias y publicidad falsa sin dejar pistas. Así, Mueller no solo desactivó la fábrica de bulos en Rusia, sino que permitió que se enfoque mejor la conversación en EEUU, donde el presidente Donald Trump sostenía que las noticias falsas de los rusos eran un montaje de los demócratas o de la CIA y el FBI para perjudicarlo.

Vladimir Putin ha usado el engaño a nivel internacional para aumentar su popularidad de cara a las elecciones presidenciales de los próximos días. Se espera que se el claro triunfador. Lamentablemente, su juego sucio seguirá deshonrando la máxima olímpica, que también debería ser regla en la política: “Respeta las reglas, juega limpio, sé limpio”. trottiart@gmail.com

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...