Otras
de las cosas que me sorprendieron en un reciente y relámpago viaje a la
Argentina es lo corta que es la memoria de muchos.
Si algo me impresionó de la
reciente historia argentina, durante las presidencias de los Kirchner fue la
cantidad de actos de corrupción que terminaron en la nada.
Les
pregunté a varios amigos sobre aquella valija de Antonini, los 800 mil dólares
que envió en efectivo Hugo Chávez para la campaña presidencial y ya nadie se
acuerda. También pregunté sobre que destino tuvieron los dineros generados por
el petróleo en la provincia petrolera del ex presidente Néstor Kirchner escondidos
en algún banco del interior y ya nadie se acuerda. Y pregunté sobre la venta de
terrenos en El Calafate que los Kirchner hicieron después de haber comprado
esas tierras como terrenos fiscales a unos 6 dólares el metro cuadro y habiéndolos
vendido a un precio 50 veces superior, y ya nadie se acuerda.
En
realidad no es que mis amigos hayan perdido la memoria, sino que ya toman estas
cosas a la chacota, con sorna; sabiendo que como no pasa nada y la impunidad es
tan alta, es inútil hacerse mala sangre.
Cuando
estuve allá me acordé del movimiento #YoSoy132 de México, esos jóvenes que se
hicieron famosos por protestar por la compra de votos y la manipulación de
imagen que el presidente electo Peña Nieto logró en Televisa. Me preocupa que
un movimiento no exista en Argentina, donde la compra de votos es pan de todos
los días.