julio 29, 2009

A mayor conflicto ¿menor diplomacia?

Diera la sensación que en este circo latinoamericano vamos para atrás más que para adelante. Se supondría que la diplomacia se habría instaurado en las leyes internacionales como el arte de resolver conflictos. Sin embargo, la experiencia actual latinoamericana nos dice lo contrario, ya que los países en conflicto prefieren retirar sus embajadores y cortar relaciones exteriores como una forma de expresar su rechazo a las prácticas del otro país, a la espera de que el tiempo cicatrice las heridas y por alguna circunstancia mediadora o comercial de a poco se instalen misiones comerciales y se inicie el diálogo.

Hugo Chávez “congeló” relaciones con Colombia y ordenó la salida de su embajador por las denuncias de Colombia sobre el pedido de explicaciones de la posible venta de armas suecas en poder de Venezuela a las FARC. Seguramente la medida será recíproca, como la que se reciprocaron anteriormente Ecuador y Colombia por la incursión colombiana en territorio ecuatoriano para aniquilar un campamente guerrillero y las medidas similares entre Bolivia - EUA y Venezuela – EUA ante denuncias de injerencia de la DEA y la CIA en esos países.

Generalmente este corte de relaciones va seguido con grandes campañas propagandísticas con discursos que exaltan el nacionalismo, exacerbándose así las pasiones y las diferencias. De esta forma, los ciudadanos quedamos cada vez más atrapados en una tela araña polarizadora creada por los políticos de la que no es muy fácil escapar. Hasta que reaparecen luego dos políticos o dos presidentes – los mismos que antes se pelearon – se dan dos palmadas, firman un acuerdo nuevo de entendimiento, hablan de las bondades de la democracia, del entendimiento político y de un montón de cosas más bonitas para lo que piden que aplaudamos.

Mientras aplaudimos – medio inseguros pero obligados por la situación – no entendemos ese mal sabor que nos queda; si es fruto de sentir que hemos sido utilizados y manipulados o si la democracia es esto, que nos induzcan las broncas y nos roben los aplausos.

Sería saludable que en vez de que se manipularan las voluntades de los ciudadanos para acompañar procesos conflictivos, los gobiernos pudieran dedicarse a resolver conflictos con mayor diplomacia y a no quitarse esa responsabilidad de arriba.

julio 27, 2009

Las FARC están en todos lados

En Honduras pareciera que las FARC tampoco estarían ausentes, si es verdad el descubrimiento por parte de la policía hondureña de una libreta en la que se da cuenta sobre dineros entregados a partidarios de Manuel Zelaya.

No es descabellado pensar que las narco guerrillas colombianas FARC estén dando su apoyo en este conflicto. Las FARC que se juzgan como un estado pero que hacen todo a las escondidas como una guerrilla para no perjudicar a los países que la apoyan, como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, debería dar muchas explicaciones sobre su actitud de desestabilización.

Rafael Correa vive desacreditando al gobierno de Alvaro Uribe, pero es sobre él a quien los dirigentes de las FARC se refieren en un video sobre que le dieron dinero para su campaña electoral. Hugo Chávez dice que su gobierno no respalda a las FARC, pero los lanzacohetes suecos decomisados a los guerrilleros después de un ataque en la selva coinciden – según el número de serie otorgado por el gobierno sueco – con los que Suecia vendió a Venezuela. Dentro de todo, el más honesto es Daniel Ortega, quien siempre ha ponderado públicamente a las FARC.

Estos episodios ponen en duda que Colombia esté fácilmente ganando su batalla contra las FARC. El apoyo externo que las FARC están recibiendo, la retroalimentación que hacen de sus narco dólares y el aumento de los cultivos para la producción de drogas, hacen prever que las fuerzas públicas de Colombia tendrán que hacer esfuerzos superlativos para derrotar a las narco guerrillas.

julio 25, 2009

Palabras irresponsables

¿Tiene un presidente los mismos derechos que un ciudadano para expresar sus opiniones y argumentos? Claro que sí. ¿Y para decir lo que se le antoja, burlarse o insultar a otros? Por supuesto que no.
En materia de libertad de expresión, por su envergadura pública y debido a las consecuencias que sus pronunciamientos pueden acarrear, un presidente tiene más restricciones y responsabilidades que una persona normal y corriente. Así como sus acciones están limitadas – no puede declarar la guerra o irse de viaje al extranjero sin la aprobación del Congreso – también lo están sus palabras.
Pero no lo sienten así muchos presidentes latinoamericanos, demostrándolo con sus constantes dichos sarcásticos, desafiantes y burlones. Estas actitudes provocan en algunos cierta autocensura, en otros una retórica vengativa, a la vez que pueden estimular violencia.
Uno de esos presidentes es Rafael Correa, quien en su última alocución semanal, y tras ser criticado por burlarse de los medios de comunicación y desacreditar a los periodistas en su espacio sabatino, “La libertad de expresión ya es de todos”, retó a los ecuatorianos a que le escriban a info@elciudadano.gov.ec, para saber si “tiene algo de malo” emitir su informe semanal a la ciudadanía.
Correa desvirtuó la pregunta y cometió dos errores. Primero, la crítica no era sobre el espacio y el hecho de informar, sino sobre sus adjetivados insultos contra quienes dan noticias y opiniones que no le favorecen. Segundo, un mandatario no tiene la potestad de elegir si dar o no información, sino la obligación legal y moral de hacerlo.
Hablar u opinar no es necesariamente informar. Correa, Hugo Chávez, Cristina de Kirchner, Evo Morales y, entre otros, Daniel Ortega, quienes prefieren hablar en cadenas nacionales, espacios propios de medios privados y estatales, mítines políticos y actos públicos o través de spots y publicidades, lo que generan no es información, sino comunicación de una sola vía. Pura propaganda.
El acto de informar dentro de la administración gubernamental democrática, tiene otros ingredientes esenciales, como la transparencia que garantiza y obliga una ley de acceso a la información pública, la argumentación que se fragua en el debate de las ideas con la oposición y el cuestionamiento que se alcanza en conferencias de prensa y entrevistas periodísticas. Aspectos éstos, muy ausentes en los gobiernos mencionados.
Evidenciado por sus prédicas contra quienes los critican, muchos presidentes no admiten que como funcionarios renuncian a privilegios de privacidad, asumen restricciones y deben estar más expuestos a la crítica y a la fiscalización pública. Da la impresión que manejan la función pública como patrones de estancia, creyendo que se les dio un país en usufructo, cuando lo único que legitiman las elecciones es la gerencia temporal de los bienes del Estado, actividad que infiere tres valores: eficiencia, honestidad y transparencia.
El presidente Chávez inauguró hace 10 años este estilo discursivo de gobernar, en el que usa como arma a la retórica para atacar y degradar a cualquier tipo de adversario. Esa arenga, además de conseguir titulares, tiene dos riesgos, desalienta el debate por la autocensura que genera en el desacreditado, mientras que instiga a los partidarios a la violencia. Sus declaraciones recientes sobre Honduras, infiriendo insurrección, guerra civil y militarización, prueban que sus palabras tienen la intención de profundizar, más que de solucionar la crisis.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en varias disputas entre periodistas y el estado venezolano, falló que los funcionarios públicos tienen mayores responsabilidades en cuanto a sus pronunciamientos, ya que los dichos hostiles pueden exacerbar la intolerancia y animadversión, y “constituir formas de injerencia directa o indirecta o presión lesiva en los derechos de quienes pretenden contribuir a la deliberación pública mediante la expresión”. La Corte señaló que las restricciones a los dichos de los funcionarios, deben ser mayores en situaciones de conflictividad social, ante el peligro de que los riesgos puedan potenciarse.
Lamentablemente, estos fallos no fueron acatados ni aprendidos. La polarización extrema que hoy se vive en Latinoamérica, no se debe tanto a la diferencia entre modelos políticos, sino al antagonismo de las palabras, dichas por presidentes irresponsables que no se comportan a la altura de su investidura, sino más bien, como agitadores de barricada.

¿Por qué? ¿Para qué?

Vaya a saber uno la estrategia de Manuel Zelaya para entrar a suelo hondureño por quince minutos. Desafiante al fin, no fue rodeado masivamente y los militares no bajaron sus fusiles como había pronosticado. No ganó mucho que digamos, quedó mal internacionalmente, acusado de terco e imprudente y, aún más, de ridículo, por haber sido acompañado en la caravana, por nada más ni nada menos que el canciller venezolano.

Hugo Chávez quien dice que nadie puede ser injerencista, a excepción de él, y quien se toma la libertad para insultar y acusar a medio mundo, debe haber tenido alguna razón muy fuerte para asesorar a Zelaya para que finalmente cumpla con su propósito de entrar a Honduras. Pero las preguntas quedan flotando: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Era necesario el desafío? ¿Era necesario el desafío? Si entrara a la fuerza, ¿no será que la comunidad internacional no lo aceptaría tampoco a él?

Zelaya tiene ahora el compromiso de llegar este martes a Washington y se presume que ya sabe que el único camino que le queda hacia la Presidencia es aceptar la propuesta de Oscar Arias de que se adelanten las elecciones un mes y que desista absolutamente de cualquier intento de reforma constitucional. Roberto Micheletti no se ha pronunciado sobre esta última parte de la negociación y pudiera ser la única vía de solución que se avizora en este momento.

¿Cuánto presionará Washington para que esto suceda? ¿Se están midiendo fuerzas con la retórica diplomacia venezolana, para taparle la boca a Chávez y dejarlo en ridículo acusando a EE.UU. de haber estado tras el golpe de Estado? ¿Si finalmente hay un arreglo, como estos dos gobiernos, quede quien quede, convencerá a sus seguidores de que se está haciendo lo correcto para calmar las aguas?

julio 24, 2009

Chávez y su militarización

El presidente Hugo Chávez, aprovecha cada oportunidad para militarizar más a su país y producir un excesivo desbalance de fuerzas armadas en la región.

En este momento arremetió contra Alvaro Uribe criticándolo de que está permitiendo la apertura de tres bases militares de Estados Unidos, por lo que reaccionó en contra de Colombia amenazando con que podría suspender el intercambio comercial bilateral, pero también diciendo que seguirá comprando pertrechos bélicos para defender su frontera.

La molestia de Chávez es que EE.UU. haya anclado en Colombia después de que la DEA y las embajadas estadounidenses fueran cerradas y expulsadas de Venezuela y Bolivia, y que a los militares estadounidenses no se les permitiera seguir en la base de Manta en Ecuador, obviamente, todos estos hechos motivados por él.

EE.UU. desde entonces estuvo negociando con Colombia para seguir operando en la región su proyecto antidrogas, dentro del Plan Colombia ya de varios años que le ha posibilitado a Uribe debilitar a las narco guerrillas de las FARC, las cuales tendrían el beneplácito y mantendrían relaciones con los tres gobiernos mencionados – además de Nicaragua - según videos y grabaciones que todavía siguen saliendo a la luz, desde la incursión militar colombiana en Ecuador el año pasado.

Chávez enfurecido en su Aló Presidente dijo que “nosotros no vamos a agredir a nadie… ni a Honduras ni a nadie” (sugestiva declaración después de que insistió con el envío de tropas al país centroamericano de ser necesario para apoyar la restitución de Manuel Zelaya o el derrocamiento de Roberto Micheletti) y anunció que rearmará su frontera con Colombia duplicando la fuerza de tanques que adquirirá en Rusia. Ya en este país, Chávez compró 100.000 fusiles, 53 helicópteros y 24 aviones, además de acuerdos militares que permitieron a una flotilla rusa desplegarse por el Caribe y el Atlántico americano, en un desafío antiamericano al mejor estilo guerra fría.

A diferencia de la denuncia de Chávez sobre la apertura de bases militares, las autoridades de EE.UU y Colombia explicaron que están a punto de firmar un acuerdo por 10 años para que los militares estadounidenses tengan acceso a instalaciones operadas por Colombia.

Chávez no pierde ninguna oportunidad para seguir expandiendo su poderío bélico, a excepción de las fuertes recriminaciones que por ese motivo recibe de su vecino Brasil, país que se viene quejando del desbalance a la paz internacional que Chávez está provocando, ya que se entiende que el presidente venezolano no acumula pertrechos para luchar contra las drogas ni las guerrillas. Obviamente, la militarización de ALBA propuesta por Evo Morales esta semana tampoco es pura casualidad.

julio 23, 2009

Ironía: todos a favor de Chávez

Los entuertos de la política tienen esas encerronas difíciles de resolver y destrabar como lo demuestra la crisis en Honduras. La mayor parte de la comunidad internacional – para no decir casi toda – incluyendo a los Estados Unidos y la Comunidad Europea, además de las organizaciones intergubernamentales como la OEA y la ONU, claman indirectamente a favor de Hugo Chávez (al pedir la restitución de Manuel Zelaya), a quien critican por el ahorcamiento de la democracia venezolana, por su concentración del poder, por su apoyo al narcotráfico y por interferir, con y sin el Alba, en las demás naciones latinoamericanas mediante subsidios casi extorsivos de petrodólares.

Todos saben que después de tanto mal y tantos sinsabores que le está causando a la propia comunidad internacional, la ironía del destino es que Hugo Chávez se puede recostar sobre su espalda, cruzar de brazos, dejar de hablar y esperar pasiva y en forma optimista que todo el mundo le haga el caldo gordo o el trabajo sucio, elevando su nombre a la altura de los grandes demócratas.

Todo esto, porque en Honduras hay varias verdades incontrastables y que no se pueden negar, especialmente dos: hubo golpe de Estado y hubo restitución constitucional al mismo tiempo. Un hecho atípico, novedoso, desafiante para los demócratas y para quienes no lo son tanto, ya que las dos verdades se pueden defender con la misma fuerza. De ahí la dificultad incluso moral que tiene la lectura de esta realidad. A Zelaya se lo echó porque en definitiva quiso establecer una democracia al estilo Chávez, tratando de instaurar la reelección, cuyo segundo paso sería no solo la repetición de período por período, sino la eternización en el poder al mejor estilo chavista; es decir, como en un buen estado totalitario o monárquico, la persona endiosada enquistada para siempre.

Es verdad que lo que la comunidad internacional defiende es el principio democrático, que nadie pueda ser sacado por los militares. Y cierto es también que es más difícil de sortear el caso de un presidente corrupto pero elegido en votación popular, aunque no haya respetado instancias democráticas y que esté destruyendo las democracias con elecciones fraudulentas, concentrando poder, desestabilizando o sometiendo a las demás instituciones del Estado.

El sarcasmo de esta crisis es que quienes de fondo desechan, descartan y reniegan del estilo Chávez, tal el caso de los Estados Unidos; de forma o para guardar las apariencias lo deben sostener, defender y hasta promover mediante el pedido de que Manuel Zelaya sea restituido al sillón presidencial.

¿Qué está bien o qué está mal? se dilucidará en estos días. Mientras tanto, la ironía es mayúscula. Apoyar a Chávez no es justamente hacerlo por la democracia.

julio 22, 2009

Desvergüenza re-electoral

Como se sospechaba y el “orteguismo” lo venía pregonando a los cuatro vientos, especialmente a través de los labios de Rosario Murillo, Daniel Ortega no aguantó más y lanzó oficialmente su propuesta por una reforma constitucional que le permita la reelección presidencial para los comicios del 2011.

Un desafío social y hasta diría internacional, justo en el momento en que la “cuarta urna” que buscaba Manuel Zelaya fue el episodio desencadenante de una de las crisis políticas más profundas de los últimos años.

Pero es más que todo un desafío a la desfachatez y a la desvergüenza porque justamente lo que muestran los casos de reelecciones ya conseguidas es que son mecanismos para concentrar poder, hacerse adicto y perpetuarse en él. Los ingenuos pueden aducir que la reelección no es automáticamente una forma de “atornillarse” en la silla presidencial, sino permitir igualdad de condiciones a un presidente para que pueda postularse y seguir su proyecto, siempre y cuando el pueblo soberano le de el beneficio de los votos, pueblo que muchas veces es engañado sobre la base de votos cambiados, comprados y fraudulentos.

Pero eso puede suceder en cualquier otra parte del mundo, quizás, pero no en América Latina, donde las reelecciones pueden llegar a ser eternas como en el caso de Hugo Chávez, y como seguramente los estarán buscando las presidencias de Ecuador y Bolivia. Nicaragua irá camino a eso, porque Daniel Ortega ya ha demostrado, con las elecciones de noviembre pasado, que está dispuesto a todo con tal de concentrar el poder y ganarlo a costa de cualquier artimaña. El fraude espectacular cometido en noviembre no tiene muchos parangones.

Sin lugar a dudas, no se puede dejar de sospechar que con la posibilidad de la reelección Ortega seguiría cometiendo fraudes con tal de seguir concentrando poder. Tiene, además, un ejemplo muy grande de dónde aprender.

La dolorosa libertad de prensa

  Hoy, Día Mundial de la Libertad de Prensa, como hace 32 años cuando publiqué "La Dolorosa Libertad de Prensa", estoy convencido ...