Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
febrero 04, 2019
febrero 02, 2019
Venezuela: nadie puede ser neutral
A desmarcarse. Esta es la apelación a la
que deben responder los gobiernos, así como lo debemos hacer a nivel
individual, cuando se trata de los derechos humanos, que más que derechos deben
entenderse como "deberes humanos".
La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada en 1948 después de un pacto internacional para dejar atrás las atrocidades y los crímenes de lesa humanidad durante la Segunda Guerra Mundial, exige una posición moral y clara en relación frente a la violación a los derechos humanos. Los defendemos, los aprobamos, los apoyamos o los desconocemos. Neutrales no se puede ser; no podemos ser.
Los presidentes de Uruguay y México,
Tabaré Vázquez y Manuel López Obrador, hacen mal en no reconocer a Juan Guaidó
como presidente de Venezuela bajo excusas de no interferencia en asuntos de
otros países. No reconocer al líder de la legítima, pero desposeída Asamblea
Nacional es apoyar al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. La neutralidad, ni
sí ni no, esbozada en este momento por ambos países es acomodaticia y de orden
ideológico, alejada del principio universal de los derechos humanos.
Por muchos años la comunidad internacional miró para otro lado, hasta que los fraudes electorales, la proscripción de los partidos políticos, el encarcelamiento de líderes políticos, el cierre de instituciones legítimas, la violencia contra los opositores, críticos, medios y periodistas, la corrupción galopante, la decadencia de un país rico en miseria, y la permanente violación de los derechos humanos de los venezolanos fueron tan obvias, que resulta inmoral mirar hacia otro lado.
En cuestión de países es lo mismo que ocurre con nuestros vecinos en el barrio. Si escuchamos, tenemos indicios o vemos que nuestro vecino encierra a sus hijos todo el día y no los envía a la escuela, que encadena a sus mascotas, que los fines de semana tira tiros al aire para celebrar su júbilo o que acostumbra a tirar la basura en el lugar público que compartimos todos los vecinos, no podemos quedarnos neutrales, tenemos la obligación moral de denunciar al vecino por violaciones a los derechos humanos y por las peores locuras que podrían suceder.
La neutralidad y respeto entre países
debe existir cuando los conflictos se dirimen dentro de estándares
democráticos, pero no cuando se violan sistemáticamente los derechos humanos.
Esto no es para que Tabaré Vázquez o López Obrador se rasguen sus vestiduras,
simplemente es un mandato que nace de la propia Declaración Universal de los
Derechos Humanos, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y de la
Carta Interamericana Democrática.
Guaidó sigue haciendo las cosas bien. En su mensaje de ayer a México y Uruguay apeló a la conciencia por los valores democráticos y los derechos humanos y que dejen la neutralidad. También les dijo a los principales aliados de Maduro, China, Rusia y Turquía, que las inversiones siempre serán mejores en naciones que se respete la seguridad jurídica. trottiart@gmail.com
enero 26, 2019
Maduro, acorralado, y las hipocresías del chavismo y la izquierda internacional
Primero lo primero: Nicolás Maduro debería llamar a
elecciones, libres claro. Pero como no lo hará, debería ir a Cuba como excusa y desde allá, arropado
en su victimización y martirologio, renunciar por email, como por fax lo hizo Alberto
Fujimori desde Japón. Sería la salida más airosa posible para evitar el embate
del presidente autoproclamado, Juan Guaidó que, apoyado por el Grupo de Lima,
EE.UU. y gran parte de la comunidad internacional democrática, están ofreciendo
una amnistía a los militares y exigiendo elecciones libres lo antes posible,
como ahora piden España, Francia y Alemania.
Dejando los sueños de
lado: Estoy harto hasta
la coronilla de la hipócrita victimización de Nicolás Maduro y del chavismo y
la izquierda internacional de que la “actual democracia venezolana” es víctima
de una gran conspiración internacional comandada por el “imperio” y sus
acólitos, cuya única intención es desestabilizar a la “república” bolivariana
mediante un golpe de Estado.
Máxime, porque casi como ningún otro movimiento, el
chavismo tuvo un cheque en blanco para profundizar su estilo destructivo gracias
a la apatía y la indiferencia que la comunidad internacional le prodigó hasta hace
poco.
Fieles al martirologio hipócrita acostumbrado de la
izquierda radical, Hugo Chávez y Maduro siempre usaron la propaganda, la desinformación
o las noticias falsas, como se les llama ahora, para auto proclamarse defensores
del pueblo, de la democracia y la república, justamente los tres adjetivos que
han defenestrado y pisoteado a base de autogolpes de Estado desde que el
chavismo asumió el poder. En su historia, el chavismo se auto gestó mediante ocho
auto golpes de Estado, para ser más precisos: 1999, 2001, 2007, 2010, 2013, 2015,
2016 y 2018. No hay dudas de que los autogolpes son parte del ADN del chavismo,
como veremos a continuación.
Primero
desmitifiquemos la hipocresía de la revolución democrática y republicana del chavismo. Una república como
la pensaron los griegos y adoptaron los países occidentales, se distingue por la independencia y división de poderes; por los
mecanismos de fiscalización y chequeos permanentes sobre quienes ostentan el
poder, pero sobre todo por una Justicia equitativa e independiente; por los
privilegios y beneficios que se le da a las minorías; por la libertad de la
prensa para informar y por la de los ciudadanos a expresarse, asociarse y
movilizarse, sin trabas ni represalias, en igualdad de condiciones ante la ley.
Nada de esto respetó el chavismo.
Los máximos atributos de una democracia son la Constitución
y la libertad del pueblo para elegir a sus gobernantes. Una buena Constitución
no solo remarca los derechos y garantías del pueblo, sino que impone límites al
gobierno a fin de que no pueda pisotear el derecho natural o el libre albedrío
de los ciudadanos. La democracia demanda elecciones libres, pero sobre todo
limpias, en igualdad de condiciones. Tampoco, nada de esto respetó el chavismo.
La Venezuela
chavista no es república ni democracia. Pasó del autoritarismo a engalanarse
hoy con las mismas propiedades de una dictadura. Ni siquiera los que defienden
que el régimen cumple con calendarios electorales se cree esa hipocresía. El
chavismo dilapida recursos públicos; utiliza fuerzas de choque ilegales para
generar caos y pánico; y criminaliza la protesta, justificando así su necesidad
de reprimir la expresión disidente para mantener la paz y el orden.
Desmitifiquemos ahora la revolución del pueblo. Es cierto que el chavismo llegó al poder
arropado por casi todos los sectores cansados de tanta corrupción y desidia de
los partidos políticos tradicionales. Pero también es cierto que ha dejado a
Venezuela peor de la que recibió, con mayor crisis social, más pobreza y
demasiado más corrupción. El agravante es que el chavismo ha sido un pésimo
administrador. Ha dilapidado casi una década de bonanza con precios del
petróleo en la estratósfera para usar esa billetera abultada en la expansión de
su ideología por Latinoamérica. En su lugar, hubiera podido invertir las
ganancias en su gente, creando fuentes alternativas de recursos y empleos, infraestructura,
y en educación y salud desideologizadas. Realmente desperdició la bonanza y
traicionó a su propio pueblo.
Sigamos. Pese a la farsa electoral de las presidenciales en mayo de 2018 y a
que pocos gobiernos reconocieron el triunfo de Maduro, él se auto legitimó
mediante un nuevo autogolpe. Cerró el Congreso elegido por el pueblo. Creó una
Asamblea Constituyente de facto con la que legalizó la proscripción de los partidos
políticos y creando la hegemonía del partido oficial. Siguió manipulando a la Justicia,
expulsando a los organismos internacionales, incentivando el cierre de medios e
imponiendo nuevas formas legales de censura al internet. Si Maduro siempre
proclamó su idolatría por el régimen comunista de los Castro, todas esas
medidas no hicieron más que certificar el destino de Venezuela: Hacerla a
imagen y semejanza de la altanera pero desdichada Cuba.
Maduro ya había sofocado lo poco que le quedaba a
Venezuela de democracia en mayo de 2016. Entonces desconoció al Congreso con un
autogolpe. Repudió leyes y el proceso legítimo de referéndum
revocatorio; y con el Estado de Excepción y de Emergencia Económica, borró al
Congreso auto proclamándose como el único legislador. Aquellas medidas
suspendieron las garantías constitucionales y deslegitimaron la “toma de
caracas” aquellas marchas masivas con las que la oposición exigía el respeto a
los resultados del referendo revocatorio, una cláusula constitucional creada
por el propio chavismo. La excusa cansina de siempre para reprimir fue la de “evitar
el golpe”, intento que perseguían Colombia, España y la OEA, liderados por EE.UU.
y los “gusanos de Miami”.
Antes, en diciembre de 2015, Maduro ya había dado el
segundo autogolpe al crear el Parlamento Comunal, una especie de “congreso del
pueblo” que tenía como misión contrarrestar a “la nueva burguesía” que de nuevo
había ganado la mayoría en la Asamblea Nacional. El primer autogolpe lo pegó en
noviembre de 2013, cuando la Asamblea Nacional le otorgó al entonces,
como flamante presidente, el título de legislador máximo o único, delegándole
el derecho de legislar por decreto por 12 meses. Maduro
consiguió aquella habilitación con una buena coartada. Diosdado Cabello fue el gestor.
Desaforó a una diputada de la oposición fabricándole un caso de corrupción. Con
el desafuero llegó a contar 99 votos a favor, necesarios para hacer a Maduro
legislador absoluto.
Con todos esos autogolpes Maduro igualó a su
progenitor. Chávez practicó la misma metodología en cuatro ocasiones. En 1999,
su primer año, y en 2001, 2007 y 2010, arropándose
con poderes especiales y leyes habilitantes para gobernar a su antojo y sin
Congreso. Lo de diciembre de 2010 fue el de las mayores
hipocresías del régimen chavista. Chávez presentó varias propuestas de ley para
permitirse legislar sin Congreso, excusándose en una crisis social provocada
por las inundaciones. Entonces frenó a la oposición unas semanas antes del 5 de
enero de 2011, fecha en que debían incorporarse 67 legisladores de la oposición
a la Asamblea Legislativa, después de ser elegidos democráticamente. Los
legisladores oficialistas y chavistas de entonces le ofrecieron a Chávez en
bandeja de plata su autodisolución. Se auto marginaron dos años, más del tiempo
que Chávez les había solicitado. El servilismo y la hipocresía ya campeaban por
entonces.
Antes, a fines de 2000,
Chávez logró que el Congreso le habilitara a gobernar por decreto por 18 meses,
y empezó a hablar de la “quinta república”, en la que se buscaría la
redistribución de la riqueza por los ingresos del petróleo, lo que nunca se plasmó.
Aquel autogolpe le dio excusas perfectas para reformar la Constitución. De esa
forma se autorizó a expropiar empresas, crear y armar las milicias urbanas
llamada círculos bolivarianos, militarizar su gabinete, ideologizar la
educación en las escuelas primarias, encarcelar y echar al exilio a sus
opositores, privilegiar a los revolucionarios por arriba de otros ciudadanos y
crear alianzas con gobiernos extranjeros mediante regalos y subsidios
petroleros.
Reitero: los autogolpes son el ADN del chavismo.
Conclusión: A Maduro no le quedan muchas opciones,
aunque siempre tendrá a su disposición la propaganda, el arma de agitación
predilecta, que no es más que un artilugio de su mercadeo.
Maduro sueña con una conspiración e intervención
internacional. Sueña con un golpe de Estado que lo victimice y convierta en mártir,
como escribí tras el autogolpe de 2016 cuando se avizoraron las primeras
críticas serias contra el régimen.
Sin embargo, el golpe, tarde o temprano, no vendrá
desde afuera, sino arropado por su propia gente, cansada de no gozar de las
mieles de una república. Las minorías despreciadas ya se han convertido en la
nueva mayoría y están, ahora sí, empoderadas por la comunidad internacional,
esa que fue cambiando gracias al infatigable látigo del secretario general de
la OEA, Luis Almagro, que, en 2017, con informe investigativo de 75 páginas en
mano, hablaba de que en Venezuela existía una "ruptura total con el orden democrático”.
Maduro si quiere sostenerse en su puesto tendrá que
ser mucho más autoritario que nunca, pero el régimen ya no tiene el plafón
político de antes. Sus opciones se agotan. Cuaba es su mejor salida, su coartada.
trottiart@gmail.com
diciembre 14, 2018
La quinta portada
Es muy justa la elección de la revista
Time de nombrar Personajes del 2018 a un grupo de periodistas víctimas de
represión a los que califica de “guardianes de la verdad”. También es acertada,
en momentos que las mentiras y la desinformación erosionan la confianza pública
y a la democracia.
Time publicó cuatro portadas
retratando, en forma diversa e inclusiva, varios tipos de periodistas que han
sido martirizados en sus intentos por buscar y descubrir la verdad, así como
las diferentes modalidades de violencia que los acechan. Una portada fue sobre
asesinato, en el caso del saudí Jamal Khashoggi, columnista del Washington
Post. Otra por el encarcelamiento, de dos reporteros birmanos de la agencia Reuters,
Kyaw Soe Oo y Wa Lone. Persecución oficial se trató en el caso de la filipina
María Ressa, fundadora y editora del sitio online Rappler; y en relación por atentados,
se incluyó al diario estadounidense The Capital Gazzette por el ataque en el
que murieron cinco personas.
Sobre estos “guardianes de la verdad”,
el editor de Time, Edward Felsenthal, argumentó que corren “grandes riesgos… en
la búsqueda imperfecta pero esencial de hechos que son fundamentales para el
discurso civil, y por hablar y denunciar"; sin olvidar que son
representantes de “una lucha más amplia”, en la que otros 53 periodistas fueron
asesinados este año en el mundo entero.
Pese a su acertada decisión, creo que
la famosa revista se quedó corta. Me hubiera gustado que incluyera una quinta
portada en la que se retratara el martirologio de la prensa de América Latina,
la región más castigada del planeta que en las últimas tres décadas ha perdido
a más de 500 periodistas - 26 en este 2018 - entre los que se cuentan
asesinados y desaparecidos. Vidas que han sido sesgadas por guerrilleros,
militares y grupos paraestatales o por narcotraficantes y funcionarios
corruptos o por la vergonzosa connivencia entre agentes del Estado y del crimen
organizado.
El asesinato quirúrgico en contra de
periodistas incómodos con frecuencia es solo lo visible o la punta del témpano
de la tragedia del periodismo latinoamericano. Debajo de la superficie también coexiste
un gran manto de censura tan fatídica como la muerte. Quizás sean casos menos
llamativos en el plano internacional, pero son crímenes bien extendidos, como
el de periodistas secuestrados, demandados, perseguidos, encarcelados o
amenazados de muerte; y de medios que sufren atentados, hostigamiento, boicots
publicitarios y discriminación gubernamental por publicar la verdad.
En esa quinta portada también
incluiría un retrato en blanco, vacío, en representación de los periodistas
olvidados por el propio Estado, esos casos que rara vez son esclarecidos y cuya
impunidad sigue siendo el tormento que arrastran sus familias y colegas por
generaciones. Solo un 5% de los 500 asesinatos ha sido esclarecido y el
porcentaje es mucho menor cuando se trata de identificar o procesar al autor
intelectual, tal como sucede con el caso Khashoggi.
Es cierto que “la democracia enfrenta
su mayor crisis en décadas” como argumenta la revista Time. Pero no considero
que la debilidad de la democracia se deba a la diseminación de noticias falsas
por las redes sociales o porque se censure a los periodistas y medios. En mayor
o menor medida esos síntomas siempre existieron, son solo la consecuencia de
una causa mayor. Estoy convencido que es la impunidad o la falta de justicia el
verdadero motivo de la desnutrición democrática y lo que erosiona la confianza
del público.
Muchos afirman que la gente ya no cree
en la democracia y se devanan los sesos pensando en otras formas de gobierno.
Pero creo que el modelo perfecto de democracia y república como fue soñado por
Aristóteles y Platón tuvo, tiene y tendrá vigencia, siempre y cuando no se le
pongan cortapisas a la justicia, el valor más trascendente en cualquier sistema
de convivencia humana.
El problema es que en muchos países la
justicia ha sido secuestrada por el poder político y en esa relación adictiva
la justicia también se ha corrompido. Esa debilidad institucional, potenciada
por la impunidad, queda en evidencia con los 500 casos de periodistas
latinoamericanos asesinados, muchos de ellos olvidados, que también merecían
tener una portada en Time. trottiart@gmail.com
noviembre 18, 2018
Prefiero la justicia a la política
Un buen amigo argentino me
sorprende cada vez que le pregunto sobre si Cristina Kirchner debería o no
terminar en la cárcel. Me responde casi siempre lo mismo, pero con algunas
variantes de acuerdo al contexto del momento: “No le conviene a Macri no tener
a Cristina activa”.
No lo culpo porque al igual
que todos, estamos confundidos y acostumbrados a vivir en un contexto político
en el que se desvirtúa el arte de hacer política. Es que mientras ella está procesada
e investigada por varios delitos de corrupción y se aferra a sus fueros como
senadora - los que solo deben respetarse para que un legislador pueda hablar
sin tapujos ni represalias legales o judiciales – los encuestadores siguen
mostrándola como la “candidata” como más posibilidades para las elecciones
presidenciales de 2019.
Digo que me sorprende la
actitud de mi amigo porque termina siendo una lectura política del país por
sobre una lectura de equidad y justicia que debería tener Argentina para salir
del pozo que se encuentra desde hace décadas. Argentina vive en una perfecta
ciclotimia económica y política, con subas y bajas pronunciadas en cada uno de
estos rubros, generándose un círculo vicioso en el que se pasa de la frustración,
la incertidumbre y las penurias económicas a un estado de bienestar y
estabilidad pasajera, alegría y consumo desmedido.
Por eso descreo que el arte
de la política sea suficiente para generar estabilidad emocional y felicidad. Al
contrario, creo que la única receta para el bienestar verdadero es la sensación
de equidad, de orden social y justicia.
Si Cristina Kirchner no termina
en la cárcel – ante tanta evidencia por tanta corrupción – Argentina corre el
riesgo de seguir siendo un país pensado en lo inmediato, como se fue
construyendo décadas tras décadas. Si termina en la cárcel, pese a que al
principio tal vez se originaría desestabilidad política con mayor polarización,
protestas y trifulcas, se estaría dando un salto cualitativo hacia un país más
estable pensado a largo plazo.
Un país con justicia equitativa,
firme y enérgica, permitiría neutralizar las actitudes mesiánicas de los
outsiders de la política, esos que en todos los países llegan aupados de
popularidad pasajera por el hecho de levantar la voz con fuerza contra los
corruptos; pero, que a la postre, terminan imponiendo sus personalismos y cometiendo
los mismos errores que sus antecesores.
El arte de la política debería
tener como prioridad la creación de sistemas en los que los ciudadanos sientan
y vivan en estado estable y progresivo de equidad e igualdad. De lo contrario
la gente seguirá opinando que la democracia no le satisface. En realidad, lo
que la gente no logra distinguir es que la imperfección democrática deviene del
irrespeto al mejor atributo de una república: la división de poderes.
La tendencia es elocuente.
En los países que la justicia ha sido o es secuestrada por el poder político,
los líderes mesiánicos y los populistas tienen mayores opciones, aunque estas
terminen siendo pasajeras. Ejemplos sobran y están en cada extremo del dial
ideológico, desde Alberto Fujimori a Hugo Chávez.
Ante este ejemplo, algunos
podrían pensar que lo mismo está sucediendo en EE.UU. con Donald Trump, dueño
de un estilo similar al de los populistas latinoamericanos. Pero para decepción
de muchos, incluidos periodistas, académicos y ciudadanos en general, los
estilos o las formas pueden ser parecidos, pero no lo es el fondo de la
cuestión. Trump está limitado por un sistema con justicia independiente, algo
que se observa a diario cuando jueces federales o de jurisdicciones locales le
salen al cruce con fallos que detienen sus ideas y aspiraciones sobre
inmigración y salud pública, entre otras disciplinas.
La verdadera independencia
de un sistema republicano de gobierno deviene del blindaje que tiene el poder
judicial, que debe tener un grado de independencia con mayor peso que otros
poderes. La independencia del poder legislativo también es necesaria pero no es
trascendente, ya que los legisladores siempre tendrán que obedecer a sus
lealtades políticas, ideológicas y las posturas que le manden sus partidos
políticos.
Los grandes saltos cualitativos de los países
desarrollados no solo se han dado por las victorias políticas y en los campos
de batalla, sino también por las grandes decisiones judiciales. Por eso siempre
preferiré un país con una justicia fuerte que con políticos fuertes. Prefiero un
país donde los políticos tienen que vivir con los límites que impone la
justicia y no a la inversa. trottiart@gmail.com
noviembre 04, 2018
Salta como referencia mundial
Si fuera salteño estaría orgulloso. No
solo porque la hospitalidad profunda y el servicio generoso de los salteños han
cautivado a más de doscientos cincuenta directores, editores y periodistas de
medios de comunicación de las tres Américas que convocó la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP), sino porque Salta brincó a un plano impensado
de relevancia mundial.
Tal vez los salteños no han tomado
verdadera conciencia de la importancia y dimensión que tuvo la 74 Asamblea
General de la SIP que El Tribuno organizó semanas atrás. El 22 de octubre,
pronto a terminar la reunión de la SIP, su Junta de Directores y su Asamblea de
socios aprobaron por unanimidad la “Declaración de Salta; sobre principios de
libertad de expresión en la era digital”.
Se trata de un documento que al igual
que el otro instrumento invaluable de la institución, la Declaración de
Chapultepec que fue creada hace 24 años en el castillo de Chapultepec de la
Ciudad de México, le servirá de ariete a la SIP para seguir defendiendo y
promoviendo la libertad de expresión en el ecosistema digital, ante los
innumerables y nuevos desafíos que han creado las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación.
Más allá de los principios en sí
mismos, la Declaración le brinda a Salta y su pueblo un nuevo argumento para
fundamentar su marca a nivel mundial, sumándose a otros atributos de calidad
por las que la séptima ciudad más grande de Argentina ha ganado prestigio a nivel
nacional e internacional.
Bien remarca la apreciación por Salta
el editorial de este 1 de noviembre del diario La Nación: “La Declaración
Digital tiene el valor indiscutible de un acto fundacional, que viene a llenar
un vacío. Es de celebrar que la era digital se recuerde con la marca indeleble
de la Argentina, al ser bautizada como Declaración de Salta”.
Como una de las primeras herramientas
de la era digital sobre las libertades de prensa y expresión, la Declaración de
Salta reivindica derechos, impone límites y marca el camino de cómo deben ser
garantizadas y respetadas esas libertades por los actores públicos y privados
que rigen o gobiernan el ámbito digital.
El contenido del documento estipula
principios irrenunciables a favor de la libertad de expresión de los ciudadanos
por sobre los gobiernos, los medios de comunicación y los intermediarios
tecnológicos, ya sean estos los motores de búsqueda como Google, las redes
sociales como Facebook o los proveedores de servicios e internet como Telecom.
El nuevo documento, de la mano de la
SIP y otras instituciones que lo harán suyo, sitúa a Salta en el centro de la
escena de organismos intergubernamentales como la UNESCO, la ONU, la OEA y la
CIDH; en la esfera de organismos no gubernamentales como ADEPA que esta semana
hizo prevalecer el principio 9 de la declaración en reclamo por medidas
judiciales que buscan limitar contenidos periodísticos y en la mesa de discusiones
entre naciones, como en las Cumbres presidenciales y de cancilleres. Todos son
terrenos que la SIP siempre ha aprovechado para llevar la voz cantante a favor
de los oprimidos y en protesta por las violaciones a las libertades de prensa y
expresión.
A partir de ahora, los 13 principios
de la Declaración de Salta comenzarán a imponerse como referencia en foros
internacionales, en legislaciones y fallos judiciales, así como los de
Chapultepec inspiraron la creación de la Declaración de Principios de Libertad
de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Importante es señalar que esta
Declaración no fue producto de discusiones y/o improvisaciones durante la
reunión de la SIP en Salta, sino más bien Salta fue el lugar donde terminó un
largo proceso de consulta, discusiones y observaciones que la SIP estuvo
cosechando por meses, sirviéndose de la experiencia de otras instituciones,
empresas, académicos, expertos y líderes en la materia.
Con sabiduría, la SIP estipuló que
debido a los cambios y a la evolución constante de las nuevas tecnologías de
información y comunicación, los principios de la Declaración de Salta podrán
adaptarse a lo que dicte la conducta humana en el futuro. Pero siempre
mantendrá su nombre en honor al lugar donde culminó un proceso que sirvió para
iluminar principios de libertad de prensa y expresión a futuro: Salta. trottiart@gmail.com
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