junio 08, 2015

La FIFA y los soplones

Se sabía que la onda expansiva del escándalo FIFA alcanzaría a muchos. No fue sorpresa la renuncia de Joseph Blatter cuatro días después de ser elegido, que el FBI investigue la elección de Rusia y Qatar como próximas sedes mundialistas o que Irlanda recibiera cinco millones de dólares para no demandar por la “mano de Henry” que la dejó fuera del Mundial de Sudáfrica.

Tampoco asombra que Nicolás Maduro después de proponer a Diego Maradona como presidente FIFA allanara la Federación Venezolana de Fútbol, mientras días antes denunciaba que la batahola era una fabulación del gobierno de Barack Obama para quedarse con la organización del fútbol global; o que el trinitario Jack Warner, ex presidente de la FIFA y procesado por corrupción, acusara a Blatter hasta de haber interferido en las elecciones de su país.

Las denuncias inverosímiles continuarán apareciendo, toda vez que la Justicia se siga beneficiando de los soplones que están delatando a sus compadres y compinches a cambio de salvoconductos y reducción de penas. En este chantaje legal en busca de la verdad, la Justicia está logrando desbaratar los embrollos de una organización que vivía por arriba de la ley, que amenazaba a los gobiernos de expulsarlos del fútbol si se atrevían a investigar la conducta de las asociaciones locales.

La renuncia de Blatter no fue sorpresiva. Quizás obedeció a confesiones de los ya sentenciados, el estadounidense Chuck Blazer y el brasileño José Hawilla, quienes denunciaron que el segundo de Blatter, el secretario general,  Jérome Valcke, manejó 10 millones en sobornos. Blatter no podía obviar esos hechos y entre la espada y la pared, tuvo que renunciar. Además, solo contaba con el apoyo de federaciones débiles, como las de África, Asia y Oceanía, pero no de las más influyentes, la europea UEFA y la sudamericana Conmebol, que se repartieron todas las copas desde el Mundial de Uruguay de 1930.

Es probable que ahora, con mayor libertad y para evitar un proceso largo, lento y doloroso, Blatter se convierta también en un soplón al servicio del FBI y de la fiscal general estadounidense Loretta Lynch. Más cabezas rodarán.

Los soplones siempre han pasado de villanos a auxiliares de la Justicia. Si lo sabrá Maduro, cuyo segundo de abordo, el presidente de la Asamblea Legislativa venezolana, Diosdado Cabello, fue acusado de ser el jefe del Cartel de los Soles, un grupo de militares jerárquicos que usan su inmunidad para traficar drogas. Aunque Maduro lo niegue, las evidencias están ahí, especialmente las que aportó a la Fiscalía estadounidense el ex custodio de Cabello, Leamsy Salazar, delator y arrepentido.

No todos los soplones le juegan buenas pasadas al gobierno estadounidense. El más grande de la historia ni siquiera es “garganta profunda”, el que deschavó la conspiración y espionaje del presidente Richard Nixon, sino Edward Snowden que en 2013 se escapó de la Agencia Nacional de Seguridad (ANS) revelando un oscuro ensamblaje de escuchas ilícitas para espiar a los ciudadanos y extranjeros a través del teléfono y el internet.

Más allá de las intenciones de estos soplones, lo cierto es que provocaron cosas buenas. Nixon tuvo que renunciar a la Presidencia y esta semana, debido a Snowden, Obama rubricó una ley que pone límites a la ANS para que no pueda espiar sin orden judicial, enfatizando que la lucha contra el terrorismo no puede imponerse por sobre los derechos civiles más elementales, como el derecho a la privacidad.

La trama de este escándalo es tan rica que ni la ficción la pudo imaginar. Pasiones Unidas, la película sobre la FIFA que esta semana debutó en los cines, quedó muy lejos de la realidad. Pintó a un Blatter paladín anti corrupción, aunque en el guion se deslizó una frase que lo compromete tras cerrar un jugoso acuerdo con Adidas: “Es muy bueno encontrando dinero” dice alguien. Es evidente que en la ficción y la realidad, Blatter no es el ingenuo que trata de simular.

La esperanza para el saneamiento del fútbol es que para las elecciones de diciembre próximo aparezcan candidatos estilo papa Francisco. Cuando este entró al Vaticano, para barrer la escoria del templo usó una escoba con tres elementos: Abrió las puertas para que la justicia ordinaria haga su trabajo, impuso una alta dosis de transparencia y ejemplificó con austeridad. 

mayo 31, 2015

FIFA: Menos corrupción, más de lo mismo

Alguien tenía que ponerle el cascabel al gato. Después de tantas sospechas, la Justicia estadounidense desenmascaró y puso nombres concretos a una gran banda de mafiosos que usaba a la FIFA como fachada y escudo para sus negociados corruptos.

Desde hace 24 años, los mafiosos utilizaban principalmente a la Copa América y su posición de confianza en la FIFA, la Concacaf, la Conmebol y asociaciones nacionales de países latinoamericanos y caribeños, para robar a mansalva mediante sobornos, chantajes, reventa de entradas y derechos de televisión.

La justicia estadounidense, encabezada por la fiscal general, Loretta Lynch, junto al FBI y la agencia de impuestos, construyó este caso con 12 años de investigación sin grietas, creíble e implacable. Está basado en testimonios de arrepentidos, como el de Chuck Blazer, ex secretario general de la Concacaf, en un informe sobre irregularidades del fiscal estadounidense Michael García que Joseph Blatter archivó, en escuchas subrepticias de reuniones donde se fraguó la organización de la Copa América 2016 en EEUU y en el uso de bancos y corporaciones de este país.

La corrupción es “sistémica y desenfrenada”, tan longeva como la edad de los dirigentes y tan profunda que en la rueda de prensa del miércoles, la fiscal aventuró que irán por más. No se quedarán con los siete dirigentes atrapados en Suiza, ni con los 14 encausados y los cinco ejecutivos de mercadeo de Argentina y EEUU, como Alejandro Burzaco de Torneos y Competencias o José Hawilla, del conglomerado brasileño The Traffic Group, que usaba su sucursal en Miami para sobornar a directivos y quedarse con derechos del fútbol.

Los dirigentes, que ahora enfrentan cargos que no podrán pagar durante sus vidas, cada tanto accionaban botones de pánico para calmar denuncias y sospechas en su contra. Así expulsaron a árbitros que amañaron partidos en el Mundial de Sudáfrica y en ligas europeas; sancionaron a agentes y clubes con transacciones ilegales de jugadores; y hacían preparar informes como el de García que demostró que Rusia y Qatar consiguieron sedes mundialistas a cambio de sobornos por cuatro millones de dólares, aunque taparan luego cualquier evidencia que los incriminara.  

También se beneficiaron con la atención de la opinión pública sobre casos menores, como el uso de tecnología para la línea del gol o el mordisco de Suárez. La distracción ayudaba para no hablar sobre la corrupción en torno a la reventa de entradas y la construcción de los estadios en Brasil o sobre los obreros muertos en condición de esclavos en los estadios de Qatar.

La “cultura de la corrupción que pudrió el deporte más grande del mundo”, como afirmó el director del FBI, James Comey, era una mafia bien organizada que blanqueaba capitales, hacía fraude, extorsionaba, pedía comisiones por cualquier cosa y amañaba torneos, como las pasadas copas América, la próxima que en días arrancará en Chile y la del año que viene en EEUU.

Así como cuando se produjo el caso Wikileaks que conmocionó al mundo y que luego tuvo repercusiones con escándalos propios en cada país, pronto aflorarán casos de corrupción por todas partes que se nutrieron de esa cultura que la FIFA creó y cobijó. La denuncia de la prensa italiana sobre que varios árbitros favorecieron a Corea en el Mundial del 2002 o las donaciones de la FIFA a la Fundación de Bill y Hillary Clinton, son parte de lo que vendrá.

Quedaron ahora dos pelotas picando. La más positiva es que ante tanta podredumbre y corrupción institucionalizada, la irrupción de la Justicia en el campo de la FIFA permite pensar que ya no se tolerará que se sigan disfrazando delitos graves como si fueran simples fallas éticas, a lo que Blatter nos tenía acostumbrado.

La otra pelota es la más negativa. Después de cierta esperanza de cambio ante tantas denuncias, arrestos y corrupción desenmascarada, Blatter en vez de renunciar fue reelegido, pese a que hizo gala de ingenuidad, aparentando desconocer una red de corrupción que abundó frente a sus narices durante sus 17 años de gestión.


No es seguro si su contendiente, el príncipe jordano, Ali bin Al Hussein, hubiera sido mejor opción, pero al menos representaba el cambio y la posibilidad de limpiar el campo de juego para que el fútbol vuelva a ser deporte y justo. trottiart@gmail.com

mayo 26, 2015

Superclásico dantesco

El superclásico argentino fue dantesco. Demostró que el fútbol es parte del contexto. De una sociedad violenta, insegura y políticamente polarizada no se puede esperar un espectáculo deportivo pacífico, seguro o que acople las  pasiones de uno y otro bando.
La violencia está descontrolada. Asola dentro y fuera de los estadios. Los índices de crímenes están por las nubes, así como el acoso psíquico y emocional, ese tipo de violencia que también es incentivada desde el poder público y que determina que hasta las menores discusiones terminen mal y debilitando la convivencia social.
El gobierno tiene responsabilidades. Es acomodaticio justificar que los desmanes en el Boca-River fueron solo producto de conspiraciones para cercenar la vida política de posibles candidatos presidenciales como Mauricio Macri o a la inversa.
Lo que sucedió durante y después de aquel jueves fatídico de Libertadores es parte del aquelarre nacional. La pasión descontrolada de las barras bravas, aún peor, incentivada, como están demostrando las investigaciones, siempre desbordará en fanatismos por más que las hinchadas visitantes no puedan entrar a los estadios. Tiros, puñaladas, botellazos, bengalas, racismo y gases tóxicos sirven de muestra.
Lo de Adrián “El Panadero” Napolitano no fue tan grave por tirar aerosol en la manga, sino por su intención y la de sus cómplices. Su ingenuidad infantil no es creíble. Tampoco se puede justificar la candidez de los dirigentes que irrumpieron en la cancha y, mucho menos, la del técnico de Boca, El Vasco Arruabarrena, y sus jugadores que además de cuadrarse para jugar un partido ya suspendido, terminaron incentivando a los violentos con aplausos. Apabulló la falta de solidaridad con sus rivales.
La actitud del técnico boquense sobrepasó la decencia, más aún cuando esta semana sorprendió acusando a River de preferir ganar el partido en los papeles, eximiendo a su club de responsabilidades. No entendió lo que pasó. Tampoco lo entendió el gobierno nacional que amenazó con intervenir a la AFA, así como la Conmebol, que hizo caso omiso al castigo ejemplar que pretendía Joseph Blatter y la FIFA. ¿Para castigar a Boca? ¡No!  Para premiar el futuro del fútbol y combatir la violencia.
Es cierto que aquella noche todos quedaron sorprendidos y sin saber qué hacer. Se temió que cualquier decisión motivaría la reacción de 50 mil almas que con sus estribillos amenazaban con desbordar si no se jugaba el segundo tiempo. Los árbitros estaban perplejos, los jugadores querían influenciar sus decisiones y en una desesperante espera, el veedor de la Conmebol incentivó aún más la incertidumbre. Como Poncio Pilatos pidió a los jugadores de River continuar con el partido pese a las lesiones; mientras que a los de Boca, que tuvieran un gesto de solidaridad para descontinuar el partido. Su decisión fue interminable, pero llegó, por suerte, para evitar consecuencias inimaginables.
Los periodistas y relatores tampoco fueron muy profesionales. Como es costumbre, se comportaron en forma superficial y como un espectador más. Repitieron calificativos hasta el cansancio o por más de 60 minutos – “esto es una vergüenza”, “es lamentable”, “estamos enfermos” – más que luz sobre lo que estaba sucediendo. No tienen excusas. Tuvieron más de una hora para que sus equipos de trabajo consultaran a expertos sobre tóxicos y consecuencias deportivas o para buscar antecedentes sobre partidos suspendidos, como aquel que le dio los puntos a Boca en diciembre de 1988 por el petardo que la tribuna de Racing le arrojó al arquero Navarro Montoya.
El problema del superclásico no fue la violencia en sí, sino la apología de la misma. La mayor culpa debe recaer sobre la ineptitud de los organismos de seguridad, de los dirigentes que siempre fueron cómplices de las barras bravas y, sobre todo, de la Conmebol, que lejos de aplacar la violencia disimuló la gravedad de los hechos, incentivando futuros desmanes.
Lo infame de aquella noche es que no quedó mucho para el aprendizaje. La polarización, política y social, se encargó de que todos pudieran evadir responsabilidades. Empero, lo más nefasto que desnudó el superclásico, es que en ese clima de impunidad, los violentos y delincuentes progresan mucho más que los pacíficos y decentes. 

mayo 20, 2015

Noticias optimistas

Una movida estratégica de Facebook y el New York Times anunciada esta semana generó una luz de esperanza para el futuro de los periódicos, cuyo presente gris oscuro vaticinaba pronto un eclipse total.
Hasta ahora, y anquilosados en un pasado de oro basado con ganancias por circulación y publicidad a granel, la industria de periódicos no había acertado a crear un modelo de negocio capaz de competir en el nuevo ambiente digital. De la mano de Google y Facebook, la digitalización informativa cambió los hábitos de consumo de noticias. Los usuarios son más volátiles, menos leales a las marcas, prefieren un trato más personalizado e interactivo con la información. Sobre todo, estos sitios construyeron audiencias más jóvenes, cada vez más esquivas a los medios tradicionales. 
Google News empezó por romper todos los esquemas habituales de consumo informativo, permitiendo a los usuarios leer contenidos de los medios que escogieran. Facebook y YouTube redoblaron la apuesta dando la estocada final. Al consumo más personalizado, sumaron video y fueron pioneros en llevar los contenidos a los teléfonos móviles, donde los usuarios ahora lo prefieren.
Lo más importante de la nueva alianza con Facebook – a la que se sumaron  la web social Buzzfeed, NBC News, The Atlantic, y National Geographic, y los medios europeos The Guardian, BBC, Bild y Spiegel Online – es que está lejos de la estrategia ortodoxa de luchar contra el enemigo. La nueva visión de estos medios convencionales es la de aprovechar las virtudes extraordinarias de Facebook: Una audiencia de casi 1.500 millones de personas y la posibilidad de beneficiarse de la publicidad que hace rato viene recalando con fuerza en los sitios digitales.
El cambio de paradigma anima un futuro mejor para todos. Hasta ahora los medios convencionales estaban peleando contra Google, para que les comparta ganancias del “uso indebido” de contenidos del que se apropia. Llevó al gobierno español a crear una “tasa Google” o impuesto especial, que derivó en la retirada de Google News de España y en el posterior arrepentimiento de los editores, que sin Google, vieron disminuir el tráfico en sus sitios y, por ende, el interés de los anunciantes.
Esa lucha, por más justificada que pareciera, llevó siempre todas las de perder. Los usuarios mandan y el mercado también. No por nada, Jeff Bezos de Amazon compró el diario más importante de la política estadounidense, The Washington Post, por solo 150 millones, mientras que Facebook está valorada en 200 mil millones dólares.
Facebook también sale ganador. Redobla la experiencia de los usuarios por contenidos de calidad, que ya no se conforman con el “like”. Gana seguidores y perfecciona su comprensión sobre los hábitos de los lectores, permitiéndole ser más eficaz con la publicidad.
El nuevo modelo no es camino de rosas sin espinas. Hasta ahora Facebook había capitalizado sobre la idea de que los medios tradicionales son trasmisores de “malas noticias”, prefiriendo contenidos “light” creados por sus usuarios. Ahora tendrá que resolver bloqueos que generan sus algoritmos, capaces de detectar “hechos indecentes” que podían derivar en la sanción del usuario y hasta en el cierre de su cuenta.
Una foto del diario El Nacional de Caracas, de cadáveres apilados en una morgue para demostrar que el clima de inseguridad superó niveles inimaginables, hubiera sido fácilmente “censurada” por Facebook por no adaptarse a sus estándares éticos. Sus algoritmos la hubieran descartado por considerarla pornografía - así como a un desnudo del Museo del Louvre. Ahora, en cambio, la interpretarán como lo que es, una “buena noticia” o un instrumento del periodismo tradicional, capaz de hacer reaccionar a un gobierno o permitir que la sociedad aplique medidas correctoras.
El desafío para los medios que prefieren la “opción Facebook” es que enajenarán parte del conocimiento de sus audiencias y su tráfico; y que tendrán que preparar contenidos para una audiencia más juvenil, que exige más video e interacción, sin desmérito de calidad.
Sin embargo, el riesgo mayor es para los que reniegan la realidad y eligen seguir por fuera de las alianzas, adivinando caminos y bordeando precipicios. La época digital es implacable. Sobrevivirán solo aquellos que la abracen con creatividad, sin tapujos y con optimismo. 

mayo 15, 2015

Fútbol decadente

El fútbol argentino es parte del contexto. De una sociedad violenta, insegura y políticamente polarizada no se puede esperar que el espectáculo sea pacífico, seguro y que sirva para unir las pasiones de uno y otro bando.

Hace rato que la violencia está descontrolada y asola en los estadios y las afueras. Que no haya hinchadas visitantes en las gradas es consecuencia de la violencia desaforada; pero la causa sigue ahí, una pasión que se confunde con fanatismo y que incentiva tiros, puñaladas, botellazos, ocurrencias racistas y gas pimienta como anoche.

La violencia tarde o temprano se podrá disimular. Se suspenderán partidos, equipos, estadios y competencias. Sin embargo, lo más preocupante del super clásico no fue tanto la violencia, sino la exaltación de la misma. Desde las tribunas los cánticos eran más irritantes y amenazantes que la pimienta, el partido debía continuar o los visitantes no saldrían de la cancha. Y los jugadores locales pusieron su cuota, pretendieron seguir un partido como si no hubiera ocurrido agresión alguna contra sus colegas adversarios y se fueron aplaudiendo a los violentos que se escondían entre los hinchas verdaderos. La apología de la violencia se vio así coronada.

Todo fue decadente, más allá de un fútbol que en los previos dos partidos de superclásicos también se mostró como fruto de casualidades, con pocas luces y pericias técnicas.

Las tribunas apabullaban y amenazaban cualquier decisión. Los árbitros no supieron qué hacer, los dirigentes irrumpieron como patota, así como los jugadores que buscaban influenciar decisiones entremezclándose con los que debían decidir. El veedor de la Conmebol merece párrafos a granel. Intentó seguir un partido cuando los médicos certificaron las lesiones y puso la carga de continuar sobre cuerpo técnico de River, primero; y después pidió solidaridad a los jugadores de Boca para que comprendan la decisión de River. Poncio Pilatos en su mejor versión. Lo único que faltaría es que hoy es que tire una moneda para decidir la suerte de un partido, y así escabullirse de tomar decisiones.

La violencia de anoche pareció a todos tomar de sorpresa y, por ende, sin saber cómo resolver una situación inédita que podía haberse desbordado con consecuencias inimaginables. Si el partido seguía y Boca perdía, tal vez habría hoy que lamentar más que el gas pimienta y un dron que mostró el lado desleal al fútbol, picardía que debería estar reservada solo para el exterior de los estadios.


Anoche hubo violencia, peor aún exaltación de la misma y mucho peor falta de solidaridad para con el fútbol, esa pasión que hace rato se ha desbordado.         

mayo 11, 2015

Matar por matar

En Guatemala matan mujeres, en Brasil ambientalistas, en México periodistas, en El Salvador policías, en Honduras abogados, en Colombia militares, en Argentina jubilados, en EEUU negros y en Venezuela por una bicicleta.

Las sociedades están más violentas que nunca según las últimas mediciones. Se han incrementado superlativamente los robos con violencia. Las drogas y el narcotráfico con sus mafias conexas infiltran instituciones, lideran el crimen organizado y corroen todo.

Sin embargo, los mayores índices de violencia no son fruto de la inseguridad que producen estos grupos y otros delincuentes, sino más bien del clima de profunda impunidad que se ha enquistado en todas las sociedades. La falta de justicia constante derivó en un fenómeno cultural, cuya consecuencia más perversa es la indolencia. Nos hemos acostumbrado a vivir entre violentos y los que deciden matar por matar.

La institucionalización de la violencia acarrea problemas mayores: La deshumanización de las víctimas. En México, por ejemplo, la desaparición y asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa son solo una estadística. Rara vez salen a relucir sus nombres e historias de vida o sobre por qué protestaban, antes que los policías los vendieran a los narcos.
En Argentina, México y Venezuela se triplicaron los robos con violencia y ya se toma por habitual que alguien sea asesinado durante el hecho. En Brasil, Honduras y Guatemala, los asesinatos son selectivos, matan a quienes tenían una causa o la misión de combatir la violencia.

En muchos países los conflictos superan al Estado. En Colombia en plena negociación del proceso de paz entre el gobierno y las Farc, los guerrilleros minaron los acuerdos con una matanza de nueve militares. El gobierno de El Salvador no pudo sostener la tregua con las pandillas juveniles y en marzo los asesinatos se cuadriplicaron, murieron 481 personas, entre policías, militares y  pandilleros.

En Brasil y Guatemala, ante el clima irracional de impunidad, los propios agentes del Estado empiezan a tomar la justicia por manos propias. El nuevo fenómeno de grupos paraestatales rememora los nefastos escuadrones de la muerte de épocas pasadas. En Guatemala acaban de desbaratar un grupo parapolicial con 19 agentes y comisarios dedicados a ejecuciones extrajudiciales.

La falta de justicia es una papa caliente a la que nadie se atreve. Para las elecciones generales que se avecinan en Guatemala y Argentina, los candidatos hablan sobre la justicia pero en su esfera política, o de educación y salud temas más fáciles de asir, pero poco se propone para combatir la impunidad. No asumen que la ineficiencia de la justicia cotidiana es la mayor causa de degradación social.

El problema de la violencia y la impunidad es complejo. Los medios de comunicación tampoco ayudan mucho. El sensacionalismo conspira contra las soluciones, en especial porque hace apología de la violencia y deshumaniza a las víctimas. En EEUU el gobierno combate esta deshumanización habiendo instaurado la Semana Nacional de los Derechos de las Víctimas del Crimen que se celebra en abril. El objetivo es evitar que se le dé más importancia a los detalles del crimen y a sus perpetradores, que a la víctima y sus familiares.
Un estudio reciente de la Universidad de Las Américas de Puebla adivina este camino. Condena al Estado mexicano por tratar de resolver el problema de la inseguridad con más policías. Los miles de agentes que se agregaron a la fuerza de seguridad en el último sexenio, fue un balde en el océano. “No se necesita invertir cada vez más recursos para aumentar el número de policías, sino en los procesos que garanticen la efectividad de sus acciones”, concluye el informe.
La universidad reclama que tanto en México como en Colombia, los países con mayor impunidad en América Latina, la inseguridad se debe combatir con más jueces, con mayores recursos económicos y capacitación para las fiscalías y el sistema de ministerio público.
La falta de justicia y la deshumanización de la violencia tienen un mayor agravante. Cuando la gente descree de las instituciones, se acostumbra al crimen y no denuncia. Cuando esto se hace habitual y la sociedad se deja ganar por el desánimo, se crea un círculo vicioso, suelo fértil para los violentos y delincuentes que doblan la apuesta. 

mayo 04, 2015

Videos contra el abuso policial

La violencia policial es costumbre en EEUU, pero más brutal contra las minorías, la afroamericana en particular. Los disturbios de esta semana en Baltimore para vengar a Freddy Grey, un joven negro que murió por maltrato de la policía, forma parte de un largo historial de abusos.

Como nunca antes las imágenes captadas por la gente con sus teléfonos móviles jugaron un papel fundamental en este caso. Estos videos, más allá de hacerse virales en las redes sociales, se están convirtiendo en la evidencia perfecta que los fiscales no pueden evadir. Presión para la justicia, quizás; pero definitivamente mayores beneficios, considerando que antes de la tecnología en manos de todos, los jueces debían confiar en testimonios oculares y en la reconstrucción de los hechos.

Las imágenes que ahora puede captar cualquier ciudadano convertido en periodista cívico, está incentivando la cultura de la denuncia, importante para que la sociedad cree anticuerpos contra los violentos. Es verdad también que la saturación y manipulación de imágenes o distribuirlas sin contexto puede provocar mayor violencia. Se pudo apreciar esta semana en Baltimore, y meses atrás en Charleston, New York, Cleveland y Ferguson, ciudades donde las comunidades afroamericanas salieron enfurecidas a las calles a reclamar justicia y trato igualitario.

Sin embargo, más allá de los disturbios, las fotografías y videos circunstanciales están ayudando a la gente a consumir realidad, un elemento que entendieron bien las televisoras cuando lanzaron los reality shows y que sirvió a YouTube, Instagram y Facebook, para posicionarse como líderes del mercado en distribución y consumo de actualidad.

Gracias a la propagación de imágenes por estas redes sociales, Baltimore pasó de ser una ciudad que se apreciaba y percibía violenta a través de la televisión, a una ciudad con sentido común y cuyos vecinos, también afroamericanos, ansiaban el orden y la paz. Bastó un video de una madre agarrando a golpes a su hijo adolescente para que deje de arrojar piedras contra la policía.

La imagen fue contundente. Así como la muerte de Freddy encendió el fuego, el video sobre la madre afroamericana Toya Grahman lo apagó. La ciudad y sus vecinos comenzaron a calmarse, a quitar a sus hijos y nietos de las protestas, y así, lo que las autoridades no habían podido lograr días previos con el toque de queda, un corto video de un hecho que se hizo viral en las redes sociales cambió la historia, obligando incluso a la televisión a cambiar la perspectiva de la información y construir otra realidad.

Disuadir a los violentos es justamente la medida pretendida. Prevención y no represión es el lema de un gobierno federal que trata de imponer su peso a los estados para que reformen códigos de conducta policial y combatir a sus violentos. Un grupo de trabajo que formó el presidente Barack Obama en diciembre pasado, determinó, entre varias medidas, que poner cámaras en los uniformes de los policías para que filmen su propia pericia al momento de arrestos o cuando acuden al lugar de los delitos, puede ser un fuerte disuasivo para que se eviten los abusos.

Las imágenes de esas cámaras que supervisan la conducta de los policías, según varios proyectos pilotos que se hicieron en el país con 50 mil agentes, mostraron mayores beneficios. Hasta los delincuentes se comportan más civilmente al momento del arresto, evitando, tal vez, que las imágenes se vuelven en su contra en los tribunales.
No obstante el beneficio, se está estudiando también que las imágenes podrían invadir la privacidad y, por lo tanto, desmotivar la denuncia. El ejemplo típico se da en casos de violencia doméstica, en los que la víctima que llamó a la policía para denunciar los golpes, puede terminar más víctima y avergonzada ante la exposición pública de los videos.

Las imágenes no pueden suplantar reformas profundas y necesarias para que los afroamericanos dejen de ser considerados por la policía como ciudadanos de segunda. Para ello se necesita más castigo para los policías abusadores, mayor educación y discusiones públicas para evitar los fantasmas de la segregación del pasado.

Mientras esto no suceda, las imágenes distribuidas en las redes sociales ayudan a propagar la verdad. Por ahora, el mejor antídoto contra los violentos. 

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...