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mayo 15, 2015

Fútbol decadente

El fútbol argentino es parte del contexto. De una sociedad violenta, insegura y políticamente polarizada no se puede esperar que el espectáculo sea pacífico, seguro y que sirva para unir las pasiones de uno y otro bando.

Hace rato que la violencia está descontrolada y asola en los estadios y las afueras. Que no haya hinchadas visitantes en las gradas es consecuencia de la violencia desaforada; pero la causa sigue ahí, una pasión que se confunde con fanatismo y que incentiva tiros, puñaladas, botellazos, ocurrencias racistas y gas pimienta como anoche.

La violencia tarde o temprano se podrá disimular. Se suspenderán partidos, equipos, estadios y competencias. Sin embargo, lo más preocupante del super clásico no fue tanto la violencia, sino la exaltación de la misma. Desde las tribunas los cánticos eran más irritantes y amenazantes que la pimienta, el partido debía continuar o los visitantes no saldrían de la cancha. Y los jugadores locales pusieron su cuota, pretendieron seguir un partido como si no hubiera ocurrido agresión alguna contra sus colegas adversarios y se fueron aplaudiendo a los violentos que se escondían entre los hinchas verdaderos. La apología de la violencia se vio así coronada.

Todo fue decadente, más allá de un fútbol que en los previos dos partidos de superclásicos también se mostró como fruto de casualidades, con pocas luces y pericias técnicas.

Las tribunas apabullaban y amenazaban cualquier decisión. Los árbitros no supieron qué hacer, los dirigentes irrumpieron como patota, así como los jugadores que buscaban influenciar decisiones entremezclándose con los que debían decidir. El veedor de la Conmebol merece párrafos a granel. Intentó seguir un partido cuando los médicos certificaron las lesiones y puso la carga de continuar sobre cuerpo técnico de River, primero; y después pidió solidaridad a los jugadores de Boca para que comprendan la decisión de River. Poncio Pilatos en su mejor versión. Lo único que faltaría es que hoy es que tire una moneda para decidir la suerte de un partido, y así escabullirse de tomar decisiones.

La violencia de anoche pareció a todos tomar de sorpresa y, por ende, sin saber cómo resolver una situación inédita que podía haberse desbordado con consecuencias inimaginables. Si el partido seguía y Boca perdía, tal vez habría hoy que lamentar más que el gas pimienta y un dron que mostró el lado desleal al fútbol, picardía que debería estar reservada solo para el exterior de los estadios.


Anoche hubo violencia, peor aún exaltación de la misma y mucho peor falta de solidaridad para con el fútbol, esa pasión que hace rato se ha desbordado.         

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...