agosto 17, 2011

Desconfianza política, no económica

No entiendo ni sé mucho de economía, pero en estos días tampoco los economistas, los financistas y mucho menos los políticos, demuestran saber demasiado. Todos estamos confundidos.

Lo que sí creo es que no se trata de una crisis del capitalismo ni de la democracia, sino más bien de una definida falta de confianza en el sistema financiero y en la conducta de los políticos.

La degradación de la economía estadounidense de AAA a AA+ por parte de la evaluadora de riesgo Standard & Poor’s no fue una medición objetiva de la economía, sino más bien un cálculo acertado sobre el mal desempeño de los legisladores republicanos y demócratas para acordar sobre la deuda pública y el déficit fiscal. Barack Obama puede mostrarse lo más fastidioso que quiera con la mala nota, pero tiene que admitir que el sistema político es “menos estable, menos eficiente y menos predecible” que antes, como sentenció S&P.

Los ciudadanos también concuerdan con esa apreciación. Una encuesta del Washington Post divulgada esta semana, muestra que un 71% de los estadounidenses está enfurecido con la polarización política y sus efectos en las decisiones económicas; otro 40%, según un sondeo de CNN, no tiene confianza en el gobierno federal para lidiar con la economía, mientras la mayoría, en ambas encuestas, espera con ansias las elecciones de 2012 para castigar a los actuales legisladores.

Sería indebido responsabilizar sólo a los políticos del desbarajuste. La desconfianza ciudadana hace rato que también se posó sobre los angurrientos sistemas financiero y bancario. Todos tienen muy presente que semanas después del rescate y de los paquetes de estímulo dispuestos por el presidente Obama, los banqueros y dueños de Wall Street volvieron a caer en lujos y sueldos jugosos. Todavía, a tres años de la debacle, los bancos tienen más efectivo que antes, especulan con ganancias fáciles en los mercados financieros, pero no incentivan el aparato productivo con préstamos a emprendedores y pequeños empresarios. Aún hoy, conseguir un crédito pese a que quien lo solicite tenga un récord impecable, es toda una odisea.

Si bien el gobierno no tuvo plena culpa por aquella crisis de deuda privada provocada por la burbuja inmobiliaria en el 2008, no supo apretar las clavijas para que los banqueros creyeran en el nuevo régimen y tuvieran confianza en el público. Sin el estímulo del rescate volcado en el aparato productivo, más la deuda pública que se venía acumulando desde que George Bush gastaba a mano suelta en tres frentes de guerra y reducía los impuestos a los más ricos, no hay que entender mucho de economía como para saber que este desbarajuste actual estaba cantado. 

A las malas decisiones políticas, hay que sumarle que la economía no se basa solo en datos objetivos, sino en créditos de confianza, por lo que la percepción y especulación, como sucede ahora, pueden hacer más daño que los bajos niveles de empleo, inversión, consumo y ahorro. Y a esto hay que sumarle que del otro lado del Atlántico, nadie puede ayudar. Los indignados se multiplican y ni los salvatajes que involucran billones de euros pueden parar el efecto dominó que amenaza a todos los países que se bañan en el Mediterráneo.

EEUU tendrá que remontar solo esta tempestad y es su responsabilidad por los males que viene causando. Pero tampoco hay que engañarse, cuando en semanas se calme el temporal, se podrá ver que los presagios de mal agüero son sólo eso. La prueba está en que a pesar de la mala calificación de S&P, la primera potencia mundial siguió siendo el oasis adonde todos los inversionistas del mundo quieren apostar y depositar en dólares. Pese a su debilidad momentánea, el país goza de un sistema institucional sólido y transparente, mucho más confiable que otros. Y pensar en alternativas económicas que parecieran más estables, como el autoritarismo chino o añorar regímenes al estilo Pinochet, es todavía apresurado.

La encuesta del Washington Post captó bien esos detalles. Pese a la desilusión y las culpas que se endilgan a diestra y siniestra, un 77% de estadounidenses reconoció que vive en “el mejor sistema de gobierno del mundo”. Y eso sigue siendo una rica cuenta de confianza a futuro.

agosto 16, 2011

Brasil contra la corrupción


En una reciente columna que titulé “Brasil: ¿potencia o líder?” explicaba que el impacto del gran país suramericano en el mundo recién vendría cuando pudiera limpiar la casa de la corrupción que lo sacude, hacer respetar los derechos humanos y acortar la brecha de la desigualdad, no solo mostrando buenos datos económicos que lo ubican como una potencia emergente.
La presidenta Dilma Rousseff está dando sucesivos pasos en la dirección correcta, tratando de que su país sea más honesto, menos corrupto y más líder. Seguramente encontrará muchísimos tropiezos en el camino, pero por el momento va muy bien, y aprovechando que al inicio de su Presidencia hay cosas que no las podría hacer luego. Ahora, lo interesante, es que todos los políticos – incluso aquellos que crearon chanchullos durante los años de Lula da Silva - la respaldan, no les queda otra, y eso tiene que aprovechar.
La semana pasada fue arrestado el viceministro de Turismo, Frederico Silva da Costa, y otros 35 funcionarios del ministerio por desvío de recursos públicos. También hubo arrestos y renuncias por corrupción en las carteras de Agricultura y Transportes, de la que tuvo que abandonar el ministro Alfredo Nascimento. Y antes, tuvo que dejar su cargo, el protegido de siempre de Lula y ex ministro de la Presidencia de Rousseff, Antonio Palocci.
Esta lucha contra la corrupción es una buena noticia no solo para los brasileños, sino para todos los latinoamericanos. Si Brasil es líder en este terreno, seguro que otros países lo seguirán.

Más impuestos, menos guerras


La crisis política que entorpece la solución de economía en EEUU se solucionaría con dos medidas relativamente fáciles, pero decididamente se necesita de mayor voluntad política entre demócratas y republicanos.

El multimillonario Warren Buffett lo expresó muy bien ayer en una columna del NYT al exhortar al Congreso de EEUU que deje de subvencionar a los ricos y les cobre más impuestos, un beneficio que con total desparpajo venía adoptando el ex presidente George Bush. Y para quienes sostienen que el impuesto puede ser una penalización para los ricos evitando que haya más inversiones y empleos, Buffett fue lapidario: “La gente invierte para ganar dinero y los impuestos potenciales nunca la han desalentado. Y a los que sostienen que las tasas más altas afectan la creación de empleo, les diría que un neto de casi 40 millones de empleos se sumó entre 1980 y el 2000. Ya saben lo que pasó desde entonces: menores tasas impositivas y mucho menor creación de empleo”.

Buffet fue muy generoso – tal vez antes de que alguien lo haga por él – en mostrarnos la escala fiscal que se le aplica. Pagó sólo el 17.4% de sus ganancias imponibles por un total de $6.938.744,- “un porcentaje menor del que pagó cualquiera de las otras veinte personas de nuestra oficina. Su carga tributaria osciló entre el 33 por ciento y el 41 por ciento, con un promedio del 36 por ciento”, según escribió en su columna del NYT.
“Mis amigos y yo hemos sido mimados el tiempo suficiente por un Congreso amigo de los multimillonarios”, argumentó en claro respaldo a lo que viene exigiendo el presidente Barack Obama, mostrando estadísticas del IRS (oficina federal recaudadora de impuestos) sobre que las tasas impositivas a los ricos se vienen reduciendo desde hace 20 años.

Buffett opinó que elevaría la tasa impositiva para los 236.883 que ganan más de un millón de dólares y para los 8.274 que ganan más de 10 millones.

Por otro lado, si las guerras en Afganistán e Irak quedarían a un lado, seguramente los problemas de la economía se resolverían en una cuestión de años. Según un reporte publicado hoy por el Miami Herald, las cifras de las guerras son escalofriantes, pese a que son difíciles de calcular en forma exacta.

En este 2011, la guerra en Afganistán costará 113 billones de dólares y la de Irak 46 millones. Un soldado cuesta por año 694.000 en Afganistán, costo que en 2005 fue de 483.000, mientras en Irak este 2011 es de 802.000 y en 2005 era de 352.000 dólares. Si esto multiplicamos por los más de 150.000 soldados en los frentes de batalla y por los años que duran ya los conflictos, las cifras de las guerras superaron varios trillones de dólares.

Ambas medidas, exigir mayor impuestos a quienes más ganan y detener los gastos de las guerras, parecieran ser suficientes alicientes para detener o afrontar cualquier recesión. A esto habría que sumarle algo que no está en la ecuación de las discusiones. EEUU necesita volver a reclamar su liderazgo en las manufacturas y las exportaciones.

agosto 15, 2011

Senado estadounidense bananero

En momentos en que se sigue discutiendo que pasará con la economía tras la rebaja de la calificación de la agencia Standard & Poor’s, el Senado estadounidense, comportándose al mejor estilo legislativo de cualquier república bananera, insiste en investigar y en echarle la culpa a S&P.

Puede que algunos senadores tengan razón, ya que S&P así como Moody’s, otra de las tres firmas evaluadoras, tienen culpas en las crisis anteriores por haber dado mal las cifras y calificado deshonrosamente y bien a muchas compañías que fueron responsables de la crisis que se inicio en 2008. Pero lo extraño es que el propio Senado hubiera podido tomar medidas más rigurosas contra estas evaluadoras tiempo atrás, en lugar de quejarse ahora.

Pareciera que el Senado quiere atacar ahora al mensajero y actúa de la misma forma que aquellos gobiernos extranjeros que se quejaban, como el de Colombia, cuando el Departamento de Estado no los certificaba por su débil lucha en contra del narcotráfico. Muchos senadores estadounidenses calificaban de quejosos y de infantilismo a los políticos colombianos, un vicio que ahora parece que ellos han adoptado.   

Tendrían que reconocer que la degradación de la nota no se debe tanto a los problemas de la economía – que son reales – sino más bien al mal manejo que el Congreso ha hecho de las negociaciones sobre la deuda y el gasto público.

Cristina por paliza; y una oposición descuartizada


La presidenta Cristina de Kirchner se perfila como ganadora segura de la reelección para las próximas elecciones presidenciales de octubre próximo, habiéndole pegado una dura paliza a la oposición en las primarias de ayer, en las que superó el 50% de los votos y se impuso en todos los distritos – excepto San Luis – como en Santa Fe y en la Capital donde hace semanas perdieron sus candidatos.

La oposición se quedó con muy pocas chances por ahora. El radical Ricardo Alfonsín logró un poco más del 12%, lo mismo que el peronista disidente Eduardo Duhalde y un poquito más atrás quedó el socialista Hermes Binner. Y mucho más atrás, otros candidatos, como la eterna perdedora Elisa Carrió con algo más del 3%.

La oposición no solo está fragmentada, sino desarticulada. Tiene culpas propias, pero también otras que pueden atribuirse al gobierno que, como en otros países, abusa de su poder como si el Estado fuera propio para ayudar en esa fragmentación. A los opositores le quedan pocos meses para reacomodarse y tratar de enfrentar a quienes no solo estas primarias ya mostraron como ganadora, sino a quien se perfilaba como tal después de la muerte de Néstor Kirchner. Hasta entonces, la Presidenta estaba presa de la imagen controversial que arrastraba su marido. Luego, tomó fuerza política propia, ayudada por una economía basada en el consumo y favorecida por el precio internacional de las materias primas.

A pesar de que haya ganado por la falta líderes en la oposición, mal harían los argentinos – y sobre todo los medios - de olvidarse que este gobierno comete muchos abusos, entre ellos el de no respetar la libertad de expresión y la libertad de prensa, un derecho humano también fundamental.   

agosto 13, 2011

Ojalá Humala: Menos palabras, más acciones


Los medios peruanos están algo nerviosos porque su flamante presidente Ollanta Humala hace pocas declaraciones, quien aseveró que su gobierno será de “menos palabras y más acciones”.

Dudo que esa sea la realidad en el futuro a mediano plazo, ya que Humala optó por decir las mismas cosas que Hugo Chávez, Rafael Correa, Cristina de Kirchner, Daniel Ortega y Evo Morales al principio de sus presidencias. Claro que lo que no aclararon entonces, fue que harían pocas declaraciones en conferencias de prensa o en entrevistas con los periodistas. Y a esa máxima sí que la cumplieron a rajatabla, al menos a nivel nacional, porque en el extranjero, para no quedar mal, no tienen más salida que regalar algunas entrevistas para mostrar lo democrático que son y así demostrar lo miserable que son la oposición y los medios en sus países de origen.

Lo que sí hicieron todos estos presidentes es que han creado sus propios canales de comunicación para evitar por completo a los periodistas, por lo que la información se transformó en comunicación de una sola vía, es decir pura propaganda. A ésta la ejercitan en actos públicos, marchas organizadas y en las delirantes e interminables cadenas nacionales a las que se obliga a los ciudadanos a escuchar la cansina verdad oficial.

Ojalá que Humala cumpla con su palabra de “menos palabras”; me refiero a las de la propaganda discursiva, y que a sus acciones las realice dentro de un ambiente de transparencia y de rendición de cuentas. Para ello, no es necesario hacer ahora un discurso demagógico de que evitará palabras, sino que a esas palabras las incluya dentro de un trato abierto, decente y respetuoso con los periodistas. Las conferencias de prensa, así como los debates preelectorales entre candidatos, cumplen con el papel esencial de gobierno abierto en una democracia.

Los medios y los peruanos requieren de acciones, pero también de palabras sin propaganda.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...