En momentos en que se sigue discutiendo que pasará con la economía tras la rebaja de la calificación de la agencia Standard & Poor’s, el Senado estadounidense, comportándose al mejor estilo legislativo de cualquier república bananera, insiste en investigar y en echarle la culpa a S&P.
Puede que algunos senadores tengan razón, ya que S&P así como Moody’s, otra de las tres firmas evaluadoras, tienen culpas en las crisis anteriores por haber dado mal las cifras y calificado deshonrosamente y bien a muchas compañías que fueron responsables de la crisis que se inicio en 2008. Pero lo extraño es que el propio Senado hubiera podido tomar medidas más rigurosas contra estas evaluadoras tiempo atrás, en lugar de quejarse ahora.
Pareciera que el Senado quiere atacar ahora al mensajero y actúa de la misma forma que aquellos gobiernos extranjeros que se quejaban, como el de Colombia, cuando el Departamento de Estado no los certificaba por su débil lucha en contra del narcotráfico. Muchos senadores estadounidenses calificaban de quejosos y de infantilismo a los políticos colombianos, un vicio que ahora parece que ellos han adoptado.
Tendrían que reconocer que la degradación de la nota no se debe tanto a los problemas de la economía – que son reales – sino más bien al mal manejo que el Congreso ha hecho de las negociaciones sobre la deuda y el gasto público.
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