Con Ollanta Humala como ganador para asumir la Presidencia en Perú, concluyeron varias semanas de incertidumbre sobre el rumbo que tomaría el país, con un electorado que ya estaba hastiado de tantas acusaciones y sospechas entre los candidatos.
Humala deberá gobernar ahora el país con las promesas moderadas que hizo en las últimas semanas de campaña, con las que ganó el corazón de muchos indecisos para que le dieran la Presidencia.
Entre esas promesas, dejó dicho lo que no haría. Entre ellas: No deberá aliarse a Hugo Chávez como pensaba hace cinco años atrás cuando perdió la Presidencia contra Alan García. Deberá enfocar su programa económico de gobierno como hizo el presidente salvadoreño, Mauricio Funes, mirando hacia el Brasil de Lula da Silva o Dilma Rouseff. Deberá respetar la libertad de prensa. No podrá modificar la Constitución con la intención de eternizarse en el poder. Y, sobretodo, deberá respetar las instituciones del país, entre ellas a la empresa privada, sobre lo que prometió no estatizar, pese a que sostendrá una política donde el Estado jugará un rol más importante sin convertirse en un nacionalismo a ultranza.
Sobre la marcha se verá cuales de estas promesas se sostendrán. Será importante que la oposición y las instituciones intermedias obliguen al gobierno nuevo a ser transparente, rendir cuentas y a que no se avasalle a las instituciones. Habrá que ver en las próximas semanas los gestos políticos del nuevo gobierno – el indulto probable de Alberto Fujimori para poder indultar a su hermano que permanece condenado por una sublevación durante la presidencia de Alejandro Toledo, sería un retroceso democrático – y, en un futuro lejano, se verá cómo Humala se relacionará con los dos sectores de poder en el continente, si querrá acercarse al bloque del ALBA, tratará de influir en el UNASUR, seguirá mirando políticas de acercamiento económico con Asia y si se mantendrá políticamente independiente y nacionalista, con su promesa de combatir la pobreza y la desigualdad sin dejar de lado los objetivos económicos que Toledo y García ya trazaron para el país.
Lo cierto de Humala es que su gobierno es incierto, como quedó demostrado con sus innumerables cambios de plataforma política, no solo en los últimos años, sino en estas pasadas semanas donde siguió moderando su discurso para poder convencer y agradar al electorado.
Se verá a partir de ahora si esa moderación fue un gesto genuino de acercarse al centro o una simple estrategia electoral.