marzo 07, 2013

¿Sean O’Malley papa?


La noticia y los rumores en torno al futuro papa van ganando terreno. Ayer el editorial del diario The Boston Globe se inclinó a respaldar al cardenal de Boston, el capuchino Sean O’Malley.

En casi todos los medios hubo resonancia sobre la posibilidad de que es considerado un servidor humilde, que viene de la filosofía de Asís, y quien ha sido firme y enérgico contra la pedofilia. Dio lucha sin cuartel en su Arquidiócesis de Boston, donde fue enviado por el ahora Papa Emérito, Benedicto XVI, para limpiar los delitos de pederastia, acompañar e indemnizar a las víctimas y hacer pública la vergüenza de la Iglesia.

Pero O’Malley es mucho más que un cardenal firme. Es un personaje carismático, bondadoso, generoso, humilde, amigo de los pobres y más vulnerables. En mi caso y en el de mi familia, se trataría de algo inigualable. Tiempo atrás con mi esposa lo visitamos como cardenal aquí en Boston. De él tenemos los más grandes recuerdos, no solo bautizó a nuestro hijo mayor, sino que a mí me ayudó a encontrar mi vocación como periodista dándome trabajo en El Pregonero, un periódico en español que él fundó en la Arquidiócesis de Washington cuando dirigía el Centro Católico Hispano.

Después de aquella visita en noviembre de 2011, lo dejé retratado en mi columna semanal bajo el título “Las sandalias del sanador”.

No tengo dudas – y le sucede a muchos de los que lo conocen – que se trata de una persona extraordinaria. Sean O’Malley tiene la firmeza, la tranquilidad de espíritu, el don de la pobreza, el pragmatismo, el espíritu ecuménico y la firmeza necesaria para reformar y modernizar la Iglesia.
    

Las tareas del nuevo papa


Pronto habrá humo blanco. No debería importar que el nuevo papa sea joven o viejo; italiano, austríaco o latinoamericano; pero que tenga la firmeza de Cristo para echar a la escoria de la Iglesia y la convicción para reformarla.

La “suciedad” a la que refería el ahora Papa Emérito, todavía está enquistada en la cúspide y en la base de la curia. Los VatiLeaks confirmaron cuán sucias e intrigantes son las finanzas del Vaticano; y las denuncias de víctimas de abusos, cuán esparcida está la pederastia en muchas diócesis del mundo.

El encubrimiento de estos crímenes por la jerarquía de la Iglesia, muestra el trabajo colosal que enfrentará el próximo Pontífice para derrotar la opacidad y reconquistar la credibilidad de los fieles. Una tarea de “tolerancia cero” contra los corruptos, que Benedicto XVI dejó inconclusa cuando su físico y espíritu le dijeron basta.

Ojalá que en el nuevo papa confluyan la espiritualidad pragmática de Juan Pablo II y la intelectualidad teológica de Benedicto XVI, pero también un carácter más progresista y reformista que sus antecesores no tuvieron. La Iglesia no solo necesita salir de esta crisis, sino ir más lejos. Así como con el Concilio Vaticano II, se hizo más terrenal y optó por los pobres, ahora la Iglesia necesita ser más incluyente y misericordiosa.

Acabar con la discriminación de la mujer a la vocación del sacerdocio y la imposición del celibato, son temas urgentes que no comprometen la moralidad cristiana como otros referidos a la eutanasia, el aborto o la manipulación de las células madres. En lo pragmático, resolverían la división entre católicos ortodoxos y liberales, la escasez de vocaciones y ayudarían a cambiar una cultura oscurantista que ha sido cultivo para los abusos sexuales.
La abolición del celibato obligatorio – y que sea solo una opción - es tema de vieja data y recurrente. Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como papa, Benedicto XVI mostró su oposición. Sin embargo, cuando enseñaba Teología en su Alemania natal, Joseph Ratzinger, firmó en 1970 un documento con otros sacerdotes, en el que pidió a la Conferencia Episcopal de su país, una revisión urgente de la regla del celibato.

Días atrás, antes de renunciar a participar del cónclave de cardenales en el Vaticano por denuncias de conducta sexual inapropiada, el cardenal de Escocia, Keith O’Brien, también defendió que los curas “puedan casarse y tener familia”, lo que describió como compatible y beneficioso para la vida pastoral.

En caso que el nuevo pontífice abrace una reforma, no creo que el papa emérito se interponga, como algunos predicen. Benedicto XVI comprometió obediencia incondicional a su sucesor, siempre se mostró ajeno al poder y sabe que son otros los temas mundanos y graves con los que “el diablo ensucia la obra de Dios”.

Por esas suciedades justamente renunció, en plena libertad, sabiendo que ya estaba débil y viejo, y consciente de que se necesita fortaleza física y espiritual para afrontarlas. No por nada los escándalos sexuales y financieros se intensificaron durante la convalecencia de Juan Pablo II.

Ahora el papa emérito tendrá un merecido descanso, recompensado por una vida de meditación que ama, después de haber lidiado con muchas tempestades y durante las cuales creyó que “el Señor parecía dormir”.

Su legado es grande. Como uno de los teólogos más sabios, dejó enseñanzas y liderazgo, rematadas en clases magistrales de catecismo y en tres encíclicas papales sobre la esperanza, la caridad y el amor, quedándole en el tintero otro sobre la fe. Y con su reciente tríptico “Jesús de Nazaret”, concluyó una misión literaria de más de 65 libros sobre fe y dogma cristianos.

Su obra más generosa, sin embargo, no fue mística ni espiritual, sino pragmática y burocrática. Tomó al diablo por la cola, reconoció pecados y delitos de la curia, exigió investigaciones internas, demandó justicia ordinaria y, en especial, hizo que la Iglesia se asumiera piadosa y caritativa con las víctimas.

Benedicto XVI también fue débil para castigar, de ahí su pedido de perdón. Sin embargo, se debe reconocer que fue mucho más que un papa de transición, alguien que sacudió a la Iglesia y la hizo más transparente, una puesta a punto para que un nuevo líder abrace la tarea de reformarla y modernizarla. 

marzo 05, 2013

Payasada de Maduro; martirio de Chávez


Es increíble como en un momento de dolor ante la muerte de Hugo Chávez, el vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro, no tuvo empacho ni vergüenza para asegurar que el cáncer a Chávez le fue inoculado, tratando de crear ese tipo de misterios que se basan en la culpabilidad del otro para seguir creando polarización.

Maduro no aprendió estos artilugios por sí mismo, Chávez fue quien acusó a Estados Unidos de haber creado detonaciones subterráneas para provocar el terremoto de Haití en el que murieron más de 300 mil personas.

Maduro dijo que pronto en la historia una comisión científica podrá determinar que a Chávez se le provocó el cáncer, lo que en otras palabras es lo mismo que decir que Chávez fue asesinado. El argumento del autoritarismo es que siempre se necesita de lo trágico para crear mitos, leyendas y martirios. Nadie puede convertirse en mártir por muerte natural, siempre serán necesarios un tiro de gracia, un accidente sospechoso, una persecución implacable o cualquier otro aditamento que la cultura popular asuma como trágico.

La figura del mártir es la única que puede prolongar la vida de un movimiento. Cuanto más trágica es la muerte, más larga será su herencia y su vida póstuma.
Esta creatividad de la propaganda y del imaginario público para crear fábulas y misticismo demuestra que este gobierno, íntimamente, siempre ha manipulado y usado al público al que públicamente le rinde pleitesía.

Creo que una comisión, a la inversa de lo que sostiene Maduro, podrá fácilmente probar que Chávez ya no estaba desde hace tiempo ecuánime físicamente para gobernar por lo que, sobre la base del secreto y del hermetismo, se ha faltado al mandato constitucional.

Maduro hubiera tenido que dar un mensaje de paz y conciliación. En lugar, con sus payasadas, siguió generando polarización.   

marzo 04, 2013

Correa contra el Sistema de DDHH


El Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, uno de los orgullos más grandes del hemisferio occidental creado dentro de la Organización de Estados Americanos para dar voz y defender a los más vulnerables, está a punto de ser destruido.

Una reunión de cancilleres que se realizará este mes en la sede de la OEA en Washington está a punto de aceptar las recomendaciones de un grupo de trabajo que, sostenido por los gobiernos más autoritarios del continente y bajo la batuta del presidente ecuatoriano Rafael Correa, neutralizará la capacidad de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la Relatoría Especial de Libertad de Expresión, a cargo de Catalina Botero.

Las manipulaciones del presidente Correa, con el acompañamiento de otros mandatarios del ALBA y el silencio de muchos países democráticos que prefieren hacer la vista gorda porque en el pasado también recibieron decisiones y reprimendas por violaciones a los derechos humanos, como el caso de Brasil y Perú, buscan que la CIDH y la Relatoría se conviertan en florero de decoración.

En su columna de hoy en el Washington Post, el periodista Jackson Diehl, acusa no solo a estos regímenes sino también a una política exterior displicente del gobierno de Barack Obama por no influenciar más a favor de mantener el sistema interamericano.
Se lamenta – y creo que es el lamento de todos – que un presidente tan autoritario como Correa que ha perseguido a periodistas y medios de comunicación y en cuyo gobierno se legitimaron muchas violaciones a los derechos humanos, haya embaucado a medio mundo de que se hace necesaria una reforma, la que no tiene otro propósito que vengarse de las decisiones e informes que la CIDH produjo en contra de su gobierno.

Las reformas de Correa, tanto esta que está buscando a nivel interamericano en materia de derechos humanos, la que hizo en su país respecto a la democratización del Poder Judicial y la que anunció en contra de los medios a través de la nueva Ley de Comunicación, solo buscan mejorar todos los sistemas para su propio favor y beneficio.

Las tareas del nuevo papa

RICARDO TROTTI: Las tareas del nuevo papa - Opinión - ElNuevoHerald.com

Democracia y poder popular


La cantidad de votos que consigue un candidato no define el nivel de democracia de un país. Por eso ni el impresionante 57% conseguido por Rafael Correa en su reelección del domingo, ni el 55% de Hugo Chávez en 2012 o el 54% de Cristina Kirchner en 2011, los convierte automáticamente en presidentes democráticos.

El proceso electoral es solo un aspecto de la democracia. También es importante la división de poderes, los métodos de fiscalización y contrapesos, la transparencia de la gestión pública, la libertad de prensa, la tolerancia y respeto por las minorías.

El argentino Juan Domingo Perón, el peruano Alberto Fujimori y varios líderes mexicanos durante los 71 años del PRI en el mando, son algunos ejemplos de presidentes que ganaron elecciones con amplio apoyo popular. Sin embargo, fueron tan o más autoritarios que algunas dictaduras que usurparon el poder.

Antes como ahora, medir la democracia solo por el número de votos sería una equivocación. Siempre el “poder popular” fue amasado con vicios y clientelismo político en base a reformas constitucionales, prebendas, compra de votos, fraude, propaganda desmesurada, presiones y contubernios políticos a cambio de privilegios o favores futuros.

No se puede desconocer que Correa logró importantes avances económicos y que sacó a millones de la pobreza a través de un nacionalismo que considera revolucionario. Pero esos logros tampoco definen una democracia; el tirano chileno de derecha, general Augusto Pinochet, y el dictador de izquierda peruano, general Juan Velasco Alvarado, también desarrollaron la economía de sus países.

Correa fue construyendo su poder político imponiendo cortapisas a los otros poderes, a los que ha descalificado por corruptos, desestabilizadores y oligarcas. Así, como Chávez, Daniel Ortega en Nicaragua y ahora pretende Kirchner en Argentina, la “democratización” de la justicia, fue para asegurarse que los jueces siempre favorecieran las pretensiones de su gobierno.

En materia de libertad de prensa Correa fue más radical y ya anunció que lo será aún más en su nuevo mandato. Al celebrar su victoria dijo que la prensa “mercantilista, manipuladora y corrupta” fue derrotada en las elecciones (¿?), por lo que prometió que el congreso, ahora de mayoría oficialista, aprobará la Ley de Comunicación.

A su democratización de los medios la vende muy bien, pero es solo excusa para coartar el último bastión de crítica y gobernar a sus anchas, ya que la futura ley tiene el mismo diseño “democratizador” que la reforma judicial. Entre sus aspectos más graves, establece una nueva recomposición de medios dejando en manos privadas solo al 33%, mientras que al Estado y a los sectores comunitarios también les otorga un 33% de propiedad a cada uno.

A simple vista, la distribución es pareja y la comunicación pinta más plural. Pero la  democracia y la libertad de prensa requieren de una gran diversidad de medios independientes para que fiscalicen al poder, característica que solo tienen los medios privados comerciales. El Estado, por la experiencia actual en Ecuador, Argentina, Venezuela y Nicaragua, ha creado gigantescos aparatos de medios gubernamentales que no usa como públicos (autónomos, con espacio para todos los sectores, incluidas las minorías), sino para diseminar propaganda, por lo que su función es demagógica, no democrática.

Con los medios comunitarios o del “poder ciudadano” - que bien servirían para dar voz a las comunidades que no la tienen – sucederá lo mismo que en Venezuela, donde fueron entregados solo a instituciones chavistas y acríticas del gobierno. Además, su debilidad radica en que no tienen función fiscalizadora ni investigativa y, debido a que reciben subsidios estatales, son fácilmente controlables.

El presidente hondureño Porfirio Lobo, cansado de las denuncias en su contra, también quiere “democratizar” a los medios. Ya tiene un anteproyecto de ley de comunicación muy “estilo Correa”, con los mismos beneficios para el gobierno, en detrimento del sector privado al que busca “disciplinar”.

En fin, cada presidente se busca un lugar en la historia. Todas estas trabas que ahora les otorgan grandes facilidades para gobernar, son las mismas que identificarán los historiadores del futuro para distinguir entre mandatarios demócratas y autoritarios. 

marzo 02, 2013

Venezuela insostenible


Los rumores arrecian y las tropas también. Ayer, camiones militares cargados con soldados se vieron en varios puntos del país, mientras el vicepresidente Nicolás Maduro admitía que Hugo Chávez está muy delicado, sometido a quimioterapia, mientras acusaba a los “medios fascistoides” de crear rumores, incertidumbre e inestabilidad.

En realidad, no fue tan así, los medios y los periodistas, debieron salir a corroborar noticias sobre si era verdad lo que inundaba las redes sociales, en relación a saqueos en los supermercados y comercios, lo que no pudieron comprobar.

Uno puede admitir que los partidarios chavistas, como Maduro, hablen de que la obra de Chávez es hermosa, pero no por ello se puede dejar de criticar y denunciar el engaño que este gobierno ha creado alrededor de la salud del Presidente.

Los rumores son un estadio natural de la comunicación cuando se escatima la información, se desinforma y se manipula la información sobre asuntos de sumo interés público como la salud de un mandatario.  

Tarde o temprano la verdad se sabrá, ya el gobierno no puede sostener mucho más sus intenciones ni mentiras. Y tendrá que asumir responsabilidades.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...