Mostrando entradas con la etiqueta papa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta papa. Mostrar todas las entradas

abril 21, 2025

Las tareas del nuevo papa

 

Escribí mucho sobre el papa Francisco, pero hoy quiero homenajear a su reformista y austero papado de transición con una columna que escribí el 1 de marzo de 2013, apenas renunció Benedicto XVI y no se sabía quién lo sucedería. Hoy como antes, creo que el nuevo papa deberá asumir reformas que se vienen demorando desde Juan Pablo II, Benedicto y Francisco, referentes a la discriminación de la mujer al sacerdocio, la imposición del celibato, la corrupción y los abusos de menores. Titulé aquella columna “Las tareas del nuevo papa” que, creo, son aplicables para el próximo.

“Pronto habrá humo blanco. No debería importar que el nuevo papa sea joven o viejo; italiano, austríaco o latinoamericano; pero que tenga la firmeza de Cristo para echar a la escoria de la Iglesia y la convicción para reformarla.

La “suciedad” a la que refería el Papa Emérito, todavía está enquistada en la cúspide y en la base de la curia. Los VatiLeaks confirmaron cuán sucias e intrigantes son las finanzas del Vaticano; y las denuncias de víctimas de abusos, cuán esparcida está la pederastia en muchas diócesis del mundo.

El encubrimiento de estos crímenes por la jerarquía de la Iglesia muestra el trabajo colosal que enfrentará el próximo Pontífice para derrotar la opacidad y reconquistar la credibilidad de los fieles. Una tarea de “tolerancia cero” contra los corruptos, que Benedicto XVI dejó inconclusa cuando su físico y espíritu le dijeron basta.

Ojalá que en el nuevo papa confluyan la espiritualidad pragmática de Juan Pablo II y la intelectualidad teológica de Benedicto XVI, pero también un carácter más progresista y reformista que sus antecesores no tuvieron. La Iglesia no solo necesita salir de esta crisis, sino ir más lejos. Así como con el Concilio Vaticano II, se hizo más terrenal y optó por los pobres, ahora la Iglesia necesita ser más incluyente y misericordiosa.

Acabar con la discriminación de la mujer a la vocación del sacerdocio y la imposición del celibato, son temas urgentes que no comprometen la moralidad cristiana como otros referidos a la eutanasia, el aborto o la manipulación de las células madre. En lo pragmático, resolverían la división entre católicos ortodoxos y liberales, la escasez de vocaciones y ayudarían a cambiar una cultura oscurantista que ha sido cultivo para los abusos sexuales.

La abolición del celibato obligatorio – y que sea solo una opción - es tema de vieja data y recurrente. Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como papa, Benedicto XVI mostró su oposición. Sin embargo, cuando enseñaba Teología en su Alemania natal, Joseph Ratzinger, firmó en 1970 un documento con otros sacerdotes, en el que pidió a la Conferencia Episcopal de su país, una revisión urgente de la regla del celibato.

Días atrás, antes de renunciar a participar del cónclave de cardenales en el Vaticano por denuncias de conducta sexual inapropiada, el cardenal de Escocia, Keith O’Brien, también defendió que los curas “puedan casarse y tener familia”, lo que describió como compatible y beneficioso para la vida pastoral.

En caso de que el nuevo pontífice abrace una reforma, no creo que el papa emérito se interponga, como algunos predicen. Benedicto XVI comprometió obediencia incondicional a su sucesor, siempre se mostró ajeno al poder y sabe que son otros los temas mundanos y graves con los que “el diablo ensucia la obra de Dios”.

Por esas suciedades justamente renunció, en plena libertad, sabiendo que ya estaba débil y viejo, y consciente de que se necesita fortaleza física y espiritual para afrontarlas. No por nada los escándalos sexuales y financieros se intensificaron durante la convalecencia de Juan Pablo II.

Ahora el papa emérito tendrá un merecido descanso, recompensado por una vida de meditación que ama, después de haber lidiado con muchas tempestades y durante las cuales creyó que “el Señor parecía dormir”.

Su legado es grande. Como uno de los teólogos más sabios, dejó enseñanzas y liderazgo, rematadas en clases magistrales de catecismo y en tres encíclicas papales sobre la esperanza, la caridad y el amor, quedándole en el tintero otro sobre la fe. Y con su reciente tríptico “Jesús de Nazaret”, concluyó una misión literaria de más de 65 libros sobre fe y dogma cristianos.

Su obra más generosa, sin embargo, no fue mística ni espiritual, sino pragmática y burocrática. Tomó al diablo por la cola, reconoció pecados y delitos de la curia, exigió investigaciones internas, demandó justicia ordinaria y, en especial, hizo que la Iglesia se asumiera piadosa y caritativa con las víctimas.

Benedicto XVI también fue débil para castigar, de ahí su pedido de perdón. Sin embargo, se debe reconocer que fue mucho más que un papa de transición, alguien que sacudió a la Iglesia y la hizo más transparente, una puesta a punto para que un nuevo líder abrace la tarea de reformarla y modernizarla. trottiart@gmail.com


mayo 23, 2013

Católicos y evangélicos


La Iglesia Católica intenta recuperar terreno en el mercado religioso y en la competencia por más fieles con su mejor carta, el papa Francisco, después de que el Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación y el Movimiento de Renovación Carismática no lograron detener el éxodo hacia otras religiones.

Las señales del papa Francisco en sus primeros meses de pontificado son prometedoras. Ya dispuso medidas para que la Iglesia tenga un gobierno más colegiado y menos jerárquico, abrazó el ecumenismo acercándose a líderes de otras religiones, firmó acuerdos con el FBI estadounidense para bloquear el lavado de dinero en el banco del Vaticano y ordenó mayor presión contra la pedofilia interna y sus encubridores.

Aunque importantes, no fueron las medidas más populares. La de mayor efecto fue la canonización de dos religiosas latinoamericanas. Fiel a su mensaje y prédica a favor de los más vulnerables, escogió elevar a santas a la colombiana Laura Montoya Upegui y a la mexicana María Guadalupe García Zavala, por sus vidas consagradas entre pobres e indígenas.

Tampoco pasó desapercibido que haya desbloqueado el proceso de canonización del arzobispo salvadoreño Oscar Romero, asesinado en 1980, uno de los referentes de la Teología de la Liberación. De esa forma, con la opción por los pobres, el papa Francisco marcó diferencias con las modalidades pastorales de sus antecesores. Es que el proceso de Romero había quedado empantanado durante los papados conservadores de Juan Pablo II y Benedicto XVI, más inclinados al Opus Dei y tolerantes con las depravaciones del cura mexicano Marcial Maciel, fundador de la orden Legión de Cristo.

Con estas beatificaciones de referentes de la cultura popular del continente más católico de la Tierra, el papa Francisco trata de poner un torniquete a la hemorragia provocada por el éxodo de fieles a otras religiones. En 1996, según Latinobarómetro, los países latinoamericanos tenían 81% de católicos y 4% de protestantes; mientras que para 2010, los evangélicos conformaban el 22% y los católicos habían caído al 70%, un fiel reflejo de lo que sucedió en Brasil y Chile.

Aunque México y Brasil continúan siendo los países más católicos del mundo, los evangélicos siguen creciendo a pasos agigantados y se han convertido en la religión predominante en algunas zonas de Centroamérica. En EE.UU. donde hay más de 40 mil templos según la Conferencia Nacional Hispana Cristiana, 35% de los hispanos se considera protestante y la tendencia va en aumento.

El panorama no es nada fácil para Francisco. Sabe que a diferencia de la Iglesia Católica, que tiene un culto más sacramental y vertical, las iglesias evangélicas, ganan más seguidores y mayor asistencia a los ritos gracias a su pragmatismo y espíritu carismático. Muchos fieles prefieren un culto en el que puedan tener una experiencia directa con Dios y donde pueden resolver sus problemas familiares y personales en sesiones de sanación, con milagros o hablando en lenguas.

Lo más sorprendente para la jerarquía católica es que los evangélicos, a diferencia de sus propios fieles y no obstante la menor tradición teológica, se oponen con mayor energía a temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, métodos anticonceptivos y manipulación de embriones.

Debido a esa indiferencia a participar en misa, cumplir con los sacramentos o el liberalismo ante temas doctrinarios, Francisco viene reclamando tanto a los fieles católicos como a los consagrados, mayor compromiso y mejor actitud con las enseñanzas de la Iglesia. El Papa entiende que tener más miembros, participativos y comprometidos, no solo es cuestión de fe, sino de ganar mayor poder e influencia ante los gobiernos, ya sea para no perder beneficios, continuar con subsidios a la educación católica o contrarrestar con mayor fuerza aquellas leyes contrarias a la doctrina eclesiástica.

En un mundo cada vez más secular y ante un estado cada vez más laico, la Iglesia Católica está lejos de tener el poder político de antaño. Por ello, la metodología pragmática de las iglesias evangélicas para cultivar y retener fieles, y el reclamo de sectores de la Iglesia por una mayor inclusión de la mujer y por la abolición del celibato, son factores de competencia que no pueden soslayarse. 

marzo 07, 2013

¿Sean O’Malley papa?


La noticia y los rumores en torno al futuro papa van ganando terreno. Ayer el editorial del diario The Boston Globe se inclinó a respaldar al cardenal de Boston, el capuchino Sean O’Malley.

En casi todos los medios hubo resonancia sobre la posibilidad de que es considerado un servidor humilde, que viene de la filosofía de Asís, y quien ha sido firme y enérgico contra la pedofilia. Dio lucha sin cuartel en su Arquidiócesis de Boston, donde fue enviado por el ahora Papa Emérito, Benedicto XVI, para limpiar los delitos de pederastia, acompañar e indemnizar a las víctimas y hacer pública la vergüenza de la Iglesia.

Pero O’Malley es mucho más que un cardenal firme. Es un personaje carismático, bondadoso, generoso, humilde, amigo de los pobres y más vulnerables. En mi caso y en el de mi familia, se trataría de algo inigualable. Tiempo atrás con mi esposa lo visitamos como cardenal aquí en Boston. De él tenemos los más grandes recuerdos, no solo bautizó a nuestro hijo mayor, sino que a mí me ayudó a encontrar mi vocación como periodista dándome trabajo en El Pregonero, un periódico en español que él fundó en la Arquidiócesis de Washington cuando dirigía el Centro Católico Hispano.

Después de aquella visita en noviembre de 2011, lo dejé retratado en mi columna semanal bajo el título “Las sandalias del sanador”.

No tengo dudas – y le sucede a muchos de los que lo conocen – que se trata de una persona extraordinaria. Sean O’Malley tiene la firmeza, la tranquilidad de espíritu, el don de la pobreza, el pragmatismo, el espíritu ecuménico y la firmeza necesaria para reformar y modernizar la Iglesia.
    

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...