La manipulación informativa
oficial sobre la suerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y las mentiras
del ciclista estadounidense, Lance Armstrong, no hablan muy bien del periodismo
que, en ambas historias, se ha quedado en la superficialidad de las declaraciones
sin meterse en su responsabilidad de investigar a profundidad.
Aunque el secretismo oficial
en torno a Chávez está condicionado por sus allegados y por el hermético
gobierno de La Habana, es posible que, si desde que su historia médica comenzó
hace dos años, un grupo de periodistas hubiera indagado, se podrían hoy saber
más verdades.
Así como el gobierno tiene
la obligación de informar con la verdad, el periodismo investigativo venezolano
en primera instancia y el de otras latitudes, en segunda, tienen las responsabilidad
de buscar la verdad y no conformarse con las declaraciones del vicepresidente Nicolás
Maduro, del ministro de Información, Ernesto Villegas o del propio Chávez, que
durante su última campaña electoral juró que se había curado del cáncer.
Tampoco los periodistas pueden quedarse tranquilos con las denuncias de algún
médico o columnista que aseguran que informan usando fuentes muy cercanas al
gobierno; informaciones que no pueden confirmar ni verificar y que solo serían
parte de filtraciones de algún funcionario de buena voluntad.
En el caso de Armstrong - que
mintió sobre su conducta personal como lo hizo Chávez – la responsabilidad le
cabe a los periodistas deportivos estadounidenses principalmente, quienes
tratan al deporte como una disciplina de entretenimiento más que una que también
requiere de investigación o, al menos, de verificación. En el caso de
Armstrong, el periodismo actuó de público, dejándose arrastrar emocionalmente
por el protagonista convertido en héroe, tapando, incluso, cualquier denuncia
que se hacía sobre su dopaje.
En el caso de Armstrong
fueron finalmente sus propias declaraciones las que determinaron la verdad del
caso, mientras los periodistas parecieron los espectadores; y eso que su historia
de dopaje se remonta a la época de la primera de sus siete coronas del Tour de
Francia con el equipo del US Postal Service.
Hay que admitir que el
periodismo también puede ser sorprendido con muchas noticias repentinas, pero
tratándose de historias muy repetitivas – la enfermedad de Chávez de dos años y
el dopaje de Armstrong de siete – al periodismo le cabe su alta cuota de
responsabilidad por no haber investigado y echado luz sobre tantas mentiras,
manipulaciones y deformaciones de la verdad.
El periodismo no puede darse
el lujo de ser espectador.