El gobierno ecuatoriano del presidente Rafael Correa entiende poco o casi nada sobre libertad de prensa y de expresión. Presume que lo hace, cuando con sobrada arrogancia quiere sentar a los periodistas, medios de comunicación y agencias internacionales dedicadas a la defensa de la libertad de prensa, a una mesa para dialogar sobre libertad de prensa, en su entendimiento de que es un derecho que se puede negociar.
Correa poco entiende sobre libertad de prensa a juzgar por las severas críticas que tira contra los medios en sus programas sabatinos y por las demandas y juicios que ha entablado contra numerosos periodistas y medios de comunicación, toda vez que argumenta que la crítica y las opiniones en su contra son la misma moneda que utilizan otros políticos u opositores.
Ahora que la organización de origen francés, Reporteros Sin Fronteras, le envió una dura carta por su demanda en contra de Emilio Palacio y tres dueños del diario El Universo – con una primera sentencia que obliga a los afectados a indemnizarlo con 42 millones de dólares y los condena a tres años de prisión - el secretario de Comunicación, Fernando Alvarado, invitó a todos los actores, nacionales e internacionales, a un debate para que puedan “tener una visión más amplia de la realidad que se vive en el país y que no solamente se reduce a la visión de cuatro familias propietarias de medios”.
Tanto a Alvarado como a Correa no les interesa discutir sobre el papel que tienen los medios de comunicación en una sociedad democrática.
Acudir a este tipo de encuentros propuesto por el gobierno, es no reconocer que la libertad de expresión y de opinión es un derecho humano fundamental.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
septiembre 19, 2011
septiembre 18, 2011
Chávez vs. la Corte IDH
El presidente Hugo Chávez no puede con su genio, siempre trata de desairar a todo el mundo especialmente cuando se trata de instituciones internacionales que no comulgan con su forma de gobernar.
Esta vez el turno – y ya en forma repetida – le tocó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que esta semana falló a favor del político Leopoldo López quien había sido inhabilitado para ejercer la política o aspirar a cargos electivos, debido a una resolución del Contralor General de Venezuela, que bajo las órdenes de Chávez, lo inhabilitó por un término de 6 años bajo sospechas de corrupción. Exactamente lo que le sucedió a decenas de políticos de oposición que justamente antes de las elecciones fueron empujados fuera de la política sin juicio ni proceso judicial de ninguna naturaleza, solo con la idea de sacarlos de la contienda.
Como era obvio, Chávez arremetió este sábado en contra de la CIDH con el argumento de siempre de que esa institución interamericana se presta a la voluntad del imperialismo; claro que distinto hubiera sido su parecer si la Corte hubiera dictaminado a favor del Estado venezolano.
Chávez insiste que la UNASUR o los países del Alba tengan su propia Corte de Derechos Humanos. Todos pudieran imaginarse para qué lado se inclinarían siempre sus fallos.
Venezuela ya ha desconocido varios fallos de la Corte y numerosas decisiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; y por esas violaciones a tratados internacionales y compromisos adquiridos en materia de derechos humanos, debería aplicársele al país lo que establece la Carta Democrática Interamericana, suspendiendo a Venezuela por violar el Pacto de San José de Costa Rica.
Esta vez el turno – y ya en forma repetida – le tocó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que esta semana falló a favor del político Leopoldo López quien había sido inhabilitado para ejercer la política o aspirar a cargos electivos, debido a una resolución del Contralor General de Venezuela, que bajo las órdenes de Chávez, lo inhabilitó por un término de 6 años bajo sospechas de corrupción. Exactamente lo que le sucedió a decenas de políticos de oposición que justamente antes de las elecciones fueron empujados fuera de la política sin juicio ni proceso judicial de ninguna naturaleza, solo con la idea de sacarlos de la contienda.
Como era obvio, Chávez arremetió este sábado en contra de la CIDH con el argumento de siempre de que esa institución interamericana se presta a la voluntad del imperialismo; claro que distinto hubiera sido su parecer si la Corte hubiera dictaminado a favor del Estado venezolano.
Chávez insiste que la UNASUR o los países del Alba tengan su propia Corte de Derechos Humanos. Todos pudieran imaginarse para qué lado se inclinarían siempre sus fallos.
Venezuela ya ha desconocido varios fallos de la Corte y numerosas decisiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; y por esas violaciones a tratados internacionales y compromisos adquiridos en materia de derechos humanos, debería aplicársele al país lo que establece la Carta Democrática Interamericana, suspendiendo a Venezuela por violar el Pacto de San José de Costa Rica.
septiembre 17, 2011
Estamos perdiendo la batalla
Los periodistas en América Latina estamos perdiendo la batalla en materia de seguridad y protección. Los asesinatos se multiplican y la impunidad se profundiza. Esta semana fueron acribillados otros dos periodistas, uno en Perú y otro en Brasil, mientras en Colombia otro caso de asesinato de periodista asesinado hace 20 años prescribió y ocho más están por correr la misma suerte antes de que termine el 2011.
Los organismos intergubernamentales como la ONU, la UNESCO y la OEA, así como los gobiernos declaman mucho pero hacen poco. Saben del problema, lo diagnostican, proyectan soluciones, pero no tienen la determinación ni la voluntad política para hacer reformas de políticas públicas, administrar justicia o crear programas de protección.
En la última década 177 periodistas han sido víctimas en las Américas debido a su trabajo. En estos días ocurrieron dos nuevos casos, el de Pedro Flores Silva, en Perú y el de Medardo Flores en Honduras, el segundo y quinto periodistas asesinados en cada país este año, con una escalofriante estadística de 25 caídos en toda Latinoamérica.
En un foro celebrado esta semana en la sede de la UNESCO en París, la Sociedad Interamericana de Prensa despotricó contra los sistemas gubernamentales, Estableció que el clima de desprotección generalizada en muchos de nuestros países - demostrado por los índices elevados de inseguridad ciudadana, la inestabilidad política que ha creado situaciones de polarización y el discurso político anti prensa - es caldo de cultivo para la violencia contra los periodistas.
En muchos casos, los periodistas son rechazados o se les niega información; son agredidos por las turbas o por otros periodistas al servicio de medios gubernamentales; perseguidos o detenidos por lo que dicen u opinan; sus equipos de trabajo son decomisados; enjuiciados torpemente como en el caso de Ecuador por un Presidente que exige hasta 80 millones de dólares en indemnización; callados a través de jueces obedientes al poder político de turno o los medios son cerrados, como sucede en Venezuela, con casos por todos conocidos. Y la lista podría ser mayor si no habláramos solo de periodistas y sí del público en general que busca expresarse sin censura a través del internet y las redes sociales.
Para las organizaciones intergubernamentales el desafío es grande y deben hacer algo en forma urgente. Deben lograr que cada gobierno se responsabilice y que haga las reformas de políticas públicas necesarias, ya sea mediante reformas a la Constitución, al Código Penal o cree nuevas leyes que sirvan para crear programas de seguridad, de protección de testigos, de creación de fiscalías y de jurisdicciones especiales para atender casos de violencia contra la prensa y la libertad de expresión en general.
En México, justamente ayer, un grupo de diputados federales renovó sus intenciones para que los crímenes contra periodistas se federalicen, promesas que el propio presidente felipe Calderón y sus antecesores, Vicente Fox y Ernesto Zedillo, prometieron, aunque infructuosamente, a la SIP.
En las Américas, el contrasentido es que las únicas leyes que están apareciendo rápidamente y con fuerza, son las que regulan a la prensa, las que en muchos casos tienen la intención de controlar a los medios y coartar su capacidad de fiscalización.
A esta iniciativa, la SIP viene sumando otras que forman parte de una larga que se estableció hace casi dos décadas y que contempla lo siguiente: Que los delitos cometidos contra periodistas, en especial los asesinatos, no prescriban; que tengan agravantes; que haya jurisdicciones especiales para su procesamiento; que los organismos multilaterales de ayuda, condicionen el apoyo económico y financiero a aquellos países donde no se respete la vida de los periodistas u otras manifestaciones graves de ataques a medios y periodistas; y que se reformen y adecúen los planes de estudio universitarios para capacitar a los futuros comunicadores en temas de protección, seguridad y responsabilidades.
Lamentablemente, hubo pocos avances en todos estos temas. Y la SIP volvió a recordarlos en su Declaración de Puebla, redactada y firmada por 22 universidades de 13 países a los que se convocó a la “ciudad de la cultura” y ahora en la UNESCO, indicando que ya es hora de que los gobiernos dejen de lado los diagnósticos y pasen a los hechos.
Ahora se necesitan los instrumentos adecuados para que cada gobierno se comprometa y responsabilice; y que se empiece con cambios específicos, ya que cuando se prometen reformas generales, terminan por diluirse.
Los organismos intergubernamentales como la ONU, la UNESCO y la OEA, así como los gobiernos declaman mucho pero hacen poco. Saben del problema, lo diagnostican, proyectan soluciones, pero no tienen la determinación ni la voluntad política para hacer reformas de políticas públicas, administrar justicia o crear programas de protección.
En la última década 177 periodistas han sido víctimas en las Américas debido a su trabajo. En estos días ocurrieron dos nuevos casos, el de Pedro Flores Silva, en Perú y el de Medardo Flores en Honduras, el segundo y quinto periodistas asesinados en cada país este año, con una escalofriante estadística de 25 caídos en toda Latinoamérica.
En un foro celebrado esta semana en la sede de la UNESCO en París, la Sociedad Interamericana de Prensa despotricó contra los sistemas gubernamentales, Estableció que el clima de desprotección generalizada en muchos de nuestros países - demostrado por los índices elevados de inseguridad ciudadana, la inestabilidad política que ha creado situaciones de polarización y el discurso político anti prensa - es caldo de cultivo para la violencia contra los periodistas.
En muchos casos, los periodistas son rechazados o se les niega información; son agredidos por las turbas o por otros periodistas al servicio de medios gubernamentales; perseguidos o detenidos por lo que dicen u opinan; sus equipos de trabajo son decomisados; enjuiciados torpemente como en el caso de Ecuador por un Presidente que exige hasta 80 millones de dólares en indemnización; callados a través de jueces obedientes al poder político de turno o los medios son cerrados, como sucede en Venezuela, con casos por todos conocidos. Y la lista podría ser mayor si no habláramos solo de periodistas y sí del público en general que busca expresarse sin censura a través del internet y las redes sociales.
Para las organizaciones intergubernamentales el desafío es grande y deben hacer algo en forma urgente. Deben lograr que cada gobierno se responsabilice y que haga las reformas de políticas públicas necesarias, ya sea mediante reformas a la Constitución, al Código Penal o cree nuevas leyes que sirvan para crear programas de seguridad, de protección de testigos, de creación de fiscalías y de jurisdicciones especiales para atender casos de violencia contra la prensa y la libertad de expresión en general.
En México, justamente ayer, un grupo de diputados federales renovó sus intenciones para que los crímenes contra periodistas se federalicen, promesas que el propio presidente felipe Calderón y sus antecesores, Vicente Fox y Ernesto Zedillo, prometieron, aunque infructuosamente, a la SIP.
En las Américas, el contrasentido es que las únicas leyes que están apareciendo rápidamente y con fuerza, son las que regulan a la prensa, las que en muchos casos tienen la intención de controlar a los medios y coartar su capacidad de fiscalización.
A esta iniciativa, la SIP viene sumando otras que forman parte de una larga que se estableció hace casi dos décadas y que contempla lo siguiente: Que los delitos cometidos contra periodistas, en especial los asesinatos, no prescriban; que tengan agravantes; que haya jurisdicciones especiales para su procesamiento; que los organismos multilaterales de ayuda, condicionen el apoyo económico y financiero a aquellos países donde no se respete la vida de los periodistas u otras manifestaciones graves de ataques a medios y periodistas; y que se reformen y adecúen los planes de estudio universitarios para capacitar a los futuros comunicadores en temas de protección, seguridad y responsabilidades.
Lamentablemente, hubo pocos avances en todos estos temas. Y la SIP volvió a recordarlos en su Declaración de Puebla, redactada y firmada por 22 universidades de 13 países a los que se convocó a la “ciudad de la cultura” y ahora en la UNESCO, indicando que ya es hora de que los gobiernos dejen de lado los diagnósticos y pasen a los hechos.
Ahora se necesitan los instrumentos adecuados para que cada gobierno se comprometa y responsabilice; y que se empiece con cambios específicos, ya que cuando se prometen reformas generales, terminan por diluirse.
septiembre 16, 2011
Twitter asediado por la violencia extrema
Las redes sociales como Twitter y Facebook han servido para causas buenas como comenzar revueltas y revoluciones en el medio oriente; pero también para cosas malas, como para distribuir información criminal o simplemente para delinquir.
Las represalias más fuertes hasta ahora por las expresiones vertidas en las redes sociales tenían que ver, hasta ahora, por el bloqueo y censura, así como el envío de muchos internautas a las cárceles, como en China, Irán y otros países que todavía le esquivan a la democracia. En países más democráticos, como EE.UU., Inglaterra o en América Latina, muchos usuarios de redes sociales confrontan detenciones y multas porque en las redes sociales instigan a la violencia o convocan a marchas populares y de protesta que no son autorizadas previamente según establece la ley a cualquier hijo de vecino.
Pero en México esta semana pasó algo distinto y brutal. Dos jóvenes que usaron Twitter para comentar sobre los delitos que cometían los narcotraficantes, fueron torturados y sus cadáveres colgados de un puente en la ciudad de Nuevo Laredo. Dos carteles a su costado, firmados con la letra Z en referencia al cartel de Los Zetas, amenazaban que eso mismo les pasaría a otros tuiteros que se atrevieran a denunciar las mismas cosas.
Los Zetas y otros carteles hace años que se han dedicado a volcar sus hazañas en las redes sociales y varios blogs, pero ahora han mostrado toda su saña contra quienes las usan con el derecho a expresarse. Si las autoridades mexicanas permiten que esto suceda sin castigo, se corre el riesgo de la autocensura, un fenómeno lamentable que ya se ha apoderado de los medios tradicionales; única opción que periodistas y editores han abrazado por miedo a sufrir las represalias de los violentos y ante la inacción del gobierno.
Las represalias más fuertes hasta ahora por las expresiones vertidas en las redes sociales tenían que ver, hasta ahora, por el bloqueo y censura, así como el envío de muchos internautas a las cárceles, como en China, Irán y otros países que todavía le esquivan a la democracia. En países más democráticos, como EE.UU., Inglaterra o en América Latina, muchos usuarios de redes sociales confrontan detenciones y multas porque en las redes sociales instigan a la violencia o convocan a marchas populares y de protesta que no son autorizadas previamente según establece la ley a cualquier hijo de vecino.
Pero en México esta semana pasó algo distinto y brutal. Dos jóvenes que usaron Twitter para comentar sobre los delitos que cometían los narcotraficantes, fueron torturados y sus cadáveres colgados de un puente en la ciudad de Nuevo Laredo. Dos carteles a su costado, firmados con la letra Z en referencia al cartel de Los Zetas, amenazaban que eso mismo les pasaría a otros tuiteros que se atrevieran a denunciar las mismas cosas.
Los Zetas y otros carteles hace años que se han dedicado a volcar sus hazañas en las redes sociales y varios blogs, pero ahora han mostrado toda su saña contra quienes las usan con el derecho a expresarse. Si las autoridades mexicanas permiten que esto suceda sin castigo, se corre el riesgo de la autocensura, un fenómeno lamentable que ya se ha apoderado de los medios tradicionales; única opción que periodistas y editores han abrazado por miedo a sufrir las represalias de los violentos y ante la inacción del gobierno.
Mordazas legales y corrupción
La libertad de prensa es tan relevante a la democracia como el equilibrio de poderes. Y la tarea fiscalizadora que ejercen los medios de comunicación, obliga a los gobiernos a rendir cuentas y ser transparentes.
Cuando éstos prefieren gobernar a oscuras, suelen justificar leyes para regular a la prensa crítica e independiente, con el propósito de disciplinarla y amordazarla. Esta tendencia está en alza en América Latina, sobre todo en aquellos países donde existen mayores reclamos populares para acabar con la corrupción.
Brasil es el último eslabón de esa cadena. Mientras en las ciudades más importantes del país decenas de miles de jóvenes protestaban contra las irregularidades en la administración pública, el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ordenó el domingo anterior crear un marco regulador para “democratizar” a los medios, y así acabar con el periodismo partidario, sensacionalista, difamador, y con la concentración de medios en pocas manos.
No es casual que esta campaña reguladora ocurra en el contexto de graves denuncias de corrupción y después de que la presidenta Dilma Rousseff, apoyada por los medios, estremeciera las estructuras del poder, limpiando de alimañas tres ministerios nacionales socavados por las irregularidades.
Puede ser que algunos medios y periodistas cometen abusos, pero el orden jurídico brasileño ya tiene normas para procesar sus delitos por lo que crear leyes especiales contra los medios resulta redundante, huele a represalias o a limitaciones a la libertad de prensa. Así lo concibió el Superior Tribunal de Justicia, cuando en 2009 eliminó por inconstitucional la Ley de Prensa de 1967, porque discriminaba a los medios y sobreprotegía a las autoridades.
Como en Brasil, la excusa de “mantener el orden público” o censurar las denuncias de la prensa, motivaron también al presidente venezolano Hugo Chávez a crear en 2004 la Ley de Responsabilidad Social. Esta norma, que licencia al gobierno a suspender a los medios sin orden judicial cuando considera que se atenta contra la seguridad o el orden público, sirvió para cerrar periódicos, a la televisora RCTV, maniatar a Globovisión y, hace semanas, para suspender la publicación del semanario Sexto Poder, y procesar a dos de sus ejecutivos.
Tapar la corrupción también es prioridad del gobierno ecuatoriano de Rafael Correa. Después de las denuncias sobre los contratos fraudulentos entre el gobierno y su hermano Fabricio, Correa reflotó el proyecto de Ley de Comunicación que ahora impulsa el oficialismo en el Congreso. La nueva norma no solo busca “democratizar” a los medios a través de un nuevo orden con preeminencia de medios estatales, sino, en forma insólita, reglamenta a la prensa escrita. Para tal efecto, crea un órgano contralor de contenidos, con presencia mayoritaria de miembros del Poder Ejecutivo, el que podrá disciplinar a quienes no se ajusten a criterios informativos gubernamentales. La intención es clara: censurar y controlar.
En Argentina sucedió algo similar con la aprobación de la Ley de Servicios Audiovisuales. La excusa del gobierno fue acabar con normas de la época de la dictadura y con la concentración de medios. Pero en un país con una notable variedad y pluralidad de medios, el impulso de esa legislación tuvo visos de represalia, dándose luego de denuncias periodísticas sobre enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial, valijas repletas de dinero que esquivaron aduanas para acompañar procesos electorales y tras el apoyo editorial de los medios al sector agropecuario en un conflicto con el gobierno.
En todos los casos, como ahora el de Brasil, es preocupante que las leyes de prensa surjan del sector oficialista, dando prioridad a los medios estatales disfrazados de públicos, poco eficientes a la hora de denunciar la corrupción de sus jefes y muy eficaces para amordazar a la oposición. De ahí lo importante del cuidado que han tenido los peruanos, al comprometer en campaña al presidente Ollanta Humala, para que desista de cualquier intento por regular a la prensa en su mandato.
En este contexto, si Dilma Rousseff permite que se imponga la postura del PT sobre la prensa, desperdiciará la gran oportunidad de continuar su cruzada anticorrupción. La prensa libre y desregulada es su mejor aliada para seguir limpiando y mejorar la democracia.
Cuando éstos prefieren gobernar a oscuras, suelen justificar leyes para regular a la prensa crítica e independiente, con el propósito de disciplinarla y amordazarla. Esta tendencia está en alza en América Latina, sobre todo en aquellos países donde existen mayores reclamos populares para acabar con la corrupción.
Brasil es el último eslabón de esa cadena. Mientras en las ciudades más importantes del país decenas de miles de jóvenes protestaban contra las irregularidades en la administración pública, el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ordenó el domingo anterior crear un marco regulador para “democratizar” a los medios, y así acabar con el periodismo partidario, sensacionalista, difamador, y con la concentración de medios en pocas manos.
No es casual que esta campaña reguladora ocurra en el contexto de graves denuncias de corrupción y después de que la presidenta Dilma Rousseff, apoyada por los medios, estremeciera las estructuras del poder, limpiando de alimañas tres ministerios nacionales socavados por las irregularidades.
Puede ser que algunos medios y periodistas cometen abusos, pero el orden jurídico brasileño ya tiene normas para procesar sus delitos por lo que crear leyes especiales contra los medios resulta redundante, huele a represalias o a limitaciones a la libertad de prensa. Así lo concibió el Superior Tribunal de Justicia, cuando en 2009 eliminó por inconstitucional la Ley de Prensa de 1967, porque discriminaba a los medios y sobreprotegía a las autoridades.
Como en Brasil, la excusa de “mantener el orden público” o censurar las denuncias de la prensa, motivaron también al presidente venezolano Hugo Chávez a crear en 2004 la Ley de Responsabilidad Social. Esta norma, que licencia al gobierno a suspender a los medios sin orden judicial cuando considera que se atenta contra la seguridad o el orden público, sirvió para cerrar periódicos, a la televisora RCTV, maniatar a Globovisión y, hace semanas, para suspender la publicación del semanario Sexto Poder, y procesar a dos de sus ejecutivos.
Tapar la corrupción también es prioridad del gobierno ecuatoriano de Rafael Correa. Después de las denuncias sobre los contratos fraudulentos entre el gobierno y su hermano Fabricio, Correa reflotó el proyecto de Ley de Comunicación que ahora impulsa el oficialismo en el Congreso. La nueva norma no solo busca “democratizar” a los medios a través de un nuevo orden con preeminencia de medios estatales, sino, en forma insólita, reglamenta a la prensa escrita. Para tal efecto, crea un órgano contralor de contenidos, con presencia mayoritaria de miembros del Poder Ejecutivo, el que podrá disciplinar a quienes no se ajusten a criterios informativos gubernamentales. La intención es clara: censurar y controlar.
En Argentina sucedió algo similar con la aprobación de la Ley de Servicios Audiovisuales. La excusa del gobierno fue acabar con normas de la época de la dictadura y con la concentración de medios. Pero en un país con una notable variedad y pluralidad de medios, el impulso de esa legislación tuvo visos de represalia, dándose luego de denuncias periodísticas sobre enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial, valijas repletas de dinero que esquivaron aduanas para acompañar procesos electorales y tras el apoyo editorial de los medios al sector agropecuario en un conflicto con el gobierno.
En todos los casos, como ahora el de Brasil, es preocupante que las leyes de prensa surjan del sector oficialista, dando prioridad a los medios estatales disfrazados de públicos, poco eficientes a la hora de denunciar la corrupción de sus jefes y muy eficaces para amordazar a la oposición. De ahí lo importante del cuidado que han tenido los peruanos, al comprometer en campaña al presidente Ollanta Humala, para que desista de cualquier intento por regular a la prensa en su mandato.
En este contexto, si Dilma Rousseff permite que se imponga la postura del PT sobre la prensa, desperdiciará la gran oportunidad de continuar su cruzada anticorrupción. La prensa libre y desregulada es su mejor aliada para seguir limpiando y mejorar la democracia.
septiembre 14, 2011
Índices de pobreza en EE.UU. y Argentina
Ayer la Oficina del Censo de EE.UU. dio a conocer los más recientes índices de pobreza, revelando que un 15.1 % de la población, es decir 46.2 millones de personas son pobres.
Las cifras son de por sí preocupantes, en especial, por tratarse de un país desarrollado, y siendo que la pobreza creció desde el 2009, cuando se registró un nivel de 14.3 %.
Es obvio que estas cifras repercutirán negativamente contra el presidente Barack Obama, quien por estos días apura al Congreso a sancionar la ley de empleo que pasó él mismo a los legisladores el jueves pasado.
Lo interesante es observar que la Oficina del Censo o tampoco el gobierno, han tratado de distorsionar esas cifras o evitaron darla justo cuando Obama tienen su popularidad a la baja o cuando la Bolsa de Valores está muy sensible y a merced de noticias y percepciones que la pueden hacer variar hacia abajo de inmediato.
Esto viene a colación de lo que sucede en Argentina, donde el gobierno manipula al INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, para que no ofrezca los índices reales de inflación y de pobreza. Las cifras oficiales son muy distintas y menores a las que ofrecen organismos privados y delatan los medios de comunicación.
Se trata de una metodología corrupta, que el gobierno de Cristina de Kirchner utiliza como mecanismo de propaganda en detrimento del derecho del público a la información y a la verdad que debe siempre emanar de organismos públicos.
Las cifras son de por sí preocupantes, en especial, por tratarse de un país desarrollado, y siendo que la pobreza creció desde el 2009, cuando se registró un nivel de 14.3 %.
Es obvio que estas cifras repercutirán negativamente contra el presidente Barack Obama, quien por estos días apura al Congreso a sancionar la ley de empleo que pasó él mismo a los legisladores el jueves pasado.
Lo interesante es observar que la Oficina del Censo o tampoco el gobierno, han tratado de distorsionar esas cifras o evitaron darla justo cuando Obama tienen su popularidad a la baja o cuando la Bolsa de Valores está muy sensible y a merced de noticias y percepciones que la pueden hacer variar hacia abajo de inmediato.
Esto viene a colación de lo que sucede en Argentina, donde el gobierno manipula al INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, para que no ofrezca los índices reales de inflación y de pobreza. Las cifras oficiales son muy distintas y menores a las que ofrecen organismos privados y delatan los medios de comunicación.
Se trata de una metodología corrupta, que el gobierno de Cristina de Kirchner utiliza como mecanismo de propaganda en detrimento del derecho del público a la información y a la verdad que debe siempre emanar de organismos públicos.
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