Me da la sensación que por lo que va de la gira de Barack Obama hasta ahora, habiendo estado en Brasil y Chile y partiendo hacia El Salvador, no hubo ningún anuncio espectacular ni especial, sino simplemente un poco más de política y demagogia para edulcorar a una región que estaba esperando palabras dulces para sus oídos.
No está mal. Es bueno y necesario que EEUU, ensimismado y perplejo por situaciones ajenas a nuestro continente, como las preocupaciones nucleares en Japón y las militares en Libia, se haya enfocado en destacar las fortalezas de la región y que haya tratado a los países como socios comerciales indispensables para el progreso y prosperidad de su economía. Habiéndose comportado de esa forma egoísta, tirará por debajo de la borda las críticas de que siempre se comporta como un imperio que mira hacia el sur con una visión paternalista.
Sin embargo, creo que más allá del progreso económico de la región, la necesidad de combatir la pobreza, el desempleo y la inseguridad, Obama hubiera también tenido que aprovechar para remarcar las grandes debilidades de la región que tienen que ver con la corrupción y la falta de justicia, aspectos que estoy convencido están minando las democracias como si se tratara de la implosión de un edificio.
El problema de América Latina es la falta de justicia, una justicia dependiente del poder político, o una justicia corrupta infiltrada por el crimen organizado. Esta falta de un sistema de incentivos y castigos justos y equilibrados hace que la región esté desequilibrada y que sus ciudadanos descrean de las instituciones.
Obama seguramente prometerá más ayuda a El Salvador para combatir al narcotráfico como parte de los esfuerzos por apoyar el Plan Mérida y el Plan Colombia; sin embargo todos los esfuerzos económicos estarán destinados a paliar los gastos militares en esa guerra.
No creo en la legalización de las drogas como proponen muchos ex presidentes, intelectuales y periodistas a cambio de esa política correctiva. Creo que la legalización aportará mayores dolores de cabeza, porque las actividades del crimen organizado simplemente buscarán otras actividades donde anidar.
Creo, en cambio, que EE.UU. podría hacer mucho más si volcara ayuda para fortalecer la justicia. Más recursos económicos, técnicos y humanos para proteger, especializar y entrenar a fiscales, jueces y agentes auxiliares de la justicia podrían empezar a arrojar frutos en el futuro inmediato y a largo plazo.
La fortaleza de una democracia es proporcional al grado de independencia, madurez y eficiencia del sistema judicial. Cuando la justicia funciona, cuando existen castigos e incentivos para todos con igualdad y sin privilegios, retorna la credibilidad del ciudadano y la democracia gana en autoestima.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
marzo 21, 2011
marzo 19, 2011
Obama y la esperanza latinoamericana
Acaba de arrancar en Brasil el periplo de Barack Obama y la esperanza de que una vez por todas EE.UU. mire hacia el sur con un ánimo de mayor comprensión y piense que el progreso y la democracia se deben acentuar primero en esta región para luego expandirla por el mundo; en lugar de mirar tanto hacia el lejano oriente.
Comparada a las demás regiones del mundo, América Latina está atrasada en lo económico y educativo respecto a los tigres del Asia y en lo democrático y científico a los países europeos. Pero un gran porcentaje de culpabilidad la tiene EE.UU. porque siempre vio a la región como su “patio trasero”, una visión paternalista, casi como una mirada constante de hijo descarriado al que se debe castigar y mandar al rincón. Culpabilidad que no recae solo en el gobierno, sino también en sus multinacionales que se han engrandecido en la región sobre la base de hacer negocios corruptos como Chiquita en Centroamérica, la Drumond en Colombia, la Exxon en Ecuador o la IBM en Argentina.
Para corregir al hijo descarriado, EE.UU. muchas veces incentivó y promovió golpes de Estado o invadió países para empujar la democracia en vez de educar sobre ella. Las consecuencias de ello fue que América Latina no mejoró sino que decayó producto de la corrupción, la violencia y la inseguridad, y del tráfico de drogas, lo que está relacionado con la demanda de drogas en suelo estadounidense.
Pero para ser más justos, EE.UU. también contribuyó en mucho con América Latina. Ha sido y es un país generoso en ayudar económicamente a sus instituciones civiles, más allá de los gobiernos, y es un receptáculo como ningún otro donde los perseguidos políticos son bienvenidos y también los que quieren tener una vida mejor, con mayor estabilidad para buscar la felicidad propia y de sus familias. Y producto de esto, es el mayor contribuyente de la región en materia de remesas familiares, millones y millones de dólares que empujan a las
economías locales.
Por sobre todo, EE.UU. enseña cómo deben respetarse las instituciones para que haya verdadera democracia, para que los poderes de gobierno sean independientes y estén balanceados y la justicia prevalezca sobre el poder político, en defensa de los derechos de todos los ciudadanos, sin privilegios.
Para este viaje que Obama comenzó anoche por Brasil, y seguriá por Chile y El Salvador, encontrará a una población amiga y que quiere ver a EE.UU como una nación hermana, no como a un padre severo. Me quedo con las palabras que el presidente de EE.UU. usó para cerrar su columna que fue publicada entre ayer y hoy por muchísimos periódicos del hemisferio. Palabras que habrá que tener en cuenta en los próximos meses y años, y tratar de que sean no solo promesa sino realidad.
Este es un viaje histórico y ojalá muestre cuanta esperanza para el progreso existe en nuestro continente, como Obama sostiene:
“Nos une a nuestros vecinos en el continente americano una historia, valores e intereses comunes. Lo que trasmitiré esta semana es que somos socios dedicados al progreso. Reforzar estas alianzas aumentará la prosperidad y seguridad común de todos nuestros pobladores, al generar nuevos empleos y nuevo crecimiento en todo el hemisferio, y contribuir a que nuestra economía siga siendo el motor que impulsa a nuestro pueblo y genera oportunidades para todos”.
Comparada a las demás regiones del mundo, América Latina está atrasada en lo económico y educativo respecto a los tigres del Asia y en lo democrático y científico a los países europeos. Pero un gran porcentaje de culpabilidad la tiene EE.UU. porque siempre vio a la región como su “patio trasero”, una visión paternalista, casi como una mirada constante de hijo descarriado al que se debe castigar y mandar al rincón. Culpabilidad que no recae solo en el gobierno, sino también en sus multinacionales que se han engrandecido en la región sobre la base de hacer negocios corruptos como Chiquita en Centroamérica, la Drumond en Colombia, la Exxon en Ecuador o la IBM en Argentina.
Para corregir al hijo descarriado, EE.UU. muchas veces incentivó y promovió golpes de Estado o invadió países para empujar la democracia en vez de educar sobre ella. Las consecuencias de ello fue que América Latina no mejoró sino que decayó producto de la corrupción, la violencia y la inseguridad, y del tráfico de drogas, lo que está relacionado con la demanda de drogas en suelo estadounidense.
Pero para ser más justos, EE.UU. también contribuyó en mucho con América Latina. Ha sido y es un país generoso en ayudar económicamente a sus instituciones civiles, más allá de los gobiernos, y es un receptáculo como ningún otro donde los perseguidos políticos son bienvenidos y también los que quieren tener una vida mejor, con mayor estabilidad para buscar la felicidad propia y de sus familias. Y producto de esto, es el mayor contribuyente de la región en materia de remesas familiares, millones y millones de dólares que empujan a las
economías locales.
Por sobre todo, EE.UU. enseña cómo deben respetarse las instituciones para que haya verdadera democracia, para que los poderes de gobierno sean independientes y estén balanceados y la justicia prevalezca sobre el poder político, en defensa de los derechos de todos los ciudadanos, sin privilegios.
Para este viaje que Obama comenzó anoche por Brasil, y seguriá por Chile y El Salvador, encontrará a una población amiga y que quiere ver a EE.UU como una nación hermana, no como a un padre severo. Me quedo con las palabras que el presidente de EE.UU. usó para cerrar su columna que fue publicada entre ayer y hoy por muchísimos periódicos del hemisferio. Palabras que habrá que tener en cuenta en los próximos meses y años, y tratar de que sean no solo promesa sino realidad.
Este es un viaje histórico y ojalá muestre cuanta esperanza para el progreso existe en nuestro continente, como Obama sostiene:
“Nos une a nuestros vecinos en el continente americano una historia, valores e intereses comunes. Lo que trasmitiré esta semana es que somos socios dedicados al progreso. Reforzar estas alianzas aumentará la prosperidad y seguridad común de todos nuestros pobladores, al generar nuevos empleos y nuevo crecimiento en todo el hemisferio, y contribuir a que nuestra economía siga siendo el motor que impulsa a nuestro pueblo y genera oportunidades para todos”.
Damas acosadas y odio ciudadano
El castrismo sigue mostrando por qué es uno de los regímenes totalitarios más desfachatados y con orígenes en el nacionalismo hitleriano-stalinista como lo denunció esta semana Oscar Elías Biscet.
En el octavo aniversario de la Primavera Negra, cuando se conmemora el abuso de Estado contra 75 disidentes que fueron encarcelados, las Damas de Blanco no pudieron ayer expresarse en las calles de La Habana porque el gobierno de los Castro envió sus turbas a agredir e impedir que se consume cualquier acto donde se muestre la libre expresión y de asociación.
Las turbas cubanas, así como las camisas rojas que empuja Hugo Chávez a las calles o los piqueteros de Cristina Kirchner, son parte de la estrategia de Estado para neutralizar la libre expresión. Lo más triste, es que en estas contramarchas, donde la gente es pagada y empujada, no por convicción sino por oportunismo o presión de parte del gobierno, se incentiva el odio ciudadano.
Estos regímenes autoritarios como el de los Castro o el de Chávez, terminarán siendo repudiados en la historia justamente por dividir, polarizar y crear odio, todo lo contrario a lo que un buen gobierno está destinado: unir, crear marcos de tolerancia y buscar el bien común.
Las turbas castristas son un arma desesperada del gobierno para evitar lo que está sucediendo en el mundo árabe: el hartazgo de la opresión.
En el octavo aniversario de la Primavera Negra, cuando se conmemora el abuso de Estado contra 75 disidentes que fueron encarcelados, las Damas de Blanco no pudieron ayer expresarse en las calles de La Habana porque el gobierno de los Castro envió sus turbas a agredir e impedir que se consume cualquier acto donde se muestre la libre expresión y de asociación.
Las turbas cubanas, así como las camisas rojas que empuja Hugo Chávez a las calles o los piqueteros de Cristina Kirchner, son parte de la estrategia de Estado para neutralizar la libre expresión. Lo más triste, es que en estas contramarchas, donde la gente es pagada y empujada, no por convicción sino por oportunismo o presión de parte del gobierno, se incentiva el odio ciudadano.
Estos regímenes autoritarios como el de los Castro o el de Chávez, terminarán siendo repudiados en la historia justamente por dividir, polarizar y crear odio, todo lo contrario a lo que un buen gobierno está destinado: unir, crear marcos de tolerancia y buscar el bien común.
Las turbas castristas son un arma desesperada del gobierno para evitar lo que está sucediendo en el mundo árabe: el hartazgo de la opresión.
marzo 18, 2011
Mira los finalistas del concurso Dona tu voz por los que no tienen voz
Mira los finalistas del concurso Dona tu voz por los que no tienen voz: "Mira los finalistas del concurso Dona tu voz por los que no tienen voz"
marzo 17, 2011
Gran talento artístico y 22 finalistas
Comparto con ustedes una gran iniciativa que estamos realizando en la SIP pero que lamentablemente está llegando a su fin, pero con excelentes resultados.
“Quisiera cantar un himno a los que ya no están”, es el verso inicial de una de las 22 canciones e interpretaciones artísticas del concurso de canto organizado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en las redes sociales, cuyo objetivo es despertar mayor conciencia sobre la violencia contra la prensa y la impunidad que rodea a cientos de crímenes cometidos contra periodistas en los últimos años.
“Dona tu voz para los que no tienen voz” es el nombre del concurso que contó con el apoyo fundamental del reconocido productor musical Emilio Estefan, generando gran entusiasmo en las redes sociales, donde hoy la SIP escogió informar sobre los 22 finalistas que competirán por la canción que se espera será el himno contra la impunidad.
Las canciones de los finalistas - entre las que se destacan ritmos de protesta y pegajosos que van desde el hip-hop, rap, pop, baladas y tango, entre otros - se pueden escuchar y descargar en: http://www.donatuvoz.com/esp/concurso.html
Los finalistas fueron escogidas de entre más de 150 interpretaciones y letras “donadas” por artistas aficionados de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Guatemala, Grecia, Guinea Ecuatorial, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Uno de los criterios de pre selección incluyó el número de votos que recibieron los artistas en la página www.donatuvoz.com
La fina lírica de algunos intérpretes habla de la pasión con la que se está desarrollando este certamen de canto, para el cual la SIP contrató a la firma Firefly, con sede en Miami, para la creación, producción y dirección del evento.
• “Está prohibido prohibir, más que prohibido matar… no está prohibido callar”, profundiza Laura Vargas de Uruguay.
• “Canto por la vida que tiene su final, pero te enseña a defender un ideal”, expresa la solista Juliana Castro de Argentina;
• “Quisiera cantar un himno a los que ya no están” clama Leonardo Lozano y su grupo de Colombia;
• “Canto por aquél que ya no puede hablar porque una bala asesina ha callado su voz”, reclama Armando Elonga de Guinea Ecuatorial.
• “Son las voces del silencio, son las voces del amor que conducen a la esperanza… que cambian el destino que cambian el corazón”, interpreta Fabiano Portugal de EE.UU.
Un jurado especial, compuesto por ejecutivos discográficos, académicos, periodistas, activistas de los derechos humanos y la libertad de prensa, tendrá la tarea de seleccionar a los tres primeros ganadores como intérpretes. También se premiará a otros concursantes que han participado solamente con lírica. Los primeros premios son recompensados económicamente y la mejor canción será producida a nivel profesional. Sin embargo, dado el entusiasmo generado, la SIP prevé producir un CD con las mejores interpretaciones que inspiren la lucha en contra de la impunidad.
El certamen iniciado a principios de noviembre, despertó la curiosidad de más de 250.000 personas de todas las Américas y de Polonia, Alemania, Arabia Saudita, India, Filipinas, Holanda, Estonia, Kazajstán y Chipre. Las canciones finalistas, en su conjunto, recibieron el apoyo de más de 57.000 mil votos entre miles de internautas que debieron registrarse para tal fin.
Los resultados sobre los ganadores serán informados a principios de abril, así como en la reunión semestral de la SIP que se celebrará en San Diego, California, del 6 al 9 de abril próximo. Algunos intérpretes serían invitados a la Conferencia Hemisférica sobre Impunidad que la SIP realizará con universidades de todo el continente en Puebla, México, el 25 y 26 de agosto de este año.
“Quisiera cantar un himno a los que ya no están”, es el verso inicial de una de las 22 canciones e interpretaciones artísticas del concurso de canto organizado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en las redes sociales, cuyo objetivo es despertar mayor conciencia sobre la violencia contra la prensa y la impunidad que rodea a cientos de crímenes cometidos contra periodistas en los últimos años.
“Dona tu voz para los que no tienen voz” es el nombre del concurso que contó con el apoyo fundamental del reconocido productor musical Emilio Estefan, generando gran entusiasmo en las redes sociales, donde hoy la SIP escogió informar sobre los 22 finalistas que competirán por la canción que se espera será el himno contra la impunidad.
Las canciones de los finalistas - entre las que se destacan ritmos de protesta y pegajosos que van desde el hip-hop, rap, pop, baladas y tango, entre otros - se pueden escuchar y descargar en: http://www.donatuvoz.com/esp/concurso.html
Los finalistas fueron escogidas de entre más de 150 interpretaciones y letras “donadas” por artistas aficionados de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Guatemala, Grecia, Guinea Ecuatorial, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Uno de los criterios de pre selección incluyó el número de votos que recibieron los artistas en la página www.donatuvoz.com
La fina lírica de algunos intérpretes habla de la pasión con la que se está desarrollando este certamen de canto, para el cual la SIP contrató a la firma Firefly, con sede en Miami, para la creación, producción y dirección del evento.
• “Está prohibido prohibir, más que prohibido matar… no está prohibido callar”, profundiza Laura Vargas de Uruguay.
• “Canto por la vida que tiene su final, pero te enseña a defender un ideal”, expresa la solista Juliana Castro de Argentina;
• “Quisiera cantar un himno a los que ya no están” clama Leonardo Lozano y su grupo de Colombia;
• “Canto por aquél que ya no puede hablar porque una bala asesina ha callado su voz”, reclama Armando Elonga de Guinea Ecuatorial.
• “Son las voces del silencio, son las voces del amor que conducen a la esperanza… que cambian el destino que cambian el corazón”, interpreta Fabiano Portugal de EE.UU.
Un jurado especial, compuesto por ejecutivos discográficos, académicos, periodistas, activistas de los derechos humanos y la libertad de prensa, tendrá la tarea de seleccionar a los tres primeros ganadores como intérpretes. También se premiará a otros concursantes que han participado solamente con lírica. Los primeros premios son recompensados económicamente y la mejor canción será producida a nivel profesional. Sin embargo, dado el entusiasmo generado, la SIP prevé producir un CD con las mejores interpretaciones que inspiren la lucha en contra de la impunidad.
El certamen iniciado a principios de noviembre, despertó la curiosidad de más de 250.000 personas de todas las Américas y de Polonia, Alemania, Arabia Saudita, India, Filipinas, Holanda, Estonia, Kazajstán y Chipre. Las canciones finalistas, en su conjunto, recibieron el apoyo de más de 57.000 mil votos entre miles de internautas que debieron registrarse para tal fin.
Los resultados sobre los ganadores serán informados a principios de abril, así como en la reunión semestral de la SIP que se celebrará en San Diego, California, del 6 al 9 de abril próximo. Algunos intérpretes serían invitados a la Conferencia Hemisférica sobre Impunidad que la SIP realizará con universidades de todo el continente en Puebla, México, el 25 y 26 de agosto de este año.
Corresponsales en la mira
Ser corresponsal de guerra es uno de los oficios más peligrosos. En estos días, las revueltas en los países árabes están confirmando esa tesitura. Esta semana en Libia el New York Times no sabe sobre el paradero de cuatros de sus periodistas y Humberto Trezzi, un corresponsal brasileño del grupo RBS de Porto Alegre, salió ileso del fuego cruzado entre rebeldes y oficialistas, después de que se lo había dado por desaparecido. Humberto fue entrenado en un curso que en la SIP ofrecíamos hasta el año pasado para corresponsales, junto a militares argentinos de Caecopaz, una fuerza de cascos azules de la ONU.
En mi columna de esta semana, Zonas de Exclusión, publicada en EE.UU. y varios diarios latinoamericanos expongo el tema:
“Cuando los autócratas temen una crisis, a lo primero que atinan es a maniatar a medios de comunicación y periodistas; pero estos premeditados apagones informativos suelen desencadenar mayores conflictos, con desenlaces no deseados.
La caída de los presidentes de Túnez y Egipto, y la suerte del régimen libio de Moamar el Kadafi, son la evidencia. Censurar a los medios y al internet o crear zonas de exclusión para prohibir el trabajo de los periodistas extranjeros, no les garantiza a los gobiernos que puedan continuar indefinidamente con sus políticas autoritarias.
La censura es una medida a corto plazo, porque la información siempre termina por filtrarse e imponerse. Por más que las noticias sean negativas, cuando fluyen, como ocurre en Libia, pueden incluso beneficiar al régimen. En este caso, EEUU, la OTAN y la Comunidad Europea no intervienen militarmente no porque no puedan o Rusia y China se opongan, sino porque están midiendo las posibles reacciones negativas de una opinión pública internacional informada y vigilante.
De todos modos, los gobiernos despóticos creen en la salvaguarda de la censura y que los corresponsales extranjeros son su mayor amenaza. Por eso les prohíben cubrir informaciones que consideran sensibles o los agreden, encarcelan, vigilan, les niegan las acreditaciones, retiran sus visas de trabajo o los expulsan.
A veces las agresiones son brutales y desmedidas. Esta semana, soldados del régimen libio simularon un fusilamiento contra corresponsales de la BBC de Londres en castigo por violar una zona de exclusión periodística, un hecho tan cercano a la tortura como el caso de Laura Logan, de la cadena estadounidense CBS, que fue violada por las turbas egipcias cuando cubría la caída de Hosni Mubarak.
Libia no es el único país donde los corresponsales sufren restricciones. En China, el gobierno impuso nuevas prohibiciones para que los periodistas no merodeen una plaza en Shangai y un barrio de Beijing adonde los internautas habían convocado a las “protestas de jazmín”, para reclamar todos los domingos por menos corrupción, más reformas y democracia.
En estos días, el gobierno chino, decidido a impedir protestas similares a las del mundo árabe, detuvo, vigiló y agredió a una treintena de miembros de la prensa extranjera, con la misma bestialidad que usa contra sus disidentes políticos. Una violencia que fue usual en el régimen de Irán en 2009, cuando se les prohibió a los corresponsales salir de sus hoteles para cubrir las protestas por el fraude electoral que llevó al poder al presidente Mahmud Ahmadineyad.
En Irán los periodistas solo tienen permitido cubrir marchas progubernamentales. Por eso esta semana fue expulsado el jefe de la agencia noticiosa francesa AFP y se les revocó la visa a otros 10 reporteros foráneos por cubrir una protesta de la oposición. Y en una forma muy creativa, como en China, se acusa a los periodistas ya sea de entrenar a hackers para que interfieran sitios oficiales de internet o de fabricar noticias. Muchas veces el argumento, como ocurrió a principios de mes en Panamá, cuando el gobierno de Ricardo Martinelli expulsó a dos cronistas españoles, es que los periodistas instigan al delito o arengan a las turbas para crear noticias.
Estas estrategias son usuales en el gobierno de Cuba, que sigue practicando una efectiva presión contra los corresponsales a través del Centro Internacional de Prensa, encargado de emitir acreditaciones. Si bien Cuba no ha expulsado corresponsales desde que en 2007 echó a los de El Universal de México, Chicago Tribune y la BBC, limita la cantidad de reporteros que pueden acreditar los medios extranjeros. Además, estos solo tienen que movilizarse con choferes y ayudantes que provee el gobierno, con la intención de que se delate cualquier conducta impropia de los reporteros.
Pero más allá de la censura a medios tradicionales y corresponsales, los regímenes autoritarios no contaban con la alianza estratégica que el periodismo viene tejiendo con los activos ciudadanos, con una comunicación más horizontal a través de internet, redes sociales y telefonía celular.
Así, como se observa en las crisis actuales, los déspotas no saben bien cómo lidiar con las nuevas tecnologías de la comunicación y el poder ciudadano. Advierten que la censura y las zonas de exclusión ya no les son suficientes para mantener su poder”.
En mi columna de esta semana, Zonas de Exclusión, publicada en EE.UU. y varios diarios latinoamericanos expongo el tema:
“Cuando los autócratas temen una crisis, a lo primero que atinan es a maniatar a medios de comunicación y periodistas; pero estos premeditados apagones informativos suelen desencadenar mayores conflictos, con desenlaces no deseados.
La caída de los presidentes de Túnez y Egipto, y la suerte del régimen libio de Moamar el Kadafi, son la evidencia. Censurar a los medios y al internet o crear zonas de exclusión para prohibir el trabajo de los periodistas extranjeros, no les garantiza a los gobiernos que puedan continuar indefinidamente con sus políticas autoritarias.
La censura es una medida a corto plazo, porque la información siempre termina por filtrarse e imponerse. Por más que las noticias sean negativas, cuando fluyen, como ocurre en Libia, pueden incluso beneficiar al régimen. En este caso, EEUU, la OTAN y la Comunidad Europea no intervienen militarmente no porque no puedan o Rusia y China se opongan, sino porque están midiendo las posibles reacciones negativas de una opinión pública internacional informada y vigilante.
De todos modos, los gobiernos despóticos creen en la salvaguarda de la censura y que los corresponsales extranjeros son su mayor amenaza. Por eso les prohíben cubrir informaciones que consideran sensibles o los agreden, encarcelan, vigilan, les niegan las acreditaciones, retiran sus visas de trabajo o los expulsan.
A veces las agresiones son brutales y desmedidas. Esta semana, soldados del régimen libio simularon un fusilamiento contra corresponsales de la BBC de Londres en castigo por violar una zona de exclusión periodística, un hecho tan cercano a la tortura como el caso de Laura Logan, de la cadena estadounidense CBS, que fue violada por las turbas egipcias cuando cubría la caída de Hosni Mubarak.
Libia no es el único país donde los corresponsales sufren restricciones. En China, el gobierno impuso nuevas prohibiciones para que los periodistas no merodeen una plaza en Shangai y un barrio de Beijing adonde los internautas habían convocado a las “protestas de jazmín”, para reclamar todos los domingos por menos corrupción, más reformas y democracia.
En estos días, el gobierno chino, decidido a impedir protestas similares a las del mundo árabe, detuvo, vigiló y agredió a una treintena de miembros de la prensa extranjera, con la misma bestialidad que usa contra sus disidentes políticos. Una violencia que fue usual en el régimen de Irán en 2009, cuando se les prohibió a los corresponsales salir de sus hoteles para cubrir las protestas por el fraude electoral que llevó al poder al presidente Mahmud Ahmadineyad.
En Irán los periodistas solo tienen permitido cubrir marchas progubernamentales. Por eso esta semana fue expulsado el jefe de la agencia noticiosa francesa AFP y se les revocó la visa a otros 10 reporteros foráneos por cubrir una protesta de la oposición. Y en una forma muy creativa, como en China, se acusa a los periodistas ya sea de entrenar a hackers para que interfieran sitios oficiales de internet o de fabricar noticias. Muchas veces el argumento, como ocurrió a principios de mes en Panamá, cuando el gobierno de Ricardo Martinelli expulsó a dos cronistas españoles, es que los periodistas instigan al delito o arengan a las turbas para crear noticias.
Estas estrategias son usuales en el gobierno de Cuba, que sigue practicando una efectiva presión contra los corresponsales a través del Centro Internacional de Prensa, encargado de emitir acreditaciones. Si bien Cuba no ha expulsado corresponsales desde que en 2007 echó a los de El Universal de México, Chicago Tribune y la BBC, limita la cantidad de reporteros que pueden acreditar los medios extranjeros. Además, estos solo tienen que movilizarse con choferes y ayudantes que provee el gobierno, con la intención de que se delate cualquier conducta impropia de los reporteros.
Pero más allá de la censura a medios tradicionales y corresponsales, los regímenes autoritarios no contaban con la alianza estratégica que el periodismo viene tejiendo con los activos ciudadanos, con una comunicación más horizontal a través de internet, redes sociales y telefonía celular.
Así, como se observa en las crisis actuales, los déspotas no saben bien cómo lidiar con las nuevas tecnologías de la comunicación y el poder ciudadano. Advierten que la censura y las zonas de exclusión ya no les son suficientes para mantener su poder”.
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