Como siempre pasa con el autoritarismo de Hugo Chávez, bastaron solo sus palabras en contra del presidente Guillermo Zuloaga, presidente de Globovisión, para que muchas de las autoridades de ese país se alineen con la voz de su amo, por temor, muchas veces, a sufrir represalias si no se muestran o por lo menos dan la apariencia de ser leales al régimen.
La deslealtad se paga cara ante Chávez. Por eso ya algunos diputados de la Asamblea Legislativa, incluso antes de que cambie su formato con los legisladores de oposición a partir de enero, se apresuraron a asentir a Chávez y condenaron a Zuloaga y a Globovisión, en la interpretación de que alguien que está prófugo de la justicia no puede ser dueño de un medio de comunicación.
La excusa es perfecta y muestra una vez más como Chávez busca por todos los medios desembarazarse de la única televisora crítica e independiente que alza la voz en contra del gobierno. Por ello es que sacó a relucir los dientes la diputada oficialista por Caracas, Desirée Santos Amaral.
Lo diputados oficialistas fueron convocados por el propio Chávez para mostrar esta coherencia política frente a un forajido. Lo que no entienden es que a Zuloaga se le inventaron los cargos, tanto de usura como de vilipendio, y se transformó, como muchos otros venezolanos críticos del régimen, en un perseguido que debió buscar refugio en otro país debido a que la justicia venezolana tampoco es independiente, sino politizada.
Pero ambos cargos contra Zuloaga son a título personal y nada tienen que ver con el manejo de su medio de comunicación.
Lo que realmente le molesta a Chávez es que Zuloaga haya elegido EEUU para la búsqueda de asilo y no otro país latinoamericano. Y esto no se debe al odio propagandístico que el mandatario tiene contra el imperio, sino a que en EEUU, a diferencia de muchos países, permite a los asilados políticos hablar y criticar a los gobiernos de origen o de los que se originó la expulsión o el auto exilio. Todo ciudadano en territorio estadounidense tiene derecho a la libertad de expresión.
Por ello Chávez salió en contra de Zuloaga este pasado fin de semana cuando el periodista hizo declaraciones en contra del autoritarismo gubernamental en Venezuela, en unas tertulias en el Congreso en Washington DC.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
noviembre 24, 2010
noviembre 23, 2010
Inseguridad: pan de cada día
No hay sociedad más desconfiada que aquella que debe velar por su seguridad y no lo logra. Latinoamérica está sumergida en profundos índices de inseguridad que aniquilan el Estado de Derecho. Los índices delincuenciales así sea por causas relativas al crimen organizado o a la delincuencia común se han disparado en todos los países.
El 70 por ciento de los latinoamericanos se sienten inseguros y temerosos de sufrir algún delito, y el 90 por ciento se siente amenazado de que podrá sufrir alguna forma de delincuencia, según un sondeo realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), con sede en Quito, denominado Gobernabilidad y Convivencia Democrática en América Latina 2009-2010.
La encuesta fue realizada por Flacso en 28 ciudades de 18 países. Tal como otras encuestas sobre las que hablé en los post anteriores, la gran desconfianza de los ciudadanos en los gobiernos, está demarcado por el desempleo, la falta de oportunidades educativas y la pobreza.
Los datos de percepción de la población son alarmantes. El 58% considera que la droga fluye libre en sus comunidades; el 60% que la policía es ineficiente ni tiene recursos para combatir el crimen organizado; mientras que la mayoría considera que la libre tenencia de armas desafía sobre manera a los gobiernos.
El estudio de Flacso remarca que la inseguridad, el pan de cada día, genera un círculo vicioso que alimenta la desconfianza en las instituciones del Estado.
El 70 por ciento de los latinoamericanos se sienten inseguros y temerosos de sufrir algún delito, y el 90 por ciento se siente amenazado de que podrá sufrir alguna forma de delincuencia, según un sondeo realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), con sede en Quito, denominado Gobernabilidad y Convivencia Democrática en América Latina 2009-2010.
La encuesta fue realizada por Flacso en 28 ciudades de 18 países. Tal como otras encuestas sobre las que hablé en los post anteriores, la gran desconfianza de los ciudadanos en los gobiernos, está demarcado por el desempleo, la falta de oportunidades educativas y la pobreza.
Los datos de percepción de la población son alarmantes. El 58% considera que la droga fluye libre en sus comunidades; el 60% que la policía es ineficiente ni tiene recursos para combatir el crimen organizado; mientras que la mayoría considera que la libre tenencia de armas desafía sobre manera a los gobiernos.
El estudio de Flacso remarca que la inseguridad, el pan de cada día, genera un círculo vicioso que alimenta la desconfianza en las instituciones del Estado.
noviembre 22, 2010
Políticos sin credibilidad
Los políticos siguen perdiendo en el peor de los rubros, el de la credibilidad. Una encuesta de la Universidad Siglo 21 de Argentina realizada en siete ciudades, mostró la plena desconfianza que la población tiene en sus líderes.
Días atrás, otro sondeo realizado por la Universidad Católica de Córdoba coincidió en mostrar la cruda incredulidad de los jóvenes para con sus líderes políticos, que alcanzó al 90 por ciento.
La encuesta realizada la semana pasada en las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Corrientes, Tucumán, Mendoza y Rawson, mostró que más del 96 por ciento de la población descree de los políticos. Como en la mayoría de las compulsas de opinión, las mujeres y la gente menos pudiente son los sectores más desconfiados.
Estos datos no son patrimonio de Argentina, pero reflejan también lo que sucede en la mayoría de los países de la región. La falta de credibilidad está carcomiendo la democracia, fenómeno que queda patentizado con el alto abstencionismo que se evidencia en casi todos los procesos electorales.
Días atrás, otro sondeo realizado por la Universidad Católica de Córdoba coincidió en mostrar la cruda incredulidad de los jóvenes para con sus líderes políticos, que alcanzó al 90 por ciento.
La encuesta realizada la semana pasada en las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Corrientes, Tucumán, Mendoza y Rawson, mostró que más del 96 por ciento de la población descree de los políticos. Como en la mayoría de las compulsas de opinión, las mujeres y la gente menos pudiente son los sectores más desconfiados.
Estos datos no son patrimonio de Argentina, pero reflejan también lo que sucede en la mayoría de los países de la región. La falta de credibilidad está carcomiendo la democracia, fenómeno que queda patentizado con el alto abstencionismo que se evidencia en casi todos los procesos electorales.
noviembre 21, 2010
Chávez vs. Zuloaga
No hay justicia independiente en Venezuela, por ello el presidente Hugo Chávez se toma la atribución de pedirle a la justicia que actúe en contra del presidente de la crítica Globovisión, Guillermo Zuloaga, quien mantiene un proceso de asilo político en EEUU.
Para justificar su exigencia de que la Fiscalía y los jueces de la Corte Suprema actúen en contra de Zuloaga, Chávez ahora insiste en que el periodista ha logrado juntar 100 millones de dólares para crear una conspiración para asesinarle.
Como siempre, Chávez busca las excusas más inauditas para llamar la atención y justificar sus declaraciones. Especialmente cuando Zuloaga da que hablar, como esta semana que apareció en algunos eventos organizados por entidades autónomas en la sede del Congreso de EEUU, ocasión en la que despotricó contra el gobierno venezolano al que calificó de “amenaza”.
Chávez, quien no soporta que hablen mal de él, expresó que “aquí hay un canal de televisión cuyo dueño anda prófugo de la justicia. Y no sólo anda prófugo sino que se da el tupé de ir como fue anteayer al Congreso de los Estados Unidos a despotricar de su país, de este gobierno, de este presidente".
Seguramente los dichos de Zuloaga le servirán a Chávez para demandar más acciones civiles y penales contra el presidente de Globovisión. Sobre Zuloaga ya pesan delitos de enriquecimiento ilícito, asociación ilícita, además de vilipendio y desacato; acciones todas propuestas por el Presidente venezolano.
Acabada la atención de las elecciones legislativas e institucionalizadas las expropiaciones de empresas privadas, seguramente ahora Chávez insistirá de ahora en más en su pelea versus Zuloaga.
Para justificar su exigencia de que la Fiscalía y los jueces de la Corte Suprema actúen en contra de Zuloaga, Chávez ahora insiste en que el periodista ha logrado juntar 100 millones de dólares para crear una conspiración para asesinarle.
Como siempre, Chávez busca las excusas más inauditas para llamar la atención y justificar sus declaraciones. Especialmente cuando Zuloaga da que hablar, como esta semana que apareció en algunos eventos organizados por entidades autónomas en la sede del Congreso de EEUU, ocasión en la que despotricó contra el gobierno venezolano al que calificó de “amenaza”.
Chávez, quien no soporta que hablen mal de él, expresó que “aquí hay un canal de televisión cuyo dueño anda prófugo de la justicia. Y no sólo anda prófugo sino que se da el tupé de ir como fue anteayer al Congreso de los Estados Unidos a despotricar de su país, de este gobierno, de este presidente".
Seguramente los dichos de Zuloaga le servirán a Chávez para demandar más acciones civiles y penales contra el presidente de Globovisión. Sobre Zuloaga ya pesan delitos de enriquecimiento ilícito, asociación ilícita, además de vilipendio y desacato; acciones todas propuestas por el Presidente venezolano.
Acabada la atención de las elecciones legislativas e institucionalizadas las expropiaciones de empresas privadas, seguramente ahora Chávez insistirá de ahora en más en su pelea versus Zuloaga.
La NOVENA: Nuestro amor paralelo
Con motivo de los 35 años de nuestra graduación de escuela secundaria de los Hermanos Maristas de San Francisco, Córdoba, estuve de visita y me reencontré con los amigos del alma. A pedido de Mario “tuquín” Miranda que se encargó de la organización de los eventos, fiesta y misa de acción de gracias en la Catedral, escribí esta nota en honor a todos los amigos y a la Novena, que se ha transformado ya en una marca registrada, que fue leída por el Alberto “Cabezón” Arrieta:
“La Novena no es solo imágenes, ni recuerdos. Es puro verbo. Acción. Pasión.
A pesar de nuestras arrugas, canas y tintes, se mantiene eternamente joven. ¡Siempre le llevaremos 17!
Para envidia de nuestros amores; los de antes, los pasajeros o los duraderos, la Novena es como nuestro primer amor: Indisoluble; incuestionable.
Pero es más que eso. No suplanta a nadie y ni le roba nada a nadie. Es un amor perpetuamente paralelo.
La Novena es una entidad y una actitud. Tiene vida propia. Nos da sentido de pertenencia, de comunidad; independientemente de nuestros destinos, suertes e intereses.
Tiene la fuerza centrífuga de absorber, mezclar y transformar. Todo lo convierte en historias, chismes y anécdotas. Así sean los logros de nuestros hijos o sus desgracias; o las babas derramadas por nuestras nietas; o nuestras canas al aire, nuestros divorcios, nuestros nuevos intentos; o los achaques que vienen con cada invierno.
La Novena funde todo en nada. Nuestros trabajos, nuestros avatares económicos, nuestras lágrimas o nuestros vinos. Todo es comprimido a nada. Solo prevalece lo que somos; no nuestras circunstancias.
Tiene la sabiduría de la forma circular. En ella nadie detenta liderazgos ni mandatos. Tampoco impone barreras. Iguala todo y a todos diluye en el mismo crisol, así fueran diputados o doctores, viajantes o contadores, burócratas o colchoneros.
La Novena es una entelequia atemporal y sin espacio. Donde se confunden épocas y episodios. Todo tiene el mismo valor. Somos y fuimos en cada instante, así sean los caramelos en el bolsillo del hermano Elvio o los dedos del hermano Pascual en los nuestros; las palmadas y las corras de trapo con Marcelino o la conjugación en el tablero futurístico de Antonio. Las kermeses de la primaria o los amasijos llenos de testosterona en los danzantes de la secundaria.
Somos y fuimos, en las piernas de la practicante de matemáticas o en las agachadas a cualquier profesora; o en los desfiles por 25 o cuando atrofiamos la subida de la bandera. En los retiros a Anizacate, las bicicleteadas a Freyre, la consagración en Bariloche, los penales en el campo de deportes o las frecuentes escapadas al Vai Ven.
Fuimos más que picardía. Equipo y unión, como en la histórica huelga de Mecanografía que jamás colegio Marista haya experimentado, en los derrapes en el cementerio, el secuestro en Devoto, los silbatos desde abajo del escritorio o la retirada corporativa frente al mirlo, que seguro arrancó carcajadas al Estrada al final del pasillo, al Cristo de la escalera o al bendito Champagnat empotrado en la Dirección.
Todo eso fuimos. Empezamos 42, fuimos 36 y terminamos 28. Competíamos como mayas o aztecas; tocábamos el toc-toc, el xilofón o la pandereta; usábamos orgullosamente la inscripción de HHMM en la espalda que los demás colegios curioseaban; y nuestros pizarrones cambiaron de negro a verde y las Remington a Olivetti.
Fuimos nombres y apodos. Fuimos desde el loco al negro; del mirlo a la negra y desde la flaca al tofi, del pibín al nenoto, del loco al negro o de la Margarita al Raúl. También fuimos con el gordo y el flaco, con el cacho y el cachito, con el nacho, el huevo, el yayi, el mafla, el gringo, el tuquín, el kaiá, el gerli, el pete, el perro, el sapo, el cabezón, el callo, el rupo, el palomo; o desde el Juan Eduardo hasta el Paul o del Luisito al Jorge.
En realidad no fuimos. Somos. Es que la Novena es generosa. Nos regala cada pasado como si fuera presente. Nos da vida. Nos distingue, nos identifica. Nos une, nos hermana. Nos da un espacio invulnerable, relevante y único en este mundo.
Y todavía hoy, la Novena es maleable. Nos permite incorporarle todo lo que hacemos, todo lo que somos, así sea en cada miércoles, en cada vino, en cada asado o en las ganas de estar siempre, a pesar de nuestros destinos y las distancias.
Su vitalidad - la de ayer y la de hoy - es nuestro aporte. Nuestra pluralidad y diversidad, y nuestras diferencias. Así somos, así nos respetamos, así nos queremos. No somos solo amigos, somos algo más.
Hoy la Novena cumple 35 años, pero lleva incorporado los 17 desde que la creamos, la preparamos y la nutrimos. Ella cumple y nosotros festejamos, y la agasajamos.
Es que nos ha regalado el más grande sueño, el de estar y sabernos siempre unidos”.
“La Novena no es solo imágenes, ni recuerdos. Es puro verbo. Acción. Pasión.
A pesar de nuestras arrugas, canas y tintes, se mantiene eternamente joven. ¡Siempre le llevaremos 17!
Para envidia de nuestros amores; los de antes, los pasajeros o los duraderos, la Novena es como nuestro primer amor: Indisoluble; incuestionable.
Pero es más que eso. No suplanta a nadie y ni le roba nada a nadie. Es un amor perpetuamente paralelo.
La Novena es una entidad y una actitud. Tiene vida propia. Nos da sentido de pertenencia, de comunidad; independientemente de nuestros destinos, suertes e intereses.
Tiene la fuerza centrífuga de absorber, mezclar y transformar. Todo lo convierte en historias, chismes y anécdotas. Así sean los logros de nuestros hijos o sus desgracias; o las babas derramadas por nuestras nietas; o nuestras canas al aire, nuestros divorcios, nuestros nuevos intentos; o los achaques que vienen con cada invierno.
La Novena funde todo en nada. Nuestros trabajos, nuestros avatares económicos, nuestras lágrimas o nuestros vinos. Todo es comprimido a nada. Solo prevalece lo que somos; no nuestras circunstancias.
Tiene la sabiduría de la forma circular. En ella nadie detenta liderazgos ni mandatos. Tampoco impone barreras. Iguala todo y a todos diluye en el mismo crisol, así fueran diputados o doctores, viajantes o contadores, burócratas o colchoneros.
La Novena es una entelequia atemporal y sin espacio. Donde se confunden épocas y episodios. Todo tiene el mismo valor. Somos y fuimos en cada instante, así sean los caramelos en el bolsillo del hermano Elvio o los dedos del hermano Pascual en los nuestros; las palmadas y las corras de trapo con Marcelino o la conjugación en el tablero futurístico de Antonio. Las kermeses de la primaria o los amasijos llenos de testosterona en los danzantes de la secundaria.
Somos y fuimos, en las piernas de la practicante de matemáticas o en las agachadas a cualquier profesora; o en los desfiles por 25 o cuando atrofiamos la subida de la bandera. En los retiros a Anizacate, las bicicleteadas a Freyre, la consagración en Bariloche, los penales en el campo de deportes o las frecuentes escapadas al Vai Ven.
Fuimos más que picardía. Equipo y unión, como en la histórica huelga de Mecanografía que jamás colegio Marista haya experimentado, en los derrapes en el cementerio, el secuestro en Devoto, los silbatos desde abajo del escritorio o la retirada corporativa frente al mirlo, que seguro arrancó carcajadas al Estrada al final del pasillo, al Cristo de la escalera o al bendito Champagnat empotrado en la Dirección.
Todo eso fuimos. Empezamos 42, fuimos 36 y terminamos 28. Competíamos como mayas o aztecas; tocábamos el toc-toc, el xilofón o la pandereta; usábamos orgullosamente la inscripción de HHMM en la espalda que los demás colegios curioseaban; y nuestros pizarrones cambiaron de negro a verde y las Remington a Olivetti.
Fuimos nombres y apodos. Fuimos desde el loco al negro; del mirlo a la negra y desde la flaca al tofi, del pibín al nenoto, del loco al negro o de la Margarita al Raúl. También fuimos con el gordo y el flaco, con el cacho y el cachito, con el nacho, el huevo, el yayi, el mafla, el gringo, el tuquín, el kaiá, el gerli, el pete, el perro, el sapo, el cabezón, el callo, el rupo, el palomo; o desde el Juan Eduardo hasta el Paul o del Luisito al Jorge.
En realidad no fuimos. Somos. Es que la Novena es generosa. Nos regala cada pasado como si fuera presente. Nos da vida. Nos distingue, nos identifica. Nos une, nos hermana. Nos da un espacio invulnerable, relevante y único en este mundo.
Y todavía hoy, la Novena es maleable. Nos permite incorporarle todo lo que hacemos, todo lo que somos, así sea en cada miércoles, en cada vino, en cada asado o en las ganas de estar siempre, a pesar de nuestros destinos y las distancias.
Su vitalidad - la de ayer y la de hoy - es nuestro aporte. Nuestra pluralidad y diversidad, y nuestras diferencias. Así somos, así nos respetamos, así nos queremos. No somos solo amigos, somos algo más.
Hoy la Novena cumple 35 años, pero lleva incorporado los 17 desde que la creamos, la preparamos y la nutrimos. Ella cumple y nosotros festejamos, y la agasajamos.
Es que nos ha regalado el más grande sueño, el de estar y sabernos siempre unidos”.
noviembre 20, 2010
El enemigo común
Sería muy simple culpar al crimen organizado de ser el “enemigo común” y el responsable de todos los males en contra de la libertad de prensa, según las opiniones coincidentes de los presidentes de México y Colombia, Felipe Calderón y Juan Manuel Santos, durante la reciente asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa en Mérida.
La afirmación es verdadera, pero parcializada. El crimen organizado y, en particular el narcotráfico, es responsable de decenas de asesinatos de periodistas y atentados en contra de medios. Pero también es cierto que mucha de esa violencia proviene de funcionarios inescrupulosos o por la falta de voluntad política para perseguir a los asesinos, hacer reformas legales o limpiar poderes judiciales y policías corruptas.
Calderón prometió que los crímenes contra periodistas se federalizarán y sistemas estatales de protección. Pero es tal la desconfianza, que hasta el diputado federal de su propio partido, Manuel Clouthier, descree las promesas. “No hay ambiente ni suficiente presión para reformar nada”, sentenció; quizás, recordando que ninguno de los 106 asesinatos de reporteros mexicanos en los últimos 20 años, fue totalmente resuelto.
Al crimen organizado se le puede achacar la violencia en contra de la prensa, pero es un efecto combatible. Sin embargo, el problema es cuando las agresiones provienen del propio Estado, cuando el gobierno construye un andamiaje legal que le permite transformar sus ataques en actos lícitos y aceptables. Después de todo, lo único que hace es aplicar y hacer cumplir la ley.
En la reunión de la SIP se desenmascararon estas arbitrariedades. En muchos países esa arquitectura legal la denominan “control social” como en Brasil, “nacionalización” de medios como en Argentina u observatorios y comisiones gubernamentales con la potestad de encarcelar periodistas, como en Ecuador o Bolivia.
Hay leyes con todas las excusas, ya vigentes en Argentina, Bolivia y Venezuela; y proyectadas en Brasil, Costa Rica, Ecuador, Jamaica, República Dominicana y Uruguay. La actitud y la tendencia de los gobiernos es que se debe domesticar a la prensa a como de lugar, como esta semana desde Brasilia prometió el futuro gobierno de Dilma Roussef, augurando que impondrá una nueva ley de medios a pesar de que haya o no consensos.
Por el contrario, las leyes que están cayendo en desgracia son las que obligan a los gobiernos a ser más transparentes. Las leyes de acceso a la información pública están inactivas, ineficientes o eliminadas, como en Ecuador. Y las proyectadas para transparentar el Estado en el uso de recursos públicos para la publicidad oficial, como en México y Argentina, son rezagadas o engavetadas.
En EEUU ningún gobierno había perseguido judicialmente tanto la infiltración informativa como Barack Obama, mientras sus promesas de mantener el internet libre de cualquier intervención estatal, están a punto de desvanecerse con un par de proyectos en el Congreso.
Los gobiernos siguen comprando medios, expropiando a los independientes y cerrando a los considerados opositores. De esta forma, el fiscalizado pasa a ser fiscalizador, revirtiéndose el balance de poderes en la democracia.
El desafío es grande ante este sombrío panorama, pero ninguno tan importante como educar al ciudadano para que entienda que cuando matan a un periodista en México, cierran un canal en Venezuela, apresan a un reportero en Ecuador o denigran a otro en Argentina, no son los periodistas ni los medios los que pierden, sino el derecho de cada persona a saber, a estar libremente informada.
Que haya prensa mala, sensacionalista o tendenciosa no es tan malo, como que se le quite a la sociedad la capacidad de poder elegir y valorar los medios para informarse, dentro de una gama de medios independientes, plurales y diversos. Es ahí donde reside el valor de la libertad de expresión.
Mejor comprendería el ciudadano esta ecuación si supondría cuán espinosa sería su vida si la información que envía por carta a un amigo o la que circula por su cuenta de Facebook, Twitter o en algún blog, fuera censurada por el gobierno, restringida por ley o lo arrastraría a la cárcel como en Cuba.
Se puede soportar que los delincuentes sean el “enemigo común”, pero jamás se debería tolerar que fuera el gobierno, más aún si fue elegido.
La afirmación es verdadera, pero parcializada. El crimen organizado y, en particular el narcotráfico, es responsable de decenas de asesinatos de periodistas y atentados en contra de medios. Pero también es cierto que mucha de esa violencia proviene de funcionarios inescrupulosos o por la falta de voluntad política para perseguir a los asesinos, hacer reformas legales o limpiar poderes judiciales y policías corruptas.
Calderón prometió que los crímenes contra periodistas se federalizarán y sistemas estatales de protección. Pero es tal la desconfianza, que hasta el diputado federal de su propio partido, Manuel Clouthier, descree las promesas. “No hay ambiente ni suficiente presión para reformar nada”, sentenció; quizás, recordando que ninguno de los 106 asesinatos de reporteros mexicanos en los últimos 20 años, fue totalmente resuelto.
Al crimen organizado se le puede achacar la violencia en contra de la prensa, pero es un efecto combatible. Sin embargo, el problema es cuando las agresiones provienen del propio Estado, cuando el gobierno construye un andamiaje legal que le permite transformar sus ataques en actos lícitos y aceptables. Después de todo, lo único que hace es aplicar y hacer cumplir la ley.
En la reunión de la SIP se desenmascararon estas arbitrariedades. En muchos países esa arquitectura legal la denominan “control social” como en Brasil, “nacionalización” de medios como en Argentina u observatorios y comisiones gubernamentales con la potestad de encarcelar periodistas, como en Ecuador o Bolivia.
Hay leyes con todas las excusas, ya vigentes en Argentina, Bolivia y Venezuela; y proyectadas en Brasil, Costa Rica, Ecuador, Jamaica, República Dominicana y Uruguay. La actitud y la tendencia de los gobiernos es que se debe domesticar a la prensa a como de lugar, como esta semana desde Brasilia prometió el futuro gobierno de Dilma Roussef, augurando que impondrá una nueva ley de medios a pesar de que haya o no consensos.
Por el contrario, las leyes que están cayendo en desgracia son las que obligan a los gobiernos a ser más transparentes. Las leyes de acceso a la información pública están inactivas, ineficientes o eliminadas, como en Ecuador. Y las proyectadas para transparentar el Estado en el uso de recursos públicos para la publicidad oficial, como en México y Argentina, son rezagadas o engavetadas.
En EEUU ningún gobierno había perseguido judicialmente tanto la infiltración informativa como Barack Obama, mientras sus promesas de mantener el internet libre de cualquier intervención estatal, están a punto de desvanecerse con un par de proyectos en el Congreso.
Los gobiernos siguen comprando medios, expropiando a los independientes y cerrando a los considerados opositores. De esta forma, el fiscalizado pasa a ser fiscalizador, revirtiéndose el balance de poderes en la democracia.
El desafío es grande ante este sombrío panorama, pero ninguno tan importante como educar al ciudadano para que entienda que cuando matan a un periodista en México, cierran un canal en Venezuela, apresan a un reportero en Ecuador o denigran a otro en Argentina, no son los periodistas ni los medios los que pierden, sino el derecho de cada persona a saber, a estar libremente informada.
Que haya prensa mala, sensacionalista o tendenciosa no es tan malo, como que se le quite a la sociedad la capacidad de poder elegir y valorar los medios para informarse, dentro de una gama de medios independientes, plurales y diversos. Es ahí donde reside el valor de la libertad de expresión.
Mejor comprendería el ciudadano esta ecuación si supondría cuán espinosa sería su vida si la información que envía por carta a un amigo o la que circula por su cuenta de Facebook, Twitter o en algún blog, fuera censurada por el gobierno, restringida por ley o lo arrastraría a la cárcel como en Cuba.
Se puede soportar que los delincuentes sean el “enemigo común”, pero jamás se debería tolerar que fuera el gobierno, más aún si fue elegido.
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