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julio 13, 2014

Un Mundial de lágrimas

Nunca hubo tantas lágrimas como en este Mundial. Siempre se lloró pero en situaciones de quiebre, como aquellas pocas y secas lágrimas del arquero alemán en México 86 o las abundantes e inconsolables del Diego en Italia 90.

Este Brasil parece que tomó a todos con la guardia baja. Todos lloran: hombres, mujeres, niños; emocionados por los triunfos, humillados por las derrotas o contentos por los empates. Un fenómeno, quizás, por la alineación de Mercurio con los demás astros, por el clima, porque cada partido cuesta subir una cuesta o porque en las redes sociales se mezclan jugadores y fanáticos, jugando previas, y compartiendo triunfos y selfies en paños menores.

Los sociólogos tendrán que descifrar este valle de lágrimas, si es para combatir tristezas, acompañar alegrías, canalizar nacionalismos o neutralizar burlas. Tal vez concluyan que el fútbol sirve de excusa para llorar sin vergüenza y para desahogar penurias extrafutbolísticas acumuladas. En este Mundial llorar sin disimulo y a destajo se convirtió en una nueva forma de expresión.

Más allá del análisis, lo cierto es que las lágrimas más profusas se derramaron en semifinales. Como las del jefecito Mascherano y la Pulga que corrieron llorando para abrazar al Chiquito Romero tras los penales. O como las del fanático argentino que después del partido en Sao Paulo, mostraba un meme con las fotos del papa alemán Ratzinger y del argentino Francisco, a quienes responsabilizaba del pacto entre el Vaticano y el Señor para llegar este domingo a una final divina.

Lo de Brasil fue hecatombe con el 7 a 1 de la aplanadora alemana, con cuatro goles en cinco minutos o cinco goles en cuatro minutos; da igual. Todo un país lloró y hasta se cree que el Amazonas perdió su bullicio. Lo conmovedor fue ver en las gradas a los chicos a moco tendido, quienes por varias generaciones guardarán la desazón en sus retinas, así como sus abuelos vinieron soportando por 64 años el Maracanazo, hasta que rompieron el maleficio con una derrota desmedida.

El único que desentonó sin lloriqueo fue el estoico técnico Felipao Scolari que sorprendentemente no se inmoló tras la debacle, animándose a anunciar que elevaría un informe a sus jefes en la Confederación de Fútbol Brasilera, como si se tratara de un plan económico a futuro para detener la inflación. Su frialdad alemana denotó que siguió los consejos de su psicóloga, aquella que en los camarines de la Canarinha tuvo que elaborar mecanismos de defensa para Neymar y Julio Cesar que se derrumbaron desconsolados sobre el césped cuando le ganaron a Chile a los penales o para cuidar a todo un equipo que moqueaba entonando las estrofas del himno nacional.
A la psicóloga exorcista ni siquiera le valió la estrategia del himno de guerra, una camiseta del idolatrado e invertebrado Neymar que mostraron los jugadores en la alineación antes del partido. Los insensibles alemanes demostraron que el fútbol no solo es emoción, ganas y guerreo, sino táctica, escuela y disciplina. Dejaron a un país noqueado y a una prensa sin más remedio que amplificar la vergüenza nacional.
Y si faltaban lágrimas de todos los colores, la “Saeta Rubia” arrancó unas cuantas de emoción en el minuto de silencio previo al choque entre argentinos y holandeses, cuando todos reverenciaron a uno de los grandes de la historia futbolística, Alfredo Di Stéfano, el primero de una soñada trilogía argentina.
Es verdad que tras las lágrimas llega la redención. Así lo demostraron en Argelia, Chile, Colombia y en Costa Rica con el recibimiento apoteósico de las selecciones, un premio por subir un par de peldaños más que en torneos pasados. Pero para los grandes, aquellos que ganaron otros mundiales como España, Francia e Inglaterra, nadie derramó lágrimas, mucho menos para Portugal que precedida por la fama de su máximo goleador Ronaldo, terminó vilipendiada y goleada en Brasil.
Para muchos el Mundial terminó tras la eliminación de su selección, tiempo antes del pitazo final de este domingo cuando Alemania pudiera alcanzar su cuarta estrella o Argentina reivindicar su tercera. El lloroso Mundial Brasil 2014 terminará este lunes, el día más feo de este año; entonces todo será insípido, incoloro e inodoro. Sin Mundial se habrá acabado la esperanza y la excusa para llorar sin tapujos ni vergüenza. 

junio 16, 2014

Este es el Mundial, pero de la corrupción

Si la FIFA fuera un país, Transparencia Internacional la habría ubicado en la lista de los más corruptos del planeta. El solo hecho de que la sede de Catar 2022 fuera vendida al mejor postor, aumenta la percepción de que en este Mundial decanta toda la podredumbre que viene carcomiendo al fútbol desde hace décadas.

Alrededor de la pelota nadie está exento de manchas. Gobiernos brasileños favorecieron a empresas que donaron fondos a campañas electorales, en lugar de usarlos para terminar estadios. En Catar los estadios se construyen con obreros migrantes sumidos en la esclavitud; mientras tanto, las empresas de indumentaria deportiva siguen procesadas judicial y públicamente por explotación laboral infantil.

Varios árbitros amañaron partidos en el Mundial de Sudáfrica y se teme que esa práctica continúe. Directores y futbolistas de varias ligas fueron suspendidos por apostar a favor o en contra de sus propios partidos o, más deshonroso aún, en contra de sus fanáticos. Representantes de jugadores hacen su propio partido traficando estrellas y manoseando contratos, como el de Neymar del Barcelona. Y como broche de oro, el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, llega a los vómitos, sospechado de lavar dinero en partidos benéficos de su fundación, después que el año pasado tuvo que calmar al César con cinco millones de euros por evasión fiscal.

Lo de Messi es grave, mucho más que el caso de Maradona que se autodestruyó en lo personal a base de anfetaminas, verborragia y cocaína. Si se confirma lo de la Pulga, se trataría de una autodestrucción profesional, un intríngulis confuso y oscuro, donde están involucrados empresarios, parientes y narcotraficantes, lavando dinero en bancos del Caribe. Una defraudación doble - ilegal y moral - si se considera que la plata habría terminado en bolsillo propio y no en organizaciones de beneficencia, como originalmente se prometió al público que pagó entradas en Perú, Colombia y EE.UU. para verlo jugar.

Casos de deportistas a quienes sus padres malograron sus finanzas no sorprenden, son ejemplo las ex tenistas Steffi Graf y Arantxa Sánchez Vicario. Lo de Messi no está claro aún si el tema pasa por su papá o por una pesquisa fiscal oportuna para desbaratar su cabeza y las posibilidades argentinas.

Messi y su entorno tendrán que aprender que a esta altura de su carrera y fortuna, su salud deportiva depende más de la transparencia administrativa que de la preparación física. Una honestidad que lamentablemente no le enseñan los dirigentes de arriba, amparados por una FIFA que terminó siendo escudo y escondite para los corruptos.

La amañada institución, que ya hedía desde la época de Joao Havelange, ha contagiado y amparado corrupción en todas direcciones. Las primeras investigaciones indican que las sedes de Catar y de Rusia 2018, han sido producto de más de cuatro millones de euros repartidos en sobornos para comprar votos de miembros de asociaciones africanas y caribeñas. El caso ya hundió a algunos dirigentes, pero los peces gordos siguen en la corriente.

La presión es mucha y no es el calor el que hará que Catar (y tal vez Rusia) pierda la sede. Al presidente de la FIFA,  Joseph Blatter, se le está exigiendo una investigación exhaustiva y que muestre cabezas en vez de trofeos al término de este Mundial. Por suerte ya no son solo políticos y futbolistas los que piden transparencia, ahora la demandan Adidas, Visa y Sony, los grandes auspiciantes que no quieren asociar sus marcas al descalabro y al despilfarro.         

A este movimiento todavía no se han sumado otras multinacionales como Coca-Cola, Budwiser, Pepsi o Hyundai, tal vez porque el negocio del fútbol es eso, un gran negocio. Pero si al unísono cortaran los víveres a la FIFA, así como con autoridad les quitaron los auspicios a grandes deportistas por mala conducta, tal los casos de Lance Amstrong, Kobe Bryan, Tiger Woods y Alex Rodríguez, entre otros, seguramente obligarían a la FIFA a rectificar acciones.

A la FIFA se le pide ética y transparencia. Pero difícil será mientras esta no se desprenda de sus privilegios corporativos y no someta a sus agremiados a la justicia ordinaria. Nada cambiará en el fútbol si sigue considerando al soborno, la extorsión y el engaño por resultados como simples faltas éticas, en vez de delitos agravados.

julio 29, 2010

Chávez y el aquelarre Maradona

Hoy se empieza a con el proceso dentro de Unasur para que Venezuela no quede dolida y Colombia sea el agresor, así lo manifestó ayer Evo Morales y en esa dirección parece que el circo está montado.
A nadie sorprendió que Hugo Chávez haya roto relaciones con Colombia. Hace tiempo que lo venía anunciando. En un acto de victimización perfecta, adornado con la omnipresencia del popular Diego Maradona, el presidente venezolano despotricó contra las evidencias presentadas por el gobierno de Colombia, las más contundentes que jamás le hayan presentado sobre su apoyo a la guerrilla de las FARC.
Alvaro Uribe acertó en poner a Chávez en el terreno que menos le gusta, a la defensiva. Es que no lo enfrentó con las armas de la denuncia dialéctica ni con la diplomacia cansina de micrófonos, donde el presidente venezolano intimida con verborragia insultante hasta al más avezado interlocutor, sino que lo confrontó con pruebas en mano: fotos, videos, mapas y declaraciones sobre los “campamentos de verano” que 1.500 guerrilleros tendrían en suelo venezolano para descansar y entrenar a su gente. Y eligió el camino de la diplomacia directa, el escarnio público, en sesión abierta de la OEA a la que reclamó conformar una comisión de verificación.
Si bien Chávez está exultante de romper relaciones, lo que le permite atraer al contrincante a su juego de oratoria polémica, esta vez deberá lidiar con unas evidencias que, veraces o no, lo ponen al descubierto. La carga de la prueba recae sobre él, ya no importa lo que diga, insulte o atropelle, ahora lo que está en juego es la credibilidad de su gobierno. Para zafar del embrollo, tendrá que demostrar que las fuentes colombianas, guerrilleros desmovilizados, no son de fiar o que son mentiras; y eso es muy difícil para un gobierno que perdió credibilidad por expulsar y no permitir en los últimos años que organizaciones de derechos humanos visiten el país, como esta semana denegó el permiso a veedores del gobierno de Chile para que supervisen las elecciones de setiembre próximo.
Así como que no es sorpresa que haya roto relaciones con Colombia por cuarta vez desde el 2005 y que fabrique titulares como hace días, calificando de “trogloditas” a los obispos católicos o anunciado que se adueñará de Globovisión, la única televisora privada que queda con algo de independencia y crítica informativa, lo que fue desconcertante de su anuncio es que lo hizo junto a un jubiloso y cínico Maradona; una escena tan descabellada como si Barack Obama decretara la invasión de Irán acompañado de Tiger Woods.
Que Maradona es amigo de Chávez no es novedad, y que hayan hecho yunta en actos políticos previos en sus respectivos países, tampoco. Pero lo que sí es nuevo es que esta vez Maradona esté mezclando la política con la actividad futbolística, que se haya burlado públicamente del presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, que se preste al circo de la propaganda política o que pida “consejo a mi amigo Chávez”, todo ello a días de aceptar el contrato que le había ofrecido la AFA como técnico nacional de la selección argentina, cuya operación por suerte se vino abajo esta semana y tras la cual Maradona – al muy estilo Chávez de siempre transformarse en víctima – acusó a Grondona de mentirle y a Bilardo de traicionarlo.
Maradona, en esa capacidad, ya no tenía toda la libertad para decir lo que quiere y sobre quien quiere, ni tampoco para estar jugando a la política partidaria o dejarse tentar por una diputación por parte del matrimonio Kirchner. Tenía que elegir; una cosa o la otra. Ambas, gobierno o fútbol, son incompatibles. Esa dualidad, entre deporte y política, debería estar proscrita legal y éticamente para aquel que tiene que comandar a un seleccionado que debe representar a un país, no sólo a un sector.
Se puede discutir si Maradona fue o no un buen técnico hasta que terminó su primer ciclo frente a Alemania; se le puede seguir condenando por su vieja adicción a las drogas y a los anabólicos; y hasta por ese estilo de personalidad chavista, chúcara, irreverente y socarrona. Pero lo que no puede estar sujeto a debate es que un seleccionado nacional, a diferencia de la política, tiene que permanecer libre de polarizaciones, divisiones o partidismos.
Si Maradona habría insistido en abrazar la política, hubiera sido irresponsable – por más virtudes que pudiera aportar al fútbol – que siquiera se le ofreciera el cargo o que él lo aceptara.

julio 16, 2010

Maradona: cordón umbilical

Anoche en una cena que tuvimos en Washington DC con el Comité Ejecutivo de la SIP, del que participa un grupo muy plural de personas provenientes de todos los países latinoamericanos y de no menos de 10 estados de Estados Unidos, el tema de conversación informal para muchos fue no solo la reciente copa Mundial, sino entender lo inexplicable: por qué los argentinos insisten con Maradona.
Los tres argentinos que estuvimos ahí, Raúl Kraiselburd, Liza Gross y yo, escuchamos cada argumento interesante e insistente de que Maradona había hecho perder el partido contra Alemania, tras lo cual llegaba toda la andanada de explicaciones sobre “nadie le quita que es un buen jugador, pero como técnico…”, sumándole a ello todos los vicios y sinsabores que Maradona fue acumulando en su vida personal, aspectos que ya son tomados en broma y con sorna.
Es un tema difícil. Maradona no ha demostrado estar a la altura de las circunstancias y creo que debería dar un paso al costado. Todas las evidencias van en sentido contrario, al menos las presentadas por Grondona, el presidente de la AFA, quien le ofreció extender un contrato por cuatro años más, lo que provocó ciertas renuncias en el seno del organismo, aunque el tema sigue manteniendo a Maradona en su largo silencio tras el partido con los alemanes.
Lo peor de todo, es que Maradona está muy involucrado con temas políticos y está siendo usado y queriendo ser usado por el aparato político oficial, lo que provocará, seguramente, su desgaste repentino. Esa dualidad, entre deporte y política, debería estar proscrita legal y éticamente para quien tiene que mandar los hilos de un seleccionado que representa a todos, no a un sector del país.
Esta es la oportunidad para romper el cordón umbilical con el astro del fútbol. Maradona no debe seguir en la selección para el bien del fútbol. Se le debe agradecer que hizo un muy buen Mundial, pero que no fue suficiente. A otro técnico se le hubiera despedido y no hay razones para seguir con quien a la postre fracasó.
Sin Maradona, él podrá seguir siendo el ícono deportivo que todos quieren tener y atesorar.

febrero 21, 2009

Juego limpio

La confesión del multimillonario beisbolista Alex Rodríguez en ESPN de que consumió esteroides, me hizo revivir la sensación de bronca y devastación que sufrí cuando Diego Maradona dio positivo en el control antidoping del mundial 94, después de festejar desencajado su golazo contra los griegos.
Cuando el dopaje derivó en la suspensión del astro argentino, mi reacción fue insultarlo de pies a cabeza. No me importó si la efedrina le serviría para mejorar su rendimiento, esconder sus debilidades o si destruiría su carrera y se convertiría en un mal ejemplo para los chicos. Como fanático, simplemente me dolió su atajo deportivo porque destruyó los sueños y las expectativas que me había generado.
Los iluminados y geniales tienen la característica de crear ilusiones que van más allá del deporte. Es por eso que a las gambetas de Lionel Messi o a las clavadas de Lebron James las ovacionan hasta las hinchadas contrarias, ya que se asumen como destrezas universales por fuera de competencias nacionales y ajenas a pasiones y colores.
Más aún, estos seres están dotados de cierta magia que generan expectativas a pesar de que tengan un bajo rendimiento pasajero. Confiamos que en un segundo crearán una jugada salvadora que, por sí sola nos hará saltar de la silla, y será suficiente para derrotar el aburrimiento frente al televisor o justificar que la ida al estadio valió la pena.
Por ello, cuando estos magos nos muestran sus flaquezas y como cualquier mortal sucumben ante las drogas, no les recriminamos por la competencia desleal o el juego sucio, sino porque traicionan nuestros sentimientos.
Ese asesinato de la expectativa lo plasmó muy bien el Toronto Star, cuando se comprobó que Ben Johnson le había ganado artificialmente a Carl Lewis los 100 metros en las Olimpíadas de Seúl de 1988. El diario canadiense no condenó a Johnson directamente por su dopaje, sino que le tradujo el sentir popular con un doliente título en portada: “¿Por qué, Ben? ¿Por qué lo hiciste?”
Estas preguntas bien cabrían hacérselas al pelotero de los Yankees. El caso de Rodríguez no es más o menos grave que el de cientos de beisbolistas - que hasta tuvieron que declarar ante el Congreso estadounidense - pero sí es el más importante. En Rodríguez la fanaticada tiene cifrada la esperanza, partido tras partido, de que saque la pelota del estadio y supere pronto las 762 vuelacercas de quien también carga con el peso de los anabólicos en sus brazos, Barry Bonds; una marca que es comparable en el fútbol a los sobrados mil goles de Pelé o a los dudosos mil de Romario.
Para evaluar a los ídolos hay que medir el tipo de desvíos que cometen, porque la experiencia indica que se toleran mucho más aquellos atajos antideportivos y personales, que las inconductas atléticas.
Tres ejemplos bastan para ilustrarlo: Marion Jones consumió anabólicos en las Olimpíadas de Sidney 2000 y tuvo la obligación ejemplar de devolver las cinco medallas, con lo que se extinguió su carrera. Esta semana, el ex campeón de boxeo mexicano Antonio Margarito, por una conducta antideportiva de utilizar yeso dentro del guante para fortalecer la pegada, fue penalizado con un año antes de poder subir a un cuadrilátero; mientras que Michael Phelps, por haber fumado marihuana en público, tendrá que estar ausente tres meses de las competencias. En realidad, se trató de un asunto personal, ajeno a lo deportivo, y aún si lo procesan, le perdonaremos porque nuestra esperanza es que cuando vuelva a zambullirse, siga acumulando medallas como en los olímpicos chinos.
Los fanáticos podemos lidiar con cualquier tipo de ventajas que los atletas comunes busquen para batir récords y ensuciar el juego limpio. Pero lo que no toleramos o perdonamos es que los deportistas distintos y sobrehumanos, como los Maradona y los Rodríguez, nos traumaticen al romper las ilusiones de algo maravilloso y deslumbrante que todavía les queda por crear.
Recemos al dios del Olimpo para que los grandes, como Messi, Kobe Bryan, Rafael Nadal o Tiger Woods no nos decepcionen con dopajes, porque no solo defraudarán a los salones de la fama, sino al más sagrado lugar que poseemos los fanáticos: el salón de las expectativas.

noviembre 20, 2008

Maradona 1 - Escocia 0

No fue un partido amistoso ni normal. El 10 estaba ahí en el primero de su liderazgo como técnico y el mundo y la prensa toda lo vio así, incluso opacando otros partidos importantes y hasta las clasificaciones por la Concacaf. Argentina no jugó contra Escocia, eso fue anecdótico. Juagaba Maradona vs. Escocia. Ganó, como suele ocurrirle a los técnicos debutantes aunque con un margen menor y juagando no muy bien.

Con Maradona se abrió otra etapa en el fútbol argentino. Muchos no lo quieren otros lo aman, pero todos están pendientes que sus berrinches aparezcan en medio de algo importante y deje a todo el mundo parado. La semana pasada estuvo ya al borde de suicidarse públicamente, cuando se entonó con Grondona por “bancar” a Ruggeri a quien quería en su cuerpo técnico.

El futuro es incierto pero no se podrá negar que será divertido. Lo que nadie puede dudar es que Maradona sabrá darle al equipo lo que le faltó en los últimos años: garra, corazón, incentivo, o aquella palabra que se usa en el fútbol que sirve mejor para describir la carencia.

Con Maradona se emprende un viaje para soñar, aunque algunos teman que esté lleno de alucinaciones. Yo confío en su sabiduría de jugador, habrá que ver si la puede trasladar a la de técnico. Para el bien del fútbol, si regala un 50% de lo que fue como jugador, estamos salvados.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...