Hoy se empieza a con el proceso dentro de Unasur para que Venezuela no quede dolida y Colombia sea el agresor, así lo manifestó ayer Evo Morales y en esa dirección parece que el circo está montado.
A nadie sorprendió que Hugo Chávez haya roto relaciones con Colombia. Hace tiempo que lo venía anunciando. En un acto de victimización perfecta, adornado con la omnipresencia del popular Diego Maradona, el presidente venezolano despotricó contra las evidencias presentadas por el gobierno de Colombia, las más contundentes que jamás le hayan presentado sobre su apoyo a la guerrilla de las FARC.
Alvaro Uribe acertó en poner a Chávez en el terreno que menos le gusta, a la defensiva. Es que no lo enfrentó con las armas de la denuncia dialéctica ni con la diplomacia cansina de micrófonos, donde el presidente venezolano intimida con verborragia insultante hasta al más avezado interlocutor, sino que lo confrontó con pruebas en mano: fotos, videos, mapas y declaraciones sobre los “campamentos de verano” que 1.500 guerrilleros tendrían en suelo venezolano para descansar y entrenar a su gente. Y eligió el camino de la diplomacia directa, el escarnio público, en sesión abierta de la OEA a la que reclamó conformar una comisión de verificación.
Si bien Chávez está exultante de romper relaciones, lo que le permite atraer al contrincante a su juego de oratoria polémica, esta vez deberá lidiar con unas evidencias que, veraces o no, lo ponen al descubierto. La carga de la prueba recae sobre él, ya no importa lo que diga, insulte o atropelle, ahora lo que está en juego es la credibilidad de su gobierno. Para zafar del embrollo, tendrá que demostrar que las fuentes colombianas, guerrilleros desmovilizados, no son de fiar o que son mentiras; y eso es muy difícil para un gobierno que perdió credibilidad por expulsar y no permitir en los últimos años que organizaciones de derechos humanos visiten el país, como esta semana denegó el permiso a veedores del gobierno de Chile para que supervisen las elecciones de setiembre próximo.
Así como que no es sorpresa que haya roto relaciones con Colombia por cuarta vez desde el 2005 y que fabrique titulares como hace días, calificando de “trogloditas” a los obispos católicos o anunciado que se adueñará de Globovisión, la única televisora privada que queda con algo de independencia y crítica informativa, lo que fue desconcertante de su anuncio es que lo hizo junto a un jubiloso y cínico Maradona; una escena tan descabellada como si Barack Obama decretara la invasión de Irán acompañado de Tiger Woods.
Que Maradona es amigo de Chávez no es novedad, y que hayan hecho yunta en actos políticos previos en sus respectivos países, tampoco. Pero lo que sí es nuevo es que esta vez Maradona esté mezclando la política con la actividad futbolística, que se haya burlado públicamente del presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, que se preste al circo de la propaganda política o que pida “consejo a mi amigo Chávez”, todo ello a días de aceptar el contrato que le había ofrecido la AFA como técnico nacional de la selección argentina, cuya operación por suerte se vino abajo esta semana y tras la cual Maradona – al muy estilo Chávez de siempre transformarse en víctima – acusó a Grondona de mentirle y a Bilardo de traicionarlo.
Maradona, en esa capacidad, ya no tenía toda la libertad para decir lo que quiere y sobre quien quiere, ni tampoco para estar jugando a la política partidaria o dejarse tentar por una diputación por parte del matrimonio Kirchner. Tenía que elegir; una cosa o la otra. Ambas, gobierno o fútbol, son incompatibles. Esa dualidad, entre deporte y política, debería estar proscrita legal y éticamente para aquel que tiene que comandar a un seleccionado que debe representar a un país, no sólo a un sector.
Se puede discutir si Maradona fue o no un buen técnico hasta que terminó su primer ciclo frente a Alemania; se le puede seguir condenando por su vieja adicción a las drogas y a los anabólicos; y hasta por ese estilo de personalidad chavista, chúcara, irreverente y socarrona. Pero lo que no puede estar sujeto a debate es que un seleccionado nacional, a diferencia de la política, tiene que permanecer libre de polarizaciones, divisiones o partidismos.
Si Maradona habría insistido en abrazar la política, hubiera sido irresponsable – por más virtudes que pudiera aportar al fútbol – que siquiera se le ofreciera el cargo o que él lo aceptara.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
Mostrando entradas con la etiqueta Aklvaro Uribe. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Aklvaro Uribe. Mostrar todas las entradas
julio 29, 2010
febrero 06, 2009
Entre rehenes de las FARC y periodistas
Como es costumbre en momentos que se maneja información sensible, la liberación de rehenes por parte de las guerrillas colombianas de las FARC trajo consigo una polémica (siempre rica) sobre el papel de los periodistas en épocas de conflicto y sobre la libertad de prensa.
La polémica se desató entre las acusaciones verbales del presidente Alvaro Uribe contra dos periodistas, Jorge Enrique Botero y Hollman Morris, siendo que el primero era parte de la comitiva oficial que actuaba de garante de la liberación y el segundo cubría una información y entrevistó a los secuestrados antes de que fueran liberados. La Fundación para la Libertad de Prensa de Colombia tiene en su sitio una excelente cronología de los hechos para quienes quieran mayor información: http://www.flip.org.co
Mi opinión es simple. Uribe – como siempre lo hace – estuvo mal de poco más de calificar a los periodistas de terroristas por difundir fotos e información de los hechos, consultar a un jefe guerrillero o a través de Telesur informar que había aviones colombianos sobre la zona que debía estar despejada. Sus declaraciones crean mayores riesgos en contra de los periodistas y son contrarias a la libertad de prensa que siempre dice defender.
Botero estuvo mal por haber aceptado como periodista ser parte de una comisión de este tipo. Un periodista no puede cubrir una manifestación política y al mismo tiempo ser parte de ella. No se puede ser juez o parte. A uno de los dos terminará traicionando. Un trabajo o el otro. Botero finalmente divulgó fotografías que tomó como periodista cuando su función era otra. Conflicto de intereses.
Lo de Morris tiene matices menos claros, más grises. Es natural que un periodista tiene la noción de la urgencia, la espontaneidad y de la primicia para reportar de inmediato. En situaciones como éstas, sin embargo, entrevistar a alguien después de años de prisión, casi bajo de esclavitud y torturas permanente, y hacerlo sorpresivamente (los rehenes pidieron que no se publiquen sus declaraciones porque se sintieron que las hicieron bajo presión) no parece algo muy humano de hacer. Desde el punto de vista de un periodista independiente es probable que alguien se sienta compelido a hacerlo, pero desde un punto de vista del editor, lo más probable que al periodista se le pida prudencia y que no interfiera en una situación tan delicada como ésta, donde la vida y la muerte pueden ser alcanzadas indistintamente por un pequeño detalle o traspié.
La polémica se desató entre las acusaciones verbales del presidente Alvaro Uribe contra dos periodistas, Jorge Enrique Botero y Hollman Morris, siendo que el primero era parte de la comitiva oficial que actuaba de garante de la liberación y el segundo cubría una información y entrevistó a los secuestrados antes de que fueran liberados. La Fundación para la Libertad de Prensa de Colombia tiene en su sitio una excelente cronología de los hechos para quienes quieran mayor información: http://www.flip.org.co
Mi opinión es simple. Uribe – como siempre lo hace – estuvo mal de poco más de calificar a los periodistas de terroristas por difundir fotos e información de los hechos, consultar a un jefe guerrillero o a través de Telesur informar que había aviones colombianos sobre la zona que debía estar despejada. Sus declaraciones crean mayores riesgos en contra de los periodistas y son contrarias a la libertad de prensa que siempre dice defender.
Botero estuvo mal por haber aceptado como periodista ser parte de una comisión de este tipo. Un periodista no puede cubrir una manifestación política y al mismo tiempo ser parte de ella. No se puede ser juez o parte. A uno de los dos terminará traicionando. Un trabajo o el otro. Botero finalmente divulgó fotografías que tomó como periodista cuando su función era otra. Conflicto de intereses.
Lo de Morris tiene matices menos claros, más grises. Es natural que un periodista tiene la noción de la urgencia, la espontaneidad y de la primicia para reportar de inmediato. En situaciones como éstas, sin embargo, entrevistar a alguien después de años de prisión, casi bajo de esclavitud y torturas permanente, y hacerlo sorpresivamente (los rehenes pidieron que no se publiquen sus declaraciones porque se sintieron que las hicieron bajo presión) no parece algo muy humano de hacer. Desde el punto de vista de un periodista independiente es probable que alguien se sienta compelido a hacerlo, pero desde un punto de vista del editor, lo más probable que al periodista se le pida prudencia y que no interfiera en una situación tan delicada como ésta, donde la vida y la muerte pueden ser alcanzadas indistintamente por un pequeño detalle o traspié.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Tensión entre la verdad y la libertad
Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...

-
Honduras está en riesgo de seguir la misma ruta de México: SIP 6 febrero, 2012 - Publicado por La Tribuna TEGUCIGALPA.- La peligrosidad q...
-
Barack Obama inauguró en la campaña política una nueva forma de hacer política: la utilización de las nuevas tecnologías de la información p...
-
Primero Evo Morales, enseguida Hugo Chávez y ahora casi Manuel Zelaya, algunos presidentes latinoamericanos parece que retomaron los viejos ...