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febrero 15, 2009

Listas negras de periodistas

Muchos editoriales esta semana reflejaron el asombro contra el gobierno chino porque anunció que creará un banco de datos con listas de periodistas de “mala trayectoria” que trabajan en los medios estatales de comunicación, con lo que aumentará la censura. Sin embargo, pocos recalaron que esas listas negras existen en países latinoamericanos y fueron siempre bien utilizadas por los gobiernos para acallar a la prensa.

Lo de China es una práctica deleznable que merece ser criticada. Todo el mundo ya tuvo oportunidad de ver en las Olimpíadas de Beiging a las autoridades en acción, no sólo porque censuraron a sus periodistas, crearon fuegos artificiales que realmente fueron artificiales (inexistentes) sino que negaron a los corresponsales extranjeros que pudieran hacer una cobertura libre y sin ataduras. No es por nada, pero China es el país con más periodistas presos, más censura y filtros para blogueros y cibernautas.

Hace unos días, el gobierno de Argentina presionó abiertamente para que no se le renueve el contrato a Nelson Castro, uno de los comentaristas de mayor reputación en el país. Castro, así como otros periodistas de trayectoria, como José Eliachev, Jorge Lanata y Víctor Hugo Morales tuvieron que proseguir sus carreras después de que sus contratos fueron suspendidos o no renovados.

No hace falta recordar el caso de Venezuela, donde todos los periodistas que critiquen al gobierno son calificados de opositores y donde Hugo Chávez no tuvo vergüenza para cerrar medios de comunicación, perseguir y acosar a periodistas. En Nicaragua la lista de periodistas perseguidos es interminable, con el caso de Carlos Fernando Chamorro y Jaime Arellano; mientras que en Colombia en estos días saltó a la luz el caso de Holman Morris al que el gobierno trata de vincularlo con las FARC.

Las listas negras de periodistas en toda América Latina han estado una vez y otra en la agenda pública y desvergonzada de los gobiernos, así se haya tratado de dictaduras de derecha, de izquierda o democracias de todos los colores ideológicos. Por ello, siempre se habla del periodismo como una de las profesiones más riesgosas del continente.

febrero 06, 2009

Entre rehenes de las FARC y periodistas

Como es costumbre en momentos que se maneja información sensible, la liberación de rehenes por parte de las guerrillas colombianas de las FARC trajo consigo una polémica (siempre rica) sobre el papel de los periodistas en épocas de conflicto y sobre la libertad de prensa.
La polémica se desató entre las acusaciones verbales del presidente Alvaro Uribe contra dos periodistas, Jorge Enrique Botero y Hollman Morris, siendo que el primero era parte de la comitiva oficial que actuaba de garante de la liberación y el segundo cubría una información y entrevistó a los secuestrados antes de que fueran liberados. La Fundación para la Libertad de Prensa de Colombia tiene en su sitio una excelente cronología de los hechos para quienes quieran mayor información: http://www.flip.org.co
Mi opinión es simple. Uribe – como siempre lo hace – estuvo mal de poco más de calificar a los periodistas de terroristas por difundir fotos e información de los hechos, consultar a un jefe guerrillero o a través de Telesur informar que había aviones colombianos sobre la zona que debía estar despejada. Sus declaraciones crean mayores riesgos en contra de los periodistas y son contrarias a la libertad de prensa que siempre dice defender.
Botero estuvo mal por haber aceptado como periodista ser parte de una comisión de este tipo. Un periodista no puede cubrir una manifestación política y al mismo tiempo ser parte de ella. No se puede ser juez o parte. A uno de los dos terminará traicionando. Un trabajo o el otro. Botero finalmente divulgó fotografías que tomó como periodista cuando su función era otra. Conflicto de intereses.
Lo de Morris tiene matices menos claros, más grises. Es natural que un periodista tiene la noción de la urgencia, la espontaneidad y de la primicia para reportar de inmediato. En situaciones como éstas, sin embargo, entrevistar a alguien después de años de prisión, casi bajo de esclavitud y torturas permanente, y hacerlo sorpresivamente (los rehenes pidieron que no se publiquen sus declaraciones porque se sintieron que las hicieron bajo presión) no parece algo muy humano de hacer. Desde el punto de vista de un periodista independiente es probable que alguien se sienta compelido a hacerlo, pero desde un punto de vista del editor, lo más probable que al periodista se le pida prudencia y que no interfiera en una situación tan delicada como ésta, donde la vida y la muerte pueden ser alcanzadas indistintamente por un pequeño detalle o traspié.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...