octubre 26, 2011

La verdad según Ollanta Humala


El presidente peruano Ollanta Humala filosofó sobre la verdad al inaugurar esta semana la 67 asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa, diciendo que los periodistas, así como los curas y los soldados, deben tener a esa virtud como el norte de sus disciplinas.

La comparación suena bien, pero pudiera generar engaños entre los desprevenidos. Varios gobiernos progresistas de la región, como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia, incluyeron la cláusula de “información veraz” en sus reformadas constituciones, a la que pronto utilizaron como punta de lanza para justificar leyes y censurar a medios de comunicación y periodistas. La Ley de Responsabilidad Social en Venezuela, creada a esas instancias en 2004, es el arma que usó el presidente Hugo Chávez para cerrar RCTV, 34 emisoras, y que esta semana le sirvió para imponer una sanción millonaria contra Globovisión, por informar sobre el amotinamiento en una cárcel, hecho que el gobierno hubiera preferido ocultar.

En todos los casos, el mensaje es claro: Quien no se ajusta a la “verdad oficial”, puede ser castigado. Si bien Humala puso énfasis en “el irrestricto respeto a la libertad de prensa”, también argumentó que los medios deben “informar con la verdad, sin dejarse influir por los intereses económicos”. Aunque son atinadas referencias a parte de la prensa peruana cuando alquilaba titulares y se prestaba a extorsionar en nombre del régimen de Alberto Fujimori, también suena a los artilugios usados por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, que promulgó en estos días una ley que prohíbe a los dueños de medios tener otro tipo de negocios.

Por más ético y coherente que parezca el reclamo, la excusa de la verdad siempre ha sido manipulada para restringir y limitar.

El propio Humala ya ha demostrado que la verdad es relativa, porque no solo está determinada por hechos contrastables, sino por el tiempo y el contexto. ¿O acaso su verdad no fue diferente en las campañas electorales de 2006 y 2010? ¿No fue primero partidario del presidente venezolano Hugo Chávez y luego del ex mandatario brasileño Inácio Lula da Silva, habiendo sido la misma persona y teniendo las mismas convicciones?

En todo caso, el objetivo común que comparten comunicadores, militares y sacerdotes no es la verdad en sí misma, sino su búsqueda permanente. Para los curas, la verdad es absoluta por tratarse de la existencia de Dios y el camino de salvación. Para los militares, ésta no está sometida a la credibilidad o falsedad de un hecho, sino al principio de obediencia. Y para los periodistas, como también para los jueces, la veracidad es relativa, dependiendo de los distintos puntos de vista que sobre un mismo hecho pueden aportar varias fuentes.

La búsqueda de la verdad tampoco es infalible. El Vaticano demoró siglos antes de reparar la memoria del astrónomo Galileo Galilei cuando en 1633 lo declaró hereje porque había demostrado que la Tierra no era el centro del Universo. También muchas fuerzas armadas del sur del continente atormentaron a varias generaciones justificándose en la obediencia debida, mientras numerosos medios, como News of the World, tergiversaron, omitieron y delinquieron en nombre del arte de informar.

Humala acertó cuando dijo que la tarea de la prensa es fiscalizar y “necesitamos que nos digan la verdad, cuando nos equivocamos”. Pero erró cuando comparó al periodismo con el sacerdocio, “a ponerse la sotana del amor”, como si este oficio estuviera obligado a una verdad absoluta. Una visión apoteósica de la prensa que también comparten muchos presidentes, como el uruguayo José Mujica, que ante la menor “violación” a ese llamado sacrosanto a ser veraces, amenazó con disciplinar a los medios con una ley de prensa y con quitarles la publicidad oficial, en la creencia de que son las informaciones sobre hechos violentos las que generan inseguridad, y no la inacción del gobierno. 

Ojalá que el presidente Ollanta Humala se convenza que más que la verdad, la libertad es el valor que antecede a cualquier otra virtud humana y social. De lo contrario, en nombre de “su” verdad, pudiera comenzar a cometer los mismos errores y abusos de poder que algunos de sus colegas.

octubre 25, 2011

Cristina: Triunfalismo y exitismo

Ojalá sea cierto lo dicho por Cristina de Kirchner que aceptaría esta victoria con humildad. Lo dudo, nunca su gobierno se ha caracterizado por esa virtud. La arrogancia y el atropello contra quienes no piensan igual o disienten de sus políticas fueron demoledores, incluso cuando no dominaba el Congreso. Ahora con las dos cámaras a su favor y un techo cercano al 55% de los votos, es un gobierno para temer, que se puede convertir en poco inclusivo y plural.

El triunfo holgado puede ser exitista, creyendo el ganador que se le ha entregado un cheque en blanco para profundizar todas sus políticas, en especial las estatistas, tendencia natural que inició Néstor Kirchner en la década pasada. Es cierto que hasta ahora las políticas económicas del gobierno han dado sus frutos y los bolsillos más llenos han inclinado la balanza electoral a su favor. Pero también es demostrable que los capitales argentinos se han ido al exterior como nunca y pierden la confianza día a día. Las políticas de bienestar del país son a corto plazo.

Cristina no debiera confundir triunfo con exitismo. Si se mira en el espejo y en el de otros colegas con ideologías similares en América Latina, podrá ver como los índices de popularidad están basados muy especialmente en políticas cortoplacistas y éstas ayudan y son concluyentes justo para el momento de las elecciones; de ahí que muchos políticos reservan las inauguraciones de obras públicas para antes de los comicios.

Evo Morales es un claro ejemplo de cómo el contexto y las circunstancias cambian la posición política de un líder. Tras el gasolinazo de diciembre pasado, las elecciones judiciales perdidas dos fines de semana atrás y la carretera amazónica que le tiró abajo una marcha indígena, pasó de un 65 por ciento de popularidad con la que había ganado las elecciones a solo un 20 por ciento actual. En pocos meses su fuerza política se desmoronó y deslegitimó. Tampoco quiere decir que vuelva a recuperarla. En este vaivén solo basta mirar a Barack Obama para apreciar los estados de ánimo de la población.

El triunfo de Cristina es inobjetable, pero debe ser consciente que es modificable. Por ello necesita tomar esta victoria con mucha humildad.

octubre 23, 2011

Cristina: entre el kirchnerismo o el argentinismo

Nadie tiene dudas que Cristina de Kirchner renovará hoy su mandato en las elecciones argentinas y seguramente sobrepasará el 50% para quedarse con la Presidencia en la primera vuelta. Lejos está la época en que el gobierno parecía destinado a desmoronarse cuando la oposición le arrebató el Congreso al oficialismo en las elecciones legislativas de 2009 gracias a la resistencia de los campesinos ante las retenciones y cuando su marido falleció hace justo un año.

Pero en esta montaña rusa inherente a la política, Cristina parece estar más favorecida que nunca – como quedó demostrado en las elecciones primarias de meses pasados. Menos beligerante que antes cuando estaba en la sombra de su marido, Cristina pudo de a poco y con mucha plata dulce, producto de recaudaciones récord de impuestos y exportaciones de materias prima, hacer obras y contentar voluntades sobre la base de subsidios familiares.

Las cuentas no son muy claras, ni los índices de inflación ni los de pobreza – que permitirían una mejor lectura del país – son transparentes, así como tampoco han quedado aclaradas todas las acusaciones sobre corrupción pública, desde el enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial, las valijas llenas de dólares que mandaba Chávez para la campaña electoral pasada a favor de Cristina o a manos de quien quedaron recursos del Estado que se usan para hacer propaganda, como los medios de comunicación comprados por testaferros.

Se dice que Cristina está al borde de hacer historia como la primera mujer en ser reelegida. Ojalá haga historia por seguir moderando su discurso, por sacarse de arriba gente del gabinete que parece destinada al servilismo que a gobernar con inclusión para todos los argentinos y que dedique grandes esfuerzos no solo para recaudar y dar subsidios, sino también para perseguir la corrupción y hacer un gobierno basado en la honestidad.

Si la corrupción es combatida, mediante un Poder Ejecutivo decidido y un Poder Judicial fuerte e independiente, la confianza atraerá más inversiones del exterior y el gobierno podrá dedicar esas energías a invertir en todo el país. Se generarán más empleos, más educación, salud y bienestar, cuatro elementos que de por sí solos, cuando están sincronizados, motivan innovación y creatividad.

Cristina tiene la opción para hacer historia. Solo que debe optar entre lo que merecen los argentinos o lo que quieren sus más cercanos allegados. Ojalá entierre al kirchnerismo y permita el argentinismo.

octubre 22, 2011

Kadafi y las similitudes

Kadafi era déspota, despiadado y sanguinario. Sus crímenes por más de 40 años se cuentan a montones, tanto en su país como en el extranjero. Patrocinó el terrorismo, musulmán o irlandés le daba lo mismo, e hizo poner bombas en dos vuelos comerciales (el vuelo 103 de Pan Am en 1988 y el de un avión francés) y desafió al mundo.

Su revolución no era ciudadana ni del pueblo, era propia. Dilapidó fortunas y administró pobreza, en un país singularmente rico y petrolero que tenía el potencial de ser el Abu Dhabi de Africa.

Era estrafalario. Loco. Usaba trajes militares, así como túnicas decoradas con oro y mapas del continente que creía era suyo.

Fue amigo oportunista de muchos. Desde los de la CIA para cazar terroristas asesinos hasta de aquellos que patrocinan o protegen al terrorismo desde las Américas, como Hugo Chávez y Fidel Castro.

Como Chávez, es producto de las regalías del subsuelo. Cambió favores y beneficios por barriles de petróleo. Antes era militar y como líder de oficiales derrocó a un gobierno. Echó a los americanos y europeos y nacionalizó empresas y negocios. Cambió leyes y reglas y dijo que la democracia representativa era una farsa; prefería el gobierno de las masas, creó comités populares, lo que no fue más que la excusa para tener todo el poder en sus propias manos.

En la ONU, rompió una copia de su carta fundacional y calificó al Consejo de Seguridad “consejo del terrorismo”. Se alojaba en tiendas de beduino así fuera en las arenas del desierto o sobre la grama en Nueva York. Al mes de enero lo hizo llamar “Ayn al-Nar” (“Donde está el fuego”).

En Latinoamérica otros le siguieron, como si se tratara de un manual del perfecto excéntrico. Chávez, que le cambió el sable de Simón Bolívar por un honoris causa, y mimetizado por sus extravagancias, también se abocó a atrasar el horario en media hora, virar hacia la izquierda el caballo en el escudo nacional y alargar el nombre de la república.

En fin, Kadafi se creía iluminado, mejor, superior. Y de esas “cualidades” emanaban sus abusos de poder. Chávez no es muy distinto y mucho menos sanguinario; pero sí déspota y despiadado.

Buenas noticias: Irak, ETA, Kadafi

Hay noticias que impactan y esta semana hubo muchas y que compitieron. Quienes siempre acusan a los periodistas de dar solo malas noticias, deben ahora reconocer que los medios de comunicación muchas veces actúan de reflejo de la realidad, aunque algunos personajes como Rafael Correa traten de culparlos de todos los males que aquejan a la sociedad. De esa forma, y sin oposición política contra la que batallar, los medios de comunicación siempre fueron el blanco preferido de los autoritarios.

Pero esta semana tuvimos noticias buenas a granel. Desapareció Kadafi y colmó los titulares. Sin embargo, la más importante para EEUU fue que el presidente Barack Obama, siguiendo las promesas de su campaña y el cronograma que había establecido la administración de George Bush, anunció el retiro definitivo de las tropas de Irak.

Casi cinco mil muertos, decenas de miles de heridos e inválidos y miles de irquíes muertos dejó esta sangrienta lucha que comenzó un mes después de setiembre 11, cuando el objetivo era derrotar a Sadan Hussein, sus armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, liberar a un pueblo oprimido y encontrar a Bin Laden. Con muchos objetivos de esos alcanzados, en menor o mayor medida, era necesario que los 40 mil soldados regresen a sus casas y que EEUU se enfoque más en cuestiones de reorganización interna, donde la crisis, la recesión y el desempleo son prioridades, que en tratar de hacer su voluntad en otras partes del mundo.

Lo de ETA, la organización terrorista del País Vasco de que dejó definitiva las armas, es algo que no muchos creen. Anuncios de esa naturaleza los hizo la organización tiempo atrás y no los cumplió. ¿Por qué sería diferente ahora? Es la pregunta que muchos se hacen. De todas maneras, el anuncio hecho por los encapuchados despierta la esperanza de que sea verdad. Ojalá sirva para que otros grupos terroristas en el mundo den la misma tregua a sus poblaciones. Pero será difícil, otros grupos como las colombianas FARC ya no tienen ese impulso interior por los cambios de ideologías y por tener un mundo mejor, solo ahora los mueve la codicia de los narco dólares.

Las buenas noticias tampoco quieren decir que el mundo sea o esté mejor. Son simplemente hechos históricos que pueden ayudar a que todo vaya mejor, pero la experiencia indica que para ver esas mejorías, hay que analizar todo desde una perspectiva histórica. Por ahora guardemos la esperanza de que estas buenas noticias se traduzcan en hechos importantes para el mejor bienestar de todos.

El senador Rubio, de atacante a defensivo

El senador cubano americano Marco Rubio parece que no tiene descanso. Hace unas semanas su entorno estuvo en plan de ataque contra la cadena Univisión porque reveló una investigación periodística que demostraba que su cuñado había estado involucrado y preso por narcotráfico.

En ese entonces, aunque la cadena hizo bien su trabajo periodístico de tratar otras de las facetas de la vida de un político y figura pública con potencial para llegar a la Casa Blanca con alguna de las fórmulas, el Partido Republicano, especialmente los cinco pre candidatos a la Presidencia, tomó una actitud agresiva y de ataque para desprestigiar a Univisión y blindar públicamente a su figura rutilante.

También Rubio se mantuvo al ataque cuando esta semana algunos grupos - rebirthes – en una especie de sanata muy parecida a la levantada contra Barack Obama, dijeron que como los padres de Rubio no nacieron en EEUU, él no puede postularse para ser Presidente del país. Puras patrañas de quienes tratan de darle a la Constitución una interpretación que no tiene. ¿Será que pronto dirán que el Presidente de EEUU deberá ser de tercera generación de nativos?

Hasta aquí, Rubio se mantuvo como buen político al ataque. Supo atacar o despertar ataques de su entorno para contrarrestar tanto lo de Univisión como lo de la Constitución. Y en ese revuelto, mostrándose como víctima, puede haber ganado. Sin embargo, el tema también ligado a sus padres, de cuando llegaron al exilio, es un tema que no podrá defender muy bien, del que se estarán aprovechando siempre sus contendientes y que lo marginarán a mantenerse a la defensiva, por más argumentos que pueda dar, lo que para un político no es muy aconsejable.

Aunque tal vez él no lo dijo específicamente pero si lo admitió y estaba en su sitio web, los padres de Rubio llegaron al exilio en 1956, un par de años antes de que asumiera Fidel Castro en 1959. El dato no es menor. No es lo mismo el prestigio que ganó en su carrera diciendo que sus padres vinieron a EEUU debido en contraposición a las ideas comunistas que se estaban gestando – expulsados o auto expulsados -, que haber venido durante la época de Fulgencio Batista, es decir por una opción de vida.

Rubio se defiende ahora diciendo que es lo mismo, ya que lo que importa es el dolor de su familia de saber que nunca pudo regresar a Cuba. No es lo mismo. Rubio obtuvo favores como hijo de exiliado político, y esa es una gran diferencia.

Tendremos que ver de ahora en más la capacidad política de Rubio desde una perspectiva defensiva.

octubre 21, 2011

Kadafi y el escarmiento de las ratas

Es difícil sentirse bien de que hayan asesinado a Muammar Kadafi o a cualquier otro ser humano por más sanguinario que haya sido. Hubiera sido mejor acorralarlo con la justicia, aunque seguramente el final hubiera sido el mismo; por lo menos así quedó demostrado con la historia de Saddam Hussein. Las investigaciones dirán lo que ayer pasó.

Claro está, tampoco hay que rasgarse las vestiduras. No era descabellado pensar como acabaría Kadafi. Su muerte o asesinato hace rato que estaba previsto, capturarlo vivo o muerto daba lo mismo… y nadie puede dejar de justificar que los grupos armados, militantes, rebeldes u oficialistas, desbordados y enceguecidos por la pasión, no estarían dispuestos a darle un tiro de gracia. Es evidente que después de tanto odio acumulado – y miles de asesinatos, prohibiciones y violaciones a los derechos humanos – alguien no tendría la misericordia para perdonarle la vida cuando pedía por una clemencia que él nunca tuvo.

Kadafi, el exótico personaje que acumulaba riquezas para sí mismo y administraba la pobreza para un pueblo inundado por el petróleo, murió como rata en una alcantarilla. Una historia que muchos quisieran que se repita en otras partes del mundo por donde deambulan autoritarios, ratas y dictadores.

Más allá de los hechos de ayer, sin dudas que las ratas, los enemigos de la libertad, esos oscuros personajes que se creen ungidos por la providencia divina - estén donde estén, en sillas presidenciales o guaridas - deben estar bien escarmentados.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...